Qiu Xiaolong - Visado Para Shanghai

Здесь есть возможность читать онлайн «Qiu Xiaolong - Visado Para Shanghai» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Visado Para Shanghai: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Visado Para Shanghai»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La nueva novela de Qiu Xiaolong retoma las andanzas protagonizadas por el Inspector Chen en su anterior gran éxito, Muerte de una heroína roja. En esta ocasión, Chen ha de investigar la misteriosa desaparición de la bailarina Wen Liping durante su regreso a China desde Estados Unidos. La vigorosa trama policial propicia la radiografía de un país en plena mutación, sirviéndose de un personaje que está ya en las antologías del género: un amante de la literatura que resuelve intrincados enigmas en tanto recita proverbios de Confucio y moderna poesía china. El estilo de Xiaolong ha hecho ya las delicias de miles de lectores en todo el mundo. A pesar de su juventud se trata de un autor contrastado, cuyo futuro se adivina enormemente brillante.

Visado Para Shanghai — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Visado Para Shanghai», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Es usted capaz de dar una charla sobre muchos temas, camarada inspector jefe Chen.

– Para muchas cosas en este período de transición no tengo respuesta, y mucho menos puedo dar una charla. Sólo trato de asimilarlas -Sin pensarlo de forma consciente, había construido un pequeño edificio con terrones de azúcar, que ahora se desmoronó junto a su taza de café. ¿Por qué había estado tan dispuesto… incluso ansioso, por hablar de todas estas cosas con ella?

Entonces oyó un alboroto en la calle, como un trueno que se acercara retumbando desde lejos, y la gente gritaba al unísono:

– ¡Que vienen!

Vio que los vendedores callejeros recogían sus mercancías con frenesí, los propietarios de las tiendas cerraban sus puertas atropelladamente, varias personas corrían con grandes bolsas de plástico a la espalda. En la tienda de Oropéndola, la muchacha salió de un salto de detrás del mostrador, sumió la tienda en la semioscuridad dándole a un interruptor y trató de bajar la puerta de aluminio. Pero era demasiado tarde. La policía de paisano ya irrumpía en la tienda.

Se confirmó lo que había sospechado.

Les habían estado siguiendo. Alguien que tenía contactos dentro. De lo contrario, la policía no habría llegado tan deprisa, ni se habría precipitado directamente a aquella tienda. Les habían dado un soplo, quizá a través de aquel móvil de color verde claro. El informador debió de suponer que Chen y su compañera norteamericana estaban dentro. Gracias a su cautela no les habían pillado junto con Oropéndola. La posición de Catherine como agente de la justicia de ee.uu. habría causado graves complicaciones. En cuanto a Chen, había cometido una grave violación de las normas de las relaciones con el extranjero. La existencia de aquellos mercados callejeros era una desgracia política. No debería haber llevado allí a una norteamericana, y mucho menos a una agente norteamericana que se hallaba en plena investigación, y una investigación importante. Como mínimo le habrían suspendido.

¿Habían orquestado todo aquello los Hachas Voladoras… además de los otros «accidentes»? Se preguntó cómo una banda de Fujian, que nunca había hecho sentir su impacto fuera de su provincia, podía tener tantos recursos en Shanghai.

Se le ocurrió otra posibilidad. Algunas personas dentro del sistema habían planeado hacía tiempo deshacerse de él. El informe de Seguridad Interna sobre el hecho de que había abrochado el collar a la inspectora Rohn, por ejemplo, debía de haber encontrado la forma de llegar a su expediente debido a esto. Aquella misma misión podía ser una trampa, puesta para que metiera la pata en compañía de una atractiva agente norteamericana. Sin embargo, podía salirles el tiro por la culata si se descubría que el intento de atraparle se estaba haciendo a expensas de un caso de importancia internacional. No se encontraba sin su aliado al más alto nivel…

Catherine le tocó levemente la mano.

– Mire.

Hacían salir a Oropéndola de la tienda. La chica había cambiado, con las manos esposadas a la espalda, despeinada y la cara llena de arañazos; ya no era joven y vivaz. Tenía la camiseta arrugada, un tirante le colgaba del hombro y debía de haber perdido sus sandalias en la pelea, por lo que salió descalza a la calle.

– ¿Sabía usted que vendría la policía? -preguntó Catherine.

– No, pero mientras usted estaba examinando los relojes he visto a un hombre de paisano fuera.

– ¿Venían a por nosotros?

– Es posible. Si pillaban aquí a una norteamericana con un montón de compras, podría utilizarse como carta política.

No estaba en situación de contarle qué más presentía, aunque vio aparecer en sus ojos las nubes de la sospecha.

– Pero podíamos haber salido de la tienda de un modo normal

– dijo ella con escepticismo-. ¿Por qué tanta historia… pasar detrás de la cortina, salir por la puerta trasera y correr por el callejón bajo la lluvia?

– Quería hacerles creer que aún estábamos detrás de la cortina.

– ¿Tanto rato? -dijo ella, ruborizándose a su pesar.

De pronto le pareció ver una figura conocida en la multitud, un policía bajito con un walkie-talkie en la mano. Luego se dio cuenta de que no era Qian. Sin embargo, el hombre del móvil verde claro había aparecido ante el Suburbio de Moscú después de la llamada de Qian.

Un cliente de edad madura que estaba sentado a la mesa de al lado señaló con el dedo a la vendedora y exclamó:

– ¡Qué zapato gastado!

Oropéndola debía de haber pisado un charco y dejaba un rastro de huellas mojadas tras de sí.

– ¿Qué quiere decir este hombre? -Catherine parecía desconcertada-. Va descalza.

– Es argot. Significa «zorra», «prostituta». Un zapato gastado en el sentido de que lo ha calzado mucha gente y muchas veces.

– ¿Está metida en la prostitución?

– No lo sé. El negocio de esta calle no es legítimo. O sea que la gente imagina cosas.

– ¿Tendrá problemas graves esa chica?

– Unos meses o unos años. Depende del clima político. Si nuestro gobierno encuentra políticamente necesario resaltar la acción tomada contra esos vendedores de imitaciones, la chica sufrirá. Tal vez pasa lo mismo con el énfasis que pone su gobierno en el caso de Feng.

– ¿No puede usted hacer nada? -preguntó ella.

– Nada -respondió él, aunque lo lamentaba por Oropéndola. La intención de la redada era pillarles a ellos, estaba seguro. Deberían castigarla por sus prácticas comerciales, pero no así.

Se había declarado una guerra, y ya había víctimas. Primero Qiao, ahora Oropéndola. El inspector jefe, sin embargo, aún estaba en la oscuridad, sin saber con certeza con quién estaba luchando.

Oropéndola ya había llegado casi al final de la calle.

Detrás de ella, la hilera de huellas mojadas ya estaba desapareciendo.

En el siglo diecisiete, Su Dongpo había creado la famosa imagen: «La vida es como la huella dejada por una solitaria grulla en la nieve, visible un instante y luego desaparece».

A veces acudían versos a Chen en las situaciones más difíciles. No sabía cómo era capaz de sentirse poético cuando los gánsteres le estaban acorralando. En aquel instante se le ocurrió de pronto otra cosa.

– Vámonos, Catherine -se levantó, le cogió la mano y la arrastró escaleras abajo.

– ¿Adonde?

– Tengo que darme prisa en regresar al departamento. Algo urgente. He tenido una idea. Lo siento, la llamaré más tarde.

CAPÍTULO 25

Varias horas más tarde, Chen intentó ponerse en contacto con Catherine por teléfono pero no lo consiguió. No obstante, subió a su habitación con la esperanza de encontrarla allí.

La puerta se abrió tras la primera llamada. Ella vestía la túnica de seda roja con el dragón dorado bordado, llevaba las piernas al aire e iba descalza. Se estaba secando el pelo con una toalla.

Chen no supo qué decir.

– Lo siento, inspectora Rohn.

– Pase.

– Siento llegar tan tarde -dijo él-. La he llamado varias veces. No estaba seguro de que estuviera aquí.

– No siga disculpándose. Estaba duchándome. Es usted un invitado bien recibido, igual que yo soy una invitada distinguida de su departamento -dijo ella, indicándole que se sentara en el diván-. ¿Qué quiere tomar?

– Agua, por favor.

Ella se acercó al pequeño frigorífico y regresó con una botella de agua mineral para él.

– Supongo que ha ocurrido algo importante.

– Sí -sacó una hoja de papel de su cartera de mano.

– ¿Qué es eso? -echó una rápida ojeada a las primeras líneas.

– Un poema sobre el pasado de Wen -tomó un sorbo de la botella-. Lo siento, mi letra es difícil de leer. No he tenido tiempo de pasarlo a máquina.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Visado Para Shanghai»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Visado Para Shanghai» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Visado Para Shanghai»

Обсуждение, отзывы о книге «Visado Para Shanghai» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x