La ducha, cálida y reconfortante, era una pura delicia. Alzó el rostro hacia el chorro, dejando que su barba y melena se pusieran en orden bajo la presión, y luego se volvió de espaldas hacia éste mientras el masaje iba calmando sus hombros doloridos.
El sensor emitió su zumbido de emergencia. Pyanfar maldijo y abrió de un tirón la puerta de la ducha, patinando en el suelo y saliendo de su camarote, desnuda y chorreando agua. Por el camino se encontró con Haral y Hilfy que volvían cada una por su lado, pero llegó a la consola central antes que ellas.
Donde antes había sólo espacio vacío ahora se encontraba una nave, recién salida del salto. Pyanfar se inclinó sobre el tablero y limpió el agua que había caído en la pantalla, apartándose luego un poco para no mojarla más. La recién llegada se encontraba más cerca de Urtur que ellas, llevándoles una buena ventaja tanto en el eje horizontal como en el cénit. Había llegado hacía ya un rato: la señal que habían recibido procedía de ella.
—Casi una hora antes —calculó Haral—, pero puedo afinar el cálculo.
—Hazlo.
Permanecieron observándola en tanto que Pyanfar iba formando un charco de agua fría sobre el suelo y la consola.
—Va hacia adentro —afirmó finalmente al ver las cifras de Hilfy, comprobándolas con la recepción actual—. Si son los kif han saltado en exceso y ahora tendrán que jugar un poco a cazarnos. Una onda nuestra está a punto de llegar ahí pero no lleva nada para que puedan distinguirla del resto de la chatarra que hay fuera. Bien —de pronto recordó que iba desnuda y se irguió, apartándose de la consola—. Limpia eso —le dijo con cierto énfasis a Hilfy, la más joven de las presentes, y luego se alejó, con su dignidad más que puesta a prueba.
—Capitana —dijo la voz de Haral en el sensor. Pyanfar atravesó el camarote en dos zancadas y conectó el comunicador que había junto a su lecho, sosteniendo aún el cepillo en la mano.
—Te recibo.
—Tenemos aquí algo que suena mal —le dijo Haral—. Creo que hay kif, desde luego. Lo que entró en el sistema hace poco puede que sea mahendo’sat; también recibo voces y señales kif en el centro del sistema.
—No me sorprende. Compadezco a los mahe que se hayan dejado caer por aquí, si se trata de eso. Pero también podrían haber cubierto el ruido que hiciéramos nosotras al entrar.
—Quizá —dijo Haral—. ¡Dioses, capitana! Para empezar es imposible saber cuántos kif puede haber en Urtur. Puede que haya todo un enjambre de kif encima de los mahendo’sat.
—Sólo los dioses saben qué problemas habrán tenido con los kif hasta ahora. Esa pandilla de Punto de Encuentro puede haber llegado aquí en el salto con cinco o seis días de antelación a nosotros. Olvídalo, no te preocupes por ello. Tenemos otras cosas de qué preocuparnos.
—Bien —dijo Haral con reluctancia.
—Mantén el silencio, Haral. Hasta que los tengamos encima, no moveremos ni un dedo.
—Bien, capitana.
La conexión se interrumpió. Pyanfar aspiró una larga bocanada de aire y se quedó inmóvil frente al comunicador. Un segundo después captó la imagen que podían obtener en esos momentos, la procedente del telescopio en la cúpula de observación. Urtur resultaba impresionante visto desde tan lejos, como un platillo de luz lechosa. Una sombra cruzó la imagen: un pedazo de roca, sin duda, parte del enjambre con el que viajaban. Hizo desaparecer la imagen. Las rocas avanzaban en su ciego curso, golpeando el casco de vez en cuando con un leve ruido que apenas llegaba hasta este lugar en el núcleo de la Orgullo, mientras la nave fingía ser una mota en la enorme lente de Urtur. Este tipo de silencio era un viejo truco que funcionaba… a veces.
Siguió cepillándose y finalmente, con el pelaje seco y la barba y la melena puestas en orden, sedosas y adornadas con sus anillos, se puso su tercer par de pantalones, de tela verde y oro con un complejo adorno de cadenillas de oro auténtico en las caderas. Sustituyó su pendiente de perla por uno de esmeralda y se inspeccionó las garras, notando una aspereza. Se había roto una punta. Ese kif tenía la piel dura. Pero al menos había conseguido darle bien a ese bastardo del muelle, lo que ya era cierto consuelo respecto al cargamento y la herida de Tirun. En cuanto a las vidas hani que se habían perdido… eso aún estaba pendiente.
Regresó nuevamente a la sala de control, donde Hilfy montaba guardia. Ahora tenían mucho más espacio gracias a la rotación, pues la gravedad en la nave hacía accesibles los camarotes de la tripulación y gran parte del espacio de carga, al igual que esa amplia parte delantera de la sala de control que era inaccesible durante la carga. Algunas tripulantes debían estar ahora comiendo o durmiendo, ya que ese tipo de asuntos se dejaba siempre a su arbitrio: ellas sabían mucho mejor que nadie cuándo necesitaban descansar y en qué momento sus necesidades eran compatibles con las de la nave. Pyanfar apareció entre la penumbra del puente, rodeada de pantallas apagadas y paneles casi a oscuras: Hilfy se volvió a mirarla con el rostro preocupado y los rasgos algo hinchados. Hilfy montaba guardia como si su presencia allí resultara imprescindible, con las orejas bien tiesas y las pupilas dilatadas al máximo, lo que acarreaba el lógico cansancio.
—¿Haral te ha dejado de guardia, chiquilla?
—Haral dijo que iba a la cubierta inferior.
—Creí haberte dicho que te fueras.
—Creí que no haría ningún daño estando aquí. No consigo descansar.
—Al no descansar le haces una mala pasada a la nave. El insomnio es algo que ya aprenderás a solucionar, chiquilla. La espera será demasiado larga como para que nos hagamos pedazos aquí, sin dormir. No podemos hacer nada.
—Siguen llegando señales. Son ellos… la misma nave kif. Le están preguntando a las naves mahendo’sat dónde estamos y no paran de amenazarles. Nos llaman ladronas.
Pyanfar lanzó un seco escupitajo y sonrió.
—Qué delicado honor… ¿Y qué hacen al respecto los mahendo’sat?
—Nada. Parece que después de todo es una estación mahendo’sat pero el lugar está lleno de naves. Eso es una ayuda para ellos, ¿no? Pensé que harían algo en vez de permitir que los kif obren a su antojo.
—Puede que también haya muchas naves kif-Pyanfar se inclinó hacia el tablero y comprobó las señales y el escaso flujo de datos que el ordenador conseguía obtener en recepción pasiva. Una roca golpeó la nave con un lento chirrido metálico; una pantalla se iluminó con un chispazo de estática para corregirse automáticamente: un impacto en las antenas—. Chiquilla, no pienso decirte lo cerca de perder las coordenadas que estuvimos en ese salto. Si ese kif llegó aquí antes que nosotros, entonces es considerablemente más fuerte. Debe de ser todo potencia con muy poco espacio para carga de gran valor. ¿Eso te dice algo?
—Que no es un carguero.
—Una nave rápida de los kif. Unos cuantos tanques falsos por encima, un casco y prácticamente una masa nula enmascarando lo que es en realidad. ¿Me entiendes? Esas naves son las que se encargan de la matanza y luego vienen los cargueros auténticos, las naves que se alimentan de carroña y que chupan la carga para hacer luego el comercio en algún puerto. Es probable que nos enfrentemos a este tipo de nave: rápida y dedicada a la caza. Han sobrestimado nuestra capacidad y han saltado en exceso, muy probablemente; quizás el tráfico de entrada en el sistema ha sido lo bastante numeroso como para confundirles aún más. Si se trata de eso puede que ya hayamos tenido toda la buena suerte que es legítimo esperar…
—¿Vamos a quedarnos aquí sentadas? —le preguntó Hilfy—. Una nave tras otra están entrando en el sistema sin saber dónde se meten… todas las naves de Punto de Encuentro que no hayan seguido la ruta stsho…
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