– ¿Jefe? -Phyl abrió la puerta entre su oficina y la suya y metió su cabeza-, hice un poco de té helado. Pensé que podría necesitar algo frío ahora mismo.
– Gracias.
Ella entró en la oficina con un vaso alto en su mano. El Jefe Denver puso un sobre encima y le hizo señas para que colocara el vaso en él.
– ¿Tienes un minuto? -Preguntó.
– Claro. -Ella se paró con incertidumbre al final de su escritorio.
– Siéntate. -Gesticuló en dirección de las sillas y tomó un sorbo del té helado-. Nadie hace el té helado igual a como tú lo haces, Phyl. Juro que te mantendría aquí incluso si fueras una incompetente total, sólo para tener un suministro de tu té en el verano.
Se sentó, cruzó sus piernas, y esperó.
Él se frotó sus sienes, como si le doliera.
– Juro por Dios, Phyl, que no puedo seguir con todo esto. Por primera vez en mi vida, cuestiono cada movimiento que hago, cada decisión. Debería haber traído a esos cuatro tipos el día de ayer para ser interrogados. No lo hice, y ahora un hombre está muerto y una mujer está perdida. ¿En qué demonios estaba pensando?
– Estaba pensando que si trataba de presionar al asesino demasiado rápido, lo perdería, lo enviaría de vuelta a cualquiera que sea el agujero en el que ha estado escondiéndose durante los últimos veintiséis años. Qué una acción precipitada podría haberlo hecho. Sin causa probable, no tiene un arresto. Sin evidencias, no tiene causa probable. No puede detener a cuatro hombres porque usted piensa que uno de ellos podría ser un asesino.
– Suenas como policía, Phyl.
– Sueno como usted sonaba ayer. Estos fueron sus argumentos cuando usted fue de acá para allá con la oficina del fiscal.
– Sin embargo, quizás…
– Olvide el quizás. Ni siquiera sabe si Sellers fue asesinado por el mismo tipo. Por mucho que dice que no cree en las coincidencias, tengo que decirle, que se producen.
– ¿Qué diablos sacas de todo esto, Phyl? -Él se puso de pie y comenzó a pasearse-. Todas estas mujeres, ahora Sellers…
– No lo sé, Jefe. -Ella sacudió la cabeza, comprendiendo que no esperaba que ella tuviera las respuestas, que necesitaba comunicarse. Era bastante experta en dejar que él se tomara su tiempo para llegar a ello.
– ¿Lo conocías, a Carl Sellers?
– Sí. Estaba en la clase de mi hermana, -asintió-, aunque no era un chico muy popular, y ciertamente no se juntaba con el grupo de chicos que usted investiga. Fue uno de los que estaba ahí. Sin verdaderos amigos, ni enemigos reales, que recuerde, en todo caso. Uno de los que dejaron la costa de Jersey, acabó en alguna gran ciudad en alguna parte -creo que oí que ha estado viviendo en Chicago- donde llegó a ser muy exitoso. No volvía a casa mucho. Justo la clase de tipo que tuvo suerte cuando creció.
– Esa fue mi impresión también, por lo poco que recuerdo de él. -Se sentó en el borde del escritorio, bebió su té, y luego dejó el vaso de vuelta en el sobre-. Parece que está todo relacionado de alguna manera, ¿verdad? No puedo entender como, maldita sea. Se me hace difícil ver al Estrangulador de repente pasando de estrangular mujeres a romper el cuello de un hombre.
– Tal vez fue sólo un robo, después de todo. Su billetera había desaparecido, su reloj.
– Tal vez. -Los dedos de Denver tamborilearon con un ritmo inquieto el escritorio.
– Usted sabe, ha habido muchas actividades sociales esta semana, Jefe. Esos cuatro… -Ella señaló el archivo que ella había colocado antes en su escritorio con los fax del Agente Peyton del FBI-, han estado en casi todos ellos. Los he visto yo misma.
– ¿Y quien piensas que lo hizo, Phyl? ¿Tienes extrañas vibraciones de alguno de ellos?
– Son todos extraños, si me pregunta. Pero si me está preguntando si alguno de ellos parece más probable que los demás, pues no. -Ella apoyó un codo en el borde del escritorio-. Billy Calhoun, es aún un bocazas. Volvía a todo el mundo loco en la escuela porque podía librarse de cualquier cosa, siendo su padre el director. ¿Y Jon Wainwright? Estaba siempre en segundo plano, ¿sabe? Espiando por ahí. Kenny Kelly, bueno, como hijo de un juez, podría haber llegado lejos con el asesinato en ese entonces. Y Joey Patterson sigue siendo el tonto que siempre fue. -Se detuvo, luego agregó-: Es curioso, recordar cómo eran cuando estábamos en la escuela. Todos pensaban que eran tan geniales. Ahora son todos sólo hombres de mediana edad con poco pelo y cintura ancha.
El Jefe fingió estremecerse.
– Mucho ha corrido hasta estos días, Phyl.
– Usted lleva bien su cabeza calva, Jefe. -Ella sonrió-. Pero si me pregunta si hay algo acerca de cualquiera de ellos que me pusiera los pelos de punta, o me hiciera pensar, «Sí, éste es el asesino en serie», tendré que decepcionarlo. Todos se ven normales. Al igual que todos los demás. -Sacudió su cabeza-. Pero eso es lo que lo hace tan temible, sabe. Quienquiera que sea, se ve tan normal como cualquier persona.
– La bestia rara vez se distingue por fuera, -murmuró.
– ¿Qué?, -preguntó.
– Algo que el Jefe Wainwright solía decir. La bestia rara vez se distingue por fuera. Por dentro, es feo y malvado como el pecado. Por fuera, se parece a cualquiera.
– Tal vez eso es lo que lo convierte en una bestia.
– Llamaré al FBI; les pediré unos cuantos agentes más. Necesito a alguien vigilando a cada uno de los cuatro veinticuatro horas del día, ver a donde van. He tratado de vigilarlos con los pocos hombres que tengo, y no tengo suficiente gente para mantener la vigilancia de las cuatro personas, todo el tiempo. Es imposible. Lo más que pude hacer fue cubrir a dos de ellos. No lo bastante bueno. -Él sacudió la cabeza-. Obviamente, no es lo suficientemente bueno. Y todavía tengo a alguien apostado fuera de la puerta de Lucy Webb, las veinticuatro horas del día. No puedo correr el riesgo de dejarla sin protección.
– Quizá si trabajamos con los demás Departamentos de Policía… -ella comenzó pero él la cortó con un movimiento de mano.
– Tengo un verdadero problema con un par de esos departamentos. Con excepción de Tilden, todos parecen pensar que pueden manejar esto por sí solos. Buscando hacerse un nombre por sí mismos, supongo. Soñando con el contrato de un libro y una aparición en Buenos Días América , tal vez Letterman , para quien atrape a este tipo -Su repugnancia ante la perspectiva era evidente-. Y entre tanto, la gente simplemente se sigue muriendo y desapareciendo.
Él sacudió la cabeza.
– Sabes, si hubiésemos conocido algunas de estas técnicas investigativas modernas hace veintiséis años, podríamos haberlo atrapado entonces. Si hubiésemos sabido cómo levantar huellas dactilares de la piel, levantar rastros de pruebas, o incluso los perfiles que hacen hoy en día, tal vez habríamos llegado a él. -Denver sacudió su cabeza casi disculpándose-. Ahora, lo hemos hecho todo bien, tan bien, como hemos podido. Conseguimos el trabajo de laboratorio, aunque la razón por la que toma tanto tiempo para obtener resultados en algunas de estas cosas me sobrepasa. Tuvimos al FBI por aquí enseguida. Trajimos al perfilista… tenemos una dibujante hablando con Lucy Webb, para ver si podemos obtener un retrato de este tipo. Y otra mujer todavía está desaparecida. Hagamos lo que hagamos de aquí en adelante, estamos todavía con un día de retraso, en mi opinión.
– Eso va a ser fabuloso, la foto. Lo tendremos, una vez que tengamos su cara. Sobre todo si es alguien local. -Ella miró su reloj-. Son las dos. El artista sigue con Lucy. Tal vez en otra hora o así lo tendremos identificado. Eso debería hacerlo sentir optimista.
– Voy a ser optimista cuando tenga a alguien sentado en el cuarto interior.
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