Guillermo Martínez - Acerca De Roderer
Здесь есть возможность читать онлайн «Guillermo Martínez - Acerca De Roderer» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Acerca De Roderer
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Acerca De Roderer: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Acerca De Roderer»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Acerca De Roderer — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Acerca De Roderer», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Me llamó entonces desde el dormitorio.
– Hay otra noticia; nada alegre. La señora Roderer está muy grave, tiene un tumor cerebral. Deberías ir a verla, preguntó tanto por vos este tiempo. Y ya le queda muy poco. Está en su casa ahora: en el hospital necesitaban la cama y no la quisieron tener más.
Fui a visitarla antes de tomar el tren de regreso. Tuve que tocar dos veces el timbre y golpear en una de las ventanas antes de que Roderer saliera a abrirme. Estaba sin afeitar, con la ropa arrugada; parecía más que nunca ensimismado y huraño. Me miró con extrañeza, como si mi aparición fuera algo inexplicable que le exigiera la modificación crucial de una hipótesis.
– No creí… -y sin terminar la frase me tendió intempestivamente la mano, como para corregir una expresión involuntaria que por un instante había aparecido en su cara, una expresión fugaz pero inconfundible: era miedo. Qué doloroso, y al mismo tiempo, qué característico, que yo equivocara las cosas y en ese único gesto de afecto que Roderer tuvo hacia mí creyera ver una simulación y confundiera ese miedo con un temor intelectual. En realidad -pero esto sólo ahora puedo reconstruirlo-, al abrir la puerta, en ese brevísimo instante de duda, su inteligencia debió señalarle el significado exacto de que yo hubiera vuelto indemne de la guerra; y él no quiso oír e igualmente me tendió la mano.
– Vine a ver a tu madre -dije. Asintió y me condujo por un corredor que no conocía; se detuvo delante de una puerta entornada.
– ¿Estás seguro de querer verla? -me preguntó-. Tuvieron que hacerle quimioterapia; tal vez ni te reconozca, sólo de a ratos está lúcida.
Entré. Vi sobre la cama, como un bulto, el cuerpo recogido, con la cara vuelta contra la pared; las mantas sólo dejaban al descubierto la nuca, de la que colgaban unos últimos mechones lacios. El tumor sobresalía detrás de la oreja, tirante y amoratado. Recordé el gesto leve con que se había tocado el pelo: Nada serio, dicen los médicos. Di un paso adelante, sin saber cómo llamarla. La cama despedía un pesado olor a colonia. Ella debió advertir que alguien entraba; sin mover el cuerpo torció el cuello y giró hacia mí la cabeza. Me miraba con uno solo de sus ojos.
– Usted -dijo, como si me esperara desde hacía mucho-. Dígame usted, que estudió tanto -y su voz dio un vuelco aterrado-: ¿por qué me tengo que morir?
Su mirada se mantuvo clavada en mí por un segundo y luego subió imprecisa al techo.
– No sabe -suspiró-, tampoco sabe. -Y dando vuelta la cabeza se arrebujó otra vez silenciosamente contra la pared.
Retrocedí, tratando de no hacer ruido.
– Creí… ella me habla dicho -murmuré-que era un tumor benigno.
– Es un tumor benigno -dijo Roderer con una fría furia-, ese es su sentido del humor. Absolutamente benigno. Un quiste óseo. Si hubiera crecido sólo por afuera, dijo el médico, sería cuestión de rutina. Los operan por docenas, todos los días. Con anestesia local. Pero se infiltró a través del cráneo. El médico no se lo esperaba, pero a veces sucede: invierten la dirección. Y ahora atravesó el cráneo y ya no puede hacerse nada. Sólo esperar a que siga creciendo y benignamente le seccione el temporal. -Su voz enronqueció.- Creí que bastaba con que hubiera dejado de hablarle, que la había apartado lo suficiente. -Sonrió con una mueca.-Debo estar muy cerca -dijo y súbitamente volvió a mirarme:
– Llévate a Cristina, sácala ya mismo de aquí.
El nombre de mi hermana en boca de Roderer me causó una honda impresión.
– Cristina -dije secamente- está por casarse.
– ¿Es que no entendés todavía? ¿O crees que va a frenarlo la marcha nupcial? Sé lo que estás pensando, sé perfectamente lo que pensás; pero de esto, por lo menos, deberías acordarte: lo que provoca un efecto existe, también es real.
Y al abrirme la puerta me volvió a decir: Llévatela.
Nueve
Durante el tiempo que viví en Buenos Aires mi hermana me escribió sólo tres cartas. En las dos primeras -una para cada cumpleaños-, se advertía dolorosamente, bajo el tono ligero y los comentarios graciosos, un esfuerzo a duras penas sostenido por no mencionar un nombre. La última la recibí en un día particularmente decisivo para mí. Cavandore estaba otra vez en Buenos Aires; habían pasado casi casi tres años desde la guerra, estaban por restablecerse las relaciones diplomáticas con Gran Bretaña y lo habían enviado, como muestra de buena voluntad, a ofrecer un programa de becas en Cambridge para los alumnos a punto de graduarse. Yo estaba asistiendo a los seminarios que dictaba y aquel día, en uno de los intervalos, me había llamado aparte.
– ¿Por qué no se inscribió todavía en el programa? Usted es una de las personas en las que yo pensaba; estuve hablando con sus profesores: todos lo recomendaron.
Cavandore me examinaba con unos ojos serenos y amables. Me sentí avergonzado: sabía bien que cualquier cosa que dijera -sobre todo la verdad- sonaría pueril.
– Si fuera otro lugar, otro país; pero justo Inglaterra…
– ¿Qué quiere decir? Si piensa estudiar lógica es un lugar inmejorable; el mismo Seldom está invitado para el primer semestre. -Me miró como si lo asaltara de pronto una idea demasiado absurda como para que se le hubiera ocurrido antes.- ¿O usted me está planteando una cuestión de patriotismo?
– No, no es patriotismo; pero yo… estuve en las islas -dije.
Cavandore se quedó un momento callado.
– Discúlpeme, no lo sabía. -Y pareció reflexionar como ante un problema que se hubiera puesto levemente más difícil.- Entiendo, no crea que no lo entiendo. Pero tómelo así: el lugar es Cambridge, no Inglaterra. El país de un matemático son las universidades de todo el mundo. -Y agregó con un gesto serio:- Prométame que va a pensarlo.
Se lo prometí, pero mi tono no debió convencerlo.
– Le voy a decir algo duro, para asegurarme de que lo piense bien: usted cree que es joven, cree que tiene mucho tiempo por delante y todas las posibilidades para elegir. Pero eso no es cierto: ya no es tan joven y las puertas que cierre ahora no se le van a volver a abrir…
Volví de la Facultad a pie, por el camino más largo; quería mirar el río y seguí por la costanera hasta la zona de dársenas. Cada tanto atronaban en el aire, enormes y violentos, los aviones que despegaban del aeroparque. Cuando atravesé los bosques y llegué a Plaza Italia ya era casi de noche; en la puerta del edificio el portero me alcanzó la carta de Cristina. Empezaba con el mismo tono que las otras, pero en la segunda página había agregado abajo de su nombre una posdata que parecía escrita en un arrebato y que acababa de un modo inesperadamente comercial, como si se hubiera arrepentido en la mitad del impulso.
Tampoco va a ser este año el casamiento. No sé qué me pasa. O en realidad, sí lo sé. No puedo dejar de verlo. Pero creo que ahora él también me necesita. Desde que murió la madre la casa es una ruina; a duras penas tiene para comer, hay días en que toma nada más que té. Hace un tiempo pude convencerlo de que vendiera algunos muebles, pero ese dinero ya se acabó. El mismo me propuso después que vendiésemos los libros; yo también lo había pensado pero nunca me hubiera animado a sugerírselo. Como en el Apocalipsis, dijo, la devoración del libro. Aunque no lo creas estaba de buen ánimo, parecía incluso contento. Igualmente, no los voy a necesitar más, me dijo cuando los poníamos en las cajas, ya fui el camello en el desierto y el león; sólo me queda la transformación en niño y los niños no precisan tantos libros. ¿Tiene esto algún sentido? Sé que ahora va todos los días al Club Olimpo; me dijeron que llega a eso de las siete de la tarde, que pide un café y que se queda solo, sentado en una mesa, hasta que cierran. En fin, pensé que podía interesarte la colección de epistemología, o los libros de Bertrand Russell. No dejes de avisarme en todo caso.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Acerca De Roderer»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Acerca De Roderer» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Acerca De Roderer» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.