– ¿Y Amy lo creía?
– Es lógico. Lo único que quería era la aprobación de su padre. A veces deseaba que me hubiera pegado para poder demostrar que me maltrataba… Así tenía la autoestima, por los suelos.
– ¿Por eso le gustaba Eddy Townsend? ¿Porque hizo que recobrara su autoestima?
Laura asintió.
– Le resultó muy fácil. Solía venir a casa con frecuencia por cuestiones de trabajo, así que sabía cómo era Martin. -Otra risa ahogada-. Lo único que tuvo que hacer fue mostrarse amable para que yo lo convirtiera en santo. Es patético, ¿verdad? Tal vez Martin tenga razón… tal vez sea burra.
– O esté sola-añadió Tyler-. Todos nos hemos visto así en algún momento de nuestra vida. No debería machacarse de esa manera.
Laura volvió a apretarse los ojos con la base de las manos, en un intento por contener las lágrimas, supuso Tyler.
– Empezó a pasarse por casa cuando Martin no estaba… así empezó la historia. Luego me dijo que quería grabarme en vídeo porque no soportaba tenerme lejos… que necesitaba algo para recordar que yo lo amaba. -Se le entrecortó la voz-. ¡Dios mío! Me sentía tan halagada. ¿Puede creerlo? ¿Qué clase de pobre desgraciada se exhibiría delante de una cámara solo porque un hombre dice que la ama?
Franny Gough, pensó Tyler con aire sombrío. Era un modus operandi de órdago. Convencer a una mujer de que la amabas para luego grabarla en vídeo mientras se masturbaba. ¿Acaso llegó a preguntar alguna de ellas qué hacía con aquellas imágenes? ¿Se les pasó por la cabeza que podían acabar colgadas en internet para que millones de personas babearan con ellas?
– Hay miles que lo hacen cada día -comentó Tyler fríamente-. Y hombres también. No es nada nuevo. Sentimos fascinación por nuestros cuerpos. Los amamos. Los odiamos. La mayoría queremos saber qué aspecto tienen realmente… y eso no se puede averiguar mirándote a un espejo.
La amabilidad del hombre la destrozó. Tardó un rato en recomponerse lo suficiente para volver a tomar la palabra.
– De todos modos, debería habérmelo figurado.
– ¿El qué?
– Que no me quería a mí… sino a ella. No se cansaba de pedirle que bailara para él o que se sentara en su regazo y le contara historias. A ella le encantaba… es lo único que le gusta… hacer sonreír a la gente. Y yo solo pensaba en lo estupendo que era… en la paciencia que tenía… en su amabilidad. A Martin le ponía furioso verla presumir. Desviaba la atención de él.
– ¿Cuándo empezó a sospechar de Eddy?
Laura se pasó los dedos por el cabello, tirando de él.
– Cuando lo encontré grabándola en vídeo en el cuarto de baño -reconoció-. Eddy llevaba semanas de mal humor (nada de lo que yo hacía le complacía), y entonces lo vi mirándola… -Se quedó callada de nuevo.
– ¿Cuándo fue eso?
– Dos semanas antes de que nos marcháramos.
– ¿Por qué no se fueron enseguida?
– No estaba del todo segura, Eddy la había grabado en todas partes, sabe… jugando en el jardín, jugando en casa… siempre con la ropa puesta. Pensé que quizá mi reacción era exagerada, porque sabía la clase de vídeos que había hecho de mí. Y a Amy no parecía molestarle en absoluto… todo lo contrario la verdad… le encantaba que la grabaran en vídeo… así que no pensé que Eddy le hubiera pedido que hiciera nada malo. -Alzó la vista con una expresión de angustia en los ojos-. Debería habérmelo figurado -repitió.
– ¿Qué ocurrió entonces?
– Durante una semana, no mucho; luego empezó a tratarla mal. Una tarde después del colegio, Eddy quiso que Amy se sentara en su regazo, pero ella se negó y él le pegó. Después de aquello, cualquier excusa le valía para meterse con ella.
¿Frustración sexual?, se preguntó Tyler. ¿Le resultarían las niñas más atractivas que las sustitutas con aspecto aniñado? ¿O acaso una filmación de una niña masturbándose sería más rentable?
– ¿Le preguntó por qué?
– No -musitó.
– ¿Por qué no?
Los ojos de Laura se llenaron de lágrimas. Abrió la boca para decir algo pero las palabras parecieron quedarse amordazadas en su garganta. En lugar de hablar, se limitó a negar con la cabeza.
– ¿Tenía demasiado miedo?
Laura asintió.
– ¿De él o de lo que pudiera decir?
– Pensé que intentaría retenernos -respondió ella a duras penas.
– ¿Cómo podría haberlo hecho?
Laura negó de nuevo con la cabeza, pero no quedaba claro si era porque no quería contestar o porque no lo sabía. Tyler dejó que el silencio se prolongara.
– Amy lo quería -contestó por fin-. Si le hubiera dicho a Eddy que pensaba llevarme a Amy de allí, él se lo habría contado a ella.
– ¿Qué habría hecho ella?
– Hacerme la vida insoportable… como Martin. Se parecen mucho. -Otra larga pausa-. Mentí a Amy. Le dije que Eddy se había cansado de ella y que me había advertido que me Ia llevara de allí antes de que empezara a pegarle.
– ¿Fue entonces cuando se marcharon al hotel?
Laura pisaba terreno más firme.
– Sí.
– ¿Cómo reaccionó Amy frente a esa situación?
– Pasó unos días difíciles, pero solo porque le molestaba lo de haber dejado el colegio sin decírselo a nadie. Le preocupaba acabar sin amigos si seguíamos mudándonos de un sitio a otro… no dejaba de preguntarme por qué no podíamos regresar a Bournemouth.
– ¿No a Southampton?
– No. Nunca mencionó a Eddy.
– ¿Qué explicación le dio usted?
– Le dije que si quería volver a Bournemouth tendría que vivir sola con su padre… y dijo que prefería vivir conmigo. -Laura buscó la mirada tranquilizadora de Tyler-. Y le aseguro que no mentía. Durante el tiempo que estuvimos viviendo con Eddy, Martin no se dignó ir a ver a su hija o ponerse en contacto con ella ni una sola vez. Ella le telefoneó unas cuantas veces… pero él siempre estaba ocupado. Amy sabe que Martin no la quiere… y no desea estar con él… y sola menos… aunque esto… -dijo señalando la cocina- tampoco era lo que ella deseaba.
Sintiera lo que sintiera Tyler por Amy hasta entonces -con más objetividad que implicación, como él mismo reconocía en su fuero interno, si pretendía realizar su trabajo con eficacia-, no pudo por menos de horrorizarse ante la terrible confusión que habría atenazado a la niña. ¿Qué sería para ella el amor? ¿La resignada dependencia de los hombres que sufría su madre? ¿La indiferencia de su padre? ¿La lujuria de Townsend? ¿La amistad efímera de sus compañeros de colegio? ¿Sería para Amy una sonrisa sinónimo de afecto? ¿Bailaría y contaría historias para sentirse querida?
– ¿Trató Eddy de ponerse en contacto con ustedes después de que se marcharan de su casa? -preguntó a Laura.
– No podía. No sabía dónde estábamos.
– ¿Martin tampoco?
Laura negó con la cabeza.
– ¿Es posible que Amy le facilitara a alguno de los dos el número de aquí? ¿Escribía cartas? ¿Tenía medios para pagar una llamada o comprar un sello?
Laura cruzó los brazos sobre el pecho con firmeza y empezó a mecerse con aire apesadumbrado.
– Le dije que no lo hiciera -aseguró.
– Pero ¿no le preguntó si lo hizo?
– Yo estaba demasiado… Esperaba que… -Los ojos de Laura volvieron a llenarse de lágrimas-. Amy cree que soy tonta… y la verdad es que no soporto que me mienta.
No, pensó Tyler, prefiere engañarse a sí misma a enfrentarse a la realidad. Al menos Laura se daba cuenta de eso, pero que alguna vez llegara a perdonarse por ello era otra cuestión.
Barry dijo que no recordaba que Amy recibiera llamadas en casa, pero reconoció que, como Kimberley y él no se levantaban hasta el mediodía, quizá las hubiera recibido por la mañana antes de salir de casa. Explicó que Amy hizo al menos tres llamadas desde una cabina pública del centro durante la primera semana de las vacaciones.
Читать дальше