– Ella era una mujer casada con hijos.
– Se habría alejado de todos ustedes, para estar conmigo.
– ¿Te lo dijo ella, Jon?
– Cada vez que me miró, lo supe.
– ¿Entonces la mataste? ¿Mataste a la mujer que amabas? Eso no tiene sentido.
– Yo no lo planeé… no se suponía que… -Pareció de repente confuso. Ella usó el momento para blandir la puerta en su cuerpo, con la esperanza de azotar su mano armada en la jamba.
Ella perdió.
– ¡Perra!, -le gritó, y retorció el brazo detrás de su espalda.
Su mano luchó por sacar la pequeña pistola de su espalda. Atrapó la cintura de sus vaqueros y ella maldijo en voz alta mientras él trataba de sujetarla contra la pared. Su pistola se encontraba en su cara, su dedo en el gatillo.
Desde algún lugar afuera, una puerta de coche se cerró de golpe.
Sus ojos miraron hacia el frente de la casa; la breve vacilación fue todo lo que necesitó. Ella liberó su mano de un tirón y apuntó el arma en su pecho. Y disparó. Una vez, y el arma cayó de su mano. Dos veces, se desplomó contra ella. Tres veces, y su cuerpo comenzó a caer.
La puerta se abrió estrepitosamente en el piso de abajo, y ella empujó a Jonathan Wainwright al suelo.
– ¿Cassie?
– ¿Rick? Estoy aquí. Estoy aquí… -Su voz se atoró en su garganta-. Estoy aquí…
Él subió los escalones de dos en dos, reduciendo la marcha sólo cuando llegó a la cima.
– ¿Wainwright…?
Ella señaló al suelo.
– ¿Estás bien? -Fue hacia ella, y la rodeó con sus brazos.
– Lo estoy ahora. -Ella quiso que él la abrazara, la abrazara sin cesar e hiciera que la pesadilla desapareciera. Pero-… Lilly Carson está ahí. Está viva, pero no sé por cuánto tiempo más. No sé lo que le ha hecho.
Se movió más lejos en el dormitorio y él encendió la luz. Lilly yacía a su lado, su cabello oscuro derramado en toda la alfombra. Las rodillas de Cass se aflojaron.
– Lilly. -Rick arrodilló al lado de ella-. Lilly, ¿puede oírme?
Lentamente la mujer abrió sus ojos y parpadeó contra la luz.
– Vamos a pedir ayuda, -le prometió. Tomó su teléfono justo cuando los coches frenaron afuera. Miró a Cass-. Ve a decirles que está aquí. Diles que consigan una ambulancia lo antes posible.
Cass asintió, y forzó a sus piernas a moverse hacia las escaleras.
– Aquí, -gritó con voz temblorosa-. Ella está aquí…
***
Cass se sentó en el escalón inferior y miró la actividad a su alrededor. Una vez más, la casa que había compartido con su familia se ha convertido en la escena de un crimen.
Tasha Welsh llegó, al igual que el médico forense. Ambos se detuvieron a apretar su hombro y felicitarla al subir la escalera. Cass no tenía fuerzas para ir con ellos, no en ese preciso momento. Todavía no confiaba en sus piernas para llevarla a cualquier lugar.
– ¿Cómo supiste? -Cass preguntó a Rick cuando él se sentó a su lado y tomó su mano-. ¿Cómo supiste dónde encontrarme?
– Annie dijo que te llevaría de vuelta a donde todo empezó. En un primer momento, pensé que significaba el santuario, donde conoció a tu madre. Cuando llegué ahí y advertí que no había estado allí esta noche, sólo había otro lugar al que podría haberte llevado. Aquí es donde comenzaron los asesinatos. Sólo siento no haberme dado cuenta antes.
Ella estaba sentada como si aún estuviera en estado de shock.
– No que necesitaras mi ayuda -le dijo a ella-. Lo hiciste muy bien sin mí.
– Nunca he matado a nadie antes, -dijo escuetamente-. Me alegro de que fuera él.
– No te oí decir eso. -El Jefe Denver se acercó a la escalera-. Necesito que me entregues tu arma, Cass.
Ella se la entregó sin comentarios.
– Sabes que el condado investigará, como lo hacen cada vez que un oficial está involucrado en un tiroteo.
Ella asintió.
– Los disparos fueron totalmente justificados, -Rick intervino-. Tenía una pistola apuntándole. Iba a matarla.
– No tengo la menor duda acerca de eso. Nadie cuestiona la justificación, Agente Cisco. Es sólo una formalidad.
Denver se arrodilló delante de Cass y estudió su rostro.
– Cassie, ¿estás segura de que estás bien?
– No puedo creer que haya terminado. Ha terminado. ¿Él está realmente muerto?
– Está realmente muerto, -le aseguró.
– Toda mi vida, estuve obsesionada por lo que pasó aquí. -Ella miró alrededor de la sala de estar con sus muebles que eran a la vez extraños y familiares-. Yo pensaba en regresar a casa ese día, con él estando aquí. Pensé en detenerlo a tiempo.
– Bueno, esta vez lo hiciste. -Denver acarició su rodilla y se levantó. Pasó por delante de ellos para subir al segundo piso.
Ella y Rick se sentaron en silencio durante mucho tiempo. Él contempló la cúspide de la escalera, donde las luces habían sido todas encendidas y las manchas marrones estropeaban la desteñida alfombra.
Sangre antigua, no nueva.
Su sangre, no de Wainwright.
– Cuando dijiste que soñabas con detenerlo, querías decir la primera vez. No esta vez, ahora. Sino entonces.
Ella asintió.
– Quise salvar a mis padres. A mi hermana. -Sus ojos se llenaron de lágrimas, y Rick supo que el dique estaba a punto de reventar.
– Tenías seis años.
– Lo sé. Lo hago. Y no me culpo a mí misma por no salvarlos, Rick, te juro que no. -Tragó con fuerza, su labio inferior tembló-. Sólo desearía haber…
– Vamos, Cass, vayámonos de aquí. -Él se paró y tiró su mano. Quería poner sus brazos alrededor de ella y consolarla, hacer que todo el dolor desapareciera.
– ¿Ir adónde?
– A cualquier sitio, menos aquí.
***
Él aparcó en la calle a la que ella lo había dirigido y apagó el motor. Se quitó sus zapatos y calcetines mientras ella hacía lo mismo, luego juntos salieron descalzos, teniendo cuidado de mantenerse en el estrecho paseo que llevaba hacia las dunas no iluminadas.
En silencio siguieron el sonido del océano cruzando la playa oscura al nivel del agua, a continuación, caminaron una media milla playa arriba, con la marea arremolinándose a sus pies. Cass se detuvo a los pies del embarcadero.
– Podría ser un poco difícil maniobrar en la oscuridad.
– Tengo una linterna en el coche.
– Esa es la manera fácil.
Estaba demasiado oscuro para ver su cara, pero él podía casi sentir su sonrisa.
– Vamos, entonces. -Él tomó su mano.
Caminaron despacio por las rocas lisas hasta que alcanzaran el final. Cass se sentó cuidadosamente en el extremo del embarcadero, y Rick hizo lo mismo. Puso ambos brazos alrededor de ella y tiró acercándola.
– Quiero que sepas que lo habría destrozado, con mis propias manos si te hubiese lastimado, -él le dijo.
– Me alegro de que no llegaras a eso.
Quería decirle que pensaba que era mejor que ella hubiese sido la que matara a Wainwright, pero era afirmar lo obvio. En vez de eso, la apretó más y sólo la abrazó. Cuándo ella giró hacia él, se inclinó y besó su boca. Ella sabía a lágrimas, y ella le devolvió el besó, por lo que la besó otra vez. Y otra vez.
– Lo dije en serio cuando te dije que sentía como si te conociera hace mucho tiempo, -le susurró.
– Pensé que era sólo una expresión.
– ¿Una expresión? -Él frunció el ceño-. ¿Pensaste que era una expresión? Yo no digo expresiones.
Ella se rió suavemente, y él trató de recordar cuanto había pasado desde que la había oído reír.
– Te juro…
– Shhh. Sólo bromeaba. Parecías tan grave, tan seria por un momento.
Las nubes que habían cubierto la cara de la luna se apartaron, e iluminó los ríos desembocando en el agua. La marea acarició las rocas, y ella extendió su pie para atraparla.
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