Jeffery Deaver - El Hombre Evanescente

Здесь есть возможность читать онлайн «Jeffery Deaver - El Hombre Evanescente» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Hombre Evanescente: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Hombre Evanescente»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En una escuela de música de Nueva York, el autor de un terrible asesinato se esfuma inexplicablemente de la habitación en la que la policía lo había acorralado…
Un nuevo caso del detective tetrapléjico Lincoln Rhyme, enfrentado a un criminal de habilidades extraordinarias: engañar, escapar, disfrazarse…

El Hombre Evanescente — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Hombre Evanescente», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Tío, hay demasiada luz. -Sachs miró hacia la ventana, invadida por el resplandor de los focos del circo-. ¿Dónde están las persianas?

– Se quemaron, ¿recuerdas?

– Creí que Thom había encargado otras.

– Iba a hacerlo, pero armaba demasiado lío tomando medidas y todo eso. Le eché y le dije que lo hiciera más tarde.

Sachs se bajó de la cama, buscó una sábana y la colocó sobre la ventana, lo que redujo la luz considerablemente. Volvió a la cama, se enroscó en el cuerpo de él y no tardó en quedarse dormida.

No así Lincoln Rhyme. Mientras escuchaba tendido la música y la críptica voz del maestro de ceremonias, comenzaron a formarse algunas ideas en su mente, y las oportunidades que le daba al sueño iban y venían. Pronto estuvo completamente despierto, perdido en sus pensamientos.

Que se perdían, no es de extrañar, en el circo.

Al día siguiente, ya avanzada la mañana, Thom entró en el dormitorio y se encontró con que Rhyme tenía visita.

– ¡Hola! -le dijo a Jaynene Williams, que estaba sentada junto a la cama en una de las butacas nuevas.

– Thom. -Le estrechó la mano.

El ayudante, que venía de hacer unas compras, estaba verdaderamente sorprendido de encontrar a alguien allí. Gracias al ordenador, las unidades de control ambiental y el circuito cerrado de televisión, Rhyme era muy capaz, desde luego, de llamar a alguien, invitarle a la casa y dejarle pasar.

– No es necesario que te muestres tan conmocionado -dijo Rhyme con mordacidad-. No es la primera vez que invito a alguien, ¿sabes?

– De pascuas a ramos.

– Tal vez contrate a Jaynene para que te sustituya.

– ¿Por qué no la contratas a ella también? Seríamos dos personas para compartir tus groserías -una sonrisa a Jaynene-:… aunque yo no sería capaz de hacerte eso.

– Me he visto en casos peores.

– ¿Eres mujer de café o mujer de té?

– Lo siento -dijo Rhyme-. ¿Qué fue de mi educación? Debería tener ya el agua hirviendo.

– Tomaré un café.

– Para mí un escocés -dijo Rhyme. Cuando Thom miró al reloj, el criminalista añadió-: Sólo un traguito terapéutico…

– Café para todos -dijo el ayudante, tras lo cual desapareció.

Una vez que se quedaron solos, Rhyme y Jaynene hablaron de generalidades sobre los pacientes con lesiones espinales y de los ejercicios que él hacía con todo su ahínco. De repente, tan impaciente como siempre, Rhyme decidió que ya había hecho el papel de anfitrión educado el tiempo suficiente y bajó la voz para decirle:

– Hay un problema, algo que me preocupa. Creo que puedes ayudarme. Espero que puedas.

Ella le miró, cautelosa.

– Tal vez.

– ¿Podrías cerrar?

La mujerona miró hacia la puerta, se levantó e hizo lo que le había indicado. Volvió a su butaca.

– ¿Hace cuánto tiempo que conoces a Kara? -le preguntó.

– ¿A Kara? Poco más de un año. Desde que su madre llegó a Stuyvesant.

– ¿Ese sitio es caro, no?

– Carísimo. Es horroroso lo que cobran allí. Pero en todos los sitios de ese estilo cobran más o menos lo mismo.

– ¿La madre tiene un seguro?

– Sólo Medicare [29]. Kara paga la mayor parte -añadió-. Como buenamente puede. Ahora está al día, pero suele retrasarse en el pago.

Rhyme asintió lentamente.

– Voy a hacerte otra pregunta. Piensa en ella antes de responder. Y necesito que seas totalmente sincera.

– Bueno… -dijo la enfermera con aire vacilante mirando hacia el suelo recién barnizado-. Haré todo lo que pueda.

* * *

Esa tarde, Roland Bell se hallaba en el cuarto de estar de Rhyme. El delicado piano de jazz de Dave Brubeck sonaba como música de fondo de la conversación que mantenían sobre las pruebas del caso Andrew Constable.

Charles Grady y el propio Fiscal General del Estado habían decidido retrasar el juicio para poder incluir otros cargos contra ese fanático: tentativa de asesinato de su propio abogado, conspiración de asesinato y delito mayor. Relacionar a Constable con Barnes y los otros conspiradores de la Unión Patriótica no sería fácil, pero si había alguien que podía conseguir que le condenaran ése era Grady. Iba también a por la pena de muerte para Arthur Loesser por el asesinato del oficial de patrulla Larry Burke, cuyo cuerpo se encontró en un callejón del Upper West Side. Lon Sellitto se encontraba en ese momento en el solemne entierro que habían dado al oficial en Queens.

Amelia Sachs entró por la puerta con aspecto de agotamiento, tras pasar todo el día reunida con los abogados que le habían asignado en la Asociación Benéfica de Policías de Patrulla para tratar de su posible suspensión. Se suponía que tenía que haber estado de vuelta hacía ya algunas horas y, por lo que Rhyme pudo advertir en su expresión, los resultados de la sesión no debían de ser muy buenos.

Él mismo tenía algunas novedades -su reunión con Jaynene y lo que había sucedido después de la misma-, por lo que había intentado localizarla, aunque sin éxito. Pero en ese momento no había tiempo para informarla porque apareció otra visita.

Thom hizo pasar a la habitación a Edward Kadesky.

– Señor Rhyme -le dijo acompañando sus palabras con una inclinación de la cabeza. No recordaba el nombre de Sachs, pero la saludó también con otra inclinación. A Roland Bell le estrechó la mano-. Recibí su mensaje. Decía que había novedades respecto al caso.

Rhyme hizo un gesto con la cabeza.

– Esta mañana he estado recabando información y estudiando algunos cabos sueltos.

– ¿Qué cabos sueltos? -preguntó Sachs.

– Cabos que yo no sabía que estaban sueltos. Cabos sueltos desconocidos.

Sachs frunció el ceño. La preocupación también se reflejó en el rostro del empresario circense.

– El ayudante de Weir…, Loesser…, ¡no se habrá escapado!, ¿verdad?

– No, no, está todavía en el Centro de Detención.

Se oyó el timbre. Thom salió y, un momento después, apareció Kara en la puerta. Miró a su alrededor, revolviéndose con la mano su pelo corto, que había perdido el brillo púrpura y era ahora rojizo como una peca.

– ¿Qué hay? -dijo dirigiéndose al grupo; la sorpresa de ver a Kadesky la hizo parpadear.

– ¿A alguien le apetece tomar algo? -preguntó Thom.

– Si no te importara dejarnos un momento, Thom. Por favor.

El ayudante miró a Rhyme y, advirtiendo el tono firme y preocupado que tenía su voz, asintió con la cabeza y abandonó la habitación. El criminalista le dijo a Kara:

– Gracias por venir. Necesito investigar unas cuantas cosas sobre el caso.

– Claro -dijo ella.

Cabos sueltos…

– Quiero que me des más detalles -le explicó Rhyme- sobre la noche en que El Prestidigitador metió la ambulancia en el circo.

La joven asintió, frotándose las uñas negras.

– Si puedo ayudar en lo que sea, estaré encantada de hacerlo.

– Se suponía que el espectáculo empezaba a las ocho, ¿verdad? -le preguntó Rhyme a Kadesky.

– Exacto.

– Cuando Loesser aparcó la ambulancia en la puerta, usted no había regresado aún de la cena y la entrevista en la radio, ¿no?

– No, no había regresado.

Rhyme se volvió hacia Kara.

– ¿Y tú estabas allí?

– Sí. Vi cómo entraba la ambulancia. En ese momento no le di importancia.

– ¿Dónde aparcó Loesser exactamente?

– Debajo del andamiaje de los asientos de palco -dijo ella.

– ¿Pero no debajo de las localidades más caras, verdad? -le preguntó Rhyme a Kadesky.

– No -dijo el productor.

– Así que estaba cerca de la salida principal de incendios, la que usaría la mayoría de la gente en caso de siniestro.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Hombre Evanescente»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Hombre Evanescente» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jeffery Deaver - The Burial Hour
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - The Steel Kiss
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - The Kill Room
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - Kolekcjoner Kości
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - Tańczący Trumniarz
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - XO
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - Carte Blanche
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - Edge
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - The burning wire
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - The Twelfth Card
Jeffery Deaver
Jeffery Deaver - The Stone Monkey
Jeffery Deaver
Отзывы о книге «El Hombre Evanescente»

Обсуждение, отзывы о книге «El Hombre Evanescente» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x