Jonathan Kellerman - La Rama Rota

Здесь есть возможность читать онлайн «Jonathan Kellerman - La Rama Rota» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Rama Rota: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Rama Rota»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Hay algo espectral en este caso. El suicidio de un violador de niños, una red oculta de pervertidos, todos ellos gente de clase alta, y una aterrada niña que podría atar cabos sueltos… si el psicólogo infantil Alex Delaware logra hacerle recordar los horrores de que ha sido testigo. Pero cuando lo hace, la policía parece falta de interés. Obsesionado por un caso que pone en peligro tanto su carrera como su vida, Alex queda atrapado en una telaraña de maldad, acercándose más y más a un antiguo secreto que hace que incluso el asesinato parezca un asunto limpio.

La Rama Rota — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Rama Rota», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Seguro, ¿qué tengo que perder?

– Claro.

Milo recuperó su Fiat y, tras algunos momentos de oraciones y tirar del starter logró ponerlo en marcha. Sacó la cabeza por la ventanilla y me miró cansado.

– Gracias, Alex. Voy a irme a casa y tirarme a la cama. Esto de no dormir está acabando conmigo…

– ¿Quieres echar una siesta aquí, antes de irte?

– No, gracias. Llegaré, si este montón de chatarra me lleva -dio una palmada a la abollada puerta-. Gracias de todos modos.

– Seguiré ocupándome de Melody.

– Estupendo. Te llamaré mañana -condujo un poco antes de que mi grito le hiciera detenerse. Retrocedió.

– ¿Qué pasa?

– Probablemente no es importante, pero he pensado que debía de decírtelo. La enfermera de la consulta de Towle me dijo que el padre de Melody está en la cárcel.

Asintió con la cabeza, con aire de sonámbulo.

– Como la mitad de este condado. Así son las cosas cuando la economía funciona mal. Gracias.

Y se marchó.

Eran las seis y cuarto y ya era oscuro. Me eché en la cama por unos minutos y cuando me desperté ya eran más de las nueve. Me levanté, me lavé la cara y llamé a Robin. No me respondió.

Me afeité de prisa, me puse un canguro y conduje hasta Hakata, en Santa Mónica. Bebí saké y comí sushi durante una hora, bromeando con el chef, que resultó tener una licenciatura en psicología por la Universidad de Tokio.

Llegué a casa, me desnudé y me di un baño caliente, tratando de borrar todo pensamiento acerca de Morton Handler, Melody Quinn y L.W. Towle, médico pediatra, de mi mente. Usé autohipnosis, imaginándome a Robin y a mí haciendo el amor en la cima de una montaña, en medio de una selva tropical. Enrojecido por la pasión, me levanté de la bañera y la volví a llamar. Tras diez timbrazos contestó, murmurando confusa, medio dormida.

Me excusé por haberla despertado, le dije que la amaba y colgué.

Medio minuto más tarde me llamó ella.

– ¿Eras tú, Alex? -sonaba como si estuviera soñando.

– Sí, cariño. Lamento haberte despertado.

– No, no hay problema… ¿qué hora es?

– Las once treinta.

– Oh, debo de haberme quedado dormida. ¿Qué tal estás, dulzura?

– Muy bien. Te llamé sobre las nueve.

– Estuve todo el día fuera, comprando madera. Hay un viejo fabricante de violines en el Simi Valley que se va a jubilar. Pasé seis horas eligiendo herramientas y rebuscando madera y marfil. Lamento que no me encontraras.

Sonaba exhausta.

– Yo también lo lamento, pero vuélvete a la cama. Duerme un poco y ya te llamaré mañana.

– Si quieres venir, puedes.

Lo pensé, pero estaba demasiado inquieto como para resultar una buena compañía.

– No, muñeca. Descansa. ¿Qué te parece si cenamos mañana? Elige tú el sitio.

– De acuerdo, querido -bostezó… un sonido suave y dulce-. Te quiero.

– Yo también.

Me llevó un tiempo quedarme dormido y, cuando finalmente lo logré, fue un dormir inquieto, marcado por sueños en blanco y negro, con mucho movimiento en ellos. No recuerdo de qué trataban, pero el diálogo era repetitivo y lento, como si todo el mundo estuviera hablando con labios paralizados y bocas llenas de arena húmeda.

A mitad de la noche me levanté, para comprobar si las puertas y ventanas estaban cerradas.

6

Me desperté a las seis de la mañana siguiente, lleno de una energía indefinida. Hacía más de cinco meses que no me había sentido así. La tensión no era mala del todo, pues con ella me llegaba una sensación de tener un propósito que cumplir. Pero, hacia las siete, había ido en incremento, por lo que paseaba por dentro de casa como un jaguar en su jaula.

A las siete treinta decidí que ya era bastante tarde. Marqué el número de Bonita Quinn. Estaba totalmente despierta y sonaba como si hubiera estado esperando mi llamada.

– Buenos días, doctor.

– Buenos días. Pensé que quizá pudiera pasar por ahí, para estar unas horas con Melody.

– ¿Por qué no? No tiene nada que hacer -bajó la voz -. ¿Sabe?, creo que usted le cayó bien. Estuvo hablando de cómo había estado jugando con ella.

– Eso es bueno. Haremos algunas cosas más hoy. Estaré ahí dentro de una media hora.

Cuando llegué, estaba vestida y preparada para salir. Su madre le había puesto un traje de verano de color amarillo pálido que dejaba al descubierto su blanca y huesuda espalda y sus brazos delgados como palitos. Su cabello estaba recogido hacia atrás en una cola de caballo, atado con una cinta amarilla. Agarraba un pequeño bolso de cuero. Yo había pensado pasar algún tiempo en su habitación y luego quizá llevarla a comer fuera, pero estaba bien claro que ella estaba deseando salir.

– Hey, Melody.

Ella apartó la mirada y se chupó el pulgar.

– Esta mañana estás muy bonita.

Sonrió tímidamente.

– Pensé que quizá podíamos dar un paseo con el coche. Ir a un parque. ¿Qué tal te suena eso?

– De acuerdo -la voz quebradiza.

– Muy bien -metí la cabeza en el interior del apartamento. Bonita Quinn estaba pasando la aspiradora, empujándola como si se tratase de una carretada de pescados. Llevaba una sudadera azul en la cabeza y un cigarrillo colgaba de sus labios. La televisión estaba puesta en un programa religioso, pero la pantalla estaba oscurecida por la nieve electrónica y el coro quedaba ahogado por el ruido de la aspiradora.

Le toqué el hombro. Dio un salto.

– Me la voy a llevar, ¿vale? -grité por encima del estrépito.

– Está bien -cuando habló, el cigarrillo se agitó como un cebo para truchas en un torrente saltarín.

Volví con Melody.

– Vamos.

Caminó junto a mí. A medio camino del aparcamiento su pequeña mano se había introducido en la mía.

A través de una serie de curvas por las colinas y afortunados atajos, conecté con la Ocean Avenue. Conduje hacia el sur, hacia Santa Mónica, hasta que llegamos al parque en la cima de la colina que dominaba la autopista Pacific Coast. Eran las ocho treinta de la mañana. El cielo estaba claro, salpicado únicamente con un puñado de nubes, como guijarros, que podían estar tan lejos como Hawaii. Hallé un lugar en el que aparcar en la calle, justo delante de la Camera Oscura y el Centro de Recreo para los Ciudadanos Mayores.

Aun a aquella hora temprana de la mañana el lugar estaba a rebosar. Los ancianos atestaban los bancos y el patio delantero. Algunos de ellos charloteaban sin cesar con otros, o consigo mismos. Otros miraban fijamente al paseo, en mudo trance. Chavalas de piernas largas con mínimas camisetas y pantaloncitos de satén que sólo cubrían la décima parte de su región glútea pasaban patinando, trasformando los senderos entre las palmeras en autopistas de carne. Algunas de ellas llevaban auriculares estéreo… aceleradas mujeres del espacio, con expresiones beatíficas congeladas en sus rostros perfectos a la califor- niana.

Los turistas japoneses tomaban fotos, se daban codazos los unos a los otros, señalaban y reían. Vagos mal vestidos estaban sin hacer nada junto a la barandilla que separaba el incierto acantilado del puro espacio vertiginoso. Fumaban tapando el cigarrillo con la mano y contemplaban al mundo con miedo y disgusto. Un número sorprendente de ellos eran hombres jóvenes. Todos tenían el aspecto de haber salido reptando de alguna profunda, oscura e improductiva mina.

Había estudiantes leyendo, parejas tendidas sobre la hierba, niños corriendo por entre los árboles y algunos encuentros furtivos que sospechosamente parecían compraventas de droga.

Melody y yo caminamos a lo largo del borde exterior del parque, mano con mano, hablando poco. Le ofrecí comprarle un barquillo de un vendedor callejero, pero me contestó que no tenía hambre. Recordé que la pérdida del apetito era otro de los efectos secundarios de la Ritalina. O quizá fuese que acababa de desayunar copiosamente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Rama Rota»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Rama Rota» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jonathan Kellerman - Devil's Waltz
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Billy Straight
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Obsesión
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Test krwi
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Compulsion
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Dr. Death
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - True Detectives
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Evidence
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - The Conspiracy Club
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Rage
Jonathan Kellerman
Jonathan Kellerman - Gone
Jonathan Kellerman
Отзывы о книге «La Rama Rota»

Обсуждение, отзывы о книге «La Rama Rota» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x