Peter James - Las Huellas Del Hombre Muerto

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Abby entro al elevador y las puertas se cerraron con el sonido de una pala levantando canto rodado. De pronto sintio el perfume de alguien mas y tambien de un limpiador con aroma de limon. El elevador se movio unos cuantos centimetros hacia arriba. Y ahora era demasiado tarde para cambiar de idea y salir: con el metal de las paredes presionandola, comenzo a caer por el vacio. Abby se dio cuenta de que acababa de cometer el peor error de su vida… En medio del caos de la manana del 9/11, el negociante Ronnie Wilson ve la oportunidad de su vida. Para salir de sus deudas, desaparecera y se re-inventara a si mismo en otro pais. / Abby stepped in the lift and the doors closed with a sound like a shovel smoothing gravel. She breathed in the smell of someone else's perfum, and lemon-scented cleaning fluid. The lift jerked upwards a few inches. And now, too late to change her mind and get out, with the metal walls pressing in around her, they lunged sharply downwards. Abby was about to realize she had just made the worst mistake of her life…Amid the tragic unfolding mayhem of the morning of 9/11, failed Brighton businessman and ne'er-do-well Ronnie Wilson sees the chance of a lifetime, to shed his debts, disappear and reinvent himself in another country.Six years later, the discovery of the skeletal remains of a woman's body in a storm drain in Brighton, leads Detective Superintendent Roy Grace on an enquiry spanning the globe, and into a desperate race against time to save the life of a woman being hunted down like an animal in the streets and alleys of Brighton. 'One of the most fiendishly clever crime fiction plotters'

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– ¿No ha querido correr el riesgo de dejarlos en el coche en una comisaría de policía? -Branson sonrió-. ¡Sabia decisión!

116

Octubre de 2007

Cassian Pewe ya estaba sentado a la mesa de reuniones del despacho de Jack Skerritt cuando Grace regresó de la reunión informativa. Los dos hombres evitaron mirarse.

El comisario jefe indicó a Grace que se sentara, luego dijo:

– Roy, Cassian me ha dicho que es consciente de que cometió un error de juicio al dar la orden de registrar tu casa. El equipo que estaba allí ha recibido instrucciones de marcharse.

Grace lanzó una mirada a Pewe. El hombre miraba fijamente la mesa, como un niño al que acaban de regañar. No parecía arrepentirse de nada.

– Me ha explicado que lo ha hecho para ayudarte -prosiguió Skerritt.

– ¿Para ayudarme?

– Dice que tiene la sensación de que corren gran cantidad de insinuaciones insanas a tus espaldas sobre la desaparición de Sandy. Es correcto, ¿verdad, Cassian?

Pewe asintió a regañadientes.

– Sí… mmm, señor.

– Dice que tenía la sensación de que si podía demostrar, al cien por cien, que tú no tuviste nada que ver con su desaparición, acabaría con esos comentarios de una vez por todas.

– Nunca he oído ninguna insinuación -dijo Grace.

– Con todo el respeto, Roy -dijo Pewe-, hay bastantes personas que creen que la investigación original fue un trabajo precipitado y que tú contribuíste a cerrarla prematuramente. Se preguntan por qué.

– ¿Puedes darme el nombre de alguna?

– No sería justo para ellas. Lo único que intento hacer es repasar las pruebas, utilizando las mejores técnicas y tecnología modernas de que disponemos, para exonerarte completamente.

Grace tuvo que morderse la lengua; aquel hombre era de una arrogancia increíble, pero ahora no era momento de comenzar una bronca. Tenía que irse dentro de unos minutos y ponerse en posición para el encuentro de Abby Dawson, que estaba programado a las diez y media.

– Jack, ¿podemos hablar de esto luego? No me satisface nada lo que ha dicho, pero tengo que irme.

– En realidad, pensaba que podría ser buena idea que Cassian te acompañara, en tu coche. Podría proporcionar una ayuda inestimable a tu equipo en la situación actual. -Se dirigió a Pewe-: ¿Es cierto, verdad, Cassian, que eres un negociador experto en secuestros?

– Sí, así es.

Grace apenas podía creer lo que acababa de oír. Que Dios ayudara al pobre rehén que tuviera a Pewe negociando por él, pensó.

– Entiendo -fue lo que dijo en realidad.

– También creo que sería bueno para él ver cómo funcionamos aquí en Sussex. Es evidente aquí y en la Met hay cosas que se hacen de forma distinta. Cassian, creo que podría ser un buen aprendizaje para ti observar cómo dirige una operación importante uno de nuestros agentes más experimentados.

Miró a Grace y el mensaje no podía ser más claro.

Pero Roy no estaba de humor para sonreír.

117

Octubre de 2007

Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que había estado aquí, pensó Abby mientras conducía el coche por la carretera sinuosa que subía entre campos de hierba y vastas áreas de rastrojos. Quizá fuera porque estaba más nerviosa a cada minuto que pasaba, pero los colores del paisaje parecían poseer una intensidad casi sobrenatural. El cielo era un lienzo azul vivo, con sólo algunas nubes minúsculas aquí y allí. Era casi como si llevara puestas las gafas de sol.

Agarraba con fuerza el volante, notaba el viento racheado que golpeaba el coche, intentando sacarlo de su rumbo. Tenía un nudo en la garganta y los alfileres de su estómago ardían aún con más fuerza.

Al principio, el sargento le pidió que llevara un auricular para que pudiera escuchar cualquier instrucción que tuvieran que darle. Sin embargo, cuando le dijo que Ricky había intervenido algunas de sus conversaciones anteriores, Branson decidió que era demasiado arriesgado. Pero ellos sí la escucharían, cada palabra. Lo único que tenía que hacer era pedirles ayuda y ellos actuarían, la tranquilizó.

Abby no recordaba la última vez que había rezado, pero ahora se descubrió de repente musitando una oración, en silencio. «Querido Dios, por favor, que no le pase nada a mamá. Por favor, ayúdame a superar esto. Por favor, querido Dios.»

Había un coche delante de ella, avanzando despacio, un viejo Alfa Romeo granate con dos hombres dentro; el pasajero hablaba por el móvil, imaginó. Lo siguió por una curva pronunciada a la izquierda, dejaron atrás un hotel a la derecha y el estuario del río Seven Sisters abajo. Las luces de freno del Alfa que una furgoneta de reparto cruzara un puente estrecho, luego volvió a acelerar. Ahora la carretera ascendía.

Al cabo de unos minutos, vio una señal más adelante. Las luces de freno del Alfa Romeo volvieron a encenderse, luego el intermitente derecho comenzó a parpadear.

La señal decía Centro pueblo A-259, con una flecha que señalaba en línea recta, y Paseo Marítimo Beachy Head, con una flecha que señalaba a la derecha.

Abby siguió al Alfa Romeo hacia la derecha. Siguió conduciendo a una velocidad exasperantemente lenta y miró el reloj de su coche y el de su muñeca. El primero iba un minuto atrasado, pero sabía que el suyo era preciso, lo había puesto en hora antes: las 10.25 de la mañana. Quedaban sólo cinco minutos. Estuvo tentada de adelantar, le preocupaba llegar tarde.

Entonces sonó su móvil. «Número privado.»

Contestó por el manos libres conectado al encendedor del coche que le había dado la policía para que ellos pudieran escuchar cualquier conversación.

– ¿Sí? -dijo.

– ¿Dónde coño estás? Llegas tarde.

– Llego dentro de unos minutos, Ricky. Todavía no son las diez y media. -Y añadió nerviosa-: ¿No?

– Te lo dije, a las diez y media cae por el puto precipicio.

– Ricky, por favor. Estoy llegando.

– Más te vale, joder.

De repente, vio aliviada que el intermitente izquierdo del Alfa Romeo comenzaba a parpadear y que el coche se detenía en un área de descanso. Ella aumentó la velocidad más de lo que le hubiera gustado.

Dentro del Alfa Romeo, Roy Grace observó mientras el Honda negro aceleraba por la carretera serpenteante. Cassian Pewe, en el asiento del copiloto, dijo a su teléfono seguro:

– El Objetivo Uno acaba de pasar. Está a tres kilómetros de la zona.

La voz del comisario local -el jefe de policía que dirigía la operación- contestó:

– El Objetivo Dos acaba de establecer contacto con ella. Proceded a Posición Cuatro.

– Procediendo a Posición Cuatro -confirmó Pewe. Miró el mapa de carreteras que tenía sobre las rodillas-. De acuerdo -le dijo a Grace-. Arranca en cuanto la pierdas de vista.

Grace puso el coche en marcha. Cuando el Honda desapareció tras una colina, aceleró.

Pewe comprobó que el botón de transmisión estuviera apagado y se volvió hacia su compañero.

– ¿Sabes, Roy? Lo que ha dicho el jefe es verdad. Sólo lo hacía para protegerte.

– ¿De qué? -dijo Grace mordazmente.

– Las insinuaciones son corrosivas. No hay nada peor que la sospecha dentro de un cuerpo policial.

– Menuda gilipollez.

– Si es lo que crees, lo siento. No quiero pelearme por eso.

– ¿Ah, no? No sé qué tramas, sinceramente. Por alguna razón crees que asesiné a mi mujer, ¿no? ¿De verdad crees que la habría enterrado en el jardín de mi casa? Por eso ordenaste que lo exploraran, ¿verdad? ¿Por si encontrabas sus restos?

– Ordené que lo exploraran para demostrar que no estaba allí. Para acabar con las especulaciones.

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