Bosch levantó la mirada de sus notas.
– ¿Por qué?
– Algo de lo que veo aquí… Y obviamente es una respuesta apresurada a un montón de material, pero… algo no cuadra.
– ¿Qué?
Ella compuso sus ideas antes de responder.
– Has de recordar que, si lo pillaron, fue por casualidad. Agentes que estaban buscando a un ladrón se encontraron con un asesino. Hasta el momento en que los agentes encontraron las bolsas en su furgoneta, Waits era completamente desconocido para las fuerzas del orden. Había pasado desapercibido durante años. Como he dicho, muestra que tenía cierto nivel de astucia y habilidad. Y también nos dice algo acerca de la patología. No estaba enviando notas a la policía como el Asesino del Zodiaco o BTK. No estaba exhibiendo a sus víctimas como una afrenta a la sociedad o una provocación a la policía. Estaba tranquilo. Se movía por debajo de la superficie. Y elegía víctimas, con la excepción de las dos primeras muertes, que podían ser eliminadas sin provocar demasiado revuelo. ¿Entiendes lo que te digo?
Bosch vaciló un momento, sin estar seguro de querer hablarle del error que él y Edgar habían cometido tantos años atrás.
Ella lo captó.
– ¿Qué?
Harry no contestó.
– Harry, no quiero acelerar en falso. Si hay algo que debería saber, entonces cuéntamelo o me levanto y me voy.
– Espera hasta que haga el café. Espero que te guste solo.
Se levantó, se metió en la cocina y llenó dos tazas de café. Encontró unos sobres de azúcar y edulcorante en una canasta donde echaba los condimentos que acompañaban a los pedidos para llevar y se los llevó a Rachel. Ella puso edulcorante en su taza.
– Vale -dijo Walling después del primer sorbo-. ¿Por qué no me lo cuentas?
– Mi compañero y yo cometimos un error cuando trabajamos en esto en el noventa y tres. No sé si contradice lo que acabas de decir sobre que Waits pasara desapercibido, pero parece que nos llamó entonces, cuando llevábamos tres semanas en el caso. Habló con mi compañero por teléfono y usó un alias. Al menos creíamos que era un alias. Con este asunto de Reynard el Zorro que has sacado, quizás usó su verdadero nombre. En cualquier caso la cagamos. Nunca lo comprobamos.
– ¿Qué quieres decir?
Bosch contó con detalle, lentamente, a regañadientes, la llamada de Olivas y su hallazgo del alias de Waits en el 51. Walling bajó la mirada a la mesa y asintió con la cabeza mientras escuchaba. Dibujó un círculo con el boli en la página de notas que tenía delante.
– Y el resto es historia -dijo Bosch-. Siguió adelante… y matando gente.
– ¿Cuándo descubriste esto? -preguntó ella.
– Justo después de dejarte hoy.
Rachel asintió con la cabeza.
– Lo cual explica por qué le estabas dando tan duro al vodka.
– Supongo.
– Pensaba… No importa lo que pensaba.
– No, no era por verte, Rachel. Verte era, o sea es… La verdad es que es muy bonito.
Walling levantó la taza y dio un sorbo al café, luego bajó la vista a su trabajo y pareció armarse de valor para seguir adelante.
– Bueno, no veo cómo el hecho de que os llamara entonces cambia mis conclusiones -dijo-. Sí, parece poco acorde con su personalidad que contactara bajo cualquier nombre. Pero has de recordar que el caso Gesto se produjo en las primeras etapas de su formación. Hay varios aspectos relacionados con Gesto que no encajan con el resto. Así que si ése fuera el único caso donde estableció contacto, no sería tan inusual.
– Vale.
Rachel recurrió de nuevo a sus notas y continuó evitando los ojos de Harry desde que éste le había hablado de su error.
– Bueno, ¿dónde estaba antes de que sacaras a relucir eso?
– Dijiste que después de los dos primeros crímenes eligió víctimas a las que podía enterrar sin noticia.
– Exactamente. Lo que estoy diciendo es que obtenía satisfacción en lo que hacía. No necesitaba que nadie más supiera que lo estaba haciendo. No disfrutaba por la atención. No quería atención; su satisfacción era autocontenida. No requería parte externa ni componente público.
– Entonces, ¿qué te preocupa?
Rachel levantó la mirada hacia él.
– ¿Qué quieres decir?
– No lo sé. Pero parece que algo en tu propio perfil del tipo te molesta. Hay algo que no te crees.
Ella asintió, reconociendo que la había interpretado correctamente.
– Es sólo que su perfil no cuadra con alguien que coopere en este momento del partido, que hable de los otros crímenes. Lo que veo aquí es a alguien que nunca lo admitiría. No admitiría nada. Que lo negaría, o que al menos mantendría silencio al respecto, hasta que le clavaran la inyección letal en el brazo.
– Muy bien, entonces eso es una contradicción. ¿No tienen contradicciones todos estos tipos? En algún punto están todos de atar. No hay ningún perfil correcto al ciento por ciento, ¿no?
– Es cierto -admitió Rachel-. Pero aun así no encaja, y supongo que lo que estoy intentando decir es que desde su punto de vista hay algo más. Un objetivo superior, si quieres. Un plan. Toda esta confesión es reveladora de manipulación.
Bosch asintió como si lo que ella había dicho fuera obvio.
– Por supuesto que lo es. Está manipulando a O'Shea y al sistema. Está usando esto para evitar la aguja.
– Quizá, pero podría haber otros motivos. Ten cuidado.
Ella dijo las dos últimas palabras con severidad, como si estuviera corrigiendo a un subordinado o incluso a un niño.
– No te preocupes, lo tendré -dijo Bosch.
Decidió no encallarse en eso.
– ¿Qué piensas del descuartizamiento? -preguntó-. ¿Qué nos dice?
– De hecho he pasado la mayor parte del tiempo estudiando las autopsias. Siempre he creído que las víctimas son lo que más te enseña del asesino. La estrangulación fue la causa de la muerte en todos los casos. No había heridas punzantes en los cadáveres, sólo el descuartizamiento. Son dos cosas diferentes. Creo que el descuartizamiento era simplemente una forma de limpieza, de deshacerse de los cadáveres con facilidad. Una vez más muestra su talento, su planificación y su organización. Cuanto más leía, más me daba cuenta de lo afortunados que fuimos al detenerlo esa noche. -Rachel pasó un dedo por la hoja de notas que había escrito y continuó-: Las bolsas me resultan muy intrigantes.
Tres bolsas para dos mujeres. Una bolsa contenía las dos cabezas y las cuatro manos. Era como si posiblemente tuviera un destino o un plan separado para la bolsa que contenía los identificadores, las cabezas y las manos. ¿Han sido capaces de determinar adónde iba cuando pararon su coche?
Bosch se encogió de hombros.
– No del todo. Se supone que iba a enterrar las bolsas en algún sitio en torno al estadio, pero la verdad es que no se explica, porque lo vieron alejarse de Stadium Way e ir hacia el barrio. Se estaba alejando del estadio y del bosque, de los lugares donde podría enterrar las bolsas. Hay algunos solares en el barrio y acceso desde las colinas de debajo del estadio, pero me parece que, si iba a enterrarlas, no se habría metido por allí. Se habría adentrado en el parque, donde había menos opciones de que se fijaran en él.
– Exactamente.
Ella miró otro de sus documentos.
– ¿Qué? -preguntó Bosch.
– Bueno, esta historia de Reynard el Zorro podría no tener nada que ver con todo esto. Podría ser coincidencia.
– Pero en la épica Reynard tiene un castillo que es su escondite secreto.
Rachel arqueó las cejas.
– No creía que tuvieras ordenador y menos que supieras buscar en Internet.
– No sé. Mi compañera hizo la búsqueda. Pero he de decirte que he estado en el barrio justo antes de llamarte hoy y no he visto ningún castillo.
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