Le entró entonces la prisa. Estaba tan cerca que casi podía tocar lo que había estado anhelando, casi sabía el nombre que tenía. De modo que se apresuró a ir en busca de Anna, la niña, pero estaba asustada y le costó un rato convencerla de que abriera la puerta. Finalmente cedió. Tenía la mirada de terror de un niño cuando sabe que no tiene elección. Estaba demasiado desesperada incluso para llorar. Pero él la cogió de la mano, le prometió que su madre estaba muy cerca y le dejó que ayudara: ella sostuvo la lámpara mientras él buscaba cuerda y una pala y luego despejaba el camino. Finalmente la levantó en brazos.
– ¿Sabrías ir a cuestas, cogiéndote de mi cuello? -preguntó.
– Sí -contestó ella.
– Bien. Quiero que te subas a mi espalda, pero ataré una cuerda alrededor para que nos mantenga unidos.
– ¿Por qué?
David señaló.
– Porque voy a trepar hasta ahí arriba.
– No puedes.
– Oh, sí puedo.
Y sí pudo. Fue un acto heroico. Era un escalador, y muy bueno, sabía reconocer la dificultad de una escalada. Y aunque nadie lo vio y la niña, gritando, aferrándose a su cuello, no era un buen testigo, en fin, no importaba. Al final supo que iba a conseguirlo. Respiró aire fresco. Volvía al mundo y oía la brisa que se agitaba sobre la superficie del desierto. Luego vio también la noche, un borde de nube tras el que brillaban las estrellas. Por fin tuvo el borde de la tierra bajo sus manos, se impulsó hacia arriba y pasó al otro lado.
Estaba exhausto.
Con los brazos de la niña rodeándole el cuello, gateó para alejarse del borde y casi se desmayó. Después, cuando la niña lo soltó por fin, rodó sobre la espalda y se quedó tumbado.
David cerró los ojos y no se movió.
Cuando volvió a abrirlos estaba mirando hacia lo alto. Vio un par de estrellas que parecían hincharse y encogerse con los latidos de su corazón, cuyo pulso fluía a través de su retina. Las contempló hasta que se detuvo su movimiento, hasta que su respiración se calmó y fluyó el aire tranquilo por su cuerpo, como la brisa. Ahora sabía que ya lo había conseguido. Lo había hecho. Sintió un gran alivio. El aire salió de su interior en un largo y suave suspiro. Todo había concluido y lo había hecho él. Investigando desde el presente a partir de sí mismo y hacia atrás en el pasado, como Tannis había dicho… Se quedó allí tendido. Su mente estaba muy quieta. No pensaba. No obstante, ahora veía muy claro el significado de todo lo que había ocurrido. Se había cambiado a sí mismo, era una persona diferente, por eso había ganado. Bueno, no era para tanto. Por otro lado, parecía que había renunciado a muchas cosas (en su momento había parecido mucho), así que merecía un cierto reconocimiento. El científico. El hombre de ciencia. Maestro de las leyes y principios eternos. Pero tales conocimientos, por su misma definición, sólo podían convertirse en poder, que entonces buscaría tan sólo más poder en un círculo interminable: poder sobre el mundo que sólo conseguía separarte del mundo. Él había evolucionado… a eso se reducía todo. Y en los meses que seguirían a todo aquello, mientras empezaba a construir una nueva vida, se preguntaría en ocasiones si el mundo no habría evolucionado también. ¿Creía aún la gente que la ciencia salvaría a la humanidad? ¿Creía aún la gente en ese tipo de verdad? No estaba seguro (se podían dar argumentos a favor y en contra), pero en otra época el mundo se había visto a sí mismo a través de los ojos de Dios y eso había acabado. Quizá las cosas estaban empezando a cambiar de nuevo. Quizá podía abrigar esperanzas: 1952, la bomba H; 1955, la vacuna de Salk [56]; 1958, el Sidewinder se convierte en el primer misil guiado que destruye a un avión enemigo en combate. Los historiadores sin duda lo verían a su manera, pero ¿no estaba el gran apogeo científico en ese lugar intermedio, antes de que la ciencia se hubiera convertido en talidomida, en veneno y en contaminación? En otra época la gente había creído y ahora ya no creía. Él había formado parte de ello y había sobrevivido, ¡había escapado!
Pero ahora, pensó, ¡adelante! Quizás estaba un poco loco, allí, en aquel desierto. Eso era precisamente lo que el desierto podía hacerle a una persona. Lo que él necesitaba en realidad era un medio de locomoción. De modo que se puso en pie, lo que impulsó a Anna, quien había decidido que probablemente estaba muerto, a correr hacia él y abrazarse a su pierna. Empezó a llorar. Quería ver a su mami. Tuvo el valor suficiente para decir: «Lo has prometido.»
En verdad lo había hecho, y ése era el último problema. No tenía ni idea de dónde estaban. De algún modo habían emergido a un tiempo por detrás del cañón y por encima de él, que no era, desde luego, el lugar donde debían estar ellas. Pero entonces recordó que aún llevaba el Zippo de Tannis. Lo abrió y le dio a la rueda. Se encendió con una llamarada, tan fuerte que sólo pudo cogerlo por la bisagra con dos dedos calientes mientras trazaba círculos con él por encima de su cabeza. Unos instantes más tarde vio la luz de respuesta, tan sólo un destello y con el rabillo del ojo, y, por supuesto, justo en el último lugar donde se le hubiera ocurrido mirar. Quizá tampoco ellas habían distinguido con certeza el lugar de donde procedía su luz, porque se apagó de inmediato. Pero él había tenido bastante. Delante de ellos el desierto se elevaba en un alto y hendido montículo y por detrás, al borde de un banco de nubes, distinguió una estrella. Sólo tenía que mantenerse en esa línea.
Pero tan pronto como se apagó la pequeña luz, la niña se asustó mucho. Estaba muy oscuro, se habían perdido y ella no encontraría nunca a su madre. David se arrodilló y trató de consolarla asegurándole que encontraría el camino, pero ella no se consolaba. Necesitaban una luz, no podían ver. Deberían haber cogido el farol.
– No te preocupes -dijo David-. Tengo algo mejor que un farol. Es un poema sobre un farol. Si te lo aprendes de memoria, ¿sabes cómo aprenderte un poema de memoria?, te prometo que lo veremos todo.
Miró a la niña desde arriba. Parecía sumida en la duda. Pero luego alzó la cabeza expectante y, antes de que tuviera tiempo de cambiar de opinión, David empezó:
The Lantern is to keep the Candle Light,
When it is windy and a darksome Night.
Ordained it also was, that men might see
By Night, their Day, and so in safety be [57].
David contempló su rostro y tras unos segundos oyó: «Dilo otra vez», y él lo repitió, esta vez jugando con las palabras, alargándolas, soplándolas por encima de ella. Los ojos de la niña empezaron a sonreír y luego también sonrieron sus labios. Al final acabó retorciéndose de risa. David lo repitió una vez más. Y por fin Anna lo intentó, y lo volvió a intentar, hasta que se lo aprendió de memoria. Entonces David la cogió de la mano y la niña recitó el poema. Con sus palabras y la estrella que le servía de guía para orientarse, David dio un paso, luego otro, con cautela, porque el terreno era abrupto y rocoso, hasta que halló el camino de bajada desde el borde del cañón, alejándose de China Lake.
Anthony Hyde was born in Ottawa, where he still lives, though he frequently travels. After a brief stint as a political activist, he has always worked as a professional writer, his novels having been translated into numerous languages, and published around the world.
***
[1] Uno de los misiles que mayor influencia han tenido en la historia, este delgado misil aire-aire fue muy poco americano en su desarrollo, puesto que lo creó de la nada un reducido grupo de personas de la NOTS China Lake, trabajando con un presupuesto proverbialmente ajustado. Encabezado por el doctor McLean, este equipo fue el primero del mundo en abordar el problema del guiado pasivo por IR (infrarrojos), en 1949, y las a menudo insolubles dificultades se combinaron con la elección de un fuselaje de sólo 5 pulgadas (127 mm.) de diámetro, que en los tiempos de la electrónica por tubos de vacío constituyó un enorme reto… La primera serie de XAAM-N-7 con sistema de guiado se disparó con éxito el 11 de septiembre de 1953. La primera producción de misiles, que la Marina llamó N-7, las Fuerzas Aéreas llamaron GAR-8 y el equipo que lo creó llamó SW-1, llegó al IOC [1] en mayo de 1956. AA-2 Atoll Al contrario que la mayoría de armas rusas, este misil aire-aire es sin lugar a dudas una copia del modelo occidental original, el primer AIM-9B Sidewinder. Cuando se vio por primera vez, el 9 de junio de 1961, transportado por varios aviones de combate durante una exhibición aérea, era casi idéntico al misil americano. Desde entonces ha seguido su propia trayectoria en el desarrollo, al igual que el Sidewinder se diversificó en las versiones de IR y SARH (guiado semiactivo por radar)… Al igual que las versiones AIM-9, los misiles IR tienen morros hemisféricos que se vuelven transparentes con el calor, y las versiones radar tienen morros ligeramente achatados y opacos. Entre los aviones actuales que incorporan misiles cabe citar los aviones de combate Mig-21, con cuatro soportes para misiles en lugar de dos, y los aviones de combate Mig-23 «swing-wing», que también transportan los últimos AAM. Bill Gunston , Misiles aéreos modernos: guía ilustrada
Siglas de Intelligence Office of Censorship, departamento de los servicios de información en los que se decide qué información se considera secreta. (N. de la T).
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