– Espaguetis bajos en calorías con ensalada; si te apartas, claro.
Rebus se apartó, pero vio que tenía que ir a comprar los ingredientes para el aliño. Como hacía buen tiempo no cogió la chaqueta.
– ¿Te fías de mí?
Morton probó la salsa y asintió con la cabeza. Una vez en la calle, Rebus pensó en no volver. Había un pub abierto en la esquina. Claro que iba a volver: para comer. Con el sueño tan profundo que tenía Jack, no le sería difícil darle esquinazo si quería.
Pusieron los platos en la mesa del cuarto de estar. La primera vez que se usaba a tal efecto desde que a Rebus le había dejado su mujer. ¿Sería posible? Hizo una pausa con la cuchara y el tenedor en la mano. Su piso, su refugio, le parecía de pronto más vacío que nunca. Sensiblero, además; otro motivo por el que bebía.
Compartieron una botella de agua mineral Highland y brindaron con ella.
– Lástima que no sea pasta fresca -comentó Morton.
– Pero es comida recién hecha -añadió Rebus llevándose una cucharada a la boca-. Cosa rara en esta casa.
A continuación despacharon la ensalada; estilo francés, puntualizó Morton. Rebus estaba acabando cuando sonó el teléfono. Lo cogió.
– John Rebus al habla.
– Rebus, soy el inspector jefe Grogan.
– Inspector jefe Grogan -dijo mirando a Morton-, ¿qué se le ofrece, señor?
Morton se acercó al teléfono a escuchar.
– Se ha realizado un análisis previo en sus zapatos y ropa y pensé que le gustaría saber que está fuera de sospecha.
– ¿Es que había alguna duda?
– Rebus, usted es policía, y sabe que existen procedimientos.
– Por supuesto, señor. Gracias por su llamada.
– Otra cosa. Hablé con el señor Fletcher. -Hayden Fletcher, el relaciones públicas de T-Bird Oil-. Y reconoció que conocía a la última víctima. Pero nos dio una descripción detallada de sus movimientos la noche del crimen. E incluso se ofreció a dar sangre para el análisis de ADN por si pudiera ser de utilidad.
– Qué creído.
– Eso es lo que yo diría de él. Me desagradó de inmediato; y no suele sucederme.
– ¿Ni siquiera conmigo? -dijo mirando a Morton, quien movió los labios diciendo «Cuidado».
– Ni siquiera con usted.
– Bueno, dos sospechosos eliminados. No es mucho avanzar, ¿verdad?
– No -respondió Grogan con un suspiro.
Rebus se lo imaginó restregándose los ojos cansados.
– ¿Y Eve y Stanley, señor? ¿Siguió mi consejo?
– Sí. Teniendo en cuenta su desconfianza hacia el sargento Lumsden, un excelente oficial, por cierto, destiné a dos de mis hombres a que vigilaran y me informaran directamente.
– Gracias, señor.
Grogan tosió.
– Estaban alojados en un hotel cerca del aeropuerto. Uno de cinco estrellas al que suelen ir directivos de las empresas del petróleo. Viajaban en un BMW. -El que había visto en el callejón de Tío Joe, pensó Rebus-. Tengo la descripción del mismo y la matrícula.
– No es necesario, señor.
– Bien. Mis hombres les siguieron a un par de clubes.
– ¿En horas de trabajo?
– Durante el día, inspector. Entraron sin nada y salieron igual. Pero también pasaron por varios bancos del centro de la ciudad. Uno de mis hombres se situó cerca de ellos en una de las entidades y vio que efectuaban un ingreso.
– ¿En un banco?
Rebus frunció el ceño. ¿El Tío Joe confiando en un banco? ¿Él dejando a extraños acercarse a menos de un kilómetro de sus mal ganadas riquezas?
– Y eso es todo, inspector. Comieron juntos por ahí, estuvieron en el puerto y se fueron de la ciudad.
– ¿Se fueron?
– Esta tarde. Mis hombres les siguieron hasta Banchory. Yo diría que iban a Perth. -De camino a Glasgow-. El hotel confirmó que se habían marchado.
– ¿Preguntó si son clientes habituales?
– Sí, nos lo confirmaron. Hará unos seis meses que se alojan allí.
– ¿Cuántas habitaciones?
– Reservan siempre dos. -Se notaba que Grogan estaba sonriendo-. Pero las camareras sólo limpian una. Parece que no utilizan más que ésa.
«Ajá -se dijo Rebus-. Polvetes de tapadillo.»
– Gracias, señor.
– ¿Puede servirle esto de algo?
– Quizá de mucho. Le tendré al tanto. Ah, quería preguntarle una cosa…
– Diga.
– ¿Dijo Hayden Fletcher cómo conoció a la víctima? -Por asunto de negocios. Ella organizó la caseta de T-Bird Oil en el congreso del mar del Norte.
– ¿Es eso lo que significa «presentaciones de corporaciones»?
– Parece ser que la señorita Holden diseñó varios proyectos y luego su empresa construyó el definitivo. Fletcher la conoció durante las negociaciones.
– Muy agradecido, señor.
– Inspector…, si vuelve al norte, llámeme, ¿de acuerdo?
Rebus se dio cuenta de que no era una invitación a tomar el té.
– Sí, señor. Buenas noches.
Colgó. Tenía que ir a Aberdeen, pero ni hablar de avisar previamente a nadie. No obstante, Aberdeen podía esperar un día más. Vanessa Holden relacionada con la industria del petróleo…
– ¿De qué se trata, John?
Rebus miró a su amigo.
– Johnny Biblia, Jack. Acabo de tener una corazonada.
– ¿De qué?
– De que trabaja en la industria del petróleo
Recogieron la mesa y fregaron los platos; después hicieron café y decidieron reanudar las tareas de decoración. Morton quería saber más cosas de Johnny Biblia y de Eve y Stanley, pero Rebus no sabía por dónde empezar. Tenía un atasco mental por acumular tanta información sin darle salida. La primera víctima de Johnny Biblia fue una estudiante de geología en una universidad muy vinculada a la industria del petróleo. Y ahora la cuarta víctima organizaba casetas para congresos y trabajaba en Aberdeen; no era difícil deducir quiénes eran sus mejores clientes. Si existía relación entre las víctimas primera y cuarta, ¿faltaba algo entre las víctimas dos y tres, algo que las vinculara? Una prostituta y una camarera, una en Edimburgo y la otra en Glasgow…
Sonó el teléfono y dejó la lija -la puerta estaba quedando bien- para atender la llamada. Morton estaba en una escalera trabajando en las molduras.
– Diga.
– John, soy Mairie.
– He estado intentando ponerme en contacto contigo.
– Lo siento; tenía otro encargo. Uno de pago.
– ¿Has averiguado algo sobre el mayor Weir?
– Bastante. ¿Qué tal Aberdeen?
– Vigorizante.
– Eso será para ti. Mis notas… Mira, me parece que hay mucho material para leértelo por teléfono.
– Pues podríamos vernos.
– ¿En qué pub?
– En un pub no.
– Debe de estar mal la línea. ¿Has dicho «en un pub, no»?
– ¿Qué te parece en Duddingston Village? Está casi a la misma distancia de tu casa y la mía. Aparco junto al lago.
– ¿Cuándo?
– Dentro de media hora.
– Bien, media hora.
– No acabaremos nunca esta habitación -comentó Morton bajando de la escalera.
Tenía pintura en el pelo.
– Te queda bien el gris -le dijo Rebus.
– ¿Otra mujer? -preguntó él limpiándose la cabeza mientras Rebus asentía-. ¿Cómo te las quitas de encima?
– El piso tiene muchas puertas.
Cuando llegaron Mairie ya estaba aguardándoles. Hacía años que Morton no iba; a Arthur's Seat, así que habían entrado por la ruta turística, aunque poco había que ver de noche. La silueta de la montaña, cuyo parecido a un elefante tumbado captaban hasta los niños, era un buen sitio para distraerse. Pero de noche estaba poco iluminado y muy apartado. Edimburgo tenía muchos lugares espléndidos como aquél. Eran sitios elegantes e íntimos hasta que te tropezabas con un heroinómano, un atracador, un violador o un gay al acecho.
Читать дальше