– ¿Qué dijo la perfilista?
– Ella cree que comenzó siendo joven, que fueron los Burke su primera matanza. Que fue tras de Jenny, sin duda desafortunado para Bob que llegó a casa temprano ese día, y que él no esperaba que las niñas regresaran cuando lo hicieron. -Tocó con sus dedos el lado del vaso-. Dijo que él no había ido allí con la intención de matar a Jenny, que pensó que ella estaría esperándolo. Que estaba obsesionado con ella, y pensaba que ella sentía lo mismo por él, pero cuando ella comenzó a luchar contra él, se enfureció y la mató. Que sigue matando a todas esas otras mujeres que se parecen a ella porque cada vez piensa que tal vez le saldrá bien, pero cuando no lo hace, termina por matar de nuevo.
– Nunca lo vi venir, en aquellos tiempos. Los asesinatos parecen todos tan diferentes.
– Eso es lo que pensamos en ese momento.
– ¿Dijo ella algo más sobre él, algo que podría darnos una idea de qué tipo de persona podría haber sido en esa época?
– Preguntó si tenía antecedentes de delincuente juvenil. Le dije que si cualquiera de esos cuatro -sacó la lista el archivo y la colocó en el centro de su escritorio- se había metido en algún problema grave, yo habría sido el último en saberlo. Ningún novato iba a estar al tanto de ese tipo de cosas. Pero ella -la Dra. McCall- pensaba que era importante, cualquier actividad delictiva temprana.
– ¿Qué tipo de actividades?
– Cosas que no sean exceso de velocidad e iniciar las peleas en los terrenos de la escuela. Ella preguntó específicamente acerca de ofensas sexuales. Exhibición. Acecho… ese tipo de cosas. Dijo que a veces los chicos que participan en esa clase de cosas cuando son jóvenes se gradúan en ofensas sexuales más graves más adelante. -Él se encogió de hombros-. No podía ayudarla con eso. No sé quien hacía algo parecido, si alguno de esos chicos había estado haciendo cosas de ese tipo.
– Yo lo hice, -dijo en voz baja Phyl.
Le tomó un momento para responder.
– ¿Qué? ¿Hiciste qué?
– Yo sabía.
Sus ojos se entrecerraron.
– Phyl, ¿qué estás tratando de decir?
– Sé quien era el mirón. -Ella recogió un lápiz que estaba en la mitad del escritorio, tomó la lista, y rodeó con un círculo un nombre. Luego giró la hoja de papel hacia él para que viera el nombre que había marcado.
– ¿Estás segura?
– Segurísima.
Él frunció el ceño.
– ¿Cómo lo sabes?
– Yo fui la acechada.
Denver se quedó boquiabierto.
– Cierto. -Ella asintió con firmeza-. Soy a la que él espió.
– Primera vez en la vida que oigo de esto.
– Me lo imagino. Pero como usted dijo, siendo novato, no se habría enterado.
– Hijo de perra. -Denver golpeó con la mano la parte superior de su escritorio.
– Eso es más o menos lo que mi padre dijo en ese momento.
***
– ¿Es esta la cara, Lucy? ¿Es este el hombre que te atacó? -Kendra Smith levantó el boceto que había hecho a partir de la descripción que Lucy le había dado. Le había tomado más de dos horas, y aunque sabía que su sujeto se cansaba rápidamente, necesitaba tener todos los detalles precisos antes de dejar el cuarto en el hospital. La clave está en los detalles , como su madre solía decir. En lo que respecta a la creación de un retrato robot, los detalles eran cruciales. Un dibujo exacto podría hacer la diferencia entre agarrar a un asesino y acusar a un hombre inocente. Kendra se tomaba su responsabilidad muy en serio. Una vez que firmaba con su nombre la imagen que había dibujado, no habría errores.
– Es él, sí. Es él. -La voz de Lucy era casi inexistente después de un par de horas hablando. Su garganta estaba todavía magullada, pero había insistido en completar el boceto lo antes posible.
Cass llamó a la puerta parcialmente cerrada.
– ¿Podemos entrar?
– Llegan justo a tiempo. -Kendra miró más allá de Cass para hablar directamente a Rick-. Acabamos de terminar.
– Cass, ella es Kendra Smith, -Rick presentó a la dibujante-. Kendra, Cass es detective aquí en Bowers Inlet…
Él hizo una pausa cuando Cass abrazó a Lucy.
– Y también es prima de Lucy, -añadió.
– Bien, Lucy es un soldado. Ella hizo un trabajo increíble. A pesar de que me dijo que había poca luz en la habitación donde fue atacada, mantuvo sus ojos abiertos. -Kendra levantó el boceto que había terminado-. Agente Cisco, creo que este es su hombre.
Pelo oscuro aclarándose en las sienes y con leves entradas. Cuello grueso. Ojos profundos y bien separados. La línea cincelada de la mandíbula, las orejas pegadas a la cabeza. Líneas alrededor de la boca y los ojos.
– Lucy, ¿has visto a este hombre antes? ¿Antes de la noche que te atacó? -Cass preguntó mientras se acercaba al boceto.
– Creo que sí. Creo que fue en el videoclub el fin de semana pasado cuando fui por una película. ¿Fue el sábado por la noche? -Lucy apretó sus ojos firmemente-. Dios, parece que fue hace tanto tiempo.
Cass acarició el brazo de Lucy.
– Hiciste un magnífico trabajo, Luce. Estoy muy orgullosa de ti.
Ella tomó el boceto de las manos de Rick, y se quedó en silencio. Volviéndose hacia él, bajó su voz y dijo:
– Estaba en el restaurante ayer por la noche. Él estaba con tres…
Ella respiró hondo, y luego asintió lentamente.
– Él estaba con otros tres hombres. ¿Cuáles son las posibilidades de que los cuatro que hemos estado buscando estén justo bajo nuestras narices?
Rick dio una segunda mirada al boceto.
– Mierda, tienes razón. Estaba allí. -Se frotó la barbilla-. No fue una coincidencia que estuviera en la Posada. Debe haber estado vigilándote, Cass.
– Llevémoselo al Jefe. Apuesto mi vida que reconocerá esta cara. -Se inclinó y besó a Lucy firmemente en la mejilla-. Lo lograste, Lulu. Vamos a atraparlo, y tú fuiste quien nos mostró el camino.
– Si lo haces, habrá valido la pena, -susurró Lucy.
– No si. Él es nuestro ahora. -Cass giró hacia Kendra-. Muchas gracias. Es un trabajo excelente.
– Lucy hizo lo más difícil, -dijo modestamente Kendra-. Yo sólo soy la intérprete.
– Como sea que lo llames, tienes un don. Gracias. -Cass se dirigió hacia la puerta.
– Gracias, Kendra. Te haré saber cuando lo tengamos. -Rick siguió a Cass al pasillo y pasó por el lado del oficial que estaba de guardia.
– Te echo una carrera al ascensor, -dijo Cass, pero cuando se acercaron al pequeño vestíbulo entre los coches de los ascensores, notaron que ambos tenían las flechas hacia arriba.
– Olvídalo. Vamos por la escalera. -Rick la agarró por el brazo y la dirigió hacia el hueco de la escala.
Bajaron corriendo varios tramos, cruzaron por las dobles puertas que llevaban al vestíbulo, y salieron por la puerta lateral que daba al estacionamiento. Un tramo más hacia el coche de Rick, luego salieron en Boulevard Claymore, que conducía directamente a Bowers Inlet. Cinco minutos más y se encontraban en la estación de policía.
Cass apenas llamó a la puerta de Denver.
– Tenemos una cara, -dijo jadeando mientras levantaba el boceto.
– Y yo tengo el nombre, -Denver les dijo.
– ¿Sabemos donde está? -Preguntó Rick.
– Sabemos donde ha estado. Arrendó una casa en Darien Road. Ya he pedido una orden judicial. El Juez Newburg la está firmando que en estos momentos. Debe llegar aproximadamente a la misma hora que nosotros. Vamos a empezar por ahí.
– Jefe, quiero volver al trabajo. -Dijo Cass con las manos en sus caderas, sus argumentos ya en la punta de la lengua. Es evidente que estaba lista para luchar si tenía que hacerlo.
– Con condiciones. Uno, no entras hasta que sepamos con seguridad si está allí…
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