Lucy forzó una sonrisa, luego se levantó y acarició a Cass en la espalda.
– Termina tu sopa, y luego sigue con lo tuyo y vete a dormir. Subiré y me cambiaré. Siento no haber sido más considerada. No sé lo que estaba pensando. -Ella trató de despejar el ambiente-. Bueno, por supuesto, obviamente no pensaba. De verdad lo siento.
Lucy comenzó a enjuagar los vasos en el fregadero. Sus hombros estaban tiesos y tensos. Cass podría decir incluso mirando su espalda que Lucy estaba tratando de no llorar.
– Lo lamento mucho. Lamento no darme cuenta de lo difícil que esta situación ha sido para ti.
– Creo que has tenido otras cosas más importantes en tu mente.
– Bueno, mira, Luce, que tal si vamos por una hora. ¿Te contentarías con sólo una hora? Sinceramente no creo durar mucho más que eso.
– Está bien. En serio. Deberías irte a la cama.
– Oh, maldición, Lucy. -Cass terminó lo último de la sopa-. Puedo cambiarme en un instante.
– ¿Estás segura? No tienes que…
– Estoy segura. La sopa me revivió. Además, -Cass señaló los apretados pantalones capri rosa de Lucy-, no podemos dejar que se malgasten.
– Bueno, ¡vale! Regresaré a casa al momento que me digas que estás lista para irte, te lo prometo. -La cara de Lucy se iluminó-. Ahora, corre arriba y date una verdadera ducha rápida mientras yo ordeno la cocina un poco.
– Bajaré en veinte minutos.
– Subiré en quince a arreglarte la cara.
***
Hubo un número sorprendente de gente que todavía estaba de pie alrededor de la barra en la tienda que había sido erigida en el patio trasero de los Clarks para celebrar las festividades en torno a la demolición de la vieja escuela secundaria y la entrega de la nueva. Más allá de la tienda, un muelle de madera, de color gris degradado, separaba la parte de atrás de la propiedad de la bahía.
– Oye, Cass. Aquí, -alguien llamó cuando Cass y Lucy entraron en la tienda.
Cass dio un codazo a Lucy.
– Esa es Connie… ¿la recuerdas del baloncesto?
– Claro. -Lucy asintió, y luego le hizo señas-. ¡Hola, Connie!
– ¿Es aquella Lucy Donovan? Por Dios, chica, ven derechito para acá…
Cass ordenó un agua mineral y lima para ella y una cerveza para Lucy al joven camarero, y se unió a la conversación con varios antiguos compañeros de clase.
– No puedo creer que seas policía, -alguien en el grupo bromeó-. ¿No eras tú la que solía sacar a escondidas cervezas de aquel refrigerador en el sótano de tu tía e ibas a sentarte en el muelle y te las bebías?
– Era Lucy, -Cass negó con cara seria.
– Mentirosa, mentirosa, te va a crecer la nariz. -Lucy se rió-. He oído eso.
Cass pasó varios minutos admirando las fotografías de niños de antiguos amigos, poniéndose al día con compañeros que se habían marchado y regresado para la semana de festividades. No se dio cuenta de que tanta gente había llegado a involucrarse con esa cosa vieja escuela-nueva escuela. Para ella, era poco más de un viejo edificio cayendo, y uno nuevo levantándose. Pero por otro parte, ella no era tan sentimental como muchos.
Los recientes asesinatos fueron el principal tema de conversación, igual que quién sospechaba ella podría ser, pero como la velada se extinguía, la charla se hizo ligera, menos intensa, más personal. Señalándole a Lucy su reloj, Cass dejó en claro que era hora de irse. Fiel a su palabra, Lucy se despidió y tomó el brazo de Cass.
– Eres la mejor, ¿sabes? -Lucy le dijo-. Lo pasé tan bien. Fue divertido verlos a todos de nuevo, no sé por qué no me mantuve en contacto con las chicas. Gracias, Cassie. Te lo debo.
– Llévame a casa y estamos a mano. -Cass le lanzó las llaves del coche y Lucy las agarró con una mano.
– Pobre Cassie, cazando asesinos en serie de día, siendo arrastrada por la ciudad por su prima egoísta y chiflada de noche. -Lucy se puso detrás del volante del coche de Cass y deslizó la llave en la ignición-. Dios te recompensará por tu buena acción.
– Espero que con una buena noche de sueño.
***
Aquí y allá, en todas partes de la tienda o alrededor de la barra, compañeros de clase se habían reunido para ponerse al día con sus vidas. Justo en el interior de la tienda, un grupo de hombres de mediana edad estaban reunidos en una mesa redonda. Habían pasado la mayor parte de la noche hablando de los viejos tiempos, y poniéndose un poco al día también. Muchos de ellos se habían quedado lo suficientemente cerca las ciudades de la costa para volver cada verano con sus propias familias, a menudo volviendo a las mismas casas en las que habían crecido. Algunos todavía vivían en esas ciudades. Otros habían dejado la costa de Jersey para buscar fortuna en otros lugares.
En grupos de tres y cuatro, se esforzaban por ser escuchados por encima de la música, que era más alta cerca de los altavoces.
– Howard, ¿qué está haciendo tu hermana estos días?
– Oye, Ebberle, ¿es tu Corvette el que está estacionado ahí fuera? ¿Estás tratando de recuperar tu juventud o qué?
– ¿Viste a Debbie Ellis? ¿Creen que se hizo un lifting?
– Echa un vistazo al pedrusco que la joven esposa del viejo Paulie luce. Sabes que nunca le dio a Patsy una piedra así de grande…
Él se encontraba a medio camino entre la mesa y la barra, escuchando a algunos ociosos charlando, cuando la vio, y su corazón dejó de latir en su pecho.
– … por lo que dije, escucha, Hal, me puedes dar un mejor trato que ese por ese barco. Tú sabes que ha estado en dique seco por… Oye, amigo, ¿Estás bien?
Su compañero le dio un toque en la espalda.
– Te has quedado blanco como una hoja, como si hubieses visto un fantasma.
El amigo siguió su mirada a través de la barra.
– ¿Estás mirando a la muchacha de Bob Burke? Sí, ella es policía aquí en Bowers Inlet ahora. Y condenadamente buena, también. He oído que ha ganado todo tipo de elogios. Vive en la antigua casa de Marshall en Brighton, la vieja señora Marshall se la dejó a ella y a su prima.
– Es hermosa. Se parece tanto a su madre. -Él de alguna manera logró sacar las palabras.
– Oh, no, no. Estás mirando a la otra muchacha. Esa es la prima, la hija de Kimmie Donovan. Debes recordar a Kimmie si recuerdas a Jenny. ¿Las hermanas Marshall? Ellas iban unos diez, tal vez quince años, más o menos delante de nosotros, no recuerdo exactamente. Kimmie se casó con Pete Donovan… ¿él que corría coches los domingos por la noche en la laguna Lane?
Él no podía apartar sus ojos de ella.
– Pero tienes razón, hombre, es increíble como la muchacha de Kimmie se parece a Jenny. Es todo ese pelo oscuro. Muchacho, era guapa, esa Jenny Marshall. Es una lástima, no fue ella, ella y Bob… ellos tenían a otra hija que fue asesinada, también. Bastardo. Aniquiló a toda la familia, o lo intentó. Cassie tuvo la suerte de salir de allí con vida, eso es seguro. Maldita sea. Espero que el cabrón de Wayne Fulmer se pudra en el infierno por lo que hizo a esa familia. Oí que murió unos diez años atrás, todavía en prisión. Cáncer de estómago, oí. Espero que sufriera. Espero que sufriera horrorosamente. Él no recibió el castigo que merecía, sí me preguntas. -El compañero tomó un largo trago de su cerveza.
»Ellos deberían habérnoslo entregado a nosotros, ¿sabes? Habríamos sabido que hacer con aquel bastardo, después lo que les hizo a Jenny y Bob y a esa niña suya. Muchacho, fue un verano para recordar, ¿no? Primero ese demente de Fulmer se vuelve loco y casi acaba con los Burkes, luego todas esas mujeres asesinadas. Maldito Estrangulador de Bayside. -Tomó otro trago de su cerveza-. Tremendas cosas para que la ciudad sea recordada, ¿verdad? Y ahora es un déjà vu de nuevo, como dicen. Le dije a mi hija que no vaya a ningún lugar sin otras tres o cuatro chicas y un par de chicos, mientras estamos aquí. Uno nunca sabe lo que ese cabrón puede estar pensando…
Читать дальше