C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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Pyanfar contempló la máquina sobre la consola y luego, acercándose a ella, la desconectó. Hilfy seguía inmóvil junto a ella.

—Cógelo todo —dijo Pyanfar—, nos arriesgaremos a estropear el equipo —desconectó el módulo del teclado, que no pesaba demasiado pero resultaba incómodo de transportar—. Trae la pantalla.

—Tía —dijo Hilfy—, ¿qué haremos con él?

—Eso depende de cuáles fueran los planes que tenían los kif al respecto. Claro que no podemos preguntárselo ahora… ¿verdad? —Siguió al Extraño, conducido por Chur y Geran, recorriendo el pasillo lateral que conducía a uno de los tres cuartos que tenían para los ocasionales pasajeros de pago transportados en la Orgullo, los cuales se hallaban un poco más allá de los camarotes privados de la tripulación siguiendo por la curvatura del casco. Los camarotes eran muy cómodos y el escogido por Chur y Geran se hallaba decorado en tonos verdes, con las paredes de hierba entretejida y el mobiliario de un amarillo muy claro contrastando con el verde de la estructura. Pyanfar empezó a calcular los posibles daños en el mobiliario y frunció el ceño pero, después de todo, ya habían perdido mucho como para preocuparse por unos metros de tapicería desgarrada.

Y el Extraño pareció darse cuenta de que se había producido un giro radical en su situación. Se quedó inmóvil en mitad del cuarto con el libro bien cogido, envuelto en su manta, contemplando el lugar con una expresión algo menos abatida que antes. En sus rasgos, tan difícil aún de interpretar, parecía haber ahora algo parecido al asombro.

—Será mejor que le enseñemos primero el cuarto de baño —dijo Pyanfar—, y espero que nos entienda.

Chur le cogió del brazo y le llevó cuidadosamente hasta el cuarto de baño. Hilfy llegó con la pantalla y Pyanfar conectó el módulo a ésta, uniendo luego el conjunto al receptáculo auxiliar de comunicación/ordenador. Desde el cuarto de baño les llegó el fugaz sonido de la ducha funcionando y luego el del lavabo. Chur apareció nuevamente en el camarote con el Extraño, los dos con aspecto algo incómodo. Entonces el Extraño vio el traductor encima de la mesa y en sus ojos hubo un chispazo de interés.

Pero no de alegría. Hasta entonces, en esos ojos no habían visto nada que se le pareciera.

El intruso dijo algo, dos palabras bien separadas. Por un momento pareció como si les estuviera hablando en su propio idioma y luego les recordó vagamente el idioma kif. Pyanfar alzó las orejas e inspiró con fuerza.

—Dilo otra vez —le pidió en kif, señalando como en un gesto de ánimo su oreja, un signo que resultaba formar parte del lenguaje común en los muelles de carga.

—Kif… ¿compañero?

—No —esta vez la bocanada de aire que inspiró fue mucho más honda—, ¡Bastardo! Me estás entendiendo. —Y nuevamente en kif—. ¿Quién eres? ¿A qué especie perteneces?

El intruso sacudió la cabeza, aparentemente confundido. Estaba claro que ese quién no formaba aún parte de su repertorio. Pyanfar observó meditabunda al inquieto Extraño y luego extendió la mano para apoyarla en el hombro de Chur que, muy adecuadamente, estaba a su lado.

—Ésta es Chur —dijo en kif, y prosiguió en hani—. Prima, me harás un gran favor quedándote con el Extraño durante tu guardia. Hazle trabajar en esas identificaciones y cambia el módulo apenas lo haya identificado y tenga llena la banda de audio. Déjale trabajar mientras él quiera, pero no le obligues. ¿Sabes cómo funciona el aparato?

—Sí —dijo Chur.

—Ten cuidado. No sabemos lo que está pensando y los apuros que ha pasado antes, y no creo que sea incapaz de jugarnos una mala pasada llegado el caso. Quiero que se comunique con nosotras; así que no seas dura con él y nada de asustarle… pero tampoco corras peligro. Geran, te quedarás fuera y vigilarás tus operaciones en los controles mediante sensor remoto mientras Chur esté dentro, ¿entendido?

Geran agitó levemente las orejas, inquieta: en la oreja derecha había una pequeña herida, estropeando una curva que de otro modo habría sido considerablemente hermosa; los anillos de oro que llevaba en la oreja izquierda brillaron levemente.

—Lo he entendido claramente —le dijo.

—Hilfy… —Pyanfar le hizo una seña a su sobrina y las dos cruzaron la puerta. El Extraño hizo ademán de seguirlas pero Chur extendió el brazo para impedírselo y, no queriendo aparentemente pelea, se quedó inmóvil. Chur se apresuró a hablarle mientras que le tocaba con cautela el hombro: por primera vez en sus rasgos había una inconfundible expresión de puro y simple terror.

—Creo que te quiere, tía —observó Hilfy.

Pyanfar agachó las orejas, aborreciendo la sola idea de verse obligada a rechazar un asalto físico contra su persona y siguió andando seguida por Hilfy, sin apresurar el paso. Una vez se encontró fuera de la habitación miró hacia atrás.

—Tened cuidado con él —les dijo a Chur y Geran—. Puede que se porte de modo amable y encantador diez veces seguidas; y puede que a la undécima os salte al cuello.

Y luego se alejó, con el vello de los hombros erizado por el disgusto. Hilfy iba detrás de ella pero Pyanfar metió las manos en su cinturón y no le prestó la menor atención hasta que hubieron llegado al ascensor. Hilfy apretó el botón para abrir la puerta y las dos entraron en la cabina. Una presión en el botón central y el ascensor las llevó hacia arriba. Pyanfar, aún sin haber dicho palabra, salió de la cabina al corredor que llevaba al puente.

—Tía… —dijo Hilfy.

Pyanfar miró hacia atrás.

—¿Qué haremos con él?

—Ten la seguridad de que no lo sé —le respondió con cierta aspereza. Seguía teniendo las orejas agachadas. Con un esfuerzo de voluntad, logró ponerle mejor cara a Hilfy—. No es culpa tuya, sobrina. Todo este lío lo he montado yo misma.

—Me gustaría encargarme de algún trabajo. Te ayudaría si supiera cómo hacerlo. Con el cargamento desaparecido…

Pyanfar frunció el ceño, agachando nuevamente las orejas. «¿Quieres quitarme alguna preocupación?», pensó. «Entonces, no cometas ninguna idiotez.» Pero ante ella estaba ese rostro, joven y orgulloso, ansiando hacer las cosas bien… Casi todo lo que competía a Hilfy en la nave había dejado de existir al esfumarse el cargamento y empezar el silencio de transmisiones.

—Jovencita, me he metido en un juego mucho más peliagudo de lo que había planeado y no podremos ir a casa hasta que haya arreglado las cosas. Cómo vaya a hacerlo es una cuestión muy complicada, dado que los kif conocen nuestro nombre. ¿Tienes alguna idea que no me hayas comunicado?

—No, tía, hay demasiadas cosas que ignoro.

Pyanfar asintió.

—Pues lo mismo me ocurre a mí, sobrina. Que eso te sirva de lección. Ésa era precisamente mi situación cuando metí dentro de la nave al Extraño en vez de haberlo devuelto de inmediato a los kif.

—No podíamos entregárselo.

—No —dijo Pyanfar de mala gana—, pero eso habría sido ciertamente lo más conveniente —meneó la cabeza—. Ve a descansar, niña, y esta vez lo digo en serio. Te pusiste mala durante el salto y cuando te necesite no estarás en condiciones de rendir lo suficiente. Y ten por seguro que acabaré necesitándote —siguió andando y cruzó el umbral que llevaba al puente. Hilfy no la siguió. Pyanfar ocupó su asiento entre los instrumentos apagados, escuchando el murmullo ocasional de las partículas de polvo que rozaban el casco, Finalmente decidió examinar el registro de lo sucedido durante su ausencia, aunque sin demasiada atención y oyendo al mismo tiempo el flujo de comunicaciones actual.

Malas noticias. Otro recién llegado al sistema… no, varios. Quizá fueran kif, quizá vinieran del desastre ocurrido en Punto de Encuentro. Fuera lo que fuera, era un mal asunto. Quienes ya estaban en el sistema se encontraban fuera de toda duda metidos en la cacería: los kif estaban lo bastante preocupados y ansiosos por llegar aquí como para haber arrojado su cargamento y ninguna otra nave tenía razones para perseguir a la Orgullo o calificarla de ladrona. No cabía duda de que eran los mismos kif, metidos en un apuro lo bastante grande como para formar una jauría de caza. Todo eran malas noticias.

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