– ¿En qué ámbito? ¿Personal? ¿Laboral?
– En ambos. Laura dice que están siempre hablando por teléfono.
El comisario se quedó meditabundo.
– Tal vez habría que darle la vuelta a la cuestión y preguntarse por qué razón querría Townsend como abogado a un hombre al que le ha puesto los cuernos. Eso resulta más interesante, ¿no le parece? Podría ser que tuvieran más cosas en común que Amy y su madre.
– ¿Cómo qué?
– ¿Secretos? ¿Puede que sea uno de ellos quien tenga dominado al otro? ¿Dónde vive Townsend? ¿A qué se dedica su empresa?
– En Southampton. Es una constructora llamada Etstone. Rogerson nos dio las dos direcciones. Tenemos un coche en la puerta de casa de Townsend desde las nueve de la noche de ayer por si aparece la niña, y hemos hablado con los vecinos. Unos pocos recuerdan a Laura y Amy, pero ninguno tenía un trato especial con ellas. Todos coincidieron en calificar a Townsend de mujeriego («está para comérselo», fue como lo describió una mujer) y dijeron que se ausentaba a menudo de casa. Ha estado casado dos veces. Su primer matrimonio duró tres años; el segundo, solo doce meses. Ha tenido un montón de aventuras pero Laura ha sido la única novia a la que permitió mudarse a su casa. Según la misma mujer, le interesan mucho más los ligues de una noche que las relaciones serias. Gary Butler, el agente que la entrevistó, dijo que no había duda de que se trataba de una de sus ligues de una noche, cosa que a la mujer no le alegraba demasiado.
– Un cabroncete, ¿no?
– Eso parece. No hemos conseguido hablar con nadie de su oficina. El fin de semana permanece cerrada y en los contestadores no facilitan ningún número de contacto. Townsend dejó la dirección del hotel de Mallorca a su vecino más cercano por si ocurría algo, y estamos tratando de localizarlo. El gerente del hotel nos ha dicho que ha alquilado un coche y que se ha largado a una playa nudista que hay al sur. Esperan que regrese esta tarde. Volveré a intentarlo entonces.
– ¿Cree que está metido en el asunto?
Tyler negó con la cabeza.
– No veo cómo puede estarlo. Lleva fuera del país desde el martes y Amy desaparecía todos los días. Simplemente estoy atando cabos sueltos. Tal vez él pueda arrojar algo de luz sobre lo que ocurre entre los padres.
– Mmm. -El comisario lo escudriñó detenidamente por un instante-. Está perdiendo el tiempo, hijo. Rogerson estuvo en la oficina todo el día, Biddulph en la caja del supermercado y Logan conduciendo su autobús. Puede que Rogerson haya pagado a alguien para que la secuestre y la retenga hasta que las cosas se calmen… pero no tiene nada que ganar con ello. No puede coger y liberarla al cabo de un par de semanas diciendo que todo ha sido un error. No hay constancia de malos tratos y, según los profesores de Amy, es una niña equilibrada que está por encima de la media. -El comisario hizo un gesto de impaciencia-. Buscamos a un psicópata. Es la única explicación.
Tyler meneó la cabeza en un gesto de frustración.
– Entonces ¿dónde se metía la dichosa cría todos estos días? ¿Con quién estaba?
Uno de los ordenadores del centro de coordinación iba mostrando automáticamente los mensajes de la policía de otras divisiones.
– Hay disturbios en Bassindale -anunció el operario que lo manejaba a Tyler al detenerse este en su camino hacia la salida.
– ¿Por qué?
– Parece ser que están asediando a un pederasta.
– ¿Cómo se llama?
– Milosz Zelowski. -El operario repasó los mensajes de arriba abajo-. Lo trasladaron de Portisfield hace dos semanas… lo han interrogado esta mañana… registro del domicilio… protección solicitada… se informa de que los recursos policiales no dan más de sí… se rumorea que Amy fue vista anoche en la calle… más de doscientas personas lo atacan con piedras y botellas… barricadas levantadas… la agente presente en la zona no responde… el teléfono de Zelowski no funciona… situación fuera de control. -El operario alzó la vista-. Menudo dilema, señor.
– ¿Cómo?
– ¿Qué hacemos?, ¿buscamos a la niña o protegemos al pederasta? No tenemos efectivos para hacer las dos cosas.
›Mensaje de la policía a todas las comisarías
›28/07/01
›14.43
›Urbanización Bassindale
›ÚLTIMA HORA: policía desaparecida. Agente Hanson
›Visitas programadas de Hanson durante la mañana: W. Barber, 121 de Pinder Street; M. Furnow, 72 de Harrison Way; J. Derry, piso 506 de Glebe Tower
›Llamada automática de 4 min… Barber 729431/Furnow 729071/Derry 725600
›Sin respuesta
›Sin respuesta
›Sin respuesta
›Sin respuesta
›Sin respuesta
Sábado, 28 de julio de 2001.
Glebe Tower. Urbanización Bassindale
Jimmy James se quedó mirando con ira el letrero de averiado que habían puesto en las puertas del ascensor de Glebe Tower; luego, por si acaso, asestó un pesado puñetazo a la chapa llena de agujeros donde habían acribillado la pintura gris en forma de V con un pistola de aire comprimido. Jimmy andaba detrás de un tipo de la octava planta que le debía dinero, pero subir hasta su casa por la escalera le parecía demasiado. El muy mierdas le daba esquinazo desde el jueves, así que apostaba diez contra uno a que estaba fuera. Seguramente en la calle, con el resto de los imbéciles.
El edificio se veía sumido en una calma extraña e inquietante. En un sábado normal y corriente el hueco de la escalera de metal resonaba con los gritos de los niños, pero aquel día se encontraban encerrados en sus casas o siguiendo a la muchedumbre como simpatizantes de la causa. Aquella misma tarde, un poco antes, se había cruzado con un grupo de críos de siete años que gritaban cerca de la escuela donde estaban reunidos los soldados de infantería de Melanie. «Fuera los pene rastas… fuera los pene rastas…» Ni siquiera sabían lo que se suponía debían decir -«fuera los pederastas»-, menos aún lo que significaba, y dudaba que los adultos estuvieran mucho mejor informados. Aquello le deprimía. La ignorancia siempre le deprimía.
Encendió un cigarrillo y sopesó las posibilidades. No había manera de evitar lo que estaba sucediendo. Melanie había hablado de una «manifestación de protesta», pero el olor a gasolina en el aire indicaba que había algo más. Jimmy había dado un rodeo para echar un vistazo a una de las vías de salida y la encontró bloqueada con coches, algunos volcados de lado y todos ellos con la tapa del depósito reventada y el combustible extraído con sifón o derramado por el asfalto. Vio cómo los chicos llenaban botellas con gasolina y las chicas tapaban el cuello de las botellas con trapos, y no necesitó ser Nostradamus para predecir que la guerra se avecinaba. Un solo coche de policía se divisaba al otro lado de la barrera y la preocupación en el rostro de los dos agentes reflejaba la suya propia.
El pederasta no era más que un pretexto para descargar el resentimiento que bullía entre la clase marginada de Acid Row. Eran los judíos de los guetos, los negros de los barrios segregados, la gente sin posibilidades de prosperar más allá de sus fronteras. Y la ironía era que la gran mayoría eran blancos. Jimmy los comprendía hasta cierto punto -al igual que todo negro sobre la faz de la tierra-, pero también los despreciaba por su falta de voluntad para cambiar. Jimmy tenía planes para sacar de allí a Melanie y los niños… buscar un sitio en Londres donde pudiera reformarse y convertirse en alguien de provecho… o eso era lo que tenía en mente, recordó con tristeza, hasta que descubrió que ninguno de sus contactos estaba en activo aquel día.
Al menos dos de ellos habían tenido la sensatez de marcharse de la urbanización antes de que levantaran las barricadas, y el tercero se negó a abrirle la puerta. Por distintas razones, ninguno deseaba tener el menor roce con la justicia, lo que significaba hundir la cabeza hasta que pasaran los problemas. Ojos que no ven, corazón que no siente, y al día siguiente ya podrían volver a ocuparse de sus negocios. Jimmy empezaba a llegar a la misma conclusión. A aquellas alturas debería estar en un tren con dinero en la mano y algo que vender, pero a falta de una cosa y de otra no tendría más remedio que esconderse en casa de Melanie. Ya tendría tiempo de enmendarse cuando resolviera sus asuntos, pero ahora empezaba a preocuparse. Tal vez no hubiera sido tan buena idea dejar que Melanie y los críos fueran solos a la manifestación. A saber lo que los tarados de Acid Row tenían pensado para Humbert Street.
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