Incluso ahora, a veces, caigo de pronto en la cuenta de que estoy dando vueltas con el coche por el barrio donde trabajaba Melvin, mirando las guarderías, escrutando a los niños en el patio. Paso al lado de los parques de la zona pensando que tal vez llegue a ver a un hombre de pelo cano con una cazadora de cuero marrón. Cada vez que veo a un niño con una piruleta, observo a los adultos en las inmediaciones, preguntándome si alguno de ellos ha ofrecido al pequeño un caramelo en ese primer intento de establecer contacto. En la piscina infantil, me detengo junto a la valla y contemplo jugar a los niños, salpicándose unos a otros, deslizándose sobre el vientre en la piscina poco profunda mientras avanzan por el fondo apoyándose en las manos para simular que nadan. Son tan monos, tan tiernos. No concibo que alguien haga daño voluntariamente a un niño. Y sin embargo hay quien lo hace. Existen miles de delincuentes sexuales condenados sólo en el estado de California. De ésos, se desconoce el paradero de un grupo pequeño pero alarmante.
No quiero pensar en los depredadores. Me consta que existen, pero prefiero centrarme en lo mejor de la naturaleza humana: la compasión, la generosidad, la voluntad de acudir en ayuda de los necesitados. Este sentimiento puede parecer absurdo, dada nuestra ración diaria de noticias que nos cuentan con todo lujo de detalles robos, agresiones, violaciones, asesinatos y otras fechorías. A los cínicos de este mundo debo de parecerles una idiota, pero me aferró a la bondad y procuro, siempre que puedo, separar a los malvados de aquello de lo que puedan sacar beneficios. Siempre habrá alguien dispuesto a aprovecharse de los vulnerables: los más jóvenes, los más viejos y los inocentes de cualquier edad. Si bien esto lo sé por una larga experiencia, me niego a caer en el desaliento. A mi modesta manera, sé que mi aportación sirve de algo. También la de ustedes.
Con todos mis respetos.
Kinsey Millhone
La autora desea agradecer su inestimable ayuda a las siguientes personas: Steven Humphrey; Joe B. Jones, farmacéutico (jubilado); John Mackall, abogado, de Seed Mackall SRL; Dan Trudell, presidente de ARS, Accident Reconstruction Specialists [Especialistas en Reconstrucción de Accidentes]; Robert Failing, patólogo forense (jubilado); Sylvia Stallings y Pam Taylor, de la inmobiliaria Sotheby's International Realty; Sally Giloth; Barbara Toohey; Greg Boller, ayudante del fiscal, Fiscalía del Distrito del Condado de Santa Bárbara; Randy Reetz, de la Cámara de Comercio de Santa Bárbara; Sam Eaton, abogado, del Bufete Eaton & Jones; Ann Cox; Ann Marie Kopeikan, directora de Enfermería Vocacional; Lorraine Malachak, especialista en Programas de Apoyo de Enfermería, y Eileen Campbell, en Administración del Santa Barbara City College; Christine Estrada, administrador del Tribunal del Condado de Santa Bárbara, de los Registros y Archivos de la Audiencia; Liz Gastiger; Boris Romanowski, agente de libertad condicional, del Departamento Correccional del Estado de California; Lynn McLaren, investigadora privada; Maureen Murphy, de Maureen Murphy Fine Arts; Laurie Roberts, fotógrafa; y Dave Zanolini, de United Process Servers, agentes notificadores.
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