– Duérmete -murmuró él y dulcemente le desabro?chó la pistolera y la dejó a un lado-. Ahora duerme.
Eso hizo, pero incluso los sueños no la dejaron en paz.
No despertó muy animada pero sí sola, lo cual había sido un hábil movimiento por parte de él, aunque Eve no se recobró sonriendo. El sedante no tenía efectos se?cundarios, lo que convertía a Roarke en un hombre afortunado. Eve despertó sintiéndose alerta, fresca y en?fadada.
El aviso electrónico que despedía una luz roja sobre su mesita de noche no mejoró las cosas. Ni tampoco el oír la suave voz de él cuando lo conectó.
– Buenos días, teniente. Espero que hayas dormido bien. Si estás levantada antes de las ocho, me encontrarás en el rincón del desayuno. No quería molestarte hacien?do subir las cosas. Se te veía muy apacible.
– No por mucho tiempo -dijo ella entre dientes.
Luego consiguió ducharse, vestirse y ajustarse el arma en sólo diez minutos.
El rincón del desayuno; como él lo llamaba, era un enorme y soleado atrio contiguo a la cocina. Además de Roarke, estaba también Mavis. Ambos parecían radiantes.
– Vamos a dejar un par de cosas claras, Roarke -dijo Eve.
– Te ha vuelto el color. -Satisfecho de sí mismo, se levantó y le dio un beso en la punta de la nariz-. Ese matiz gris que tenías en la cara no te quedaba nada bien.
– Luego gruñó cuando ella le soltó un puñetazo al es?tómago. Se aclaró la garganta valientemente-. Parece que tu nivel energético también se ha recuperado… ¿Café?
– Que quede claro que si alguna vez intentas otro truco como el de anoche, te… -Miró a Mavis entrece?rrando los ojos-. ¿Tú de qué te ríes?
– Me divierte mirar. Estáis tan pendientes el uno del otro.
– Tanto que él acabará tumbado en el suelo si no se anda con cuidado… Tienes… buen aspecto.
– Así es. Lloré a mares, me comí una bolsa de bom?bones suizos y luego dejé de compadecerme. Tengo al poli número uno de la ciudad trabajando de mi lado, el mejor equipo de abogados que un multimillonario pueda comprar, y un hombre que me ama. Ves, me fi?guro que cuando todo esto termine, y sé que saldrá bien, podré recordarlo como una especie de aventura. Y gracias a toda la publicidad de los media mi carrera despegará.
Cogió la mano de Eve y la hizo sentar en un banco acolchado.
– Ya no tengo miedo. '
No queriendo tomar sus palabras al pie de la letra, Eve la miró a los ojos.
– Veo que no. Estás realmente bien.
– Estoy bien ahora. He pensado en ello una y otra vez. En el fondo, es todo muy sencillo. Yo no la maté. Sé que tú descubrirás quién lo hizo y después todo habrá acaba?do. De momento puedo vivir en una casa increíble y co?mer manjares increíbles. -Dio un mordisco a un crepé-. Y mi cara y mi nombre salen a toda hora en los media.
– Bueno, es una manera de ver las cosas. -Intranquila, Eve fue a programarse café-. Mavis, no quiero preo?cuparte, pero no creas que esto será un paseo por el parque.
– No soy tonta, Dallas.
– Yo no…
– ¿Piensas que no soy consciente de lo que podría pasar si la cosa saliera mal? Lo soy, pero no creo que eso vaya a suceder. A partir de ahora soy optimista y voy a hacerte ese favor que me pediste ayer.
– De acuerdo. Tenemos mucho que hacer. Quiero que te concentres, que intentes recordar detalles. Cual?quier cosa, no importa lo pequeña o insignificante que… ¿Qué es esto? -inquirió mientras Roarke le ponía un bowl delante.
– Tu desayuno.
– ¿Copos de avena?
– Exactamente.
Eve frunció el entrecejo.
– ¿Por qué no puedo tomar crepés?
– Sí puedes, pero primero cómete los copos.
Enfurruñada, Eve tragó una cucharada:
– Tú y yo vamos a hablar muy en serio.
– Formáis una pareja estupenda, chicos. Me alegro mucho de haber tenido ocasión de comprobarlo. No es que pensara que no lo fuerais, pero me intrigaba que Dallas hubiera acabado con un, ricacho. -Miró a Roarke radiante.
– Los amigos están para eso.
– Sí, claro, pero es increíble cómo consigues pararle los pies. Eres el primero que lo hace.
– Cállate, Mavis. Piensa lo que quieras, pero es mejor que no me digas nada hasta que tus abogados lo aprueben.
– Lo mismo me han aconsejado ellos. Imagino que será como cuando quieres recordar un nombre o dónde has puesto alguna cosa. Lo dejas correr, te pones a hacer algo y, zas, te salta a la cabeza. Conque ahora estoy pen?sando en otras cosas, y la más importante es la boda. Leo?nardo me dijo que pronto tendrías que hacer la primera prueba del vestido.
– ¿Leonardo? -Eve casi brincó de la silla-. ¿Has ha?blado con él?
– Los abogados han dado el visto bueno. Ellos creen que es bueno para nosotros reanudar nuestra relación. Añade un toque romántico cara a la opinión pública. -Apoyó un codo en la mesa y se puso a juguetear con los tres pendientes con que había adornado su oreja iz?quierda-. Sabes, han desistido de las pruebas de detec?ción e hipnosis porque no están seguros de lo que podría recordar. En general me creen, pero no quieren arries?garse. Pero dijeron que ver a Leonardo me vendría bien. Así que hemos de organizar esa prueba.
– Ahora no tengo tiempo para pensar en eso. Por Dios, Mavis, ¿crees que estoy para vestidos y florile?gios? No voy a casarme hasta que sé arregle todo esto. Roarke lo entiende.
Él cogió un cigarrillo y se lo miró.
– No, él no lo entiende.
– Escucha…
– No, escucha tú. -Mavis se puso en pie; su pelo azul brilló a la luz del día-. No voy a dejar que esto estropee algo tan importante para mí. Pandora hizo cuanto pudo para joderme la vida. Y muriéndose empeoró las cosas. No quiero que me joda esto. Los planes siguen en pie, comprendes, y será mejor que te busques un hueco para hacer esa prueba.
Eve no podía discutir, menos aún viendo que Mavis estaba al borde del llanto.
– De acuerdo, está bien. Me probaré ese estúpido vestido.
– De estúpido, nada. Será un vestido sensacional.
– A eso me refería.
– Mejor. -Mavis sorbió por la nariz y se sentó-. ¿Cuándo puedo decirle que iremos?
– Es mucho mejor para tu caso, y tus lujosos aboga?dos me respaldarían, si a ti y a mí no nos ven juntas por ahí: el primer investigador y la defendida. No me parece buena idea.
– Quieres decir que no… Está bien, no iremos juntas por ahí. Leonardo puede trabajar en esta casa. A Roarke no le importa, ¿verdad?
– Todo lo contrario. -Dio una calada a su cigarrillo-. Creo que es una solución perfecta.
– Felices y en familia -masculló Eve-. El primer in?vestigador, la defendida y el inquilino de la escena del crimen, que además es el ex amante de la víctima y el ac?tual de la defendida. ¿Os habéis vuelto locos?
– ¿Quién lo va a saber? Roarke tiene un excelente sistema de seguridad. Y si hay la menor posibilidad de que las cosas salgan mal, quiero pasar todo el tiempo que pueda con Leonardo. -Mavis hizo sus pucheros-. Estoy decidida.
– Haré que Summerset disponga un espacio para tra?bajar.
– Gracias. Te lo agradecemos mucho.
– Mientras vosotros orquestáis esta locura de fiesta, yo tengo un asesinato que resolver.
Roarke guiñó el ojo a Mavis y gritó a Eve, cuando ésta salía hecha una fiera:
– ¿Y tu crepé?
– Cómetelo tú.
– Está loca por ti -comentó Mavis.
– Su forma de hacer las paces es casi violenta. ¿Quie?res otro crepé?
Mavis se palpó el abdomen:
– ¿Por qué no?
Dar un rodeo por la Novena y la Cincuenta y seis causa?ba estragos en la circulación. Peatones y conductores ig?noraban por igual las leyes de contaminación sonora y gritaban o hacían sonar el claxon dando rienda suelta a su frustración. Eve habría subido las ventanillas para atajar el estrépito, pero sus controles de temperatura es?taban de nuevo estropeados.
Читать дальше