Un gran silencio se interpone entre ellos. Hans Olofson quiere decir algo, pero Sture se cierra en sí mismo y no puede. Se despiden rápidamente fuera de la verja del juzgado…
El último día de clase llega con una ligera y flotante niebla que se desvanece enseguida y desaparece cuando sale el sol. En las aulas huele a limpio y el jefe de estudios Gottfried está en su despacho desde las cinco de la mañana preparando el discurso de despedida para los alumnos que van a salir al mundo.
Esa mañana, llena de nostalgia y reflexión, tiene cuidado con el vermú. El último día del curso es un recordatorio de su propia fugacidad, en medio de la burbujeante expectación que conocen los alumnos…
A las siete y media sube la escalera. En el fondo, espera no tener que encontrarse con ningún alumno sin familia. No hay nada que le conmueva tanto como ver a un niño solo el día de fin de curso.
A las ocho suena el reloj de la escuela y en las aulas reina una calma expectante.
El jefe de estudios Gottfried recorre el pasillo haciendo una visita a todas las clases, cuando se le acerca Törnkvist, uno de los maestros, y le dice que falta un alumno del último curso. Es Sture von Croona, el hijo del jefe comarcal. El jefe de estudios Gottfried mira su reloj y decide que hay que llamar al padre.
Pero antes, cuando llega el momento de partir hacia la parroquia, va rápidamente a su despacho y llama a la oficina de la jurisdicción. Le sudan las manos y, por mucho que intenta convencerse a sí mismo de que todo tiene una explicación, está muy intranquilo…
Sture se ha levantado temprano. Por desgracia, su madre no le puede acompañar porque tiene hoy mucha jaqueca. Por supuesto, Sture ha ido a la escuela, le asegura el juez por teléfono.
El jefe de estudios se dirige apresuradamente hacia la parroquia. Los últimos niños con sus padres ya están llegando a la antesala y él tropieza y casi se echa a correr mientras trata de entender qué le ha pasado al alumno Von Croona.
Pero cuando de verdad empieza a temer que haya pasado algo es cuando tiene en las manos el libro de calificaciones de Sture.
En ese mismo instante ve que se abren las puertas de la antesala, se abren con mucho cuidado. Inmediatamente piensa que es Sture, hasta que ve que el que está allí es el padre, el jefe comarcal Von Croona.
El jefe de estudios Gottfried habla del legítimo derecho al descanso, de la fuerza de la unión y de la preparación ante el nuevo año lectivo, exalta el autodominio en todos los contextos de la vida. Luego se acaba y la iglesia queda vacía al cabo de unos minutos.
El jefe comarcal le mira, pero el jefe de estudios Gottfried sólo sacude la cabeza. Sture no ha venido a la clausura.
– Sture no suele desaparecer sin motivo -dice el jefe comarcal-. Voy a llamar a la policía.
El jefe de estudios Gottfried hace un gesto afirmativo con la cabeza y siente cómo crece en su interior la preocupación…
– Puede que él, a pesar de todo…
No le da tiempo a decir más. El jefe comarcal ya está saliendo de la iglesia con pasos decididos.
Pero no es necesario organizar una batida. Sólo una hora después de la clausura, Hans Olofson vuelve a encontrar a su amigo desaparecido.
El padre, que le ha acompañado a la clausura, se ha vuelto a poner su ropa de trabajo y se ha ido a talar árboles. Hans Olofson disfruta de la gran libertad que tiene por delante y, como siempre, baja deambulando hacia el río.
Enseguida piensa que no ha visto a Sture ese día. ¿Ha decidido tal vez simplemente no ir a la escuela el último día y, en lugar de ello, se ha dedicado a buscar en el cielo una estrella desconocida?
Se sienta junto al río en su piedra habitual y piensa que en realidad se siente satisfecho de estar solo. El verano que tiene ante sí requiere un rato de reflexión. Considera que después de haber vencido el enorme arco de hierro del puente le va a resultar más fácil estar solo consigo mismo.
Su mirada queda atrapada en algo rojo que brilla bajo el puente. Entorna los ojos y piensa que puede ser un pedazo de papel que se ha quedado pegado a las ramas que hay en la orilla del río.
Y cuando va a investigar qué es realmente eso rojo que brilla, se reencuentra con Sture. Lo que brilla es su chándal de verano y él está tendido en la orilla. Se ha caído desde el puente y se ha fracturado la columna vertebral.
Yace ahí indefenso desde la pasada madrugada, cuando, al despertarse, tomó la repentina decisión de vencer al puente. Quiere investigar solo qué dificultades oculta y, cuando lo haya hecho, volverá al puente en compañía de Hans Olofson, a demostrarle que él también puede vencer a las vigas de hierro.
Baja rápido al puente en el húmedo amanecer. Se queda un rato mirando el enorme arco antes de empezar a trepar.
Una sensación de orgullo le envuelve. Estira el cuerpo y se cuelga despreocupadamente con las manos. Lo azota una ráfaga de viento que no sabe de dónde viene, se balancea, nota que sus manos se desprenden y cae. Recibe un golpe fuerte del agua y una de las piedras de los surcos del río le rompe la columna vertebral. Desvanecido, un remolino lo lleva hacia la orilla y la cabeza se balancea por encima de la superficie del agua. El agua del río le enfría el cuerpo y cuando Hans Olofson le encuentra está casi muerto de frío.
Hans Olofson le saca del agua, le llama a voces sin obtener respuesta y luego sube gritando hacia la aldea.
El verano se acaba en el momento en que él va corriendo a lo largo del río. La gran aventura desaparece bajo una enorme sombra.
Llega a las calles de la aldea dando gritos como un loco. La gente, asustada, se esconde como si fuera un perro rabioso.
Rönning el chatarrero, que había sido voluntario en la Guerra de Invierno finlandesa y ha vivido situaciones bastante peores que oír vociferar a un muchacho salvaje, lo alcanza y le grita preguntándole qué ha pasado. Luego bajan los dos rápidamente hacia el río.
El taxi, que se utiliza incluso como ambulancia, llega patinando sobre la grava y desaparece en dirección al puente. Se informa al jefe comarcal y a su esposa de lo ocurrido y, en el hospital, el único médico que hay, siempre tan cansado, empieza a reconocer a Sture.
Está vivo, respira. La conmoción cerebral pasará.
Pero la columna vertebral se ha fracturado. Está paralizado de los pies a la garganta.
El médico permanece de pie un momento junto a la ventana mirando las copas de los árboles del bosque, antes de salir a hablar con los padres, que lo están esperando.
En ese mismo instante, Hans Olofson se ha puesto a vomitar en el cuarto de baño de la comisaría de policía. Un policía le pasa la mano por los hombros y, cuando ya se encuentra mejor, comienza un cuidadoso interrogatorio.
– El chándal rojo -repite una y otra vez-. He visto su chándal rojo flotando en el río.
Finalmente vuelve el padre del bosque. Rönning el chatarrero los lleva a casa y Hans Olofson se mete en la cama.
Erik Olofson se sienta en el borde de la cama hasta pasada la medianoche, cuando su hijo logra al fin quedarse dormido.
En el gran piso superior del juzgado, las luces están encendidas durante toda la noche.
Después del accidente, Sture desaparece de la aldea.
Una mañana temprano es trasladado en una ambulancia que está esperando y se lo llevan hacia el sur. El coche levanta la gravilla cuando pasa por Ulvkälla. Pero es todavía temprano. Janine está durmiendo y el coche desaparece en dirección a los bosques infinitos de Orsa Finnmark.
Hans Olofson no tiene oportunidad de visitar a su compañero. La tarde anterior al día que se llevan a Sture deambula preocupado alrededor del hospital, trata de imaginarse cuál es la ventana de la habitación en la que se encuentra Sture. Pero todo resulta misterioso, oculto, como si la fractura de columna vertebral fuera a contagiarse.
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