David Liss - El asesino ético

Здесь есть возможность читать онлайн «David Liss - El asesino ético» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El asesino ético: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El asesino ético»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando Lem acepta el puesto de vendedor de enciclopedias para poder costearse sus estudios, poco sospecha que será testigo presencial de un crimen, y que el criminal lo implicará directamente a él. A partir de ahí, Lem tendrá que desentrañar una compleja trama de corrupción y tráfico de animales que lo obligará a conocer al peculiar asesino, una especie de Robin Hood inteligente y socarrón que libra su propia cruzada en un mundo hostil y corrompido.

El asesino ético — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El asesino ético», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Melford sacó la cámara de su bolsa y se la pasó a Desiree.

– Empieza a hacer fotos -le dijo. Entretanto, él se puso a registrar el laboratorio. No tardó en encontrar una carpeta, y nos la enseñó-. Muy bien, aquí está. ¿Sabéis qué prueban con estos monos? ¿Una cura para el cáncer? ¿Regeneración cerebral para las víctimas de una apoplejía? ¿Cirugía vascular para bebés con defectos congénitos? Pues no. Forman parte de un DL50, es decir, una «Dosis Letal 50%». Se trata de estudios rutinarios para determinar qué cantidad de cada producto de uso doméstico causa la muerte del cincuenta por ciento de los sujetos de estudio. Los hacen con los desatascadores de tuberías, el jabón de los platos, el aceite de motor, lo que quieras. ¿Sabéis qué están probando con estos? Papel de fotocopiadora. ¿Cuánto papel de fotocopiadora pueden obligar a comer a estos monos antes de que el cincuenta por ciento de ellos muera?

Desiree dejó de hacer fotografías. Su mirada se posó en un mono que estaba tumbado de costado, con un brazo hacia atrás y el otro caído sobre la cara. Su pecho subía y bajaba dolorosamente.

– Pero ¿por qué? ¿Qué sacan con eso?

– Exactamente lo que he dicho… saber cuánto papel de fotocopiadora hace falta para matar al cincuenta por ciento de los sujetos de estudio -dijo Melford-. Mirad, lo que debéis entender es que estos tests ya no tienen ningún objetivo. Quizá hubo una época en que sí se utilizaban para descubrir algo útil. No por eso eran más correctos, pero al menos eran prácticos. Ahora no son más que otro formalismo. Se hacen porque las empresas de seguros quieren datos para elaborar sus tablas de peligrosidad. Porque si no algún abogado podría denunciar a la compañía por no realizar los pertinentes tests de seguridad. Los hacen porque es la norma. Millones y millones de animales son torturados y asesinados todos los años porque sí.

– No me lo creo -dijo Desiree.

Yo había dicho lo mismo aquella tarde. Tenía delante a los cerdos, Melford me estaba explicando cómo los tenían, por qué, y lo que eso podía suponer para la gente que se los comería, y no le creí. Lo estaba viendo y no me lo acababa de creer.

– Créelo -dijo Melford-. Lemuel, mira, allí. Estamos de suerte. Hemos encontrado unas cintas de vídeo.

Mientras Desiree terminaba de hacer las fotografías, él y yo metimos las cintas de vídeo en su bolsa. Luego apagamos la luz y salimos. Melford consultó su reloj.

– No conviene tentar a la suerte, y no queremos que nuestro amigo Lemuel se convierta en calabaza si no llega a tiempo para que le recoja su carruaje, pero ¿por qué no entramos en otro laboratorio? Quería ver el Laboratorio 2 por mí mismo. He oído cosas.

Le seguimos, giramos la esquina y Melford abrió otra puerta. Esta vez fuimos recibidos por el sonido de unos gimoteos apagados. El olor no era muy distinto del que había en el laboratorio de los monos, pero cuando Melford encendió la luz nos encontramos con una habitación llena de jaulas de perros, unas encima de las otras. Estaban separadas por delgadas láminas de madera que no servían de gran cosa: las heces de los animales de arriba caían sobre los de abajo.

Algunos soltaron un ladrido vacilante, pero la mayoría se limitaron a observarnos. Descansaban con la cabeza sobre las patas y los ojos muy abiertos, mirándonos. A lo lejos oí que uno lloriqueaba.

Melford le entregó la cámara a Desiree y ella se puso a hacer fotos. Él buscó la carpeta por todas partes, hasta que la encontró.

– Oh, no -exhaló-. Los van a utilizar en un DL50 con pesticida que empieza dentro de dos días. Esto es lo que me revienta de este tipo de operaciones. Estos perros están bien. Los monos ya están más muertos que vivos, pero estos no. Por desgracia, no podemos hacer nada. Si tratamos de sacarlos de aquí, nos descubrirán y volverán a traerlos. La única acción posible es documentar lo que hemos visto, enviar las pruebas a las manos adecuadas, y rezar por que lleguen tiempos mejores.

– ¿De dónde sacan estos perros? -preguntó Desiree.

– Hay muchas perreras que tienen acuerdos con lugares como este. Les envían los animales que no reclama nadie. Pero la verdad es que los laboratorios también pagan a gente que se dedica a secuestrar mascotas por cincuenta dólares la pieza. Si no tienes escrúpulos puedes hacer mucho dinero.

Desiree bajó la cámara.

– Melford, no podemos dejarlos aquí. Si los soltamos en el bosque, al menos tendrán una oportunidad.

– No podemos hacerlo. ¿Cómo quieres que salgamos de aquí, con veinte o treinta perros, sin alertar a los guardas?

– No pienso dejarlos -dijo ella.

– Sí lo harás -le dijo él-. Si nos meten en la cárcel, no servirá de nada. Si quieres implicarte en esto, tendrás que endurecerte. No puedes volar cada Burger King que veas. No puedes liberar a todos los animales torturados de todas las granjas de animales. Querrías hacerlo, pero no puedes, y a veces es para volverse loco, porque por mucho que hagas no es más que una pequeña gota en un océano inmenso. Esta no es una lucha de un momento, de un año, ni siquiera de una década. Es una batalla que se resolverá después de generaciones. Y en este momento tenemos que elegir. Hacemos lo que podemos y procuramos seguir libres para ir minando poco a poco el sistema. Si nos arrestan y vuelven a traer aquí a esos perros, no ganamos nada.

– Y el hecho de que decidamos quién vive y quién muere, ¿no nos hace tan moralmente culpables como la gente que ha traído aquí a estos animales?

– No. Ellos los han metido aquí, no nosotros. Haremos lo que podamos… que en este momento es reunir pruebas.

– Solo uno -dije yo-. ¿Podemos llevarnos uno?

– ¿Y cómo piensas elegir? -preguntó él.

Señalé con el dedo. Era un caniche negro. No era Rita, el caniche de Vivian, pero era un caniche negro y sabía que Vivian cuidaría de él. Sabía que lo vería como una especie de compensación divina. Quizá fuera una idiotez, pero eso es lo que pensé. Aquel perro podía tener una casa y alguien que lo quisiera. No se trataba de algo abstracto y teórico.

– Nos llevamos a este perro -dije-. Si no estás de acuerdo, podéis iros sin mí.

Melford renegó pero no dijo más. Sin embargo, Desiree me miró e hizo un gesto de asentimiento.

– Si Lem conoce a alguien que puede cuidar del perro, no podemos dejarlo aquí para que lo atiborren de insecticida.

– Es un caniche -dijo Melford-. Ladrará.

– No me lo puedo creer. -Cada vez me sentía más agitado-. Melford Kean, que no tiene sangre en las venas, tiene miedo de hacer lo correcto.

– Se trata de una cuestión práctica. No me interesa ganar una batalla que puede hacerme perder la guerra.

– Solo es un perro -dijo Desiree en tono severo-. Conseguiremos que calle. Estoy con Lem. Nos lo llevaremos tanto si nos ayudas como si no.

Quizá Melford pensó que no podría disuadirla, pero me dio la impresión de que en realidad le gustó que Desiree se mostrara inflexible.

– Qué demonios -dijo-. Hagámoslo.

Fue hasta la jaula y la abrió con mucha cautela. Supuse que sabía lo bastante para pensar que un perro al que habían maltratado de aquella forma podía revolverse contra él. Pero el animal salió dócilmente y le lamió la mano. Me pareció una buena señal.

– Muy bien -dijo-. A ver si conseguimos salir de aquí.

Pero cuando nos dimos la vuelta, el guarda estaba en la puerta.

Melford no se dio cuenta, pero yo sí. Desiree se metió la mano en el bolsillo de atrás y sacó una navaja. No la abrió, pero la tenía en la mano. Tal vez pensaba que Melford profesaba la no violencia, pero era evidente que ella no había aceptado aún esa parte del manifiesto del Frente de Liberación Animal. Creo que estaban hechos el uno para el otro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El asesino ético»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El asesino ético» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El asesino ético»

Обсуждение, отзывы о книге «El asesino ético» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x