A su espalda oyó a Olivia gritar:
– ¡Voy a disparar! ¡Voy a disparar!
Pero la ignoró y siguió corriendo hacia la ventana. Una vez allí intentó desesperadamente abrirla. Veía el tejado del piso inferior y, más allá, una línea de árboles bajo un cielo gris y nublado. Escuchaba su propia respiración y se asustó, como si procediera de otro lugar. Se dio cuenta de que tenía varias personas a su espalda y podía sentir su furia.
Hubo una gran explosión cuando una de las armas se disparó. El ruido hizo retroceder y caer al suelo a Tommy en medio en una nube de polvo y astillas procedentes de la pared.
Estoy muerto, pensó, pero inmediatamente se dio cuenta de que no era así. Podía oír a su abuelo bramando furioso:
– ¡Déjalo en paz, sádica! ¡Si lo tocas te mataré!
Y el grito de contestación de Olivia:
– ¡Quítate de en medio, viejo, o te dispararé a ti!
Las voces parecían mezclarse, gritos de dolor, de ira e insultos llenaban la habitación mezclados con el olor a pólvora. De pronto se dio cuenta de que él también estaba chillando una sola cosa: ¡A casa!
Se puso de pie esquivando las manos que intentaban sujetarlo y tomó una silla y apuntó con ella a la ventana, pensando: ¡rómpela y salta! Pero entonces una mano lo agarró del cuello y lo hizo retroceder; otras manos le sujetaron los brazos y lo obligaron a bajarlos y soltar la silla, que cayó al suelo con un fuerte ruido. Un aliento caliente y furioso le quemaba la cara como si fuera sangre. Era consciente de que lo estaban zarandeando, pegando y dando patadas como si fuera un felpudo. Por un segundo alcanzó a mirar por la ventana y vio un trozo de cielo azul que asomaba brevemente detrás de una nube para enseguida desaparecer, y pensó: Valió la pena sólo por ver eso, no importa si me pegan. Se hizo un ovillo intentando protegerse de los golpes, cerró los ojos y se tapó los oídos con las manos para no oír todas las voces que le gritaban. Se dijo: Ahora me matarán. Esperaba que su abuelo contara al resto de la familia que al menos había intentado escapar y se imaginó que estarían orgullosos de él. En medio de todo aquel ruido y tumulto distinguió su voz profunda, tratando de defenderlo, lo que lo consoló un poquito antes de poner los ojos en blanco y perderse en su oscuridad particular.
***
Megan se balanceaba atrás y adelante en su silla de la oficina, incapaz de estarse quieta y pensando en Olivia.
Recordó su voz, que tenía una profundidad inusitada, una masculinidad gutural que intimidaba a las mujeres y fascinaba a los hombres. Recordó su gran mata de pelo y su belleza altiva. Sabía muy bien dónde residía su gran talento: era capaz de urdir el plan más descabellado y hacerlo parecer un juego de niños. La invadió una furia repentina y sintió deseos de dar un puñetazo a la mesa. ¿Cómo pude ser tan obtusa?, se preguntó.
Porque no era más que una niña.
Recordó la casa de Lodi. Debería haberme marchado de allí y arrastrado a Duncan conmigo. Debería haber dicho algo, pero Olivia siempre tenía respuestas para todo. Era como si nadie tuviera nada que decir respecto a sus planes; todo tenía que hacerse según sus deseos o, si no, no hacerse. Se recordó repasando con ella la ruta de huida una y mil veces hasta que se aprendió todo de memoria, incluso la duración de los semáforos. Una de las veces había tratado tímidamente de sugerir una calle alternativa, pero Olivia no quiso ni oír hablar de ello. Y sin embargo, pensó Megan, lo hicimos todo mal, practicamos cosas innecesarias y memorizamos instrucciones que luego no sirvieron para nada. En realidad no sabíamos lo que hacíamos, por mucho que Olivia pretendiera que todo estaba planeado al detalle. Fue todo un espejismo.
Alguien llamó a la puerta y ésta se abrió. Dos de los otros agentes inmobiliarios estaban poniéndose los abrigos en el pasillo. Uno de ellos dijo:
– Megan, ¿vienes a comer?
Megan negó con la cabeza.
– No, gracias. Voy a tomar un yogur aquí en el despacho.
– ¿Seguro que no quieres venir?
– Gracias, pero no.
La puerta se cerró y ella volvió a sus recuerdos. Pensó de nuevo en la casa de Lodi; era un lugar odioso, sucio y decrépito y desvencijado, pero todos pensábamos que era especial porque vivíamos continuamente engañados. Recordó ir en coche con Olivia a ver al casero, a quien Olivia había pagado el alquiler de dos meses por adelantado y con quien había coqueteado ligeramente. Entonces se acordó de la importancia que daba Olivia a las apariencias; parecían una pareja de chicas hippies con sus novios también hippies. Olivia había insistido en que Megan se quitara el sujetador y llevara una amplía blusa estampada. Chiquillos inofensivos, defensores de la paz, del amor y de las flores que, como mucho, fumaban marihuana de vez en cuando o se tomaban una pastilla de ácido. Recordó cómo Olivia los había aleccionado sobre cómo hacerse pasar por alguien distinto; según ella, ésa era la clave del plan. También recordó al casero, un hombre cordial de mediana edad que se sonrojó hasta las orejas cuando coquetearon con él y que parecía encantado con las atenciones que le demostraba aquella pareja de traviesas muchachas. Lo engatusaron por completo.
De pronto se enderezó en su silla. Recuerdos fragmentados y retazos de conversaciones la asaltaron.
¿Por qué Lodi? ¿Por qué era tan importante vivir allí?
Allí era donde estaba el banco.
¿Y por qué aquella casa?
Porque Olivia insistía en alojarse en el mismo lugar donde harían el robo. Quería que la base de operaciones estuviera cerca del escenario del delito.
¿Por qué?
Para estudiar el lugar, para aprender todo lo que pudiera del banco y de las entregas de dinero procedente de la planta química.
¿Por qué?
Para que Olivia siempre tuviera el control. Así podría adelantarse a cualquier imprevisto; eso era para ella de importancia capital.
¿Qué quiere decir eso?
Que lo sabe todo. Lleva tiempo planeando esto y aquí. Conoce la rutina de Duncan en el banco y la hora a la que las gemelas vuelven del instituto. También tenía que saber cuándo recoge el juez a Tommy del colegio y cuándo vuelve a casa en autobús. Sabe dónde está mi despacho y adónde voy a comer. Y sabe todas esas cosas porque no ha cambiado; es la misma Olivia de siempre, sólo que esta vez nosotros somos su objetivo en vez del banco, y nos está estudiando.
Así que ¿dónde está?
En una casa parecida a la de Lodi, la habrá alquilado hace dos o tres meses, pagando en efectivo y haciéndose pasar por otra persona.
Está cerca de aquí, no tanto como para que podamos verla, pero sí lo suficiente como para poder vigilarnos. Está en una casa desde donde puede venir a vernos cuando quiere y sentirse segura cuando no lo hace, donde puede mantener escondidos a mi padre y a Tommy, pero no muy lejos de aquí, eso seguro.
Se levantó como en trance, abrumada por lo evidente de sus conclusiones y se dirigió hacia la estantería situada en el rincón del despacho y sacó varias carpetas. Cada una llevaba escrito en letras doradas: GUÍA DE DIRECCIONES DE GREENFIELD -Greenfield, Westfield, Deerfield, Pelham, Shuttesbury, Sunderland y zonas rurales -JULIO/AGOSTO, SEPTIEMBRE/ OCTUBRE, NOVIEMBRE/DICIEMBRE, VENTA Y ALQUILER.
Se sentó despacio y abrió el cajón superior, de donde sacó un mapa detallado, que extendió sobre la mesa; a continuación tomó un lápiz bien afilado, acariciando su punta e imaginando que era una espada. Sacó una libreta de notas y sostuvo el lápiz sobre ella. Entonces hizo una pausa, atenta al silencio que la rodeaba.
Estás muy cerca, Olivia. Te conozco como si fueras yo, sólo que no me había dado cuenta hasta ahora. No has previsto todo hasta el último detalle como te imaginas; hay un elemento en esta ecuación que no has tenido en cuenta.
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