Charles Sheffield - Las crónicas de McAndrew

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Como Newton en el siglo XVII o Eintein en el XX, McAndrew es el genio indiscutido de la física del siglo XXII. Los
, minúsculos agujeros negros cargados y en rotación, no tienen secretos para quien ha descubierto la forma de usarlos como fuente de energía. Su dominio de la ciencia y un sin par sentido práctico le llevan a inventar los más sorprendentes artilugios como la primera nave interestelar sin efectos de inercia. La pilota su compañera, la capitana Jeanie Roker y juntos explorarán a fondo el sistema solar interior, el Halo de cometas que le rodea y llegarán a viajar a Alfa Centauro, en medio de las más sorprendentes situaciones.
Seguir a McAndrew en sus aventuras es adentrarse con gran amenidad en un mundo de brillante especulación y saborear las delicias de la inteligencia.

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De acuerdo, no me estaba mostrando realista, pero creo que en el Instituto cada uno de nosotros albergaba el sueño secreto de que su proyecto fuese el que acaparara el interés de Tallboy, ocupara su tiempo y mereciera su aprobación. Por cierto, mi idea se sustentaba en la cantidad de trabajo que implicaba su preparación.

Los tiempos eran justos pero razonables. Jan llegaría al Instituto a las 9. La asignación de paternidad oficial se realizaría a. las 9.50. El gran espectáculo para Tallboy empezaría a las 10.75 y proseguiría hasta que se cansara de ver y escuchar. Jan debía regresar a las 19.90, de modo que yo tenía sentimientos encontrados con respecto a la visita de Tallboy. Cuanto más tiempo estuviera, más impresionado se iría, y eso era algo que queríamos todos. Pero también queríamos dedicarle tiempo ajan antes de que tuviera que volver rápidamente a Luna para su graduación y salida de la universidad.

Por fin todo salió tan bien —y tan mal— como cabía esperar.

La nave de Jan llegó al Instituto a las 9 en punto. Me gustó comprobar que era una de las nuevas miniversiones de cinco g de la Impulsión de McAndrew, que por fin había sido lanzada al Sistema Interior para uso particular. Estaba segura de que Jan la había escogido para complacer a Mac. Para saltar el charco desde Luna a L-4 no hacía falta utilizar semejante impulsión.

La ceremonia de asignación paterna suele celebrarse con muchas formalidades. No había la costumbre de saltar de la zona de atraque tan pronto se abrían las puertas, dirigirse al futuro padre y estrecharlo en un abrazo inmenso y apasionado. McAndrew se quedó estupefacto un instante y luego se hinchó de satisfacción como un pavo real. Inmediatamente después recibí el mismo tratamiento afectuoso. En lugar de soltarnos, Jan y yo nos cogimos del brazo y nos pusimos al día.

Iba a ser más alta que yo: ya me había igualado en altura. En tres años había pasado de ser una niña increíblemente despierta a ser una atractiva mujer cuyos brillantes ojos grises me decían algo más: si no intervenía, Jan acabaría haciendo de Mac lo que le diera la gana. Y ella sabía que yo lo sabía. Nos sonreímos y hablamos de mil cosas. Mac y yo recibíamos un montón de afecto, orgullo, esperanza, felicidad total…

Nos dimos un último abrazo. Jan nos cogió de la mano y los tres nos fuimos al encuentro de Limperis y los demás.

La ceremonia oficial empezaría dentro de media hora, pero todos sabíamos que lo más importante ya estaba hecho.

—¿Qué quieres como regalo de graduación? —preguntó McAndrew, mientras esperábamos que empezara la ceremonia. Yo también me lo había preguntado. Era lo primero de lo que querían hablar los hijos con sus padres recién asignados.

—Nada caro. —dijo Jan—. Me gustaría hacer un viaje. Estoy un poco cansada de Luna. —Su tono parecía indiferente, pero la rápida mirada de soslayo que me lanzó no expresaba lo mismo.

—¿Eso es todo? —comentó Mac—. Bueno, un viaje no parece un regalo. Pensábamos que querrías una cápsula de crucero, por lo menos.

—¿Qué clase de viaje? —pregunté.

—Quisiera visitar la estación Tritón. Toda mi vida he oído hablar de ella, pero aparte de ti, Jeanie, no conozco a nadie que haya estado en ese sitio. Y tú nunca hablas de ello.

—No creo que sea una buena idea —dije. Las palabras asomaron a mi boca antes de que pudiera contenerlas.

—¿Por qué no?

—Es un lugar muy lejano, demasiado aislado. Y no tendrías nada que hacer allí. Queda tan lejos… —Había reaccionado antes de pensar en argumentos racionales, y me encontraba diciendo incoherencias.

Jan lo sabía.

—¡Muy lejos! Pero si habéis viajado a años luz y habéis hecho travesías a sitios miles de veces más distantes que a la estación Tritón…

Vacilé, y ella aprovechó para insistir.

—Fuiste tú quien dijo que la gente se queda en casa mientras el Halo y todo el Universo esperan ser explorados.

¿Qué podía aducir? ¿Que había una regla para todo el mundo y otra para mi hija? En el espacio interestelar, la estación Tritón es como el «patio trasero», pero a la vez está cerca del límite del viejo Sistema Solar. Demasiado distante para gozar de las comodidades del Sistema Interior. Un sitio excelente como estación de mensajes entre el Halo y el Sistema Interior, y por eso se estableció allí el centro de comunicaciones. Pero es un sitio pequeño y espartano. Y la estación no está en el satélite de Neptuno, como cree la mayoría de la gente. Se encuentra en órbita alrededor de Tritón, y en la superficie del satélite sólo hay una especie de pequeño puesto habitado para proveer materias primas y alimentos, y para realizar investigación sobre criogenia. En la atmósfera helada de Neptuno flotan unas pocas estaciones sin tripulación, a 350.000 kilómetros, pero nadie con dos dedos de frente va a visitarlas.

Las sesenta personas que integran el personal de la estación son una extraña mezcla de laboriosos investigadores y solitarios recalcitrantes para los cuales el Sistema Interior, e incluso la Colonia de Titán, son lugares demasiado poblados. Algunos adoran el lugar, pero cuando la impulsión de cien g entre en funcionamiento para uso general, la estación Tritón quedará a un día y medio de vuelo, y podrá convertirse en un lugar donde pasar los fines de semana. Entonces, supongo que el personal despotricará contra la gente y se irá al Halo en busca de paz y tranquilidad.

—Te aburrirás —dije, probando otro argumento—. Son más antisociales de lo que imaginas, y además no conoces a nadie de allí.

—Conozco a Sven Wicklund, y siempre nos hemos llevado de mil maravillas. ¿Sigue allí, verdad?

—Sigue allí, maldito sea —dijo McAndrew—.

Pero si me preguntas qué ha estado haciendo duran—;e los últimos seis meses…

Se le fue la voz y el rostro adquirió su típica expresión de imbecilidad, con la mandíbula caída. Se pasó la mano por el escaso cabello, pensativo, imaginé lo que estaba pasando.

—No seas tonto, Mac. Espero que ni siquiera se te ocurra pensarlo. Si Wicklund no quiere decirte a ti lo que está haciendo, no vayas a creer que se lo dirá ajan, que sólo estaría unos días.

—Bueno, no lo sé —comenzó McAndrew—. Creo que habría una posibilidad.

—Estoy segura de que me lo dirá —dijo Jan totalmente convencida.

Por desgracia, también yo estaba segura. Wicklund había quedado cautivado por Jan cuando ella sólo tenía catorce años y la décima parte de su actual vitalidad. Si entonces ella hizo de él lo que quiso, ahora tenía todas las de ganar.

—De todas formas, no lo decidamos ahora mismo —intervine—. La ceremonia empezará con retraso, y luego tendremos que ocuparnos de Tallboy. Ya lo hablaremos más tarde.

—Creo que podríamos decidirlo ahora mismo sin ningún problema —propuso McAndrew.

—No —dijo Jan—. Puede esperar. En realidad tengo prisa.

Lo siento, Jeanie, pareció decirme con su sonrisa. Uno a cero.

Después de eso me costó concentrarme en la visita de Tallboy. Por fortuna, casi todo el tiempo me tocaba actuar detrás del telón, aunque lo acompañé en su visita, asintiendo cortésmente y señalando con el dedo los distintos aparatos en exhibición. También tuve ocasión de conversar con cada uno de los que se habían entrevistado con Tallboy en forma individual.

—Impresionante —dijo Gowers cuando salió.

Había sido la primera, y durante la entrevista había descrito sus teorías y experimentos sobre la focalización de la luz mediante matrices de kernels. Era un área de investigación de lo más ardua. Para crear una matriz estable de agujeros negros de Kerr-Newman había que encontrar soluciones al problema de muchos cuerpos en la relatividad general. Afortunadamente, en todo el Sistema no había nadie mejor preparado para ello que Emma Gowers. La investigadora se había ganado un lugar de por vida en la historia de la ciencia años atrás, cuando proporcionó la solución exacta al problema relativista de los dos cuerpos. Ahora, para someter a prueba sus teorías, había construido un diminuto conjunto de kernels con escudo, tan pequeño que todo el trabajo se había realizado a través de un microscopio. Había visto a Tallboy mirar por el ocular, bromeando con Emma Gowers.

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