Ella lo hizo. Él le respondió el saludo.
– Ahora, quiero que cruces la calle. Permanece en las sombras, no queremos que nadie nos vea. Ahora camina directamente al lado del pasajero.
Él se inclinó y abrió la puerta.
– En primer lugar, saca el arma de tu cinturón y déjala caer ahí mismo en el suelo, -exigió-. Después puedes sacar la pequeña que tienes atada al tobillo.
– ¿Cómo sabe si tengo…? -comenzó, y él se rió.
– Porque todos ustedes policías polluelos creen que es cool atarse una pistola pequeña a su pierna.
Él rió entre dientes mientras ella se subía el jeans hasta la rodilla y exponía su arma.
– Eres tan previsible. -Sacudió la cabeza-. Sácala y suéltala.
– Alguien la encontrará.
– Bueno, esperemos que no sea algún niño pequeño, ¿verdad? -Él gesticuló para que ella entrara en el coche-. Por supuesto, si ese pequeño resulta ser uno de mis sobrinos, que tal vez no sería tan malo.
Ella se sentó en el asiento del pasajero.
– Cierra la puerta.
Ella lo hizo.
– Ahora, te recordaré que la vida de una joven mujer está en juego aquí, así que no trates de agarrar el volante o gritar por la ventana ni hacer algo estúpido… lo que me recuerda, coloca el teléfono celular justo ahí en uno de los porta vasos, donde pueda verlo.
Ella metió el teléfono en el porta vasos más cercano y él de inmediato lo tomó y lo lanzó por la ventana.
– ¿Alguna otra arma que necesite saber?
– No. Sólo dos.
– Eso es lo que me imaginé. Nunca he conocido una mujer que llevara más de dos. -Él sonrió con autocomplacencia.
La veintidós la sentía como si hubiera empezado a resplandecer en la parte baja de su espalda. Estaba tan consciente de ella, que por un momento pensó que seguramente él podía verla.
– ¿Dónde está Lilly? -Preguntó, su corazón latiendo con fuerza con expectación. Sentía la adrenalina al máximo, al estar cerca de él, el hombre que había destruido su vida.
– Lilly nos está esperando.
– ¿Dónde vamos?
– Quiero que sea una sorpresa.
Él condujo a lo largo de la bahía durante varios minutos antes de parar al lado de la carretera.
– Sal, -le dijo, y ella lo hizo.
– Ahora vamos a dar un pequeño paseo, detective Burke. -Tomó su brazo y la llevó hacia el pantano-. Una vez más, te recuerdo que la vida de una joven mujer está en juego, así que no pienses en tratar de dominarme con algún cursi movimiento de artes marciales. Sabes artes marciales, ¿cierto, Cass?
Ella asintió.
– Me imaginé que lo harías. Confía en mí cuando te digo, no podrías ser mejor que yo.
Algo duro y redondo se enterró en el centro de su espalda.
– Solo un pequeño seguro, -dijo-, en caso de que decidas que tu vida es más importante que la de la pobre Lilly. Aunque dudo que lo hagas. Tú eres del tipo que le gustaría ser un héroe, ¿no, Cassandra? Idealista en extremo, ¿verdad?
El terreno era cada vez más suave, más húmedo, mientras continuaban por el pantano. Pronto Cass pudo sentir el lodo bajo la hierba chupando sus zapatos a cada paso que daba. Estaban casi en la bahía ahora… podía olerlo, salado y picante. ¿Dónde diablos la llevaba?
Él la empujó hacia adelante ligeramente y sus pies se deslizaron en el agua. Caminaron por la orilla de la cala por otro minuto antes de que ella viera el contorno de una barca atada al mamparo de un muelle hace mucho tiempo olvidado.
– A bordo -La empujó-. Aquí. Siéntate aquí mismo… no, gira. Te quiero orientada al otro lado.
Una vez más, hizo como le dijo, rezando por que sus manos no rozaran la parte inferior de su espalda. Sentada como estaba, él estaba a un pie de la pistola escondida allí. Con su espalda hacia él, se sentía segura de que podía ver el pequeño bulto de la pistola.
Gracias a Dios que estaba tan oscuro, pensó. Tal vez no la vería para nada.
– No creas que no sé lo que estás pensando, -dijo en su oído.
– ¿Qué estoy pensando? -Preguntó con calma.
– Estás pensando tal vez que puedas saltar por la borda y nadar en busca de ayuda.
– En realidad, me preguntaba qué rincón del infierno el diablo está guardando para ti.
Él rió entre dientes.
– Todos, querida. Todos.
Él remó, su ansiedad aumentando a medida que pasaban los minutos. ¿Nadie se había dado cuenta que ella faltaba todavía? Sin duda Rick sí. De seguro la estaba buscando en ese momento.
Los remos salpicaban tenuemente mientras la barca avanzaba por la orilla del pantano. Hubo un tiempo en que ella había conocido hasta el último rincón del pantano, cada pequeña poza dejada por la marea y cala. Sin embargo, habían pasado años desde que había tenido tiempo para explorar alrededor de la bahía, y estaba ahora totalmente desorientada. Cuando él se dirigió hacia la orilla y saltó para tirar la barca para descender, no tenía la menor idea de dónde estaban.
– Fuera, -le dijo.
Ella salió de la barca avanzó por la arena suave hasta tierra firme, donde los pastos crecían ocho pies de alto y espesos como un seto. La condujo a un lugar donde los juncos habían sido algo aplastados formando un camino.
– Camina. -Le dio un codazo para que avanzara, la pistola en su mano una vez más.
– ¿Dónde estamos?, -preguntó-. ¿Adónde me llevas?
– Vaya, Cassandra Burke, me sorprende que no lo hayas adivinado, -respondió, con un toque de alegría en su voz-. Te llevo de regreso a casa.
– ¿Cómo podría haber desaparecido así? -Rick se pasó una mano preocupado por el pelo-. Ella ha desaparecido.
– Eso es ridículo. ¿Estás seguro de que no está en la casa? -El Jefe Denver demandó-. ¿Pensaste en revisar el patio trasero?
– Hemos estado en todas las habitaciones de la casa, Jefe. Se lo estoy diciendo, no está aquí, y nadie la vio salir de la casa. Ella recibió una llamada de Khaliyah…
– ¿Khaliyah Graves?
– No sé el apellido de la chica, la chica con la que juega baloncesto.
– ¿Qué quería ella?
– No lo sé. Cass dijo que la recepción era mala, y que se iba a tomar la llamada fuera. Esa fue la última vez que la vi.
– Khaliyah vive en Westbrook, pero no sé el número de su casa. Espere, Rick, déjeme ver si es puedo ponerme en contacto con el departamento, y conseguir el número de la chica.
Rick se paseó por la acera fuera de la casa de Jon Wainwright, con el teléfono cerca de su oído. ¿Cómo era posible que Cass se hubiera esfumado aparentemente en el aire?
Gotas de sudor estallaron en su frente. Sabía que ella simplemente no había desaparecido. Sabía, también, que no se iría de la escena, sin al menos decirle lo que estaba haciendo. Sacudió la cabeza. Ella haría algo más que decírselo. Lo llevaría con ella.
Ella tendría que hacerlo. No tenía automóvil.
– Nos comunicamos con la muchacha. Dice que no llamó a Cass. Dice que no puede encontrar su teléfono, y piensa que alguien lo tomó de su bolso de gimnasia, mientras estaba jugando baloncesto.
– Creo que sabemos quien fue ese alguien, ¿no? -Podría haber una sola explicación, y sólo pensarlo hizo a Rick temblar por dentro.
Wainwright la tenía.
Rick no sabía cómo lo había hecho él, pero estaba cien por ciento seguro de que la tenía.
– Consiga a todos los hombres que todavía están aquí para empezar a recorrer el barrio. Ver si alguien la vio. Veré cuan rápido puedo dejar a los Carsons. Con Lilly todavía desaparecida, no puedo despedirme tan rápido. Mientras tanto, manténgase en contacto, ¿me oye?
– Lo haré.
Rick cerró el teléfono con un chasquido, y luego entró en la casa para convocar a los oficiales en la escena. Les dijo lo que había ocurrido, lo que él y el jefe Denver sospechaban, y lo que el jefe había dado instrucciones de hacer. Hubo una salida en masa por la puerta delantera, cuando los oficiales salieron a las calles en busca de una señal de Cass o alguien que podría haberla visto.
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