– Aun así, sigo viéndome obligado a pedirle que aguarde, señor Townsend.
La mandíbula le sobresalió con más agresividad.
– ¿Por qué?
– No me satisfacen sus respuestas.
La frustración del hombre estalló cuando golpeó la mesa con la palma de la mano.
– Pues tendrá que esperar a que termine la reunión, porque solo falta que lo pierda todo por culpa de un jodido poli con complejo de poder.
– ¿Quiere consultar con un abogado, señor Townsend?
– Sí -contestó con brusquedad. Cerró de golpe la tapa del portátil y estiró el brazo para coger la americana-. Así lo haré. Hablaré con él fuera.
– Le ruego que permanezca sentado. Si trata de salir de la sala antes de que el sargento y yo volvamos, será detenido para someterlo a más preguntas y lo más seguro es que lo lleven a la comisaría de policía más cercana. Mientras tanto, estos caballeros -añadió Tyler señalando con un gesto a los agentes uniformados- le ayudarán a buscar un abogado de oficio.
– No juegue conmigo, inspector -advirtió el otro con furia-. Quiero a mi abogado.
– Me temo que el señor Rógerson no puede atenderle en estos momentos, señor Townsend. Se encuentra arrestado.
– Más vale que tengas algo bueno -comentó Tyler a Gary Butler después de que salieran al pasillo, buscando a tientas su pañuelo en los bolsillos para enjugarse el sudor de la frente-. Estoy construyendo castillos en el aire. Por ahora no me ha dicho absolutamente nada que no coincida con lo que han dicho los demás. ¿Qué te ha dicho Steve Ablett que lo convierte en un mentiroso?
Butler ya no parecía tan seguro.
– Nada importante - reconoció- y, a decir verdad, solo ha contestado a unas cuantas preguntas.
Tyler se guardó el pañuelo en el bolsillo con un suspiro.
– Está bien, desembucha.
El sargento leyó de su bloc de notas.
– Con referencia a las cámaras de seguridad instaladas en la obra: las cintas las suministra la empresa que instaló el equipo. En relación con el estado del negocio: jodido. Casi la totalidad de la plantilla fue despedida hace dos semanas. Steve Ablett y otros tres están adecentando la media docena de casas que ya han vendido para que pasen las normativas de edificación. Las estructuras sin terminar y el resto del solar se encuentran de hecho en subasta. Ablett cree que ese es el motivo de esta reunión, aunque según le informó el personal administrativo debía celebrarse el próximo sábado. -Butler señaló con la cabeza hacia la sala de juntas.
»Con referencia a la visita de Townsend ayer a la obra: no estaba programada. Por lo que Ablett tenía entendido, Townsend debía estar en Mallorca hasta finales de la semana que viene. -Volvió la página-. El tipo se presentó de improviso a la una y media aproximadamente. El propio Ablett acababa de llegar de la oficina central de Southampton, donde le habían dicho que no pagarían a nadie y que la oficina permanecería cerrada a partir del mediodía. Dijo a sus tres hombres que dejaran de trabajar y regresó a la caseta de los obreros para aclarar las cosas con su cuadrilla y dejar cerrada la operación por su lado. -Butler recorrió la página de arriba abajo con el dedo.
»Townsend llegó cinco minutos después. Inició una pelea. Acusó a Ablett de ladrón… dijo que él tenía la culpa de que la urbanización se hubiera ido a pique. Ablett lo puso de vuelta y media por no pagarle. El negocio se ha ido al traste porque el banco ha tirado de la manta y todos los proveedores han retirado sus créditos. -Butler alzó la vista-. Ablett estaba tan furioso que me extraña que no lo haya oído desde la sala, jefe. Según él, es Townsend quien tiene la culpa del recelo del banco, ya que pagó un precio muy elevado por el terreno y ahora trata de culpar a los obreros.
Tyler volvió a sacar el pañuelo y se enjugó otra vez el sudor de la frente.
– Eso es más o menos lo que me ha contado el propio Townsend… menos los detalles del banco. Lo único que demuestra todo esto es que es un mal empresario.
Butler volvió a su bloc de notas.
– Ablett me ha dicho que Townsend no tenía razón alguna para hacer esas acusaciones. Al principio del proyecto se produjeron pequeños hurtos que Ablett solucionó con las cámaras de vigilancia. Echaron a dos obreros y desde entonces no ha habido más problemas. Ablett piensa que Townsend quería simplemente montar una escena (tener una bronca con el primero que pillara por banda), porque está furioso con lo del hundimiento del negocio. Ablett era el blanco más seguro porque los acreedores habían estado rondando la oficina toda la mañana, amenazando con tumbar a Townsend si daban con él.
– Mmm. -Tyler miró a lo largo del pasillo con el ceño fruncido, en actitud reflexiva-. ¿Y Ablett sabe por qué fue Townsend a Mallorca? Esa es la pieza que no logro encajar, Gary. ¿Qué razón tendría para ir? ¿Y por qué no comprobó que tenía el medio millón en el banco antes de marcharse?
– No le he preguntado pero se ha despachado a gusto acusándole a su vez de robo. -Butler recorrió sus notas con el dedo-. Townsend tiene un montón de chanchullos para evitar el IVA y demás impuestos. Además es mal pagador, así que no es muy exigente a la hora de contratar a sus empleados. Buena parte de ellos son huéspedes habituales de la cárcel de Winchester y todos se la tienen jurada porque ven que la empresa se hunde y quieren su dinero antes de que eso ocurra. -Alzó la vista de nuevo-. Quizá decidiera desaparecer del mapa hasta recibir más financiación.
Tyler le miró con el ceño fruncido.
– Ablett ha dicho que esta reunión se ha adelantado una semana. ¿Te ha explicado por qué?
– Porque el banco se niega a pagar los salarios.
– ¿Cómo sabía Townsend que la iban a adelantar? Su vuelo de regreso estaba previsto para el próximo sábado.
– Supongo que Martin Rogerson se lo dijo.
– Mmm. -Una larga pausa-. Townsend reveló otro nombre por teléfono. Dijo que John Finch le había advertido de lo que se estaba tramando.
Butler pasó las páginas del bloc.
– En la lista de asistentes a la reunión de hoy figura un tal John Finch. Aparece en calidad de accionista. ¿Quiere que vaya a ver si ha llegado ya?
– Todavía no. -Tyler chasqueó la lengua-. Townsend dice que pasó la noche de ayer con una amiga. Afirma que dejó la videocámara y el equipaje en casa de ella. ¿Por qué haría eso? ¿Por qué no lo dejó todo en el maletero?
El sargento se dio golpecitos en los dientes con un nudillo.
– ¿Porque esperaba que lo interrogaran en un momento u otro? -aventuró Butler-. Solo un idiota llevaría encima cintas comprometedoras de Franny Gough con el aspecto de Amy Biddulph. Seguramente llevará algunos complementos en el equipaje… pelucas… vestidos de niña… cosas de esas.
– Ni se ha inmutado con las preguntas relacionadas con Franny Gough, así que debe de haberse imaginado que hemos hablado con ella… y que hemos averiguado el tipo de grabaciones que ha estado haciendo. Pero ¿cómo se ha enterado de lo de Amy? Si ha sido por la radio o la televisión, debió de conocer la noticia, como muy pronto, alrededor de las diez de anoche. Entonces ¿cómo se las habrá ingeniado para tener una coartada preparada para la hora de comer?
– Alguien le puso sobre aviso. Rogerson lo llamó al móvil.
– Rogerson dijo que lo intentó y que no había conseguido localizarlo.
– Eso suponiendo que dijera la verdad.
– Seguro que así fue. Cuando llamé a Townsend con el móvil de Rogerson y le pregunté dónde se encontraba, respondió «Inglaterra». No habría dicho eso si Rogerson hubiera sabido que ya había vuelto.
El sargento se encogió de hombros.
– Pues se enteraría por la radio. No veo el problema.
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