C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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Pero había comprendido lo que estaban haciendo: había percibido cuál era la intención de aquella mascarada y se daba cuenta de que no todo en ella era divertido.

Malditos kif.

Y entonces recordó el rostro alargado y solemne del uruus, tan benignamente estúpido, y al pensar en el altivo orgullo del gran hakkikt de los kif no pudo sino arrugar la nariz emitiendo una risa en la que había muy poco buen humor.

La cena estaba ya casi preparada y un delicioso aroma llegaba de la cocina superior, donde Hilfy y Geran llevaban ya cierto tiempo trabajando, con ocasionales viajes a las instalaciones más amplias del piso inferior. Esta vez iba a tratarse de un auténtico festín, uno de esos guisos magníficos en los que tan hábil resultaba Geran: era la penúltima contribución hecha por el uruus para su bienestar y había sido preparada con todo el cuidado que dedicaban a la comida en viajes más normales durante los cuales las comidas eran una auténtica obsesión, una apreciada pausa en la rutina y un arte que practicaban para el deleite de sus pasajeros ocasionales y para sorprenderse unas a otras.

A modo de bienvenida, una aromática corriente de aire empezó a brotar por el pasillo y Pyanfar preparó las conexiones con el comunicador del puente, tomando las disposiciones necesarias para asegurar el funcionamiento de los aparatos, con las manos casi temblando, tanta era su hambre, sintiendo un enorme hueco en el centro de su dolorido estómago. Hasta el momento por el comunicador no habían llegado transmisiones que hicieran pensar en más problemas de los que ya tenían y el uruus dentro del traje seguía esperando en la esclusa, inmóvil y derritiéndose lentamente, como vio al echar una breve mirada en la pantalla, apoyándose en sus pies deformes y sostenido contra la compuerta exterior. Desconectó la imagen y comprobó otra vez la conexión cocina/sala común, recibiendo por un momento la voz de Hilfy, Luego, inviniendo la conexión, maldijo con toda su voluntad a cualquier kif que se atreviera a interrumpir esa hora tan duramente ganada. Pero la conexión estaba allí, por si hacía falta en un momento dado, y la unidad de la sala común les informaría de cualquier nuevo acontecimiento. Habló con Geran y transmitió a la nave su aviso de que todo estaba listo. Unos momentos después salió del puente y se dirigió hacia el comedor, otra vez limpia y también relamiéndose ya ante el banquete.

El espectáculo le hizo sonreír tanto por dentro como por fuera: la mesa había sido extendida al máximo, de tal forma que apenas si tenían espacio para sentarse a su alrededor y en el centro se desplegaba una abundante muestra de fabuloso arte culinario. Bandejas de carne, por los dioses, nada de salazón y patatas ultracongeladas: auténticas fuentes de salsa en la que flotaban suculentos pedazos adornados con hierbas y crujientes guarniciones. La habitación, blanca y estéril normalmente, se había transformado: Geran y Hilfy daban a toda prisa los últimos toques repartiendo los almohadones con sus abigarrados dibujos hechos en rojo, oro y azul, los colores heráldicos de Chanur.

—Maravilloso —dijo Pyanfar, inhalando el aroma. Había sitio para siete. Oyó el ascensor y se volvió hacia el pasillo, por el que no lardaron en aparecer Haral y Chur con Tully siguiéndolas y, en último lugar, Tirun, que avanzaba cojeando apoyada en la muleta que había improvisado con un trozo de tubería—. Sentaos, sentaos —les indicó Pyanfar tanto a ellas como a Tully y todos fueron acomodándose lo mejor posible en el escaso espacio disponible, rozándose casi unos con otros. Pyanfar ocupó el asiento del extremo que daba al puente y Haral el que daba a la cocina, mientras que Tirun y Chur dejaban a Tully casi aprisionado entre ellas, con Hilfy y Geran al otro lado de la mesa. El intruso ofrecía así un extraño espectáculo con su melena entre blanca y dorada flanqueada por el oro rojizo de las dos y sus hombros sin vello contrastando con el rojo oscuro de sus compañeras de mesa: Tully se había encogido lo más posible, intentando no ocupar el espacio reservado a los demás asientos. Pyanfar rió levemente, cada vez más satisfecha, y entonó la petición de salud a la cual respondieron las otras y que sobresaltó un poco a Tully por su estruendo. Luego se llenó la copa con el efe de su propia botella y las demás imitaron su gesto, sirviéndose de las suyas, con un leve retraso por parte de Tully. Durante unos instantes se oyó solamente el tintineo de los cubiertos y el ruido de las copas y los platos en tanto que los monumentos de Hilfy y Geran quedaban rápidamente demolidos. Tully iba probando pequeñas cantidades de cada plato cuando éstos pasaban ante él en el centro giratorio de la mesa, sirviéndose al principio con parquedad como si no estuviera demasiado seguro de a qué raciones tenía derecho. Luego, a medida que fue observando disimuladamente lo que comían todas, fue cogiendo trozos más grandes a los que añadió salsa, reservándose más de una vez raciones de algo que, muy evidentemente, se agotaría antes de pasar por segunda vez ante él. No dijo ni palabra durante todo ese tiempo.

—Uruus —dijo Chur con una sonrisa maligna, pinchándole suavemente el brazo con una garra para atraer su atención, señalando hacia la carne—. El mismo animal que le daremos a los kif.

Tully puso momentáneamente cara de no entender, pinchó el filete con su cuchillo y alzó los ojos de nuevo hacia el rostro sonriente de Chur.

—¿El mismo?

—El mismo —le confirmó Chur. Tully puso una cara bastante rara y luego siguió comiendo. Rió brevemente para sí mismo, con su habitual alegría de loco, los hombros encorvados y su atención totalmente concentrada en la comida, apartando los ojos de ella sólo los segundos necesarios para fijarse en las demás e intentar usar los cubiertos al estilo hani.

—¿Bueno? —dijo Pyanfar, rompiendo el silencio general. Tully alzó la vista de inmediato, mirándolas a todas por turno, sin saber quién había hablado. El traductor que resonaba en su oído carecía de personalidad—. Yo, Pyanfar. ¿Todo bien, Tully? ¿Te gusta esta comida, es la adecuada?

—Sí —respondió él—. Estoy hambriento. —Hambriento, dijo sin la menor pasión el traductor en su oído pero la expresión de su rostro en esos instantes lo decía todo al respecto. Los golpes parecían destacar aún más bajo la luz blanca de la habitación y la angulosa osamenta de su cuerpo se hubiera dicho a punto de romper la piel de sus hombros y costillas.

—Dice que casi siempre tiene frío —intervino Chur—. Después de todo carece de nuestra protección natural. Intenté ponerle una chaqueta pero es demasiado pequeña para él. Me la ha pedido, dice que la abrirá un poco. Quizá sería mejor empezar dejándole algo de Haral.

—Seguiría resultando demasiado pequeño para esos brazos —dijo Haral, contemplándole con expresión pensativa—, pero veré lo que puedo encontrar.

—Frío —dijo Tully, comprendiendo muy poco de la conversación.

—Lo estamos intentando, Tully —dijo Chur—. Le acabo de pedir eso mismo a Haral, ¿entiendes? Puede que encontremos algo para ti.

Tully asintió.

—- —dijo con cierto abatimiento y luego el rostro se le iluminó—. Bueno. ¡Bueno! —dijo, señalando a la comida.

—No te estarás quejando, ¿verdad? —comentó Pyanfar—. No… ¡dioses!

Del comunicador brotó repentinamente una canción knnn y Tully dio un salto. Todas contemplaron con expresión algo inquieta el altavoz y Pyanfar dejó escapar un lento suspiro cuando quedó claro que la transmisión estaba toda en knnn. Sólo Tully siguió con los ojos clavados en el comunicador.

—No es nada —dijo Pyanfar—. Otra vez los knnn. Lo desconectaré enseguida. —Miró a las demás, el rostro nuevamente serio y la mente concentrada en el trabajo—. Tenemos preparado un rumbo, por si llegara a ser necesario. Está en el ordenador para cuando haga falta. Y acabará haciendo falta. Chur, Tully y yo estuvimos preparando una pequeña distracción, un regalo para los kif que les costará perder velocidad crítica si quieren apoderarse de él. Lo preparamos de modo que tenga un aspecto atractivo para sus sensores.

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