Giorgio Faletti - Yo soy Dios

Здесь есть возможность читать онлайн «Giorgio Faletti - Yo soy Dios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Yo soy Dios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Yo soy Dios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un asesino en serie tiene en vilo a la ciudad de Nueva York. Sus acciones no entran en los esquemas conocidos por los criminalistas. No elige a sus víctimas. No las mira a los ojos mientras mueren… No elimina a una persona en cada asesinato. Golpea masivamente. La explosión de un edificio de veinte plantas, seguida del descubrimiento casual de una vieja carta, conduce a la policía a enfrentar una realidad espantosa… Y las pocas pistas sobre las que los detectives trabajan terminan en callejones sin salida: el criminal desaparece como un fantasma.
Vivien Light, una joven detective que esconde sus dramas personales detrás de una apariencia dura, y un antiguo reportero gráfico, con un pasado que prefiere olvidar, son la única esperanza para detener a este homicida. Un viejo veterano de guerra llevado por el odio. Un hombre que se cree Dios.

Yo soy Dios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Yo soy Dios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Para poder olvidar el lugar donde había estado por la mañana y al cual estaba yendo ahora, se refugió en lo único seguro que tenía: el trabajo.

Trató de desechar cualquier pensamiento no relacionado con la investigación que debía afrontar. Convocó la imagen del brazo que sobresalía de una brecha en un muro, la desolación de esa cabeza de piel acartonada apoyada sobre unos hombros que no eran más que residuos de piel y huesos.

Aun cuando la práctica le enseñaba que todo era posible, esa misma experiencia le hacía temer que sería muy difícil obtener la identidad de aquel hombre enterrado entre paredes. Las construcciones solían ser un lugar preferido por el hampa para esconder a las víctimas de sus arreglos de cuentas. Cuando se trataba de profesionales, los cadáveres eran sepultados desnudos, o sin las etiquetas de la ropa, por si alguna vez eran encontrados. A algunos les llegaban a borrar con ácido las huellas digitales. Cuando examinó el cuerpo, notó que eso no había ocurrido en este caso, y que las etiquetas estaban en su lugar, aunque muy deterioradas. Eso podía significar que no se trataba de profesionales, sino de un homicida ocasional que no había tenido la frialdad o la experiencia para eliminar posibles rastros.

Pero ¿quién podía tener la posibilidad de esconder un cuerpo en un bloque de cemento o entre paredes? Era algo bastante difícil para cualquiera, salvo que se hiciera con la complicidad de un especialista. O quizás el culpable lo era: un trabajador de una empresa de construcciones. El crimen, fuese cual fuera el móvil, bien podría haber sido la acción aislada de un hombre común contra otro hombre común, sin intervención de la delincuencia organizada.

La única pista estaba encarnada en esas fotos, sobre todo en ese raro gato con tres…

– ¡Mierda!

Enredada en sus pensamientos no se había percatado de que el atajo por la Hutchinson River Parkway estaba colapsado por una fila de vehículos. Pisó el freno y se desvió a la izquierda para no chocar con el coche que la precedía. El conductor de una gran furgoneta tocó varias veces el claxon. Por el retrovisor Vivien vio que, adelantándose sobre el parabrisas, el tipo le mostraba el dedo corazón.

Por lo general odiaba recurrir a ciertos medios cuando no estaba de servicio, pero esta vez decidió que la prisa la exoneraba. Más que el gesto del hombre, su propia distracción la había puesto nerviosa. Cogió del asiento trasero la luz giratoria magnética, abrió la ventanilla, la encendió y la apoyó en el techo.

Con una sonrisa vio cómo el hombre bajaba la mano y se apoyaba en el respaldo. En la medida en que les fue posible, los coches que tenía delante se apartaron para facilitar su paso. Se dirigió a Zerega Avenue, y un par de manzanas después de haber doblado en la Logan, se encontró en un lateral de la iglesia de Saint Benedict.

Aparcó el XC60 en un lugar libre al otro lado de la calle. Durante un rato se quedó observando la fachada de ladrillos claros, la pequeña escalinata que conducía a los tres portones de entrada, coronados por arcos, enmarcados en columnas y decorados con pinturas.

Era una construcción nueva. No había que buscar su historia en el pasado sino en lo que el presente estaba construyendo para el futuro. Nunca pensó Vivien que un lugar como ése pudiera volverse tan familiar para ella.

Se apeó del coche y cruzó la calle.

En el aire ya imperaba ese tipo de penumbra que confunde los colores de los gatos, pero todavía quedaba luz suficiente como para reconocer a una persona. Estaba por dirigirse a la vicaría cuando vio al padre Ángelo Cremonesi, uno de los curas de la parroquia, que salía por la entrada principal acompañado de dos personas, un hombre y una mujer. Por lo general las confesiones se realizaban los sábados de cuatro a cinco, pero era un horario más elástico que riguroso.

Vivien subió los escalones y se le acercó. El sacerdote se detuvo y la pareja que iba con él se alejó.

– Buenas tardes, señorita Light.

– Buenas tardes, padre.

Vivien le estrechó la mano. Era un hombre de más de sesenta años, de cabello blanco, aspecto saludable y mirada bondadosa. La primera vez que lo había visto le recordó a Spencer Tracy en una película de los años cincuenta.

– Ha venido a llevarse a su sobrina.

– Sí. He hablado con el padre McKean y los dos creemos que ha llegado el momento de probar que pase un par de días en mi casa. La traeré el lunes por la mañana.

Al pronunciar el nombre le vinieron a la mente la cara y la mirada de Michael McKean. Tenía un rostro expresivo y unos ojos que daban la sensación de poder entrar en las personas y atravesar las paredes sin esfuerzo. Quizá fuera esa capacidad de ver más allá lo que lo hacía estar disponible cada vez que había necesidad de él.

El párroco, un hombre dócil pero demasiado meticuloso, se puso a puntualizar hechos.

– El padre McKean hoy no está y por ello pide disculpas. Los chicos todavía están en el muelle. Una persona amable, de la que no recuerdo el nombre, se ofreció para llevarlos a un paseo en un velero. Me acaba de llamar John, que está al tanto de su acuerdo con Michael, y me ha dicho que están terminando de arreglar sus cosas y que estarán aquí en un momento.

– Muy bien.

– Quizá quiera esperar en la vicaría.

– No, gracias, padre. La esperaré en la iglesia.

– Entonces, hasta pronto, señorita Light.

El sacerdote se alejó. Quizás había interpretado como devoción su propósito de esperar en la iglesia. Pero lo que Vivien quería en ese momento era estar sola.

Empujó el portón y atravesó el atrio revestido de madera clara, dejando atrás las estatuas de santa Teresa y san Gerardo, enhiestas en nichos en las paredes. Otra puerta, más ligera, la condujo al interior de la iglesia.

Estaba fresco y había silencio y penumbras. Y la promesa de bienvenida y amparo que ofrecía el altar desde el otro extremo de la única nave del templo.

Cuando entraba en una iglesia, a Vivien le costaba percibir la presencia de Dios. Ya había pasado parte de su joven vida en las calles y se había cruzado con demasiados demonios, sintiéndose siempre frente a ellos sólo como un ser humano demasiado débil y atemorizado para enfrentarlos. Allí, en ese lugar lleno de imágenes, con el requerimiento de sacralidad hecha a medida del hombre, a la luz de los cirios encendidos por la fe y la esperanza, no lograba compartir siquiera un fragmento de esa fe y esa esperanza.

«La vida es un lugar alquilado. Dios a veces es un personaje incómodo que se desplaza por la casa.»

Se sentó en uno de los últimos bancos. Y se dio cuenta de algo. En ese lugar, que para los creyentes era recinto de paz y salvación, ella llevaba una pistola en la cintura. Y, no obstante, se sentía desamparada.

Cerró los ojos y cambió la luz tenue por la oscuridad. Mientras esperaba que llegase Sundance, su sobrina, también llegaron recuerdos. El día en que…

… estaba sentada al escritorio, justo frente al «Plaza», en el caos de papeles, llamadas telefónicas, malas acciones de mala gente y malas vidas, chistes y conversaciones ociosas de colegas entre turnos de servicio. Como en una secuencia que no olvidaría nunca, el detective Peter Curtin había entrado por sorpresa por la puerta que daba a la escalera. Había sido un efectivo del Distrito 13 hasta poco tiempo antes. Después, durante un tiroteo en una operación, había resultado gravemente herido. Físicamente se había repuesto, pero desde el punto de vista emocional no era la misma persona. Sobre todo por presiones de su mujer, había obtenido el traslado a un destino más tranquilo. Ahora estaba en la Brigada Antivicio.

Se había dirigido directamente a su escritorio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Yo soy Dios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Yo soy Dios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Giorgio Faletti - Io sono Dio
Giorgio Faletti
libcat.ru: книга без обложки
Giorgio Faletti
Giorgio Faletti - I'm God
Giorgio Faletti
Giorgio Faletti - I Kill
Giorgio Faletti
Georgius Anastolsky - Sie haben Zahnarztangst
Georgius Anastolsky
Viviana Endelman Zapata - Estoy en el mundo, soy de Dios
Viviana Endelman Zapata
Georgia Hill - Say it with Sequins
Georgia Hill
Отзывы о книге «Yo soy Dios»

Обсуждение, отзывы о книге «Yo soy Dios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x