– Relaciones que tiene una.
– Ah, ese novio rico, claro. -Saboreó otro sorbo-. Cualquier hombre se sentiría tentado de seducirla con una cerveza fría y una enchilada.
– Lo mío es el café, Casto.
– No le culpo. -Desvió la mirada hacia Peabody-. ¿Qué dice usted, DeeDee? ¿Le apetece una cerveza he?lada?
– La agente Peabody está de servicio -dijo Eve vien?do que Peabody sólo tartamudeaba-. Tenemos trabajo, Casto.
– Les dejo trabajar, entonces. -Descruzó las piernas y se puso en pie-. ¿Por qué no me telefonea cuando esté libre, DeeDee? Sé un sitio donde hacen la mejor cocina mejicana a este lado de río Grande. Eve, si cambia de opinión sobre esa muestra, hágamelo saber.
– Cierre la puerta, Peabody -ordenó Eve al salir Cas?to-. Y séquese la baba del mentón, mujer.
Desconcertada, Peabody levantó una mano y al no?tar que tenía la barbilla seca, su humor no mejoró un ápice.
– Eso no tiene gracia. Señor.
– Basta ya de «señor». Cualquiera que responda al nombre de DeeDee pierde cinco puntos en la escala de dignidad. -Eve se dejó caer en la butaca recién abando?nada por Casto-. ¿Qué demonios quería?
– Creía que lo había dicho claro.
– No, la razón de que estuviera aquí no era sólo esa. -Se inclinó para conectar la máquina. Un rápido vistazo a seguridad no mostró resquicio alguno-. Si ha estado hurgando, no se nota.
– ¿Para qué iba a abrir sus archivos?
– Es muy ambicioso. Si pudiera cerrar el caso antes que yo, se pondría muy contento. Además, Ilegales nunca quiere compartir un triunfo.
– ¿Y Homicidios sí? -dijo secamente Peabody.
– Qué va. -Eve sonrió-. Hay que revisar este infor?me. Tendremos que solicitar un experto en toxicología planetaria. Será mejor que vayamos llenando el agujero que vamos a hacerle al presupuesto.
Media hora más tarde, eran convocadas al despacho del jefe de policía y seguridad.
A Eve le gustaba el jefe Tibble. Era un sujeto grande, con una mentalidad osada y un corazón más policía que político. Después del tufo que el anterior jefe había de?jado a su paso, la ciudad y el departamento habían sen?tido la necesidad de ese aire fresco que Tibble traía con?sigo.
Pero Eve no sabía para qué diablos las habían llama?do. Hasta que entró en el despacho y vio a Casto y al ca?pitán de éste.
– Teniente, agente. -Tibble les indicó las sillas.
Estratégicamente, Eve ocupó la que estaba junto al comandante Whitney.
– Tenemos un pequeño lío que solucionar -empezó Tibble-. Y lo vamos a hacer ahora y para siempre. Te?niente Dallas, usted es primer investigador en los homi?cidios de Johannsen y Pandora.
– Así es, señor. Me llamaron para confirmar la iden?tificación del cadáver de Johannsen pues era uno de mis informadores. En el caso Pandora, fui requerida en la es?cena del crimen por Mavis Freestone, que ha sido incul?pada en ese caso. Ambos expedientes siguen abiertos y en proceso de investigación.
– La agente Peabody es su ayudante.
– La solicité como ayudante y fui autorizada a asig?narla a mi caso por el comandante Whitney.
– Muy bien. Teniente Casto, Johannsen también era informador suyo.
– En efecto. Yo trabajaba en otro caso cuando en?contraron su cuerpo. No se me notificó hasta más tarde.
– Y en ese momento los departamentos de Ilegales y Homicidios acordaron cooperar en la investigación.
– Así es. Sin embargo, cierta información de última hora pone ambos casos bajo la jurisdicción de Ilegales.
– Pero son homicidios -protestó Eve.
– Con el vínculo de sustancias ilegales. -Casto lució su mejor sonrisa-. El último informe del laboratorio muestra que la sustancia hallada en el cuarto de Johannsen fue encontrada también en el organismo de Pandora. Esta sustancia contiene un elemento desconocido que no ha sido aún clasificado, y según el artículo seis, sec?ción nueve, código B, todo caso relacionado con ello debe asignarse al jefe de investigación de Ilegales.
– Excepción hecha de los casos que ya estén siendo investigados por otro departamento. -Eve se obligó a respirar hondo-. Mi informe sobre el particular estará listo en una hora.
– Las excepciones no son automáticas, teniente. -El capitán de Ilegales juntó las yemas de los dedos-. Una cosa está clara, Homicidios no tiene gente, experiencia ni infraestructura para investigar un desconocido. Ilega?les sí. Y nos parece que escamotear datos a nuestro de?partamento no es cooperar.
– Su departamento y el teniente Casto recibirán sen?das copias cuando el informe esté terminado. Estos ca?sos son míos…
Whitney levantó una mano a tiempo.
– La teniente Dallas es primer investigador. Aunque estos casos tengan que ver con sustancias ilegales, no dejan de ser homicidios, que es lo que ella está investi?gando.
– Con todos los respetos, comandante. -Casto ate?nuó la sonrisa-, todo el mundo sabe que usted apoya a la teniente, y razón no le falta, dado su historial. Si pe?dimos esta entrevista con el jefe Tibble fue para esta?blecer un juicio justo sobre prioridades. Yo tengo más contactos en la calle, y estoy relacionado con comer?ciantes y distribuidores de sustancias. Trabajando extraoficialmente, he conseguido acceso a fábricas, destilerías y laboratorios, cosa que la teniente no. Añádase a eso que hay un sospechoso acusado del asesinato de Pandora.
– Que no tenía la menor conexión con Johannsen -terció Eve-. Fueron asesinados por la misma persona, jefe.
Tibble permaneció impasible, sin delatar su posible decisión.
– ¿Es eso una opinión suya, teniente?
– Mi dictamen profesional, señor, que intento de?mostrar en mi informe.
– Jefe, no es ningún secreto que la teniente Dallas tie?ne un interés personal en el sospechoso. -El capitán habló pausadamente-. Sería lógico que ella tratara de enmasca?rar el caso. ¿Cómo puede dictaminar con objetividad cuando el sospechoso es una de sus mejores amigas?
Tibble levantó un dedo para refrenar el furor de Eve.
– ¿Su opinión, comandante Whitney?
– Confío por entero en el dictamen de la teniente Dallas. Sabrá hacer su trabajo.
– Estoy de acuerdo. Capitán, no me gusta mucho la deslealtad. -La regañina era suave, pero la puntería le?tal-. Bien, ambos departamentos tienen razón en cuanto a la prioridad. Las excepciones no son automáticas, y nos enfrentamos a un elemento desconocido que al pa?recer está involucrado al menos en dos muertes. Ambos tenientes, Dallas y Casto, tienen un historial ejemplar, y tengo entendido que los dos son más que competentes en su trabajo. ¿Está de acuerdo, comandante?
– Sí, señor, los dos son grandes policías.
– Entonces, sugiero que cooperen en lugar de jugar al gato y al ratón. La teniente Dallas conserva su condi?ción de primer investigador y, por tanto, tendrá al co?rriente de cualquier avance al teniente Casto y su depar?tamento. ¿Es todo, o he de cortar a un niño en dos como Salomón?
– Termine ese informe cuanto antes, Dallas -masculló Whitney mientras salían-. Y la próxima vez que sobor?ne a Dickie, hágalo mejor.
– Sí, comandante. -Eve miró la mano que le tocaba el brazo y vio a Casto a su lado.
– Tenía que intentarlo. Al capitán le encantan los partidos emocionantes.
A Eve no se le escapó la alusión al béisbol.
– No importa, ya que soy yo la que está bateando. Le pasaré mi informe, Casto.
– Gracias. Yo iré a husmear por la calle. De momen?to, nadie sabe nada de una nueva mezcla. Pero este asun?to extraplanetario podría dar pie a algo. Conozco a un par de tipos en Aduanas que me deben favores.
Eve dudó, pero finalmente decidió que era la hora de tomarse en serio la cooperación.
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