Lauren se levantó, luchando con sus emociones y dejó escapar casi un sollozo:
– ¡Quiero que esto se termine ya! Que todo vuelva a ser como antes.
Iba a decir algo más pero su hermana le puso una mano en el brazo, silenciándola.
– No pasa nada -dijo Duncan, y todos permanecieron callados unos instantes.
Después Megan se levantó empuñando la pistola del 45.
– ¿Saben qué no dejo de pensar? -caminó hacia donde estaban las gemelas y se arrodilló ante ellas, apoyando las manos en sus rodillas y hablando con voz suave y calmada-. Que si hacemos esto y sale mal, pasaremos el resto de nuestras vidas culpándonos. Pero si no hacemos nada, si nos fiamos de Olivia y algo se tuerce… entonces no lo soportaría. No podría vivir con eso ni un solo minuto.
Se volvió hacia Duncan sin separarse de las gemelas.
– Antes estaba pensando… recordando todas esas imágenes de la televisión de familias que están viviendo una tragedia. Siempre aparecen llorando y rodeadas de hombres vestidos de traje: policías, bomberos, abogados, médicos, soldados… lo que sea. Pero siempre es alguien de las autoridades el que intenta hacer algo y el que al final nunca consigue nada. Estas historias nunca tienen un final feliz, a no ser que lo provoques tú mismo…
Tomó aire y miró de nuevo a las gemelas.
– ¿Se acuerdan de cuando Tommy era pequeño?
Ambas sonrieron y asintieron con la cabeza.
– ¿Y de cuando lo estaba pasando tan mal?
Leía el recuerdo en los ojos de las chicas.
– Los médicos decían una cosa y luego otra, y luego otra. Nunca estaban seguros de nada, así que nos fiamos de nuestro instinto e hicimos lo que creíamos correcto. Todos juntos. Salvamos a Tommy y ahora…
– Vamos a salvarlo otra vez -contestó Duncan mirando su rifle-. ¿Sabes lo que ha sido lo peor? Que Tommy espera que vayamos a salvarlo, sabe que iremos, y me siento como si lo estuviera traicionando.
– ¿Y qué hay del abuelo? -preguntó Lauren.
Duncan rio brevemente.
– Ya sabes lo que diría: Primero dispara y después pregunta. Después que la ley se ocupe de los detalles.
Megan recordó a su padre. Si estuviera aquí, pensó, eso es exactamente lo que diría. No dejaría que nadie hiciera las cosas por él. Es algo demasiado importante como para dejarlo en manos de profesionales, eso es lo que diría. Pensó en su madre y se dio cuenta de que ella habría estado de acuerdo, aunque por distintas razones: su padre mostraría una determinación propia de un soldado a punto de entrar en combate y su madre estaría igual de decidida, pero sin hacer alarde de ello.
– Escuchen -dijo Duncan en tono firme-. Puede que esto sea una locura, pero no está mal pensado. Es la única oportunidad que tenemos de sorprenderlos y ésa es nuestra gran ventaja. Olivia cree que nos tiene acobardados y que vamos a seguirle el juego, pero se equivoca.
Hizo una pausa y después sonrió.
– Lo que no soportaría es saber que no hemos hecho nada. En mi lápida quiero que diga: «Estaba loco, pero al menos lo intentó».
– ¡Papá! -exclamó Lauren-. ¡Eso no tiene gracia! -Pero es cierto -respondió Duncan. Hubo otro silencio antes de que Lauren hablara nuevamente.
– Es verdad -dijo-. Ahora nos toca a nosotros. Se levantó y abrazó a su padre mientras Karen miraba a Megan.
– Repasemos el plan otra vez -dijo.
Megan respiró con fuerza como si inhalara aire caliente y señaló con el dedo un dibujo de la casa y del terreno circundante.
– Detrás de la casa el terreno se inclina y llega hasta el bosque. Ustedes dos llevarán las escopetas y esperarán allí cubriendo la puerta trasera. Tu padre y yo iremos por la delantera.
– ¿Qué tenemos que hacer exactamente? -preguntó Karen.
– No lo sé en realidad -replicó Megan-. Básicamente, evitar que ninguno se escape en esa dirección, en especial Tommy o el abuelo. Usen el sentido común y no traten de disparar. Limítense a agachar la cabeza y no dejen de vigilar la puerta trasera. Yo creo que la acción será en la parte de adelante, pero…
Duncan tomó el relevo:
– No quiero que ninguna de ustedes se arriesgue en lo más mínimo, sobre todo en un tiroteo. Las armas son el último recurso, ¿entendido? Sólo como protección, así que manténganse agachadas. Mamá dice que hay un muro de piedra, así que quédense detrás de él.
Miró a Megan y vaciló. Pensó en las diferencias entre hijos e hijas. Si fueran chicos, pensó, probablemente estarían deseando luchar, pero no estarían tan serenos ni serían tan de fiar.
– Tal vez… -empezó a decir.
– ¡De ninguna manera! -lo interrumpió Lauren.
– ¡Estamos juntos en esto! -casi gritó Karen-. No nos vamos a quedar afuera.
Megan levantó una mano en gesto conciliador y miró fijamente a Duncan.
– La puerta trasera -dijo-. No entiendo mucho de estas cosas, pero sé que tenemos que cubrir esa parte. Si no, podrían escapar por allí. Alguien tiene que vigilar.
Duncan dejó escapar un suspiro de asentimiento.
– Escuchen, tienen que prometernos una cosa. Ya será bastante difícil sacar a los Tommys sin tener encima que estar preocupándonos por ustedes. Si se expusieran a algún peligro nos volveríamos locos y arriesgaríamos toda la operación. Así que manténganse escondidas, fuera de la vista. Limítense a vigilar la maldita puerta trasera y asegúrense de que estamos cubiertos por ese lado. ¿Entendido?
– Sí -contestaron al unísono.
– Nada de riesgos, maldita sea, ¡pase lo que pase!
– Lo entendemos.
– Incluso si su madre o yo estamos en peligro, quédense donde están.
– ¡Que sí, papá!
– De acuerdo -dijo Duncan. Sonaba atemorizado. Lauren en cambio estaba considerablemente más animada:
– Así que, mientras nosotras no hacemos nada, ¿qué harán ustedes?
Megan sonrió:
– Su padre me cubrirá con el rifle mientras yo entro por la puerta delantera…
– Megan, ¿estás segura?
– Totalmente -lo interrumpió ella-. Lo he repasado un millón de veces. Lo más probable es que no le acierte a nadie con ese rifle, así que no serviría de nada que te cubriera. Y soy más rápida que tú, aunque no te guste admitirlo, y un blanco más pequeño, llegado el caso. Además sé exactamente cómo será el interior de la casa. Así que yo entraré primero.
– Mamá, ¿estás segura de que están en el ático?
– Sí, acuérdense de la grabación de Tommy que nos puso Olivia. Decía que no le gustaba estar allí arriba. Así que ahí es donde están.
– ¿Y qué pasará una vez que estés dentro? ¿Y si la puerta está cerrada?
Megan levantó el cuchillo de caza.
– Esto es para la cerradura -dijo-. Y una vez que haya entrado, su padre me seguirá y yo lo cubriré con la pistola. Todo debería resultar fácil, aún será de noche y estarán dormidos. Entraremos y los sorprenderemos. Eso es todo.
– Un despertar algo brusco -añadió Duncan.
– Suena fácil.
– Lo será, si los agarramos desprevenidos.
– Eso, desde luego -dijo Lauren en tono de enfado. Después se frotó los ojos como si quisiera secarse las lágrimas derramadas durante toda la semana, tomó una escopeta del suelo y la empuñó-. Mamá, explícame otra vez cómo funciona este artefacto.
PARTE 12. La puerta de atrás
Los rayos de luz de la aurora rasgaban la oscuridad del bosque como afiladas cuchillas. Había helado durante la noche y los campos y las hojas y ramas de los árboles estaban cubiertos por una fina capa de escarcha. Podían ver su aliento mientras avanzaban entre los árboles, como bocanadas de humo en un paisaje gris. Llevaban puestos los trajes de camuflaje que Megan había comprado el día anterior y sus siluetas se confundían con las sombras y los colores difusos del amanecer. Cada una de las gemelas llevaba una escopeta, Duncan, el rifle semiautomático y Megan se había metido la pistola en el cinturón junto con el cuchillo de caza. Avanzaban en fila india con Megan a la cabeza, después las gemelas y Duncan en último lugar. Caminaban despacio y en silencio, deteniéndose a cada momento a escuchar el vacío que los rodeaba y después reanudando la marcha cuidando de no hacer ruido con sus pisadas. Conforme atravesaban el bosque crecía su sensación de estar dejando atrás todo lo que habían conocido y amado hasta entonces, e internándose en un nuevo mundo: un lugar frío e inquietante.
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