Jeffery Deaver - La silla vacía

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Lincoln Rhyme, está en un centro universitario especializado en neurología a la espera de una operación que podría mejorar su estado. Cuando le piden que colabore con la policía de Tanners Corner, una pequeña ciudad de Carolina del Norte, en la búsqueda de una chica secuestrada, no sabe que al aceptar pondrá en peligro su vida y la de su colega Amelia Sachs.
El secuestrador es un chico conflictivo, cuyos padres han muerto en un misterioso accidente automovilístico. Es además muy aficionado a los insectos. Su forma de vida hace que se le culpe de todas las cosas extrañas que han ocurrido en la ciudad, incluidas algunas muertes. Desde un laboratorio improvisado, Lincoln, se enfrenta a la impaciencia de la justicia por resolver este nuevo y espeluznante caso.

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– ¿Si lo vio por qué no se lo dijo a nadie?

– Le describí el muchacho a la doctora. Y dijo que parece que él también se envenenó esa noche. Justo lo suficiente para provocarle MCS, sensibilidad química múltiple. Pérdida de memoria, daño cerebral, reacción aguda a otros productos químicos en el aire y el agua. ¿Recuerdas las ronchas en su piel?

– Seguro.

– Garrett piensa que se debe a la hiedra venenosa pero no es así. La doctora me dijo que las erupciones en la piel constituyen un síntoma clásico de MCS. Aparecen cuando uno se expone a pequeñas cantidades de sustancias que no afectarían a nadie más. Hasta el jabón o el perfume pueden causar una erupción en estas personas.

– Tiene sentido -dijo Bell. Luego, con el ceño fruncido, añadió-: Pero si no tienes ninguna evidencia concreta todo lo que hacemos es especular.

– Oh, debería mencionar -Rhyme no pudo resistirse a sonreír levemente, la modestia nunca fue una cualidad de la que pudiera alardear- que tengo una evidencia concreta. Encontré los cuerpos de la familia de Garrett.

Capítulo 41

En el Albemarle Manor Hotel, a cien metros de la cárcel del condado de Paquenoke, Mason Germain no esperó el ascensor y subió por las escaleras cubiertas por una desgastada alfombra marrón.

Encontró el cuarto 201 y golpeó.

– Está abierto -contestó una voz.

Abrió la puerta lentamente y entró en un cuarto rosa bañado por la luz del sol color naranja. Dentro hacía un calor insoportable. Mason no pudo imaginar que al ocupante del cuarto le gustara aquella temperatura, de manera que dedujo que o era demasiado perezoso para encender el acondicionador de aire o demasiado estúpido para saber cómo funcionaba. Lo que aumentó sus sospechas.

El hombre de color, delgado y con piel particularmente oscura, vestía un traje negro arrugado, que parecía por completo fuera de lugar en Tanner's Corner. Quieres atraer la atención, ¿por qué no?, pensó Mason con desdén. Malcom Maldito X.

– ¿Tú eres Germain? -preguntó el hombre.

– Sí.

Tenía los pies sobre una silla y cuando retiró la mano de una copia del Charlotte Observer , sus largos dedos sostenían una pistola automática.

– Eso contesta una de mis preguntas -dijo Mason-. Si tenías o no un arma.

– ¿Cuál es la otra? -preguntó el hombre del traje.

– Si sabes cómo usarla.

El hombre no dijo nada pero marcó con cuidado un párrafo del artículo periodístico que estaba leyendo, usando un lápiz romo. Parecía un escolar de tercer grado luchando con el alfabeto.

Mason lo estudió nuevamente, sin decir una palabra, luego sintió un irritante hilo de sudor que bajaba por su cara. Sin pedir permiso al hombre, se dirigió al baño, cogió una toalla y se enjugó la cara con ella. Luego la dejó caer en el suelo.

El hombre rió, de una manera tan irritante como las gotas de sudor, y dijo:

– Tengo la clara impresión de que a ti no te gustan los de mi tipo…

– No, creo que no -respondió Mason-. Pero si sabes lo que haces, lo que a mi me guste o me deje de gustar no tiene importancia.

– Totalmente cierto -respondió el negro con frialdad-. Entonces, dime. No quiero estar aquí más tiempo del necesario.

Mason continuó:

– Así están las cosas. En estos momentos Rhyme está hablando con Jim en el edificio del condado. Y esa Amelia Sachs, está en la cárcel, calle arriba.

– ¿Dónde deberíamos ir primero?

Sin vacilar, Mason dijo:

– La mujer…

– Entonces, eso es lo que haremos -aseveró el hombre, como si hubiera sido idea suya. Guardó el arma, colocó el periódico sobre la cómoda y, con una cortesía que Mason pensó que era más burla que otra cosa, prosiguió-: Después de ti -e hizo un gesto hacia la puerta.

* * *

– ¿Los cuerpos de los Hanlon? -preguntó Jim Bell a Rhyme-. ¿Dónde están?

– Allí -dijo Rhyme. Señaló la pila de huesos que habían salido de la mochila de Mary Beth-. Ésos son los restos que Mary Beth encontró en Blackwater Landing -dijo el criminalista-. Ella pensó que eran los huesos de los sobrevivientes de la Colonia Perdida. Pero tuve que decirle que no son tan antiguos. Parecen deteriorados pero eso se debe a que fueron parcialmente quemados. He trabajado mucho en antropología forense y supe enseguida que han estado enterrados sólo cinco años, el tiempo transcurrido desde que mataron a la familia de Garrett. Son los huesos de un hombre de treinta y pico años, de una mujer de la misma edad que tuvo hijos y de una niña de diez. Coincide perfectamente con la familia de Garrett.

Bell los miró.

– No entiendo.

– La propiedad de la familia de Garrett estaba en Blackwater Landing, justo al lado de la ruta 112 desde el río. Mason y Culbeau envenenaron a la familia, luego quemaron y enterraron los cuerpos. Hundieron el coche en el agua. Davett sobornó al juez de instrucción para que redactara un informe falso y pagó a alguien de la funeraria para que simulara cremar los restos. Te garantizo que las tumbas están vacías. Mary Beth debe de haber mencionado a alguien que encontró unos huesos y la noticia llegó hasta Mason. Pagó a Billy Stail para que fuera a Blackwater Landing a matarla y a robar la evidencia, los huesos.

– ¿Qué? ¿Billy?

– Sólo que Garrett estaba allí, vigilando a Mary Beth. Tenía razón, sabes: Blackwater Landing es un lugar peligroso. La gente muere allí, recuerda los otros casos de los últimos años. Sólo que no fue Garrett quien los mató. Fueron Mason y Culbeau. Los asesinaron porque habían enfermado con el toxafeno y comenzaron a hacer preguntas acerca de la causa. Todos en la ciudad conocían al Muchacho Insecto de manera que Mason o Culbeau mataron a esa otra chica, Meg Blanchard, con el nido de avispas para que pareciera que Garrett era el asesino. A los otros los golpearon en la cabeza y luego los arrojaron al canal para que se ahogaran. A la gente que no hizo preguntas cuando enfermó, como el padre de Mary Beth o Lucy, la dejaron tranquila.

– Pero las huellas dactilares de Garrett estaban en la pala… el arma del crimen.

– Ah, la pala -musitó Rhyme-. Hay algo muy interesante en esa pala. Me equivoqué otra vez… Había dos conjuntos de huellas en ella…

– Es verdad. Las de Billy y las de Garrett.

– ¿Pero dónde estaban las de Mary Beth? -preguntó Rhyme.

Los ojos de Bell se achicaron. Asintió.

– Cierto. No había ninguna de ella.

– Porque no era su pala. Mason se la dio a Billy para que la llevara a Blackwater Landing, después de quitar sus propias huellas, por supuesto. Pregunté a Mary Beth sobre el asunto. Me dijo que Billy salió de los matorrales con la pala. Mason imaginó que sería el arma del crimen perfecto, porque como arqueóloga, Mary Beth probablemente llevaría con ella una pala. Bueno, Billy llega a Blackwater Landing y ve a Garrett con la chica. Piensa en matar también al Muchacho Insecto. Pero Garrett le quitó la pala y golpeó a Billy. Pensó que lo había matado. Pero no lo hizo.

– ¿Garrett no mató a Billy?

– No, no, no… Únicamente golpeó a Billy dos o tres veces. Lo desmayó pero no lo lesionó seriamente. Luego Garrett llevó con él a Mary Beth a la cabaña de los destiladores ilegales. Mason apareció primero en la escena. Lo admitió.

– Es cierto. Él cogió la llamada…

– Es mucha coincidencia que estuviera tan cerca, ¿no crees? -preguntó Rhyme.

– Creo que sí. No lo pensé en su momento.

– Mason encontró a Billy. Levantó la pala, con los guantes de látex puestos, y golpeó al muchacho hasta que murió.

– ¿Cómo lo sabes?

– Por la posición de las huellas de látex. Hice que Ben volviera a examinar el mango de la pala hace una hora con una fuente alternativa de luz. Mason sostuvo la pala como un bate de béisbol. No es la forma en que alguien cogería una evidencia en la escena de un crimen. Y modificó varias veces la posición de las manos para hacer palanca mejor. Cuando Sachs estuvo en la escena del crimen informó de que la forma de las manchas de sangre demostraban que primero Billy recibió un golpe en la cabeza y cayó al suelo. Pero todavía estaba vivo. Hasta que Mason lo golpeó en la nuca con la pala.

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