– Al principio, sacó a la luz el tema de la omerta, al tipo le encantaba todo el rollo de la mafia. Pero por lo que he oído le han caído seis años más en una condena de nueve años y la vida en prisión no es muy agradable. Sea lo que sea lo que ha pasado o no, los mandamases oyen las palabras «disco compacto» y huyen en estampida al cuarto de los niños.
– ¿Hay algo que pueda impedirme, como ciudadano civil interesado, hablar con el dos veces doctor Gómez, que también es ahora mismo un ciudadano civil responsable?
– Vaya -dijo-, esa es una pregunta interesante. Este es su número de teléfono.
– Gracias Petra. Me alegro de haber hablado contigo.
– Igualmente -respondió-. Creo que hoy acabaré pronto y me quitaré todo este polvo de los archivos del pelo.
***
Isaac Gómez respondió desde el apartamento de sus padres en el distrito de Union.
– Hola, doctor Delaware.
– Enhorabuena, doctor Gómez.
– El doctor Gómez es un viejo de pelo canoso y anteojos -contestó-. Aunque si le preguntas a mi madre, ahora que tengo la titularidad es solo cuestión de tiempo que el Comité de los Nobel llame a mi puerta.
– Puede que tu madre no se equivoque tanto -dije-. ¿Preparándote para la escuela de medicina?
– No estoy seguro de que algún día se llegue a estar preparado. Asistí a un par de clases el semestre pasado y después de graduarme, me parecía regresivo, todos sentados en una sala, ninguna flexibilidad en el curriculum. Hay un factor que puede que lo haga más agradable. Mi novia irá a la misma clase.
– Enhorabuena de nuevo.
– Sí, es genial.
Heather Salcido era una jovencita guapa y delgada de pelo oscuro a la que Isaac salvó de un asesino. El mejor comienzo para cualquier romance.
– Ella ya ha hecho el curso de preparación para la escuela de medicina mientras se graduaba para enfermería. La convencí para hacer los exámenes de MCAT. Consiguió una puntuación alta, rellenó la ficha de admisión y entró. Todavía está un poco nerviosa, pero estoy seguro de que se lucirá. Esperamos que vernos todos los días facilite el proceso. ¿Por qué llamabas?
Se lo conté.
– Hacerte una copia de los discos -repitió-. Solo hay dos, sin problemas. Pero están encriptados y resultan verdaderamente inaccesibles sin experiencia en la decodificación.
– No desde que trabajé con los navajos y desbloqueé las transmisiones secretas de los nazis.
– Bueno, ¿por qué no me das las direcciones exactas de tu lista y yo haré algunas comprobaciones para encontrar equivalencias? Será más rápido. Si no encuentro ninguna, programaré una función de búsqueda que presente los lugares geométricos en una red concéntrica de aumento constante en la que podamos ajustar el radio. ¿Tienes algún criterio geográfico en mente?
Cerca.
– Todavía no -contesté.
– De acuerdo, adoptaremos un enfoque empírico. Lo montaremos como una red de cortina y analizaremos qué patrones aparecen. Podría hacerlo en… ¿un par de días?
– Sería perfecto, Isaac. De verdad que te lo agradezco.
– Una complicación, doctor Delaware: Heather y yo nos vamos de viaje a Asia, las últimas vacaciones antes de la vuelta al trabajo. Cuando estemos allí no estaré disponible, porque Myanmar, antiguamente Birmania, es parte de nuestro itinerario y el Gobierno de allí es conocido por confiscar ordenadores y le impide la entrada a cualquier persona que lleve alguno.
– Puede que eso sea bueno para ti.
– ¿Y eso?
– Vacaciones puras y duras, sin estorbos.
– Eso es lo que dice Heather, pero para mí un ordenador no es ninguna molestia. Viajar sin uno me parece como dejarme un brazo o una pierna en casa. Será interesante ver cómo me adapto.
Hablaba de sí mismo como de un proyecto de investigación. Pensé en la indiferencia de Patty. Las murallas divisorias que todos construimos.
– Mientras tanto, dame esas direcciones y echaré un vistazo.
***
Dos horas navegando en mi ordenador particular no produjeron el mínimo indicio de Patty Bigelow, ningún crimen en ninguna de las cuatro direcciones.
Me preparé un sándwich tostado de queso y lo compartí con Blanche. Cuando sorbí el café, ella abrió la boca y suspiró. Puse la yema del dedo empapado de café en su lengua y ella retrocedió, sacudió la cabeza y escupió.
– Todos somos críticos -dije-. La próxima vez te prepararé un expreso.
Intenté localizar a Robin en el móvil, oí su voz en el contestador. Después de reflexionar un rato más sobre las elecciones de Patty respecto a sus casas, llamé a Tanya.
– No hubo negligencia -dijo-. ¿El doctor Silverman está seguro?
– Lo está.
– Está bien… ¿ha podido saber algo más?
– El detective Sturgis va a hacer algunas investigaciones introductorias.
– Genial -susurró, en voz baja.
– ¿Va todo bien, Tanya?
– Estoy un poco cansada.
– Cuando tengas más energía, me gustaría hablar contigo de nuevo.
– Claro -respondió-. Cuando quiera.
– No hablo de terapia -dije-. Me gustaría saber algo más sobre los lugares donde vivisteis tú y tu madre. Para conocer los antecedentes.
– ¡Oh! -exclamó-. Claro, puedo hacerlo. Tengo que ordenar un poco la casa, luego tengo que volver al campus para un grupo de estudio. Se supone que la universidad de verano es más tranquila, pero parece que los profesores no lo saben. Y con el sistema por trimestres, rara vez tiene uno tiempo para comprar libros antes de que lleguen los exámenes parciales. Podríamos vernos más tarde, digamos… ¿a las nueve y media?
– No tiene que ser esta noche, Tanya.
– Odio dejar cosas pendientes, doctor Delaware, si usted tiene tiempo, yo también, pero claro, no es correcto. Usted necesita sus noches.
– A las nueve y media está bien.
– ¿Está seguro?
– Totalmente.
– ¿Podría ser a las nueve y cuarenta y cinco, solo para estar seguros? Puedo volver a su despacho o puede venir a casa, quizá quiera conocer la casa que mi madre hizo.
– Me gustaría.
– ¡Genial! -exclamó-. Prepararé café.
A las nueve y veinte estaba acariciando a Blanche cuando mi línea de teléfono profesional sonó.
Se escuchó una voz amable:
– Te quiero.
– Yo también, ¿te estás divirtiendo?
– Llego a casa un día antes. Las conferencias han sido buenas, pero empiezo a sentirme como en la escuela. He vendido la réplica del F5. Uno de esos chicos de la web hizo subir la apuesta inicial.
Robin se pasó un año para conseguir la madera veteada de arce adulto y los tochos de pícea rosada para tallar con toda minuciosidad la mandolina. Trabajó doce meses dando golpecitos, cepillando y dando forma. Había llevado el producto ya acabado a Healdsburg solo para exponerlo.
– Debe haber tenido una puja inicial bastante alta, ¿verdad? -dije.
– Veintiún mil.
– ¡Vaya! Felicidades.
– Me duele desprenderme de ella, pero toda mujer tiene su precio. Imagino que… Espero exponer el domingo por la mañana y estar de vuelta a última hora de la tarde. ¿Cómo tienes el horario por la tarde?
– Flexible.
– ¿Ya se ha mudado la rubita a mi territorio?
– La rubita come galletitas y duerme todo el día.
– Las mosquitas muertas -dijo-, son las más peligrosas.
***
Conduje hasta la casa de Tanya, recordé la primera vez que la vi.
Una niña rubia y delgada, que llevaba vestido, calcetines cortos y unas sandalias brillantes. Apoyaba la espalda contra la pared de la sala de espera, como si la alfombra fuera un lago sin fondo.
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