– En absoluto. Quizás perdió la cabeza, que yo sepa y me incumba. De hecho tuvimos una pelea no hace demasiado.
– ¿Por la cantidad de dinero que usted aporta a su familia?
– Wan no tiene ni idea de cuánto dinero le doy a la familia de Xiuzhen cada mes. Y tampoco es asunto suyo. Ese sapo viejo y feo solamente sueña con convertirse en príncipe.
– ¿Qué quiere decir con eso, Cai?
– La forma en que mira a Lindi lo dice todo. Quiere agradar a Lindi, pero ha perdido la cabeza por completo. Debería mear en el suelo y ver su reflejo en el charco. '
– Bueno… -el detective Yu recordó la imagen de Wan sentado en el patio sobre un taburete de bambú, sin hacer nada, solamente observando a Lindi mientras ésta abría caracolas de río-. Pero todavía no entiendo por qué se declaró culpable.
– No tengo ni la más remota idea -repuso Cai.
– Sr. Cai, acabo de poner la tortuga en la olla -dijo Peiqin en voz alta desde la cocina-. He tardado un rato en limpiarla porque era muy grande. Por favor, quédese a cenar. La tortuga sólo tardará un poco más hasta estar lista.
– Gracias, Peiqin, pero me temo que debo marchar. Xiuzhen se preocupará si no vuelvo para cenar -contestó Cai-. Si hay algo que pueda hacer por usted, camarada detective Yu, hágamelo saber. Haré todo lo que esté en mi mano, como un caballo o un perro.
Yu y Peiqin acompañaron a Cai hasta el final de la calle.
– Tendremos que esperar un poquito más -le dijo Peiqin a Yu-. Las briquetas de carbón que corté la semana pasada no arden muy bien. Tardaré un rato en cocer la tortuga.
Peiqin se pasó las manos por el delantal, el cual tenía manchas de sangre fresca.
– Oh, ¿te has cortado la mano?
– No, son de la tortuga. No te preocupes.
Yu no sabía cuánto tiempo tendría que esperar. Tenía un poco de hambre. Telefoneó al Sr. Ren para agradecerle sinceramente la información sobre Wan, y luego mencionó los comentarios de Cai en referencia al ex Miembro del Equipo Obrero de Propaganda por el Pensamiento de Mao Zedong.
– Yo no he oído nada sobre Wan y Lindi -dijo el Sr. Ren-. La gente no habla demasiado conmigo. Pero no hay olas sin viento: una tarde, hace varios meses, vi a Wan entregarle un sobre muy gordo a Lindi.
– ¿Cree que Wan confesó por el bien de Lindi?
– Bueno, Cai es el principal apoyo de la familia. Si Cai hubiera sido sentenciado y ejecutado, toda la familia se hubiese hundido en la ruina. De modo que habría sido un acto de autosacrificio romántico, una versión bastante retorcida -dijo el Sr. Ren pensativo-. Pero no estoy seguro. Wan es un anciano terriblemente desilusionado. Todos los cambios de la sociedad actual quizás sean demasiado para él. Yo le entiendo. A principios de los cincuenta, cuando me arrebataron mi empresa y la casa shikumen, para mí fue como si el mundo se derrumbara. Aguanté por mis hijos. Pero Wan está totalmente solo. A él quizás le pareció una buena oportunidad para poner punto final a su agonía de una manera digna, y al mismo tiempo, un último gesto noble hacia Lindi.
– Sí, ahora tiene sentido.
– Estoy tan contento con el resultado de su investigación, camarada detective Yu. Han atrapado al auténtico asesino. En eso consiste la justicia -dijo el Sr. Ren-. Por cierto, el pastel de arroz frito que preparan en el restaurante de Peiqin, Four Seas, está delicioso. Fui ayer. ¿Y sabe qué? Ojalá hubiera conocido al padre de su esposa hace cuarenta años. En realidad, en este mundo lleno de polvo rojo posiblemente todo esté predestinado.
– Me alegro mucho de haberle conocido.
– La próxima vez, me llevaré media libra de cerdo xiao al restaurante de Peiqin, así podrá guardarlo en el frigorífico y no tendrá que ir a Oíd Half Place. Pero necesitará unos buenos tallarines. El cerdo está más bueno con tallarines sumergidos en caldo caliente.
– La próxima vez le presentaré a mi jefe, el inspector jefe Chen. Otro gourmet. Ustedes dos tendrán muchas cosas de las que hablar.
Parecía existir algún tipo de conexión enigmática en este mundo lleno de polvo rojo, como había dicho el Sr. Ren. Yu todavía tenía el teléfono en las manos cuando recibió la llamada de Chen.
– He hablado con la oficina de viviendas de la ciudad -dijo Chen con tono nervioso-, y hay una habitación de segunda mano disponible en el distrito Luwan. Veinticuatro metros cuadrados, divididos en dos cuartos. No es uno de esos apartamentos nuevos y lujosos, pero es una habitación shikumen, y prácticamente está en el centro de la ciudad.
– ¿De. verdad?
Yu se quedó pasmado cuando Chen, en lugar de hablarle del caso, le empezó a hablar sobre una habitación de segunda mano que había visto listada en el boletín del comité de viviendas de la ciudad. Sin embargo, hacía mucho tiempo que Yu había dejado de sorprenderse con las cosas que el inspector jefe Chen hacía.
– He hecho varias llamadas de teléfono, y por lo que me han dicho, no es una mala habitación.
– Una habitación shikumen… -Yu no estaba seguro de si debía recibir aquella alternativa dando saltos de alegría. Sin embargo, tenía que reconocer que parecía mejor que la habitación en la que estaban viviendo: medía diez metros cuadrados más, y dos cuartos. Esto último ofrecería algo de intimidad a Qinqin. Y Yu no tendría que compartir la entrada con su padre, Oíd Hunter. Pero una habitación así no disponía de cocina ni de baño. Y si la aceptaba, el departamento policial nunca le asignaría un apartamento nuevo.
– Puedes esperar, detective Yu. Mientras yo esté en el comité de viviendas, sin duda haré todo lo que esté en mi mano. La próxima vez que la oficina consiga una apartamento nuevo, tú estarás en los primeros puestos de la lista, pero…
Yu había oído miles de veces esa parte del discurso, sobre todo la de «en los primeros puestos de la lista», y sabía que lo que Chen de verdad subrayaba era la última palabra, «pero», y lo que a continuación seguía. Nadie podía predecir cómo sería la próxima vez, esos cambios supuestamente «imprevisibles» como el de la última vez. Qinqin ya era mayor. ¿Cuánto tiempo podría Yu permitirse esperar? Al fin y al cabo, más vale pájaro en mano. Se trataba de un apartamento real, no como las promesas vacías del secretario del Partido Li.
– ¿Quién sabe si habrá una próxima vez? -dijo Yu.
– Exacto. La reforma de la vivienda quizás sea inevitable en China pero, -Chen continuó, citando un poema-: «Cuando hayas pasado este pueblo, puede que no encuentres más hoteles».
– Me lo pensaré -repuso Yu-. Tengo que hablarlo con Peiqin.
– Sí, háblalo con ella. Yo estoy pensando en comprar una habitación pequeña en la misma zona. En mi opinión, es una zona excelente, con un gran potencial. Sería una habitación pequeña para mi madre; puede que hasta seamos vecinos.
– Eso sería estupendo.
Yu conocía a su jefe demasiado bien. Chen siempre solía tener una razón para decir o no decir algo, o para decirlo con rodeos. Con sus contactos, el inspector jefe podía ser una caja de sorpresas.
– Comunícame tu decisión tan pronto como te sea posible.
– Te llamaré mañana. Gracias, jefe.
Yu se puso de pie y encendió otro cigarrillo. Arrugó el paquete vació y empezó a pensar bien en la habitación de segunda mano.
Después de todo, vivir en una casa shikumen tenía una ventaja: el patio. Si se hubieran mudado a un apartamento en Tianling New Village, ¿dónde habría podido fumar?
– La cena está lista -anunció Peiqin.
– Ya voy -dijo Yu.
Yu planeó comentarle a Peiqin el tema de la habitación de segunda mano después de cenar. Tal vez debería repetir lo que Chen le había dicho, palabra por palabra. A veces Peiqin era más aguda que él leyendo mensajes entre líneas, como había sucedido en la investigación sobre el caso Yin. Yu realmente debía estar orgulloso de ella, se dijo mientras abría la puerta. Pero antes disfrutaría de una buena cena. Había una tortuga estofada de caparazón blando sobre la mesa.
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