J. Robb - Una muerte inmortal

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Una top model muere brutalmente asesinada Para investigar el caso la teniente Eve Dallas debe sumergirse en el clamoroso mundo de la pasarela y no tarda en descubrir que no es oro todo lo que reluce. Tras la rutilante fachada de la alta costura los desfiles y las fiestas encuentra una devoradora obsesión por la eterna juventud y el éxito, rivalidades encarnizadas, profundos rencores y frustraciones. Un excelente caldo de cultivo para el asesinato en especial si se añade a la mezcla un desenfrenado consumo de las mas sofisticadas drogas.

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Muy propio de Mavis, se dijo Eve.

– Y una vez ella se hubo ido, ¿cómo reaccionó Pan?dora?

– Estaba furiosa, excitadísma. Por eso Jerry y yo nos fuimos temprano.

– ¿Y Paul Redford?

– Él se quedó; no sé cuánto rato. -Con un suspiro para indicar que lo sentía, Justin apartó su taza-. Resulta feo decir cosas negativas de Pandora ahora que no puede defenderse, pero ella era muy dura, incluso hiriente. El que la hacía enfadar lo pagaba caro.

– ¿Le pasó a usted alguna vez, señor Young?

– Ya me ocupaba yo de que no. -Su sonrisa fue cauti?vadora-. Me encanta mi carrera y me encanta mi físico, teniente. Pandora no era un peligro para lo primero, pero yo había llegado a presenciar lo que podía hacerle a uno en la cara cuando se enfadaba. Créame, no se hacía la manicura como hojas de cuchillo por un capricho de la moda.

– Tenía enemigos…

– A montones, pero la mayoría estaba aterrorizada. No se me ocurre quién pudo ser capaz de devolverle fi?nalmente el golpe. Y por lo que he oído en las noticias, no creo que ni siquiera Pandora mereciese una muerte tan brutal.

– Apreciamos su franqueza, señor Young. Si le pare?ce bien, nos gustaría hablar ahora con la señorita Fitzgerald. A solas.

Justin levantó una pulcra y elegante ceja.

– Por supuesto. Para cotejar historias.

Eve sonrió.

– Han tenido tiempo de sobra para eso. Pero nos gustaría hablar con ella a solas.

Tuvo el placer de ver cómo su fachada temblaba un poco ante la insistencia. Con todo, él se levantó para ir hacia un pasillo.

– ¿Qué opina? -preguntó Feeney en voz baja.

– Que ha sido una actuación deslumbrante.

– Creo que estamos en la onda. De todos modos, si él y Fitzgerald estuvieron revolcándose toda la noche, eso descarta a Young.

– Su coartada es mutua, los descarta a ambos por igual. Conseguiremos los discos de seguridad en la ad?ministración del edificio y comprobaremos a qué hora llegó cada cual. Sabremos si volvieron a salir.

– Yo no me fío de eso desde lo que pasó en el caso DeBlass.

– Si hicieron trampa con los discos, lo notaremos. -Levantó la vista al oír cómo Feeney se sorbía los dien?tes. Su cara de pocos amigos se había animado un poco. Tenía los ojos vidriosos. Al ver aparecer a Jerry Fitzge?rald, Eve se preguntó por qué Feeney no tenía la lengua colgando como un perro.

Pues sí que estaba bien hecha, pensó Eve. Sus luju?riosos pechos aparecían apenas cubiertos de seda color marfil que se abría en escote hasta el ombligo y luego se detenía brevemente unos milímetros por debajo del nivel del pubis. Una larga y torneada pierna estaba adornada junto a la rodilla con una rosa roja en plena floración.

Jerry Fitzgerald era un capullo en flor, sin duda al?guna.

Luego estaba la cara, suave y soñolienta como si aca?bara de hacer el amor. Su pelo color de ébano era lacio y curvado a la perfección, enmarcando una barbilla re?donda y femenina. Su boca era generosa, húmeda y roja, sus ojos de un azul deslumbrante y bordeados de finas pestañas con puntas doradas.

Mientras ella se posaba en una silla cual pagana diosa del sexo, Eve palmeó la pierna de Feeney a modo de apoyo moral… y de contención.

– Señorita Fitzgerald -dijo Eve.

– Sí -contestó ella con voz de humo sacramental. Aquellos ojos apenas parpadearon al mirar a Eve antes de aplicarse como lapas al rostro poco atractivo y atur?dido de Feeney-. Es horrible, capitán. He probado en el tanque de aislamiento, en el elevador de ánimo, he pro?gramado incluso el holograma con paseos campestres, pues eso siempre me relaja. Pero nada consigue sacarme a Pandora de la cabeza.

Se llevó ambas manos a su cara de incredulidad:

– Debo de parecer una bruja.

– Está usted muy guapa -balbució Feeney-. Des?pampanante. Yo…

– Eche el freno -murmuró Eve dando un codazo a Feeney-. Nos hacemos cargo de su situación, señorita Fitzgerald. Pandora era amiga suya.

Jerry abrió la boca, la cerró y sonrió astutamente.

– Podría decirle que sí, pero usted descubriría ense?guida que no nos llevábamos muy bien. Nos tolerába?mos mutuamente por estar en el mismo negocio, pero a decir verdad no nos soportábamos.

– Ella la invitó a su casa.

– Sólo porque quería tener a Justin allí, y ahora él y yo estamos muy unidos. Pandora y yo nos hablábamos, eso sí, incluso habíamos hecho algunas cosas juntas.

Se puso en pie, bien para lucir el cuerpo, bien porque prefería servirse ella. De un armario esquinero sacó una botella en forma de cisne y escanció parte de su conteni?do azul zafiro en un vaso.

– Primero déjeme decirle que estoy sinceramente preocupada por el modo en que murió. Es terrible pensar que alguien pueda odiarte tanto. Soy de la misma profesión y estoy igualmente expuesta a la mirada del público. Soy una especie de imagen, igual que Pandora. Si le ocurrió a ella… -Se interrumpió y bebió un sorbo-. Podría ocurrirme a mí. Es una de las razones de que esté en casa de Justin hasta que todo se haya resuelto.

– Repasemos sus movimientos en la noche del crimen.

Jerry agrandó los ojos.

– ¿Estoy en la lista de sospechosos? Eso suena hala?gador. -Regresó a la butaca, vaso en mano. Después de sentarse, cruzó sus exquisitas piernas de un modo que hizo vibrar a Feeney-. Jamás tuve arrestos suficientes para otra cosa que lanzarle algunas pullas. La mitad del tiempo, Pandora ni se daba cuenta de que la estaba ata?cando. No era precisamente un gigante de la inteligen?cia, y no sabía de sutilezas.

Cerró los ojos y contó básicamente la misma histo?ria que Justin, aunque ella, al parecer, afinaba más en lo respectivo al altercado de Pandora con Mavis.

– Debo admitir que la estuve animando. A la menu?da, no a Pandora. Esa chica tenía estilo -dijo Jerry-. Era misteriosa y memorable, algo así como un cruce de hospiciana y amazona. Trató de inmovilizarla, pero Pando?ra hubiera fregado el suelo con ella de no ser porque Paul y Justin lo evitaron. Pandora era realmente fuerte. Siempre estaba en el club de salud trabajando la muscu?latura. Una vez la vi lanzar literalmente por los aires a un asesor de modas porque había puesto mal las etiquetas en los accesorios de Pandora antes de un desfile.

Abrió un cajón de la mesa metálica que tenía al lado y buscó una caja esmaltada. Sacó un cigarrillo rojo y lus?troso, lo encendió y exhaló un humo perfumado.

– En fin, la mujer intentó una vez más razonar con Pandora, hizo no sé qué trato con ella acerca de Leonar?do. Es un modisto. Yo creo que la hospiciana y Leonardo eran pareja y que Pandora no estaba dispuesta a per?mitirlo. Leonardo está preparando un show. -Volvió a sonreír con aquella sonrisa de gata-. Desaparecida Pan?dora, tendré que ser yo quien le dé respaldo.

– ¿No estaba usted involucrada en ese desfile de modas?

– Pandora era cabeza de cartel. Ya he dicho que ella y yo habíamos hecho algunas cosas juntas. Un par de ví?deos. Su problema era que aun teniendo tipo, incluso presencia, a la hora de hacer el papel de otra o intentar dar bien en pantalla, era como un palo. Ni más ni menos. Un horror. Pero yo no. -Hizo una pausa para exhalar un nuevo chorro de humo-. Yo soy muy buena y me es?toy concentrando en mi trabajo de actriz. De todos mo?dos, meterme en ese show, con ese diseñador, será un buen empujón para mí en lo concerniente a los media. Sé que suena cruel. Lo siento. -Se encogió de hombros-. La vida es así.

– La muerte de Pandora le llega a usted en un mo?mento oportuno.

– Cuando veo una ocasión, la aprovecho. Yo no mato por una cosa así. Eso cuadraba más con Pandora.

Se inclinó hacia adelante, y su escote se abrió des?preocupadamente.

– Mire, vamos a hablar claro. Soy inocente. Estuve con Justin toda la noche, no vi a Pandora pasadas las doce. Puedo ser franca y decir que no la soportaba, que ella era mi rival de profesión, y que yo sabía que le ha?bría gustado apartar a Justin de mí por puro despecho. Y tal vez lo habría conseguido. Tampoco mato por ningún hombre. -Dedicó a Feeney una mirada untuosa-. Hay muchos hombres interesantes por ahí. Y el hecho es que no habrían cabido en su apartamento todas las personas que la detestaban. Yo sólo soy una más.

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