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Jeffery Deaver: La silla vacía

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Jeffery Deaver La silla vacía

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Lincoln Rhyme, está en un centro universitario especializado en neurología a la espera de una operación que podría mejorar su estado. Cuando le piden que colabore con la policía de Tanners Corner, una pequeña ciudad de Carolina del Norte, en la búsqueda de una chica secuestrada, no sabe que al aceptar pondrá en peligro su vida y la de su colega Amelia Sachs. El secuestrador es un chico conflictivo, cuyos padres han muerto en un misterioso accidente automovilístico. Es además muy aficionado a los insectos. Su forma de vida hace que se le culpe de todas las cosas extrañas que han ocurrido en la ciudad, incluidas algunas muertes. Desde un laboratorio improvisado, Lincoln, se enfrenta a la impaciencia de la justicia por resolver este nuevo y espeluznante caso.

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– Siga.

Rhyme continuó:

– Quien lo contrató no le iba a pagar con un talón, por supuesto, sino en efectivo. La policía Kerr fue a la casa de los padres de Billy Stail, quienes le dieron permiso para examinar su cuarto. Descubrió diez mil dólares escondidos bajo el colchón.

– ¿Qué tiene que ver…?

– ¿Por qué no me deja terminar el relato? -preguntó Rhyme al abogado.

El juez dijo:

– Buena idea, señor Rhyme. Pienso que el abogado ha trabajado bien los preliminares.

– Por sugerencia de la oficial Kerr, hice un análisis del borde de fricción, es un examen de las huellas dactilares, de los billetes primero y último del fajo. Encontré un total de sesenta y una huellas latentes. Aparte de las huellas de Billy, dos de esas huellas resultaron ser de una persona involucrada en este caso. La policía Kerr consiguió otra orden judicial para allanar la casa de esa persona…

– ¿También la examinó? -preguntó el juez.

Rhyme contestó con una paciencia forzada:

– No, no lo hice. No era accesible para mí. Pero dirigí la investigación, que fue hecha por la policía Kerr. Dentro de la casa encontró un recibo por la compra de una pala idéntica al arma del crimen y ochenta y tres mil dólares en efectivo, sujetos con unas fajas idénticas a las encontradas alrededor de los dos fajos de billetes en la casa de Billy Stail -teatral como siempre, Rhyme había dejado lo mejor para el final-. La policía Kerr también encontró fragmentos de huesos en la barbacoa de la parte posterior de la casa. Estos fragmentos concuerdan con los huesos de la familia de Garrett Hanlon.

– ¿A quién pertenece la casa de la que habla?

– Al policía Jesse Corn.

De los asientos de la sala de audiencias se elevó un acentuado murmullo. El fiscal siguió impasible, pero se irguió apenas y sus zapatos se movieron sobre el suelo de mosaicos. Susurró a sus colegas, mientras consideraban las implicaciones de la revelación. En la galería los padres de Jesse se miraron, conmovidos; la madre sacudió la cabeza y comenzó a llorar.

– ¿Adonde quiere ir a parar exactamente, señor Rhyme?

Rhyme se resistía a decir al juez que la conclusión era obvia. Dijo:

– Señoría, Jesse Corn era uno de los individuos que conspiraron con Jim Bell y Steve Farr para matar a la familia de Garrett Hanlon hace cinco años y luego para matar a Mary Beth McConnell el otro día.

Oh, sí. Esta ciudad tiene algunas avispas.

El juez se reclinó en su sillón.

– Esto no tiene nada que ver conmigo. Ustedes dos deben arreglarlo. -Señaló con la cabeza a Geberth y al fiscal-. Tienen cinco minutos, luego ella puede aceptar el arreglo de la alegación o fijo la fianza y doy fecha para el juicio.

El fiscal le dijo a Geberth:

– No significa que no haya matado a Jesse. Aun si Corn era otro de los conspiradores, sigue siendo la víctima de un homicidio.

Ahora le tocó al norteño poner los ojos en blanco.

– Oh, vamos -soltó Geberth, como si el fiscal del distrito fuera un estudiante atrasado-. Lo que significa es que Corn estaba operando fuera de su jurisdicción como policía y que cuando se enfrentó a Garrett era un criminal armado y peligroso. Jim Bell admitió que planeaban torturar al chico para encontrar el paradero de Mary Beth. Una vez que la hubieran encontrado, Corn habría llegado con Culbeau y los otros para matar a Lucy Kerr y los demás policías.

Los ojos del juez se movían de derecha a izquierda lentamente mientras asistía a aquel partido de tenis sin precedentes.

El fiscal:

– Yo sólo puedo concentrarme en el crimen al que nos referimos. Si Jesse Corn iba a matar a alguien o no, no tiene importancia.

Geberth sacudió lentamente la cabeza. El abogado dijo al secretario del tribunal:

– Suspendemos la sesión. Esto queda fuera del acta -luego se dirigió al fiscal-: ¿Qué sentido tiene seguir? Corn era un asesino.

Rhyme se le unió y habló con el fiscal:

– Lleve esto a juicio ¿y qué piensa que sentirá el jurado cuando demostremos que la víctima era un policía corrompido que planeaba torturar un chico inocente para encontrar a una jovencita y luego matarla?

Geberth cotinuó:

– No quiere esta muesca en su pistola. Tiene a Bell, tiene a su cuñado, al juez de instrucción…

Antes de que el fiscal pudiera protestar nuevamente, Rhyme levantó la vista hacia él y dijo en voz baja:

– Le ayudaré…

– ¿Qué? -preguntó el fiscal.

– Usted sabe quién está detrás de todo esto, ¿verdad? ¿Sabe quién está matando a la mitad de los residentes de Tanner's Corner?

– Henry Davett -dijo el fiscal-. He leído los expedientes y las declaraciones.

Rhyme preguntó:

– ¿Y cómo va el caso contra él?

– Mal. No hay evidencias. No hay relación entre él y Bell, nadie de la ciudad. Utilizó intermediarios y todos callan o están fuera de mi jurisdicción.

– Pero -dijo Rhyme-, ¿no le gustaría cogerlo antes de que más gente muera de cáncer? ¿Antes que más niños enfermen y se suiciden? ¿Antes que más bebés nazcan con defectos genéticos…?

– Por supuesto que sí.

– Entonces me necesita a mí. No encontrará a ningún criminalista de este Estado que pueda incriminar a Davett. Yo puedo. -Rhyme miró a Sachs. Podía ver lágrimas en sus ojos. Sabía que el único pensamiento que ocupaba su mente era que, la mandaran o no a la cárcel, no había matado a un inocente.

El fiscal lanzó un profundo suspiro. Luego asintió. Rápidamente, como si pudiera cambiar de decisión, dijo:

– De acuerdo -miró al juez-. Señoría, en el caso del Pueblo contra Sachs, el Estado retira todos los cargos.

– Así queda establecido -dijo un juez aburrido-. La acusada puede irse. Siguiente caso -ni siquiera se molestó en bajar el martillo.

Capítulo 45

– No sabía si aparecerías -dijo Lincoln Rhyme.

Estaba sorprendido de verdad.

– Yo tampoco sabía si iba a venir -replicó Sachs.

Estaban en el cuarto de hospital de Rhyme, en el centro médico de Avery.

Él dijo:

– Acabo de bajar de visitar a Thom en la quinta planta. Qué extraño que en este momento tenga más movilidad que él.

– ¿Cómo está?

– Se pondrá bien. Saldrá en un día o dos. Le dije que iba a considerar la terapia física desde un ángulo completamente distinto. No le hizo gracia.

Una agradable guatemalteca, la cuidadora temporal, estaba sentada en un rincón, tejiendo un chal amarillo y rojo. Parecía soportar bien los cambios de humor de Rhyme, si bien él creía que eso se debía a que no comprendía el inglés lo suficientemente bien como para apreciar sus sarcasmos e insultos.

– Sabes, Sachs -dijo Rhyme-, cuando supe que habías sacado por la fuerza a Garrett de la cárcel, casi se me ocurre que lo habías hecho para darme la posibilidad de pensar dos veces en la operación.

Una sonrisa curvó los labios de Sachs, tan parecidos a los de Julia Roberts.

– Quizá hubo algo de eso.

– ¿De manera que ahora estás aquí para convencerme de que no lo haga?

Sachs se levantó de la silla y caminó hasta la ventana.

– Hermosa vista.

– Tranquila, ¿verdad? Fuente y jardín. Plantas. No sé de que clase.

– Lucy te lo podría decir. Conoce las plantas de la misma forma que Garrett conoce los bichos. Perdona, insectos. El bicho es sólo un tipo de insecto… No, Rhyme, no estoy aquí para convencerte de que no te operes. Estoy aquí para acompañarte ahora y estar en el cuarto de recuperación cuando despiertes.

– ¿Cambiaste de parecer…?

Ella se volvió hacia él.

– Cuando Garrett y yo estábamos huyendo, me contó sobre algo que leyó en uno de sus libros, The Miniature World .

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