Robert Doherty - La Cuarta Cripta

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La Cuarta Cripta: краткое содержание, описание и аннотация

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El experimento más escalofriante de todos los tiempos está a punto de comenzar. El presidente lo ignora por completo. La prensa también. Se trata de un experimento secreto, que se está llevando a cabo en una base militar de Nuevo México y que puede resultar catastrófico. Nadie sabe nada tampoco sobre el inquietante hallazgo de un arqueólogo en la Gran Pirámide de Egipto, que puede cambiar el mundo. Lo único cierto en esta cadena de enigmas y revelaciones que hielan la sangre es que algo terrible está por ocurrir, una catástrofe que la consejera en asuntos científicos del presidente deberá evitar, cueste lo que cueste.

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– Señor, soy el capitán Henson, del cuarenta y cinco de ingeniería.

Gullick devolvió el saludo y se apeó mientras Quinn lo seguía a poca distancia.

– ¿Cuál es la situación? -preguntó Gullick.

– Todas las cargas están en su sitio. Estamos completando el cableado final. Todo estará dispuesto al amanecer. -Sostenía un detonador por control remoto del tamaño de un teléfono móvil-. Luego todo lo que tendrá que hacer será activar esto. Va conectado al ordenador que controla la secuencia de fuego. -Henson mostró el camino hacia otro vehículo que estaba aparcado bajo la red de camuflaje y mostró al general un ordenador portátil-. La secuencia es muy importante para que la roca en la pared de salida ceda de un modo controlado. Es muy parecido a lo que ocurre cuando se echan abajo edificios altos en una zona muy edificada: hacer que los escombros caigan pero que no dañen la nave.

El general tomó el mando a distancia y luego lo pasó por sus manos, como si lo acariciara.

– Vaya con cuidado, señor -dijo el capitán Henson.

Gullick bajó la mano y sacó la pistola.

– No vuelva a atreverse a hablarme de esa manera, señor. ¿Lo ha entendido? -dijo Gullick, hundiendo el cañón debajo de la mandíbula de Henson. Con el pulgar quitó el seguro. El sonido sonó fuerte en el aire limpio de la noche.

– Sí, señor -logró decir Henson.

– He tenido que tragarme esa mierda de los asquerosos civiles durante treinta años -casi gritó Gullick-. Sería un maldito si ahora tuviera que aceptar la mínima señal de falta de respeto de un hombre vestido con uniforme. ¿Queda claro?

– Sí, señor.

Quinn estaba petrificado, estupefacto ante aquel estallido.

– Cabrones. -La voz de Gullick era ahora un murmullo y, aunque todavía mantenía el arma contra el cuello de Henson, su mirada se había vuelto confusa-. He dado mi vida por vosotros -dijo Gullick en voz baja-. Todo lo he hecho… -La mirada del general volvió a ser la normal. Rápidamente guardó el arma y se volvió hacia el lado de la montaña tras el cual estaba la nave nodriza. Con un tono normal dijo-: Muéstreme las cargas.

PARQUE NACIONAL CAPÍTOL REEF, UTAH.

– ¡Están aquí! ¡Están aquí! -chilló una voz estridente.

Turcotte tenía su arma dispuesta, con el seguro bajado cuando abrió de una patada la puerta del conductor de la camioneta y bajó en cuclillas, mirando en la oscuridad en busca de un objetivo. Los chillidos continuaban y Turcotte se relajó un poco. Reconoció la voz y se levantó. Fue hacia el lado derecho y abrió la puerta.

Kelly sostenía a Johnny, fuertemente agarrado por los hombros.

– No es cierto, Johnny. Esto no es real.

Simmons estaba agazapado en la esquina izquierda trasera, mirando fijamente con los ojos abiertos.

– ¡Los veo! ¡Los veo! No voy a dejar que me cojan de nuevo. No voy a regresar.

– ¡Johnny! ¡Soy Kelly! Estoy aquí.

Por primera vez desde que lo habían rescatado, Johnny mostró cierta conciencia de lo que lo rodeaba.

– Kelly -Parpadeó intentando posar su vista en ella-. Kelly.

– Está bien, Johnny. Fui y te rescaté como tú querías. Fui y te rescaté.

– Kelly, son de verdad. Los vi. Ellos me cogieron. Me hicieron cosas.

– Está bien, Johnny. Ahora estás a salvo. Estás a salvo.

Johnny se volvió, se dobló como una bola y Kelly lo sostuvo. Turcotte miraba a Von Seeckt y a Nabinger.

– Duerman un poco. Pronto nos marcharemos. -Se volvió y fue hacia fuera, haciendo correr la puerta para que se cerrara.

Turcotte paseó en la oscuridad. Las estrellas brillaban por encima de las montañas que lo rodeaban por todos lados. Pronto amanecería. Podía notarlo en el pequeño cambio del cielo hacia el este. La mayoría de la gente no podría decirlo, pero Turcotte había pasado muchas noches esperando a que amaneciera.

Pensó en sus compañeros de la camioneta. Von Seeckt con sus demonios del pasado y los miedos del futuro. Johnny Simmons y los demonios que le habían introducido en su interior. Nabinger con sus preguntas del pasado y su búsqueda de respuestas. Y Kelly. Kelly parecía tener sus propios fantasmas.

Se giró al ver que la puerta de la camioneta se abría, Kelly salió y se dirigió hacia él.

– Johnny se ha dormido. O se ha desmayado. No lo sé.

– ¿Qué crees que le han hecho?

– Le han lavado el cerebro -dijo ella con amargura-. Le han hecho creer que ha sido secuestrado por extraterrestres, conducido a bordo de una nave espacial y que lo han sometido a todo tipo de experimentos.

– ¿Crees que se recuperará de esto? -preguntó Turcotte.

– ¿Para qué debería hacerlo? Fue secuestrado por extraterrestres -dijo Kelly.

– ¿Qué?

– Lo que sea que le hayan hecho en el cerebro, ha sido real. Para él, es real. Así que no, no creo que jamás se recupere de esto. La realidad nunca se puede superar. Lo único es continuar con la vida.

– ¿Y qué realidad te ocurrió a ti? -preguntó Turcotte. Kelly se quedó mirándolo-. Me dijiste que me lo contarías en cuanto tuvieras un momento -dijo, y se quedó esperando.

Al cabo de un minuto Kelly habló.

– Yo trabajaba en una productora de películas independientes. En realidad, formaba parte de una productora de películas independientes. Tenía una participación. Nos iba muy bien. Hacíamos documentales y tareas de periodismo independiente. National Geographic, en sus primeros tiempos en televisión, nos encargó algunas de sus obras. Eso era antes de que hubiera tantos canales como el Discovery y otros similares. Estábamos por delante de los tiempos. íbamos por el buen camino. Entonces recibí una carta. Todavía la tengo. Fue hace ocho años. Era de un capitán de las Fuerzas Aéreas de la base aérea de Nellis. La carta decía que las Fuerzas Aéreas estaban interesadas en hacer una serie de documentales. Algunos sobre el programa espacial, otros sobre sus actividades en medicina a gran altura y otras cosas.

«Parecía interesante, así que fui hacia Nellis a entrevistarme con aquel capitán. Hablamos de los distintos asuntos que él había indicado en la carta y luego, como si fuera algo intranscendente, me dijo que tenían algunas imágenes filmadas interesantes en la oficina de relaciones públicas.

»Le pregunté de qué eran esas imágenes y él me contestó que de un ovni aterrizando en aquella base aérea. Estuve a punto de tirarme el café encima. Lo dijo como uno hubiera dicho que el sol había salido esa mañana. Muy tranquilamente, casi con despreocupación. Sólo por eso tendría que haber adivinado que se trataba de un montaje. Pero yo tenía ambiciones. Todavía estábamos haciéndonos un sitio, y aquello era lo más grande con que nos habíamos topado.

«Entonces, naturalmente, me pasó la película. Eso despejó cualquier duda que pudiera haber. Se trataba de una filmación en blanco y negro. Me dijo que había sido hecha en mil novecientos setenta. Que habían captado un duende en el radar de Nellis. Pensaron primero que podía tratarse de un avión de civiles que se había extraviado. Enviaron un par de F16 para comprobarlo. La primera mitad de la película que vi había sido grabada por las cámaras de los aviones. Empezaba con un cielo vacío, luego se captaba el brillo de algo que se movía a gran velocidad por el cielo. La cámara se centraba y se veía un objeto con forma de platillo. Resultaba difícil precisar el tamaño porque no había una escala de referencia. Pero podía ver el desierto y las montañas detrás, moviéndose. El disco atravesó una vasta extensión de terreno. Si sólo hubiera estado en el cielo lo habría cuestionado. Parecía medir unos nueve o diez metros de diámetro y era plateado. Se desplazaba en oscilaciones bruscas hacia adelante y hacia atrás.

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