C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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—Lectura a popa —dijo Geran—, la nave que vimos eran knnn.

Maldición, nada salía nunca tan bien como una pensaba. De pronto otra señal entre el chisporroteo del polvo. «¡Chanur! ¡Adelante!…»

Y una voz kif: «Lamentable decisión, capitana Faha.»

Pyanfar lanzó un bufido y tragó aire para resistir el tirón de la gravedad, mientras su campo visual se estrechaba hasta convertirse en un túnel a causa de la tensión y la ira. La señal procedente de la nave Faha debía tener como mínimo una hora de antigüedad; o probablemente aún más.

—Segunda nave —dijo Tirun— 3/4 a 32 en nuestra referencia.

—Dame el curso de la Buscaestrellas —dijo Pyanfar.

—Lo he estado intentando —dijo Haral—. Esto es lo que he logrado en referencia a la estación, pero el resultado no es muy seguro —la pantalla número dos se llenó de números a los que siguió un diagrama que abarcaba una cuarta parte del sistema de Urtur con sus barreras de polvo y sus coordenadas de referencia.

—Nave knnn moviéndose —dijo Hilfy—. Tía, la van a interceptar.

Pyanfar vaciló una fracción de segundo antes de volverse hacía la pantalla en la que se encendió una imagen mostrando el rumbo de intercepción probable para la nave que les seguía. Por los dioses, la nave knnn avanzaba hacia el señuelo y ello pese a que nunca se había oído hablar de que los knnn rescataran a ningún náufrago en el espacio. Algo le oprimió el corazón y sintió una repugnancia instintiva que la hizo volverse rápidamente hacia el diagrama del sistema.

No había modo de ayudar a la nave Faha. Ningún modo. La Buscaestrellas sólo contaba ahora con sus propios recursos. Los knnn tenían el señuelo y a los kif eso no les iba a gustar nada. Si es que los knnn habían existido alguna vez, claro. El ruido del polvo en el casco se hizo aún más estridente: no sólo la Orgullo podía practicar un juego tan peligroso.

—Pantallas —le ordenó secamente a Haral y alargó la mano hacia el control de impulsión, dejando al descubierto los interruptores—. Atención; voy a poner los motores al máximo y mantendré Alijuun fuera de nuestro morro cuando emerjamos de nuevo en el ciclo normal. —Apretó por dos veces el interruptor y luego lo apretó una tercera vez, conectando los motores apenas una fracción de segundo en cada ocasión. El estómago le dio un vuelco y su pulso se aceleró hasta que la sangre pareció taponarle la nariz y apretarle los ojos, reduciendo su campo visual a la magnitud de un alfiler. Ahora estaban ciegas otra vez: a los instrumentos les faltaban las referencias necesarias y su velocidad había crecido enormemente por los tres impulsos sucesivos. Si la experta Haral les fallaba en aquellas circunstancias, estarían muertas. Pero todas eran veteranas de Urtur: conocían el sistema y aunque estuvieran navegando a ciegas poseían un sexto sentido capaz de orientarlas a partir de un punto dado.

Metiéndose por el mismísimo cuello de botella que habían creado los kif en su despliegue, desde el cénit, conectó nuevamente los motores, otro incremento de velocidad, tragando saliva con esfuerzo para que su reciente comida no intentara salir volando de su estómago. Por el comunicador les llegó un aullido kif y luego un tartamudeo inquieto en mahendo’sat.

Eso por lo que hubieran hecho con la Buscaestrellas, por haber realizado todo el trabajo sucio de los kif, por haber buscado con tanta diligencia el blanco.

—¡Ay! —chilló Haral y sus instrumentos parecieron incendiarse, indicando que estaban a punto de chocar. «¡Chanur!», oyó: ahora su nombre era tan infame aquí como en Punto de Encuentro. Los tableros parecían arder en un destello multicolor. Pyanfar se vio obligada a hacer entrar y salir la nave de la impulsión y los instrumentos enloquecieron.

—Dioses —gimió Haral—, casi lo tenía.

—¡Ahora, Haral! ¡En nombre de los dioses, hazlo!

Los instrumentos parpadearon y las pantallas repletas de estática se fueron aclarando con algo parecido a la indignación. Un alarido ininteligible brotó del comunicador. Tully, pensó repentinamente Pyanfar: las drogas no habían actuado con la rapidez suficiente. Le habían traicionado, igual que los kif.

Una imagen apareció en la primera pantalla: Alijuun. La estrella había sido encuadrada correctamente y la identificación era positiva.

—¡Bien! —gritó Pyanfar, de puro alivio, apretando el botón del salto prolongado. Su voz se fue enredando hasta convertirse en una madeja de muchos colores que se abría paso lentamente a través de los intersticios que había ante ellos. El salto, con su acostumbrada sensación de náusea, las engulló a todas.

6

…Y de nuevo fueron escupidas al espacio, a un lugar distinto visto entre sombras confusas. Un parpadeo multicolor ante sus ojos: la pantalla, los instrumentos automáticos buscando, registrando. Sigue consciente, no te apagues ahora, ahora no, mantén la mano en los controles…

—Funcionando —dijo una voz casi inaudible. Haral, trayéndola de vuelta desde la eternidad.

—Oh, dioses… —Otra voz distinta. ¿Hilfy? Una estrella apareció encuadrada en la pantalla y luego se esfumó.

—Comprobar referencias —dijo Pyanfar mientras sus ojos extraviados buscaban entre los instrumentos. Una luz roja encendida.

—Tengo un problema —dijo Haral, despertando un escalofrío en su columna vertebral—. No consigo identificación positiva de las referencias.

—Mantén el curso —empezó el proceso de anular el segundo salto, reduciendo la velocidad lo suficiente para que los sensores de búsqueda lograran situarse. Un gemido detrás de ella ante el brusco frenazo: sus manos temblaron sobre los controles, vacilando a centímetros del botón.

—Dioses, hemos fallado —gimió Haral, y unos segundos después oyó a Tirun:

—¡Anulad el salto! ¡Vamos hacia una masa!

Ante ellos se alzaba una forma oscura, la masa que les había arrancado de su salto, a punto de chocar con ellas. Los sensores se dieron cuenta de la inminencia de la colisión y las alarmas empezaron a sonar por toda la nave. Pyanfar redujo la velocidad, aún más bruscamente, torciendo el gesto al ver cómo las pantallas se cubrían de estática y una de ellas se apagaba. Algo se había roto.

—Girando —advirtió a la tripulación. La Orgullo se desvió y la sangre se agolpó de nuevo en la nariz de Pyanfar, en tanto que sus articulaciones, sus órganos y sus músculos se esforzaban, cada uno aparentemente en una dirección distinta. Lanzó un bufido y luchó con los músculos de sus ojos para no perder su foco visual, tensando los doloridos músculos de su mano para no alejarla de los controles. El monitor mostraba una distancia mínima pero suficiente. Pyanfar dejó que la nave siguiera su curso, casi rozando el obstáculo.

Una voz kif en el comunicador.

—Identificación: urgente —alguien estaba esperando también aquí, otro de los largos brazos de Akukkakkt montando guardia.

—Tía —la voz de Hilfy, muy débil, con un burbujeo líquido—. Kif…

—Lo he oído —Pyanfar resopló, oliendo a sangre o a sudor, lamiéndose los labios y percibiendo un regusto salado. En las pantallas aparecía una masa oscura suspendida sobre ellas muy cerca, increíblemente cerca. Ahora seguían emitiendo la canción knnn, un gemido que subía y bajaba por toda la escala musical, una mezcla de llanto y chasquido; eso debía engañar a los kif, era preciso. Haral y Tirun hablaban frenéticas entre sí, haciendo funcionar los sensores en busca de una salida.

—¡Lo tengo! —exclamó Haral de repente. Una estrella apareció en las referencias de la pantalla.

—No lo conseguiré —dijo Pyanfar. La masa estaba demasiado cerca. Ahora no tenían otra elección: debían pasar junto a ella esperando que…

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