Myron lo hizo. Cuando acabó, Win dijo:
– Mii piensa que Lex parlotea demasiado.
– ¿Tú también te has dado cuenta?
– Cuando un hombre filosofa tanto es que está ocultando algo.
– ¿Además de aquello de que ella iba a volver a Chile o a Perú mañana?
– Te apartaba de la pista. Quiere que te mantengas apartado de Kitty.
– ¿Crees que sabe dónde está?
– No me sorprendería.
Myron pensó en lo que dijo Suzze acerca de la transparencia y de que todos tenían secretos.
– Ah, una cosa más. -Myron buscó su Blackberry-. Gabriel Wire tiene un guardia vigilando la entrada de su casa. Me resultó familiar, pero no sé de qué.
Le dio a Win la Blackberry con la foto del guardia de seguridad en la pantalla. Win la observó un momento.
– Esto no es bueno -comentó.
– ¿Le reconoces?
– No había vuelto a oír su nombre desde hace años. -Win le devolvió la Blackberry-. Pero se parece a Evan Crisp. Un profesional. Uno de los mejores.
– ¿Para quién trabaja?
– Crisp siempre trabajó por libre. Los hermanos Ache solían llamarle cuando había problemas graves.
Los hermanos Ache, Herman y Frank, habían sido dos jefes mafiosos de la vieja escuela. Por fin, acabaron aplicándoles la RICO [4]y los encerraron. Como muchos de sus colegas mayores que él, Frank Ache estaba cumpliendo condena en una cárcel federal de máxima seguridad, casi olvidado por todos. Herman, que ya tenía más de setenta años, consiguió librarse de la acusación y utilizó su fortuna ilegal para comprar legitimidad.
– ¿Un sicario?
– Hasta cierto punto -aclaró Win-. A Crisp lo llaman cuando tus matones necesitan un toque de finura. Si quieres que alguien haga mucho ruido o destroce un local, Crisp no es tu hombre. Si quieres que alguien muera o desaparezca sin levantar sospechas, llamas a Crisp.
– ¿Y ahora Crisp trabaja como poli de alquiler para Gabriel Wire?
– La respuesta sería «no» -dijo Win-. Es una isla pequeña. A Crisp le avisaron de que acababas de llegar y se limitó a esperar que aparecieras por allí. Mi teoría es que sabía que le tomarías una foto y que deduciríamos su identidad.
– Para asustarnos -dijo Myron.
– Sí.
– Excepto que nosotros no nos asustamos así como así.
– Sí -dijo Win con un leve movimiento de hombros-. Somos muy machos.
– Vale, así que primero tenemos ese extraño mensaje en la página de Suzze, con toda probabilidad colgado por Kitty. Luego tenemos a Lex, que se encuentra con Kitty. Tenemos a Crisp trabajando para Wire. Además, Lex se oculta en casa de Gabriel Wire y, casi sin lugar a dudas, nos está mintiendo.
– Y cuando sumas todo esto, ¿cuál es el resultado?
– Nada -dijo Myron.
– No es de extrañar que seas nuestro líder. -Win se levantó, se sirvió un coñac y le lanzó a Myron una lata de Yoo-Hoo. Myron no la sacudió ni abrió. Sólo sujetó la lata fría con su mano-. Por supuesto, el hecho de que Lex esté mintiendo, no significa necesariamente que el mensaje básico que te envió sea erróneo.
– ¿Cuál es el mensaje?
– Que estás interfiriendo en la situación, aunque sea con las mejores intenciones. Pero, en cualquier caso, estás interfiriendo. Sean cuales sean los problemas por los que tu hermano y Kitty estén pasando, no son asunto tuyo. No formas parte de sus vidas desde hace mucho tiempo.
Myron pensó en ello.
– Quizá sea por mi culpa.
– Oh, por favor -dijo Win.
– ¿Qué?
– ¿Culpa tuya, dices? De modo que cuando Kitty, por ejemplo, le dijo a Brad que tú intentabas ligártela, ¿estaba diciendo la verdad?
– No.
Win separó las manos.
– ¿Y?
– Puede ser que sólo tratara de vengarse de mí. Dije unas cuantas cosas horribles de ella. La acusé de haberle tendido una trampa a Brad, de manipularle. Dije que no creía que el bebé fuera suyo. Y que quizás estaba mintiendo para defenderse.
– Buhhh. -Win comenzó a tocar el violín de aire-. Buhhh.
– No estoy defendiendo lo que ella hizo. Pero quizá yo también lo compliqué todo.
– Dime, por favor, ¿qué hiciste para que se complicase todo?
Myron no dijo nada.
– Adelante -insistió Win-. Estoy esperando.
– Quieres que diga que fue porque interferí.
– ¡Bingo!
– Y que, por lo tanto, quizás ésta sea mi oportunidad de corregir mis errores.
Win sacudió la cabeza.
– ¿Qué?
– ¿Cómo lo enredaste todo al comienzo? Interfiriendo. ¿Cómo pretendes disculparte por aquello? ¿Interfiriendo de nuevo?
– ¿Así que debería olvidarme de lo que vi en el vídeo de aquella cámara de vigilancia?
– Yo lo haría. -Win bebió un sorbo-. Pero sé que tú no puedes.
– ¿Entonces qué hacemos?
– Lo que siempre hacemos. Pero mañana por la mañana. Esta noche tengo otros planes.
– ¿Y esos planes incluyen a Tuu y Mii?
– Diría bingo de nuevo, pero detesto repetirme.
– Ya sabes -dijo Myron, escogiendo las palabras con cuidado-, y yo no pretendo moralizar ni juzgar.
Win cruzó las piernas. Cuando lo hacía, la raya continuaba perfecta.
– Oh, esto va a ser muy bueno.
– Reconozco que Mii ha sido una parte de tu vida durante más tiempo que cualquier otra mujer que pueda recordar, y me alegro de que al menos parezca que has reducido tu afición por las putas.
– Prefiero el término chicas de compañía de alto nivel.
– Vale. En el pasado, eras un mujeriego…
– Un sinvergüenza libertino -dijo Win con una sonrisa libertina-. Siempre me ha gustado la palabra libertino, ¿a ti no?
– Encaja -admitió Myron.
– ¿Pero?
– Cuando teníamos veinte, e incluso treinta años, todo funcionaba de una manera, no sé, encantadora.
Win esperó.
Myron miró la lata de Yoo-Hoo.
– Olvídalo.
– Y ahora -dijo Win-, crees que mi comportamiento, para un hombre de mi edad, empieza a resultar patético.
– No pretendía decirlo de esa manera.
– Crees que debería calmarme un poco.
– Sólo quiero que seas feliz, Win.
Win separó las manos.
– Lo soy.
Myron le dirigió una mirada inexpresiva.
– Te estás refiriendo a Tuu una vez más, ¿no?
La sonrisa libertina.
– Quiéreme por mis defectos.
– Una vez más, con me, ¿te refieres a Mii?
Win se levantó.
– No te preocupes, viejo amigo. Soy feliz. -Win comenzó a moverse hacia la puerta del dormitorio. De pronto se detuvo, cerró los ojos y pareció preocupado-. Quizá tengas algo de razón.
– ¿En qué?
– Quizá no soy feliz -dijo, con una mirada distante y nostálgica en su rostro-. Quizá tampoco lo seas tú.
Myron esperó y estuvo a punto de exhalar un suspiro.
– Adelante. Dilo.
– Quizá sea que ha llegado el momento de que Tuu y Mii seamos felices.
Desapareció en la otra habitación. Myron se quedó mirando la lata de Yoo-Hoo durante un buen rato. No oyó ningún sonido. Por fortuna, Win había aislado su dormitorio desde hacía años.
A las siete y media, Mii apareció con una bata y comenzó a preparar el desayuno. Le preguntó a Myron si quería desayunar. Myron declinó cortésmente la invitación.
A las ocho sonó su teléfono. Miró la pantalla y vio que era Big Cyndi.
– Buenos días, señor Bolitar.
– Buenos días, Big Cyndi.
– El camello de la coleta estuvo anoche en el club. Le seguí.
Myron frunció el entrecejo.
– ¿Con el vestido de Batgirl?
– Estaba oscuro. Me camuflaba.
La imagen se formó en su mente, pero por fortuna desapareció enseguida.
– ¿Le dije que Yvonne Craig en persona me ayudó a hacerlo?
– ¿Conoces a Yvonne Craig?
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