—Dormir —suplicó Tully, recordándole sus palabras con el rostro lleno de terror.
—En nombre de los dioses, sacadlo de aquí —gruñó Pyanfar, volviéndose y echando su plato y algunos otros que tenía cerca en el conducto de basuras, mientras iba recogiendo las fuentes y los cubiertos para entregárselos a Haral, Tirun y Chur, que a su vez se apresuraban a despejar la mesa lo más deprisa posible. Hilfy se dispuso a echarles una mano—. Fuera —le dijo Pyanfar a Chur—, El traje de la esclusa: pon en marcha el sistema de apoyo vital. ¡Muévete!
Chur saltó por encima de la mesa y corrió hacia la puerta con un repiqueteo de garras, Pyanfar se volvió, controlando mucho mejor sus movimientos, y la siguió en dirección a los controles. Tirun fue detrás de ella, cojeando, pero Pyanfar no estaba de humor para esperarla. Sentía en el vientre un hormigueo de nervios que le estaba revolviendo el alimento recién ingerido: de pronto todas las elecciones que había hecho hasta ese momento le parecían muy poco de fiar, incluyendo entre ellas el tener suelto a un Extraño ligeramente enloquecido a bordo de una nave en situación de emergencia. Y los knnn tan cerca; y ellas con sus ojos y sus oídos ciegos y sordos ante todo lo que pasaba en el exterior.
Entró en la penumbra del puente y se instaló en el asiento cuyo desgastado respaldo conocía tan bien las dimensiones de su cuerpo, abrochándose el cinturón y oyendo cómo todas las demás se movían a su alrededor: Tirun, Hilfy, Haral. En el comunicador resonaba aUn la voz del kif. A lo lejos oyó a Tully que hablaba con Geran en tono suplicante, intentando transmitir a través del traductor algo que en su origen ya parecía bastante confuso. Empezó a efectuar una serie de comprobaciones internas de las que muy bien habría podido prescindir y miró a sus compañeras.
Haral y Tirun habían ocupado sus asientos y estaban empezando también a comprobar sus aparatos, con el rostro impasible y totalmente absortas en su labor. Hilfy tenía las orejas echadas hacia atrás y sus manos temblaban visiblemente sobre los controles. Bien. Una cosa era enfrentarse al fuego de los kif en Punto de Encuentro y otra, muy distinta, esta larga espera imaginando que en cualquier momento podían empezar los disparos.
—Por favor —dijo repentinamente una voz mahendo’sat en el tablero de Hilfy y unos instantes después en el suyo—, Manténganse alejados de la estación. Pedimos a todas las partes implicadas que mantengan la calma. Sugerimos un arbitraje.
La emisión había sido difundida a máxima potencia y se dirigía a todo el sistema: la estación, llena de seres inocentes refugiados en ella desde todos los confines de Urtur, suplicaba a sus combativos invitados involuntarios que no atacaran.
Y, entre esos seres inocentes, estaba también la tripulación de la Buscaestrellas.
—Ese mensaje debía preceder al otro —dijo Pyanfar pensativa—. Para la estación todo esto pertenece ya al pasado sus palabras se dirigían a Hilfy, intentando con ello que no se le ocurrieran más ideas locas. Tully seguía hablando. Pyanfar se quitó el auricular del oído, eliminando así todas las comunicaciones de esa procedencia confiando en que, si todo lo demás fallaba, la nada despreciable fuerza del brazo derecho de Geran se encargaría de mantener la calma.
—Capitana —era Chur, dirigiéndose a toda la nave—. El sistema de apoyo vital está conectado y la esclusa cerrada otra vez.
—Entendido, Chur —murmuró ella, trabajando en el teclado y revisando los cálculos de trayectoria que había preparado antes—. Dirígele a la sala de operaciones de la cubierta inferior. —Habría preferido tener a Chur en el puente pero Tully necesitaba vigilancia, los kif andaban sueltos por el sistema y el tiempo estaba en su contra; no era un buen momento para ir recorriendo los pasillos. Dio media vuelta en su asiento, aún indecisa. Hilfy, el eslabón más débil, estaba observando la pantalla del comunicador—. ¿Qué están haciendo los kif? ¿Alguna transmisión?
—Negativo —dijo Hilfy con voz bastante tranquila—. Repetición del mensaje. Recibo cierta señal de los sistemas interiores de la nave, por el momento no hay ninguna disrupción perceptible. Los knnn…
El gemido brotó nuevamente del comunicador: la transmisión resultaba cada vez más clara y su fuente de origen debía estar ahora aún más cerca de ellas, perdida en algún lugar de ese océano de polvo cósmico y rocas. Pyanfar tragó aire.
—Alerta todos los sensores y sistemas, manteneros a la escucha. Quiero echar una buena mirada ahí fuera, primas. —Empezó a mover los interruptores y el sistema nervioso de la Orgullo cobró nuevamente vida en un estallido de luces y colores, en tanto que oleadas de energía ondulaban a través de los sistemas que se recalibraban de modo automático. Conectó brevemente la propulsión y reorientó la nave, tendiendo la mano hacia los controles del ordenador principal.
—Dioses —musitó Tirun, proyectando en su pantalla número uno la imagen que habían recibido hacía unos segundos, una especie de sopa polvorienta tachonada de rocas.
—¡Nave! —dijo Haral de pronto desde el monitor número uno, inundando el resto de las pantallas con la imagen procedente de su sector, Pyanfar sintió que el pánico le anudaba las entrañas. Estaba muy cerca, y se movía.
—Más resolución —pidió. La Orgullo estaba acelerando, todavía sin escudos. El murmullo del polvo en el casco se convirtió en un chillido y acabó creciendo hasta ser un grito agudo: una roca les golpeó, chirriando metálicamente sobre el casco; luego otro golpe y una pantalla se llenó de estática—. ¡Dioses, qué lodazal!
—Escudos —dijo Haral.
—Todavía no.
—No hay resolución —dijo Tirun—. Demasiado polvo ahí fuera, seguimos estando ciegas.
—Maldición —golpeó bruscamente el control de la esclusa, abriéndola.
—Hemos perdido algo —dijo Tirun.
—Estamos recibiendo una señal —dijo Hilfy de inmediato—. Alta y clara, tía, ¿es nuestro señuelo?
Pyanfar, demasiado ocupada, hizo caso omiso de su pregunta.
—Quiero largo alcance en mi tablero de comunicaciones. Ahora mismo.
Una luz se encendió en su panel, indicándole que habían cumplido su orden sin hacer preguntas al respecto. Pyanfar conectó el micrófono.
—Aquí Pyanfar Chanur, Hinukku. Acabamos de soltar una cápsula por la esclusa. Con eso es suficiente, hakkikt. Abandona —cerró el contacto y se volvió hacia Hilfy—. Chiquilla, cuida de que el mensaje se repita dos veces y luego corta todas las señales y la transmisión de identidad. Emite la señal por el canal cinco del traductor.
Medio segundo de parálisis: Hilfy se inclinó sobre el tablero y se quedó helada, accionando después otro control distinto de los pedidos. Un gruñido medio ahogado por la estática, una voz hani: «¡Chanur!¡Adelante!¡Nos vamos!» El mensaje se repitió otra vez convirtiéndose en un apremiante chillido, tan agudo como el del polvo que resonaba en el casco.
—No es de ahora —le dijo secamente Pyanfar a Hilfy, pero Hilfy ya se había puesto de nuevo en movimiento, emitiendo la transmisión pedida y despejando luego el canal, con las orejas gachas y los ojos llenos de pánico, cumpliendo las órdenes que se le habían dado por muy locas que le parecieran.
—Curso principal trazado —dijo Haral, imperturbable—. Referencias registradas.
—Sigue así —avanzaban acelerando cada vez más: el polvo cósmico resonaba en el casco. Otra pantalla se apagó por unos segundos y luego volvió a encenderse.
—Tía —exclamó Hilfy—, estamos emitiendo señales knnn.
—Puedes apostar a que sí —dijo Pyanfar apretando los dientes. Hizo que la Orgullo se inclinara en un ángulo dirigido hacia el cénit del sistema, un lugar en el que ninguna nave que pensara salir de Urtur debía estar normalmente. Un hilillo de sudor frío empezó a correrle por la nariz, haciéndole sentir náuseas. El casco metálico seguía gimiendo.
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