Tim Green - Ambición

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Thane Coder lleva una existencia que muchos envidiarían: un buen trabajo en la poderosa compañía King Corp, una mujer hermosa, un generoso salario… Un sueño hecho realidad pero que, como él mismo confiesa, no es suficiente. Cuando el dueño de la compañía anuncia que cederá el mando de la empresa a su hijo Scott, Thane decide que el puesto ha de ser suyo al coste que sea. Espoleado por la ambición de su esposa y cómplice, recurre al asesinato, al engaño, a los contactos con criminales… Matar le resulta cada vez más fácil, incluso tanto como engañar al FBI y a la mafia, pero pronto queda claro que Thane ha entrado en una espiral de locura para la que sólo hay un final.

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– Pareces colocada.

– No estoy colocada. Dame un respiro.

Johnny la miró y dijo:

– Así que crees que te debo un favor, ¿eh?

Se apartó de ella, sin dejar de asentir con la cabeza y de rezongar algo sobre favores. Su mano se posó en el bolso que había en la mesita de noche.

Jessica notó que se le paraba el corazón.

Pero él apartó el bolso, cogió un cuaderno y garabateó un número de teléfono de Nueva Jersey. Arrancó la hoja y se la dio.

– Anton. Dile que vas de mi parte.

– Me gustaría conseguir un buen suministro -dijo ella, acariciando ahora la curva de su barriga-. Voy a emprender un viaje.

– Vuelve a hacer lo que has hecho -dijo él, con voz ronca- y no tendrás que preocuparte de nada.

Él apoyó la mano en la nuca de Jessica y la empujó hacia abajo, muy despacio.

64

Aparté la vista de Scott y entré en la sala.

– Thane -dijo Mike Allen, levantándose de la silla-. Te he llamado varias veces al móvil.

– Hoy colocan la fibra óptica -dije. Mi rostro expresaba seriedad-. Contratamos a una cuadrilla que no pertenece al sindicato y éstos han intentado boicotearla. Ahora ya está todo listo.

Me dejé caer en una silla de piel y suspiré; intentaba transmitir la sensación de lo difíciles que estaban las cosas.

– Creía que estabas en Barbados -dijo Scott.

– Tenía previstas unas vacaciones, pero las acorté -dije, mirándolo con semblante impasible-. ¿Para esto me habéis hecho venir? ¿Para hablar de mis vacaciones?

Mike volvió a sentarse y tomó la palabra.

– Thane, este proyecto atraviesa por una fase compleja. Tenemos la mitad del material de que disponíamos hace un mes. Como accionistas, tenemos una obligación fiduciaria.

Asentí y paseé la mirada por los accionistas.

– Sí, ya sé que se imponía un toque de atención. Lo sé. Conozco los problemas, creedme. Los estoy viviendo en mis propias carnes. No es nada fácil intervenir, con un montón de sindicatos con los que nunca hemos trabajado y con los que intentamos llevarnos bien, y decir lo que está bien y lo que está mal. Ya sé lo que está mal. Trabajo para enmendarlo.

– El objetivo de esta reunión… -empezó Mike Allen.

– No -dije, cortando el discurso en seco-, todos sabemos cuál es el objetivo. Hay una razón por la que la gente se resiste a construir en el centro. Hay una razón por la que King Corp no lo ha hecho nunca. Las noticias vuelan. La decisión de llevar a cabo el Garden State fue de James, no mía. Prefiero el negocio de Miami Beach. Lo logramos de calle en Toronto con un proyecto de características similares: hotel, tiendas, aparcamiento.

»No estábamos preparados para esto, pero es lo que hay. Necesitaban a alguien que tomara las riendas. Todos sabemos que lo que le pasó a James fue una tragedia. Es increíble. Y es otra tragedia que el FBI creyera que fue su hijo quien lo hizo. Pero pasó, y ustedes y yo tuvimos que enfrentarnos a todo eso.

»¿Quieren saltar del barco en plena travesía? -pregunté, abriendo los brazos-. Ustedes mismos. Dejen que sea Scott quien maneje al sindicato. Que sea él quien arregle el lío que organizó su padre en Con Trac.

– Mi padre nunca quiso que Con Trac se ocupara de este proyecto -afirmó Scott.

Le miré por un instante y dije:

– Ah, tú estabas al tanto de todos sus deseos, ¿eh? Te lo contaba todo, porque lo que de verdad pretendía hacer cuando convirtió la empresa en una sociedad anónima era cedértela a ti. Se me había olvidado.

Solté un soplido irónico, bajé la vista y negué con la cabeza en señal de compasión.

– ¿Y qué hay del FBI? -prosiguió Scott-. Dicen que estás con el sindicato.

– Sí, y la semana pasada lo decían de ti. ¿Sabes qué significan las siglas FBI? Famosos Brutos Incompetentes. Son los sabuesos mediáticos. He trabajado como informador para ellos desde hace un mes. Me instalaron un micrófono y me enviaron a una reunión con Johnny G, quien intentó apartar del negocio a Con Trac para pasarlo a OBG. Pregúntaselo a los agentes. Consigamos la cinta.

»El FBI… -dije, en tono despectivo-. No saben lo que quieren. Créanme, su trabajo no consiste en construir ese centro comercial. Llevan años intentando cargarse el sindicato. ¿Dónde están? Ya no saben a quién apuntar con el dedo.

– Habéis visto los resúmenes financieros -declaró Scott. Actuaba como si yo no estuviera, estaba intentando captar la atención de todos los allí presentes. Apoyó la mano en una montaña de papeles que tenía delante de él-. El dinero gastado no guarda la menor relación con las obras realizadas. Este proyecto es un verdadero desastre. La única gente que gana dinero son todos esos contratistas fantasmas. ¿Tres mil dólares al día por un Porta Potti? ¿Cien mil dólares por semana para pagar veinte generadores de luz, cuando en la obra solamente hay dos y los fontaneros no pueden trabajar cuando ha oscurecido?

»Ya habéis oído a la agente Lee -dijo él, señalando con gesto al altavoz que había en el centro de la larga mesa-. Saben que no estoy involucrado en lo que está pasando. ¿Y Thane? Quizás él tiene razón. Quizá sólo está ebrio de poder y se ha vuelto descuidado, ha olvidado todo lo que aprendió y está gastando dinero a espuertas. Pero ¿y si anda metido en esto? ¿Y si se confirman las sospechas del FBI? Espero que todos los presentes dispongan de buenas pólizas de indemnización.

Sonreí ante el comentario.

Mike Allen negó con la cabeza y dijo:

– No es necesario llegar a eso.

– Esto es necesario. -Scott se levantó y golpeó con la mano el montón de documentos-. No pienso quedarme al margen y no me preocupan los sentimientos de nadie. Esto está expuesto en blanco y negro. Mis abogados lo están examinando ahora mismo.

Mike Allen comentó que no hacía falta proferir amenazas. La tensión se podía cortar, y acompañó a Scott al exterior de la sala. Cuando volvió Mike, yo esperaba que pudiéramos seguir hablando. Resultaba obvio que Scott se había hecho a sí mismo un flaco favor al perder los nervios. Pero en cambio Mike me brindó el mismo tratamiento de «gracias por venir» y me escoltó hasta la puerta. La junta tenía que considerarlo todo.

Dijeron que me llamarían.

La limusina se abrió paso entre el brutal tráfico matutino. Intenté llamar a Jessica al móvil, pero sólo obtuve el buzón de voz. Tampoco contestó al teléfono de la suite del hotel. Quizás estuviera en la ducha. Pero cuando llegué al Waldorf, la habitación estaba vacía.

Sonó el teléfono móvil. Era Mike Allen.

La junta había decidido conducir a la empresa en otra dirección.

El estómago me dio un vuelco.

65

En la esquina de la pequeña cocina había un desvencijado taburete. Bucky se sentó en él con las botas y la chaqueta puesta. Emitían una vieja película por televisión. James Cagney despotricaba contra su madre. Bucky intentó concentrarse en ella.

Judy le acarició el brazo y le pidió que la acompañara a la cama. Necesitaba dormir. Él la miró, como desorientado; luego sacudió la cabeza y se levantó. Recorrió varias veces aquella sala estrecha y le dijo que iba a salir.

– ¿Adónde vas? -preguntó ella.

– Tengo que seguir buscando -dijo él.

– ¿Dónde?

La miró desde la puerta. Los ojos de Judy, ocultos tras las gafas, estaban llenos de lágrimas y se ajustó el cinturón de la bata.

– Debo salir de aquí -contestó Bucky, con voz ahogada.

Se dirigió a casa de Russel, consciente de que aquel nudo en el estómago se haría más tenso si no veía la furgoneta de su hijo aparcada en la puerta. Así fue: entró, revisó los mensajes del contestador y llamó a su hijo. Recorrió el estrecho pasillo. Subió las escaleras. Miró en el dormitorio.

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