Qiu Xiaolong - Cuando El Rojo Es Negro

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El inspector Chen, de la Policía de Shangai, está temporalmente alejado del Departamento. Trabaja ahora para un acaudalado hombre de negocios que pretende construir un gran complejo residencial, una creación que logre evocar el brillo y el glamour de los lejanos años 30. Pero cuando el antiguo mienbro de la Guardia Roja, el novelista Yin Lige, es asesinado en su apartamento tras publicar una obra muy crítica con el régimen imperante, Chen deberá regresar al servicio activo para colaborar con su subalterno, el detective Yu, y detener así al culpable. Un caso que dejará entrever a Chen serias implicaciones políticas.

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Nube Blanca tenía teléfono móvil, recordaba Chen, pero no era de extrañar que utilizara la cabina, teniendo en cuenta la cifra que podría alcanzar su factura telefónica. También Chen había utilizado el teléfono público del vestíbulo.

¿Sería posible que Gu le hubiera proporcionado un teléfono móvil sólo durante la tarea de pequeña secretaria? ¿Y ahora que el trabajo había terminado, había tenido que devolvérselo? En cualquier caso, no era asunto suyo.

Nube Blanca parecía absorta en una larga conversación. Chen estaba a punto de alejarse cuando oyó su nombre. De repente prestó atención, y avanzó unos cuantos pasos lateralmente hasta que se ocultó detrás de una columna blanca.

– Oh, ese inspector jefe… menudo mojigato… imposible… tan prepotente.

No tenía justificación para continuar escuchando a escondidas. Sin embargo, siguió pegado a la columna, tratando de autoconvencerse de que estaba allí espiando con el fin de descubrir algo más sobre Gu.

– Esos ricachones al menos saben qué hacer con una mujer… No como estos puñeteros obsesionados por los libros, todo el día preocupados por que nadie les toque su cuello de oficial. Nunca se arriesgará por algo que desee.

Desde donde Chen estaba, no podía entender todo lo que Nube Blanca decía. Podía decirse a sí mismo que probablemente no hablaba de él, pero sabía que no era cierto.

– Sólo se quiere a sí mismo…

¿Tanto le irritaban «los modales políticamente correctos» y «la moralidad confuciana» de Chen?

Quizás Chen estuviera demasiado obsesionado por los libros como para habérselo imaginado, o quizás Nube Blanca fuera tan moderna o postmoderna que comparada con Chen éste le resultase totalmente anticuado. De ahí el conflicto inevitable. Tal vez Chen no la comprendía lo más mínimo.

En un episodio de la filosofía Zen que Chen había leído hacía mucho tiempo, se describía una lección útil aprendida a partir de un duro golpe. «Cuando pierdas el conocimiento de tu yo habitual, posiblemente veas las cosas desde una perspectiva totalmente distinta».

O quizás se tratara sólo de trabajo. En el trabajo, cada gesto podía suceder por una razón posible. La razón de Nube Blanca habría sido conseguir la aprobación de Chen, y algo más importante, la aprobación de Gu. No todos los días podía tener un trabajo como aquél. Ahora que su relación profesional había terminado, la chica estaba opinando de forma sincera.

Sin embargo, estos comentarios sinceros duelen.

«Soy una nube en el cielo, que proyecta una imagen, / por casualidad, en el corazón de tu ola. No te asombres demasiado, / ni te emociones, / en un instante me iré sin dejar rastro».

Éstos eran algunos versos de otro poema escrito por Xu Zhimo, también con la imagen central de una nube. El poema sonaría de forma más natural si lo leyera Nube Blanca. Ella no estaba hecha para él. Sin embargo, Chen debería sentir gratitud hacia ella, estuviese o no su relación basada únicamente en el trabajo. En la época frenética en la que vivían, la ayuda de Nube Blanca había resultado inestimable. Chen le deseó lo mejor ahora que todo había acabado.

Decidió no volver a la habitación de su madre. Nube Blanca también se iría. Era hora de volver al trabajo rutinario de oficina, al cual se había acostumbrado igual que un caracol se acostumbra a su cáscara.

Se acabaron las pequeñas secretarias. Ciertamente Chen era como la página en blanco en la que había pensado poco antes, junto a su madre.

Más tarde, de camino al departamento policial de Shanghai, pasó por una agencia de viajes, donde reservó un viaje en grupo a Suzhou y a Hangzhou para su madre. La anciana llevaba años sin disfrutar de vinas vacaciones, desde principios de los sesenta, año en que llevó a Chen a Suzhou, un viaje de un día. Chen era Pionero Joven cuando asistía al curso preescolar, y su madre, que llevaba puesto un cheongsam rojo de seda, era muy joven cuando visitaron juntos el templo Xuanmiao. Chen pensó que un viaje ayudaría a su recuperación. La pena era que él no pudiera acompañarla. Le resultaba imposible volver a coger vacaciones, después de recibir la llamada del Comité Disciplinario del Partido Central en Pekín avisándole de que se preparara para asumir mayores responsabilidades. Decidió no comentar esto último a su madre.

– Qué buen hijo es usted -dijo el agente de viajes.

Tal vez ser el inspector jefe Chen no era tan malo.

Y también decidió que, en lugar de esperar a tener la oportunidad en un futuro lejano, empezaría en ese mismo momento a intentar hacer algo con el manuscrito que Yang había dejado. El inspector jefe Chen estaba decidido a arriesgarse en algo que de verdad deseaba.

CAPÍTULO 24

Yu estaba feliz con la conclusión del caso Yin Lige. Estaba sentado en el patio mientras Peiqin preparaba una cena especial en la cocina común «para celebrar la satisfactoria resolución del caso», le dijo.

Qinqin se sentía agobiado porque debía estudiar para un examen importante que tenía la semana siguiente.

– Sumamente importante -recalcó Peiqin.

De modo que la única mesa de la habitación estaba reservada para Qinqin hasta la hora de cenar.

Las llamadas telefónicas impedirían que Qinqin se concentrara. Tampoco Yu quería fumar como una chimenea mientras Qinqin estuviera estudiando en la misma habitación. Así pues, Yu tuvo que quedarse en el patio, a pesar del frío en esa época del año. Sentado en un taburete de bambú, con una tetera llena de té caliente, un teléfono inalámbrico, y una libreta apoyada sobre una silla algo inestable, Yu parecía más bien un vendedor ambulante. Se disponía a escribir el informe concluyente del caso Yin. Era su caso, al fin y al cabo.

Era cierto que el inspector jefe Chen, a pesar de estar de vacaciones, había jugado un papel crucial en el curso de los acontecimientos, pero Yu creía que no se le había dado mal trabajar solo. El trabajo policial en ocasiones se parecía a un gato ciego que caza ratas muertas; dependía en gran medida de la suerte. Sin embargo, el gato debía estar ahí, preparado para saltar con energía en el momento preciso. Pensaran lo que pensaran los demás, Chen y él estaban más allá de las discusiones sobre quién merecía el reconocimiento por la resolución del caso.

También era cierto que Peiqin había ayudado mucho. El inspector jefe Chen elogió su agudeza cuando Peiqin compartió con él su impresión sobre los problemas textuales de Muerte de un Profesor Chino, lo cual resultó ser una pista crucial.

Incluso Oíd Liang había contribuido a su manera, insistiendo una y otra vez en sus teorías, por la «causalidad irónica de los inoportunos yin y yang», una frase que Yu había aprendido últimamente de Chen.

Como el secretario del Partido Li había declarado: «El caso de homicidio habría continuado sin resolverse de no ser por el duro trabajo del detective Yu». Lo que el superior del Partido no reconoció fue que, de no ser por el duro trabajo de Yu, el caso se habría «resuelto» con el arresto y condena por asesinato de un hombre inocente. Claro está, Li no mencionaría una sola palabra sobre este tema en la conferencia de prensa, y había puesto especial cuidado en conceder a Yu un permiso especial para que permaneciera en casa mientras tenía lugar la conferencia. Ya que el inspector jefe Chen seguía de vacaciones, para el alto superior del Partido resultaba lógico hablar sobre la importancia del trabajo policial a los medios de comunicación. Yu accedió de buena gana.

Yu consideró que se trataba de un momento triunfal para él; un momento de redención también, a pesar de su salario bajo y patético, de su rango al ras del suelo, y del fiasco que había significado perder el apartamento nuevo. Es más, era un momento que quizás le serviría de inspiración para proseguir en su puesto como policía.

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