– También yo lo he pensado. Pero, por mucho que me he esforzado, no he logrado entenderlo.
– Eso lo puedo explicar yo.
Robert respondió a las miradas que se posaron en él al mismo tiempo. Había guardado silencio durante todo ese rato, manteniéndose al margen, mientras escuchaba las respuestas de Charlie a las preguntas de April. No había intervenido porque eran las mismas que habría deseado hacer él. No continuó hasta haber encendido el cigarrillo que acababa de liar. El humo subió lentamente hacia el techo de la cueva.
– De algún modo ella también tiene algo que ver. Esta mañana, antes de salir, recibí los resultados de la autopsia.
Respiraciones. Brasas en la penumbra. Humo que subía hacia quién sabía dónde. Y espera.
– Charyl Stewart estaba embarazada. El niño que llevaba en el vientre era de Caleb.
Les dio un momento para que asimilaran el significado de sus palabras. Luego dio voz al pensamiento de todos.
– Por ese motivo, en cierto modo, también ella tenía la misma sangre en las venas.
De nuevo el silencio, que a todos les resultó más amenazador que las palabras que lo habían precedido.
Charlie notó que Robert, la persona que él había considerado más difícil de convencer, era en cambio quien más deprisa se había rendido a lo evidente. Se habían cometido crímenes, había hechos inequívocos y un indicio de explicación rayano en lo increíble.
Ello bastaba para establecer un punto de partida para actuar, por muy endeble y frágil que fuese.
Charlie se volvió hacia él.
– En el laboratorio de Caleb el suelo es de tierra, y el lugar donde encontraron a la muchacha es un espacio abierto. Lo sé porque he estado allí. Y no dudo que incluso el suelo del patio de la cárcel, donde vieron las huellas, era también de tierra apisonada.
Robert cambió de tema, en una confirmación implícita de lo planteado por Charlie.
– ¿Cómo podemos defendernos?
– No hay defensa. El hombre ha creado sus barreras: el asfalto, las casas, la ciudad. Otras las ha creado la naturaleza, como la piedra. Pero puede llegar a cualquier lugar donde haya tierra.
– ¿Qué forma tiene?
– Sabemos que deja huellas de hombre. Pero no tiene forma. O, si la tiene, ninguno de los que la ha visto ha vivido lo suficiente para contarlo.
Todos pensaron lo mismo: el agente de guardia de la cárcel, que casi había enloquecido por haber presenciado el horror de la muerte de Jed Cross. Y Silent Joe, cuya percepción animal lo llenaba de terror en el momento en que la sombra surgía desde algún lugar en el fondo de la tierra.
Jim se puso frente a Charlie. Al fin había comprendido al viejo. Quizá fuera tarde, pero haría lo posible por aligerarle el peso de las cosas que sabía.
– ¿Cómo podemos detenerlo?
Charlie aceptó con un movimiento rápido de los ojos la buena intención de Jim. Pero no por ello pudo aliviar su impotencia.
– No lo sé. El relato de los ancianos dice que la única persona capaz de terminar todo esto es la que lo inició. Pero, como ves, ya no está en condiciones de hacerlo.
El ademán con que señaló el cuerpo de Eldero conllevaba la amenaza siempre inminente de la muerte.
Robert se tomó el trabajo de resumir los hechos, porque era la persona a quien habían encomendado la misión de evitar que se repitieran.
– Dime si he comprendido bien, Charlie. En este momento hay seres humanos que corren peligro a causa de una vieja maldición indígena. No es posible detener al ser o a la cosa que los matará. La única forma de protegerlos consiste en encontrarlos y convencerlos de que se pongan a salvo tal como les indiquemos.
Todos podían ver el movimiento de los músculos de sus mandíbulas, mientras el viejo Charles Owl Begay le confirmaba lo que nunca habría querido oír pero que ya sabía que iba a decir.
– Exacto. Eres un hombre de la ley, Robert. Dispones de todos los recursos. La vida de cierta cantidad de seres humanos está en tus manos. Pero si quieres salvar a esas personas, antes que nada debes saber quiénes son. Y para saberlo debes descubrir quién llevó a cabo en realidad la matanza de Flat Fields.
De nuevo se hizo el silencio, como ocurre siempre ante lo increíble. Comprender a fondo qué significaban las palabras del viejo fue para cada uno de ellos un viaje largo y difícil a un pasado lleno de interrogantes. El sonido del teléfono que Robert. llevaba en el bolsillo de la chaqueta les dio el billete de regreso. Pero el presente no era mucho mejor.
Todos lo vieron confirmado en cuanto el detective activó la comunicación.
– Diga.
Una pausa larga como un día.
– Dime, Cole.
Una pausa larga como un mes.
– ¿Dónde?
Una pausa larga como un año.
– Entendido. En las montañas, ahora. Llegaré en cuanto pueda.
Cerró el móvil y se quedó mirándolo un instante, como si tuviera en la mano un objeto en cuya existencia le costaba creer. Luego lo guardó de nuevo en el bolsillo, alzó la vista y dijo lo que todos habían adivinado.
– No sé si es apropiado llamarlo así, pero Chaha'oh ha matado a otro.
El primer pensamiento de April fue para Seymour.
Siempre, frente a una demostración de la ferocidad humana, se preocupaba por su hijo. Se preguntaba qué estaría haciendo en ese momento, si se encontraba a salvo. Vivía protegido hasta de la mera sospecha de que en el mundo pudieran existir cosas como esas de las que ella era testigo. Cualquiera que se sentara ante un televisor que transmitía un noticiario o abriera las páginas de un periódico lo hacía con la suposición inconsciente de que nada era cierto, que esas imágenes, esas palabras y esas fotos se referían a algo que pertenecía a un mundo hipotético, irreal. Todo lo que ocurría solo podía pasar a otras personas y en otros lugares.
En cambio April sabía demasiado bien qué fácil era que todo ocurriera aquí y ahora.
Mientras caminaban, se volvió a observar el heterogéneo grupo de personas que avanzaban en silencio, cada una inmerso en un estado de ánimo no muy diferente del de las demás. Cualquier otra situación los habría dividido. Robert era detective, ella era periodista; dos categorías muy diferenciadas, protagonistas, cada una a su modo, del viejo juego de policías y ladrones. Jim y Charlie eran dos simples ciudadanos. Su presencia ni siquiera se habría tomado en consideración en el momento de iniciar las investigaciones.
Pero esta vez era distinto.
Nada parecía ya pertenecer al orden establecido de las cosas. Habían dejado atrás la cueva en la montaña y su macabro contenido con un suspiro de alivio. Ahora iban con la sensación liberadora de que cada paso los alejaba de un lugar hostil, donde algo terrible había impulsado a un hombre a desencadenar algo más terrible aún. Pero al mismo tiempo se daban cuenta de que iban al encuentro de otra amenaza tan viva y real como difícil no solo de comprender sino de aceptar.
«Matará a todos los que llevan la misma sangre en las venas.»
En la gruta, las palabras de Charlie los habían enfrentado a su fragilidad y a su ignorancia. Al comienzo de ese tercer milenio se sentían asustados y aterrados en la misma medida en que un individuo primitivo, desde su refugio rocoso, observaba el fenómeno prodigioso de un rayo y oía con el corazón en la garganta el estrépito subterráneo de un trueno. Llevaban encima el teléfono móvil, la pistola, la brújula y ropas que habrían hecho llorar de alegría a hombres y mujeres que habían vivido antes que ellos, y sin embargo…
Habían tratado desesperadamente de no creer, para no tener que admitir sus límites. No obstante, ahora April se veía obligada a tener en cuenta la mirada circunspecta con que todos daban cada nuevo paso y el modo como cada uno prestaba atención a Silent Joe y a su comportamiento.
Читать дальше