Tannis cayó de bruces.
Pero no vio nada.
Estaba mucho más oscuro, aunque una de las luces aún estaba encendida, pero ése no era el problema, sino el recuerdo de la imagen de la bola de fuego de la linterna, que era tan cegadora como el sol. Se movió delante de sus ojos, tan brillante y real que incluso movió la mano para alejarla, pero no vio nada a través de ella. Pasó un minuto. La luz creció y palpitó, pareció a punto de desvanecerse, pero volvió a brillar una vez más. Oyó un sonido y lanzó un juramento para sí. ¿Se habría movido Harper? Luego, el silencio. Después sonó un estrépito, algo que había caído. Tanteando con una mano Tannis se aseguró de que estaba detrás de una roca. Su visión empezó a aclararse. Pero no estaba seguro de lo que ocurría. Otro minuto. Y cuando recuperó la visión, no vio a Harper. Estaba más oscuro y la forma que su ojo esperaba no apareció. Pero tenía que estar allí. No podía haberse ido muy lejos. Tannis asió el viejo y gran Colt, se levantó, avanzó. Vio el andamio, el único farol. No le gustaba aquello… y entonces pasó por un momento de confusión. Porque allí estaba Harper. Pero de cara a él, apoyada la espalda contra una roca.
– Harper. -Siseó el nombre.
Entonces una voz le llegó desde detrás:
– Jack, no te muevas. No muevas ni un músculo. No respires.
Tannis se quedó paralizado. Miró a Harper. Y reflejado en sus ojos, casi consiguió ver al hombre que había detrás suyo.
– ¿Stern?
– Jack, tienes cerebro, pero yo sé cómo funciona. Sabía que primero irías a por él. ¿Te das cuenta?, te has metido en tu propia trampa.
– Stern…
– Solías llamarme Rudy . Nos conocimos muchos años atrás, mi almirante. Yo soy un amigo. Un viejo amigo. ¿Lo recuerdas?
– Así que fuiste tú quien telefoneó. Deberías habérmelo dicho antes.
– No, no. Tenía miedo de que te hubieran intervenido la línea. Recuerda, fuiste tú quien me enseñó a ser prudente. Buhler me lanzó muchas amenazas; estaba obsesionado. Yo no sabía con quién habría hablado. No sabía a qué atenerme con respecto a ti. Además, un antiguo espía como tú… tal vez escuchar tus conversaciones telefónicas fuera mera rutina.
«Haz que siga hablando. No quiere matarte. Tiene miedo de matar. Todos tienen miedo, ¿no es cierto? Si quisiera matarte ya lo habría hecho.»
– ¿Entonces por qué no viniste al restaurante?
– Los planes cambian… Jack, la pistola. Está en tu mano derecha. No te preocupes, la veo. Arrójala lejos de ti, a la derecha. No pienses siquiera en intentar… Estoy detrás de una roca, aunque consiguieras disparar no me darías. Así que tira el arma.
Y Tannis arrojó suavemente el arma, pero justo delante de él, no demasiado lejos de Harper.
– Jack, a la derecha he dicho.
– Entonces dispárame, Rudy. Aprieta el gatillo, Rudy.
Una pausa. Silencio. Pero Tannis no sintió nada. Sabía que no iba a morir de esa manera. Y después de unos segundos Stern dijo:
– Camina hacia él. Luego date la vuelta y siéntate. Junto a las rocas.
Tannis se encogió de hombros, luego dio un paso mirando a Harper, que no había hecho un solo movimiento ni había pronunciado una palabra. Pero parecía bastante tranquilo, indiferente. Su rifle brillaba en la oscuridad, pero demasiado lejos. Tannis se dio la vuelta al tiempo que se sentaba, sí, ése era un buen movimiento, hacer que se sentara, pero a metro y medio o dos metros de Harper, bastante lejos. No se puede disparar a dos hombres al mismo tiempo. Tendría que recuperarse del retroceso, apuntar de nuevo. ¿Era eso lo que tenía que conseguir, que disparara a Harper primero? Sin duda no iba a ser tan idiota. A menos que consiguiera que Harper hiciera algún movimiento, intentar coger la pistola… Pero Harper no iba a hacerlo. Harper no haría nada. Esperaría. Harper no servía. Era un milagro que hubiera llegado tan lejos… Y se olvidó de Harper, dejó que se alejara, lo miró tan sólo por el rabillo del ojo, mientras Stern emergía de detrás de unas rocas. Sí, Tannis quería captar su mirada, y lo hizo susurrando: «Rudy», sólo para atraerlo hacia sí, lo bastante cerca como para alcanzarlo y captar su mirada.
– Rudy, es increíble verte después de todos estos años.
Stern lo sintió, sintió su poder. Vaciló; sonrió.
– Jack…
– Sobre el restaurante…
– Eso es ya historia. ¿No es eso lo que tú dices? Agua pasada.
– Claro. Todo es historia. -Sonrió con los ojos. Lo tranquilizó un poco. Casi lo tenía ya. «Eso es. Relájate. No hay nada que temer, encanto, no te va a doler en realidad…»-. Sin embargo, tengo curiosidad. ¿Cómo llegó Buhler allí, a aquella carretera?
– Eso fue muy sencillo. Cuando te llamé estaba en una cabina cerca de Darwin Springs y él estaba fuera. Iba a llevarlo para que se encontrara contigo. Ése era el trato. Pero tenía que ser en secreto. Él se lo creyó, ¿sabes?, por lo de la base. Él no sabía que estaba allí hasta que llegó; no tenía ni idea. Así que planeé todo aquello y luego lo dejé allí de camino. El mismo lugar donde solíamos encontrarnos, ¿no lo recordaste? ¿Por el radar? ¿Porque no podían oírnos a causa del radar? En cualquier caso, fui hasta la ciudad y te dejé la nota. Pero entonces estaba pensando, así que dejé mucho tiempo…
– Y volviste al remolque para coger el caballo.
– O sea que descubriste lo del caballo. Siempre fuiste muy inteligente, Jack.
– Sin embargo, lo mataste.
– Pero eso podría haber ocurrido de todas maneras. ¿Comprendes? Y debo admitirlo. Me asustaste. Estabas allí, de repente estabas allí. Y yo no había oído tu coche. Ya me entiendes, yo quería hablar contigo un momento antes, explicártelo, para que así supieras qué debías decir. Hubiera sido muy fácil, ¿comprendes?, hubiéramos podido hablar justo delante de sus narices, porque él no sabía inglés.
– Pero hubiera sido mucho más fácil, Rudy, si hubieras entrado en el Hideaway. No. Confiésalo. Tú lo planeaste. Ibas a jugármela. («Lo digo casi a la ligera, Rudy, es casi como una broma, pero ni siquiera puedes sonreír, ya has perdido incluso eso. Eso es. Mírame a los ojos.») Ibas a tenderme una trampa.
– Si lo prefieres. O podrías decir mejor que iba a involucrarte en ello tanto si te gustaba como si no. ¿Comprendes? Tendrías que protegerte a ti mismo, y eso significaría protegerme a mí también. -Vaciló. Estaba nervioso ahora, pero de un modo diferente-. Eso es lo que necesito saber, Jack. Si lo has hecho bien. Qué está pasando, qué me espera ahí fuera.
– En Escocia estuviste a punto de hacerlo explotar.
– Me doy cuenta. Pero no sabía… lo de la mujer… que la mujer ya no era una amenaza. Pero me salvaste. ¿O nos salvaste? -No a Harper, que estaba sentado junto a ellos. Ni siquiera lo miraron; en realidad Tannis no movía los ojos ni un centímetro, apenas pestañeaba. Con calma, succionó los ojos de Stern y los sintió debilitarse. «Ahora te tengo. Siempre te he tenido. Yo conocía tus secretos y tú estabas satisfecho de que los conociera, oh, sí, lo estabas.»
– ¿Y Vogel, Rudy? -murmuró.
– Eso está arreglado, te lo aseguro.
– Buhler llegó buscando a Vogel, pero te encontró a ti en su lugar. Ése fue el problema, ¿verdad?
– Sí, sí. Pero está todo arreglado. Vogel sabía lo que tu sabías, Jack. Desde el principio. Había una mujer que salió de Auschwitz, una judía, y al final la metieron en el campo en el que estaba Vogel. Ella… se lo contó. ¿Comprendes?
– Ajá.
– Sólo quería dinero. Creo que se casó con ella. En todo caso me encontró…
– Rudy, deberías habérmelo contado.
– Sólo tenía que darle dinero. Pero hubo problemas, ¿comprendes?, Buhler tenía un hermano en ese campo y hubo problemas entre él y Vogel, no estoy seguro de qué ocurrió, pero Buhler le siguió la pista. Casi estaba loco. En serio, Jack, estaba obsesionado. Me contó cómo lo había hecho. Tenía cartas, fotografías, todo… pero me he ocupado de eso. Ya no representa ningún problema.
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