Robert Doherty - La Cuarta Cripta

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La Cuarta Cripta: краткое содержание, описание и аннотация

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El experimento más escalofriante de todos los tiempos está a punto de comenzar. El presidente lo ignora por completo. La prensa también. Se trata de un experimento secreto, que se está llevando a cabo en una base militar de Nuevo México y que puede resultar catastrófico. Nadie sabe nada tampoco sobre el inquietante hallazgo de un arqueólogo en la Gran Pirámide de Egipto, que puede cambiar el mundo. Lo único cierto en esta cadena de enigmas y revelaciones que hielan la sangre es que algo terrible está por ocurrir, una catástrofe que la consejera en asuntos científicos del presidente deberá evitar, cueste lo que cueste.

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»Así es que acepté su propuesta. Bajo nuestros largos abrigos llevábamos una MP5 con silenciador y pistolas en los portapistolas del hombro. Rolf ordenó que la gente de seguridad rodeara bien el bar para asegurarse de que nadie escapara y para que nos recogieran en cuanto hubiésemos acabado. -La camarera llevó el bocadillo y el zumo de naranja. Turcotte tomó aire profundamente y fue soltándolo cuando ella se fue-. Entramos por la puerta principal. El lugar estaba a tope de gente cenando y bebiendo. Habría unas veinte o veinticinco personas. Pero distinguimos a nuestros sospechosos inmediatamente y ¿sabes qué? En la mesa sólo había dos de los tipos sentados bebiendo. Rolf se me queda mirando como diciendo: ¡eh!, ¿dónde se ha metido el tercero? Y otra vez, ¿cómo iba yo a saberlo? Probablemente estaría meando. Fui a la barra para pedir una cerveza y, de paso, echar un vistazo a la sala. Pero Rolf dudó.

»No puedo culparlo demasiado. Mierda, bajo los abrigos llevábamos metralletas silenciosas y habíamos ido a matar. -Turcotte lanzó una mueca a Kelly-. Contrariamente a lo que la gente piensa, no éramos asesinos fríos. Éramos buenos en nuestro trabajo, pero también estábamos asustados. Mucha gente lo está en una situación así. Si no lo estás, es que estás loco, he conocido locos de ésos. En fin, uno de los tipos del IRA de la mesa miró a Rolf, que estaba de pie, y lo reconoció. Rolf no era precisamente el mejor actor del mundo y seguro que no estaba en su mejor ambiente.

»El tipo buscó algo bajo su abrigo, y entonces Rolf y yo lo cosimos a tiros, a él y a su compañero. Ambos disparamos medio cargador, quince balas cada uno, y en las sillas no quedó más que un amasijo de carne. Lo más extraño de todo es que tras el primer disparo no se oyó otro ruido que el de los casquillos cayendo al suelo. La gente estaba petrificada y nos miraba pensando quién sería el siguiente. Luego alguien tuvo que chillar y todo se fue a la mierda. -Turcotte entornó la mirada mientras recordaba aquel lugar-. Rolf y yo les ordenamos en alemán que se tiraran al suelo, pero la mitad de la gente se agolpó contra las puertas. Entonces vimos al tercer tipo. Se encontraba en el centro de un grupo de cuatro, yendo también hacia la puerta. Es posible que estuviera meando o que estuviera en un rincón del bar. No lo sé. El caso es que ahí estaba. -Turcotte negó con la cabeza-. Y entonces Rolf, ese jodido, les disparó a todos. No sé qué se le cruzó por la cabeza. El tercer tipo no podía ir a ningún lado. La gente de seguridad estaría ya con un coche fuera y podría haberlo atrapado en cuanto lo tuviera a tiro fuera de aquel bar. Pero Rolf perdió el control. -La voz de Turcotte se rompió-. Lo único bueno es que sólo tenía quince balas en la recámara. Mató al del IRA, pero también hirió a varios civiles. En aquel momento no lo sabía. Sólo se veía un montón de cuerpos; por lo menos las tres personas que estaban junto al tipo del IRA más otros que estarían en la línea de fuego. Rolf ya estaba a punto de poner más balas cuando le arrebaté el arma de las manos. -Turcotte extendió su mano derecha y se la mostró a Kelly. La piel de la palma tenía la señal de la cicatriz de una quemadura-. Todavía puede verse el lugar donde el supresor del cañón de la metralleta de Rolf me quemó la mano. En aquel momento no noté nada, estaba demasiado impresionado.

»Le cogí el arma, lo tomé por el cuello y lo saqué por la puerta. Una cosa es cierta, esta vez, la gente nos dejó pasar. Seguridad tenía un coche esperándonos, tiré a Rolf adentro y nos largamos. -Turcotte tomó un sorbo de café-. Luego supe que aquella noche Rolf había matado a cuatro civiles, incluida una chica de diecinueve años embarazada, y que había herido a tres personas más. Los informativos de la televisión lo explicaron como una reyerta interna del IRA, y todo el país estaba en estado de alerta para cazar a los asesinos. Pero no podían cazarlos ¿verdad? El asesino era el propio país.

«Durante un tiempo pensé que podrían entregarnos a Rolf y a mí, como chivos expiatorios, pero entonces se impuso el sentido común. Fui un estúpido al pensarlo. Si nos hubieran entregado, toda la operación antiterrorista habría salido a la luz, y los del poder no querían eso. Podrían haber perdido votos en las urnas. Así que ¿sabes qué hicieron? -Turcotte miró a Kelly con ojos rojizos. Ella respondió que no con la cabeza-. Hicieron una investigación, por supuesto. Es lo que corresponde entre militares. El general Gullick que vi en el Cubo fue uno de los militares nombrados para investigar el asunto. Por razones de seguridad, nunca vimos quién nos interrogaba, ni supimos sus nombres. Nos hablaron y luego hablaron entre ellos y ¿sabes qué decidieron? Nos dieron dos asquerosas medallas. Sí, una a Rolf y otra a mí. ¿Fabuloso verdad? Una medalla por asesinar a una mujer embarazada.

– Tú no la mataste -dijo Kelly suavemente.

– ¿Y eso importa? Formaba parte de aquello. Podría haberle dicho a Rolf que esperase. Podría haber hecho muchas cosas.

– Él era el comandante. Era su responsabilidad -arguyó Kelly recordando lo que su padre le había contado sobre el ejército y las operaciones secretas.

– Sí, ya sé. Yo sólo obedecía órdenes ¿verdad? -Kelly no supo qué decir a eso. El prosiguió-: Así fue como finalizó mi carrera en el ejército regular y en el cuerpo de élite. Me dirigí hacia el comandante norteamericano y le dije dónde podía meterse aquella medalla y, acto seguido, me devolvieron a los Estados Unidos. Pero primero tuve que apearme en Washington para entrevistarme con alguien.

A continuación Turcotte explicó a Kelly el encuentro con la doctora Duncan, las órdenes que le dio y la línea de teléfono desactivada.

– ¿Por qué te escogieron a ti?

– La persona apropiada en el momento oportuno -repuso Turcotte encogiéndose de hombros-. No hay muchos tipos como yo con acreditación de confidencialidad y que saben disparar un arma.

– No -repuso Kelly moviendo la cabeza en un gesto de negación-, te escogieron porque no aceptaste la medalla. A alguien le pareció, en algún lugar, que eras honrado. Y eso es todavía más raro que una acreditación de confidencialidad. -Kelly pasó la mano por encima de la mesa y le acarició la carne áspera de la palma-. Te jodieron, Turcotte.

– No -Turcotte negó con la cabeza-. Me jodí yo mismo en el momento en que empecé a creerme Dios con un arma. Pensé que yo tenía el control, pero sólo era un peón y me emplearon como a tal. Ahora ya sabes por qué me alcé contra mi comandante en Nebraska y lo maté, y por qué salvé a Von Seeckt, y no me importa si lo crees o no. Porque eso es algo entre yo y todos esos hijos de puta que manejan los hilos y permiten que la gente muera. Si me joden una vez, es culpa mía; si me joden dos, me rebelo.

Capítulo 18

EL CUBO, ÁREA 51. 96 horas.

– Estado -ordenó Gullick.

– Agitador número tres listo para despegar -informó Quinn-. Agitador número ocho también preparado y dispuesto. El Aurora está en estado de alerta. Nuestro enlace a la montaña Cheyene es directo y seguro. Si algo se mueve, podremos captarlo, señor.

– ¿General Brown? -preguntó Gullick.

El vicedirector de personal de las Fuerzas Aéreas tenía el entrecejo fruncido. Su conversación con el jefe en Washington no había tenido nada de divertido.

– He hablado con el jefe de personal y ha dado luz verde a los avisos, pero no estaba muy contento de ello.

– No me importa nada si estaba contento o no -repuso Gullick-. Lo único importante es que la misión está preparada.

Brown dirigió la mirada a la pantalla de su ordenador.

– Tenemos todas las bases y los aviones en estado de alerta para la persecución. Las zonas de peligro primarias y alternativas están dispuestas.

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