– ¿Le contaste que fui a la escena del crimen?
– Sí, se lo dije. ¿Cuál era el secreto?
Bosch pensó en todo ello durante unos minutos. Observó que la banda empezaba con un tema de Billy Strayhorn titulado Lush Life. La mesa estaba lo bastante alejada del cuar teto para que se pudiera hablar. Harry examinó con la mirada el resto del bar para ver si había alguien más conocido y vio a Bremmer sentado en la barra, acunando una cerveza. Estaba con un grupo de lo que parecían periodistas. Uno de sus acompañantes llevaba incluso una de esas libretas finas y alargadas que los periodistas se encajan siempre en el bolsillo de atrás.
– Hablando de Bremmer, ahí está. Tal vez quiera comprobar contigo un par de detalles cuando hayamos terminado.
– Harry, no soy yo.
Esta vez Bosch le perdonó el Harry. La escena le estaba empezando a cansar y a deprimir. Quería terminar con eso y salir del bar para ir a ver a Sylvia.
– ¿Cuántas veces hablaste con ella?
– Todas las noches.
– Te cameló, ¿eh? Tenías que ir a verla.
– Fui un estúpido. Necesitaba el dinero. Después de que me reuní con ella la primera noche, me tenía por las pelotas. Dijo que quería estar al corriente de la investigación o te diría que era la fuente e informaría a asuntos internos. Joder, nunca me pagó.
– ¿Qué ha pasado para que se haya ido tan pronto esta noche?
– Ha dicho que el caso había terminado, que mañana eran las exposiciones finales, así que ya no le importaba lo que sucediera con el caso. Me dejó ir.
– Pero no terminará ahí. Eso lo sabes, ¿verdad? Cada vez que necesite una matrícula o una dirección de Tráfico o el número de teléfono de un testigo te va a llamar. Te tiene pillado, tío.
– Lo sé. Tendré que lidiar con eso.
– ¿Y todo por qué? ¿Cuál fue el precio esa primera noche?
– Quería una cuota de la hipoteca… Si no puedo vender una puta casa, no puedo pagar la hipoteca. No sé qué voy a hacer.
– ¿Y yo? ¿No te importa lo que voy a hacer yo?
– Sí, sí me importa.
Bosch volvió a mirar al cuarteto. Continuaba con el repertorio de Strayhorn y estaban en Blood Count. El saxofo-nista era muy competente. Se quedaba en el punto y el fraseo era limpio.
– ¿Qué vas a hacer? -preguntó Edgar.
Bosch no tuvo que pensarlo. No apartó la mirada del saxofonista mientras habló.
– Nada.
– ¿Nada?
– Se trata de lo que tú vas a hacer. No puedo seguir trabajando contigo, tío. Sé que tenemos este asunto con Irving, pero es el final. Después de que esto acabe irás a ver a Pounds y le dirás que quieres un traslado.
– Pero no hay vacantes en homicidios fuera de Hollywood. Miré el tablón de anuncios y ya sabes lo raras que son.
– Yo no he dicho nada de homicidios. Sólo he dicho que vas a pedir un traslado. Pedirás lo primero que se presente, ¿entendido? Me da igual si terminas en coches en la Setenta y siete, coges lo primero que salga.
Miró a Edgar, cuya boca estaba entreabierta, y dijo:
– Es el precio que has de pagar.
– Pero homicidios es lo mío, lo sabes. Es donde está la acción.
– Y tú ya no estás donde está la acción. No es negociable. A no ser que te quieras arriesgar con asuntos internos. Pero si tú no vas a ver a Pounds, iré yo. No puedo trabajar más contigo. Es todo.
Volvió a mirar a la banda. Edgar estaba en silencio y al cabo de unos segundos Bosch le pidió que se fuera.
– Sal tú primero. No quiero caminar contigo hasta el Parker Center.
Edgar se levantó y se quedó dudando junto a la mesa unos momentos antes de decir:
– Algún día vas a necesitar a todos los amigos que puedas conseguir. Ese día te acordarás de lo que me has hecho.
– Lo sé -dijo Bosch sin mirarle.
Después de que Edgar se hubo ido, Bosch captó la atención de la camarera y pidió otra ronda. El cuarteto tocaba Rain Check con algunos riffs improvisados que a Bosch le gustaron. El whisky estaba empezando a calentarle el estómago y se sentó, fumó y escuchó, tratando de no pensar en nada que tuviera que ver con polis o asesinos.
Pero enseguida sintió cerca una presencia y al volverse vio a Bremmer de pie con su botella de cerveza en la mano.
– Por la cara de Edgar entiendo que no va a volver. ¿Puedo unirme a ti?
– No, no va a volver y tú puedes hacer lo que quieras, pero estoy fuera de servicio, offthe record y fuera de juego.
– En otras palabras, no vas a decir nada.
– Lo has captado.
El periodista se sentó y encendió un cigarrillo. Sus ojos verdes, pequeños pero afilados, bizquearon con el humo.
– Está bien, porque yo tampoco estoy trabajando.
– Bremmer, tú siempre estás trabajando. Si ahora se me escapa algo, tú no te vas a olvidar.
– Supongo. Pero olvidas las veces que trabajamos juntos. Los artículos que te ayudaron, Harry. Escribo un artículo que no va en la dirección que tú quieres y todo eso se olvida. Ahora soy «el maldito periodista» que…
– No me he olvidado de nada. Estás sentado aquí, ¿no? Recuerdo lo que has hecho por mí y recuerdo lo que has hecho contra mí. Al final la cosa se equilibra.
Ambos se quedaron sentados en silencio y escuchando la música. El tema concluyó justo cuando la camarera estaba sirviendo el tercer Jack Black doble de Bosch.
– No estoy diciendo que lo revelaré -dijo Bremmer-, pero ¿por qué es tan importante mi fuente del artículo?
– Ya no es tan importante. Entonces simplemente quería saber quién quería joderme.
– Eso ya lo habías dicho. Que alguien te estaba tendiendo una trampa. ¿De verdad lo crees?
– No importa. ¿Qué clase de artículo has escrito para mañana?
El periodista se enderezó y sus ojos brillaron.
– Ya lo verás. Una historia de tribunales. Tu testimonio acerca de que alguien está continuando con los asesinatos. Va a salir en portada. Por eso estoy aquí. Siempre salgo a tomar algo cuando consigo la primera página.
– Una fiesta, ¿eh? ¿Y mi madre? ¿Eso también lo has metido?
– Harry, si es eso lo que te preocupa, olvídalo. Ni siquiera lo menciono en el artículo. Para serte sincero, está claro que es de vital interés para ti, pero por lo que respecta al artículo está muy dentro del béisbol. Lo dejé fuera.
– ¿Dentro del béisbol?
– Demasiado arcano, como esas estadísticas que sueltan los tíos de deportes en la tele. Ya sabes, como cuántas bolas rápidas el zurdo tal tal lanzó durante la tercera entrada del quinto juego en las Series Mundiales de 6. Creo que ese asunto de tu madre (el intento de Chandler de usarlo como tu motivación para cargarte a ese tipo) era demasiado complejo.
Bosch se limitó a asentir. Estaba contento de que al menos esa parte de su vida no estuviera al día siguiente en las manos de un millón de compradores del diario, pero lo disimuló.
– Pero -dijo Bremmer-, he de decírtelo, si se falla en tu contra y los miembros del jurado empiezan a decir que piensan que vengaste la muerte de tu madre, entonces eso sirve y yo no tendría elección.
Bosch asintió de nuevo. Le parecía justo. Miró el reloj y vio que eran casi las diez. Sabía que tenía que llamar a Sylvia y sabía que debería salir de allí antes de que empezara el siguiente tema y lo cautivara.
Se terminó la copa y dijo:
– Me voy.
– Sí, yo también-dijo Bremmer-. Saldré contigo.
En la calle, el frío de la noche sacudió el aturdimiento etílico de Bosch. Se despidió de Bremmer, se metió las manos en los bolsillos y empezó a caminar por la acera.
– Harry, ¿vas a ir caminando al Parker Center? Sube, tengo el coche aquí mismo.
Bremmer abrió la puerta del pasajero de su Le Sabré, que estaba aparcado justo delante del Wind. Bosch entró sin decir una palabra de agradecimiento y se inclinó para abrir la puerta del otro lado. Cuando estaba borracho entraba en una fase en la que apenas decía nada, se limitaba a vegetar en sus propios jugos y escuchar.
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