– ¿Razones morales?
– Comenzaron a vender CD de Kenny G -respondió FJ-. De pronto no podía dormir por las noches. Le estaba destrozando. Suponte que un chico impresionable compraba uno. ¿Cómo podía vivir consigo mismo? Vender cafeína estaba bien. Pero Kenny G… el hombre tenía escrúpulos.
– Digno de encomio -aplaudió Myron.
Win escogió aquel momento para entrar. FJ lo vio y miró a Hans y Franz. Win no titubeó. Fue en línea recta hacia la mesa de FJ. Hans y Franz se pusieron manos a la obra. Se cruzaron en el camino de Win y expandieron los pechos a dimensiones lo bastante grandes como para solicitar un permiso de aparcamiento. Win continuó caminando. Ambos hombres llevaban cuellos de cisne tan altos y flojos que parecían algo que esperase la circuncisión.
Hans consiguió mostrar una sonrisa de burla.
– ¿Tú, Win?
– Sí -contestó Win-, yo Win.
– No pareces tan duro. -Hans miró a Franz-. ¿A ti te parece duro, Keith?
– Ni pizca de duro -respondió Keith.
Win no interrumpió el paso. Casi con toda naturalidad y sin la menor advertencia, golpeó a Hans con el canto de la mano detrás de la oreja. Todo el cuerpo de Hans se puso rígido y después cayó como si alguien le hubiese arrancado el esqueleto. Franz soltó una exclamación ante el espectáculo. Pero no por mucho tiempo. Con el mismo movimiento Win hizo una pirueta y golpeó a Franz en la muy vulnerable garganta. Un horrible gorgoteo escapó de los labios de Franz, como si se estuviese ahogando con un montón de pequeñas espinas. Win buscó la carótida, la encontró, y apretó con el pulgar y el índice. Los ojos de Franz se cerraron y él también se sumergió en Sueñolandia.
La pareja de la otra mesa se marchó a la carrera. Win sonrió a los mastodontes inconscientes. Después observó a Myron. Myron sacudió la cabeza.
Win se encogió de hombros y se volvió al tipo que atendía el mostrador.
– Barista -dijo Win-. Un café moka.
– ¿De qué tamaño?
– Grande, por favor.
– ¿Leche desnatada o entera?
– Desnatada. Estoy cuidando la línea.
– De inmediato.
Win se unió a Myron y FJ. Se sentó y cruzó las piernas.
– Bonita americana, FJ.
– Me alegra que te guste, Win.
– De verdad, destaca el rojo demoníaco de tus ojos.
– Gracias.
– A ver, ¿por dónde íbamos?
Myron le siguió el juego.
– Estaba a punto de decirle a FJ que estoy un poco cansado de la sombra.
– Y yo estaba a punto de decirle a Myron que estoy cansado de que se inmiscuya en mis asuntos -señaló FJ.
Myron observó a Win.
– ¿Inmiscuya? ¿Alguien de verdad utiliza esa palabra?
Win lo pensó.
– El viejo al final de cada episodio de Scooby Doo.
– Correcto, chicos inmiscuidos, cosas por el estilo.
– Nunca adivinarías quién hace la voz de Shaggy -dijo Win.
– ¿Quién?
– Casey Kasem.
– Venga -dijo Myron-. ¿El tipo de la radio de los Cuarenta Principales?
– El mismo.
– Vive y aprenderás.
En el suelo Franz y Hans comenzaban a moverse. Win le mostró a FJ el arma que llevaba algo escondida en una mano.
– Por la seguridad de todos los presentes -dijo Win-, pídele por favor a tus empleados que se abstengan de moverse.
FJ se lo dijo. Él no tenía miedo. Su padre era Frank Ache. Era protección suficiente. Los músculos aquí presentes sólo eran de exposición.
– Llevas siguiéndome desde hace semanas -dijo Myron-. Quiero que lo dejes.
– Entonces te sugiero que dejes de interferir en mi compañía.
Myron exhaló un suspiro.
– Bien, FJ, morderé el anzuelo. ¿Cómo estoy interfiriendo en tu compañía?
– ¿Visitaste o no a Sophie y Jared Mayor esta mañana? -preguntó FJ.
– Sabes que sí.
– ¿Con qué propósito?
– No tiene nada que ver contigo, FJ.
– Respuesta equivocada.
– ¿Respuesta equivocada?
– Visitaste a la propietaria de los Yankees de Nueva York pese a que en la actualidad no representas a nadie que juegue para el equipo.
– ¿Y?
– ¿Entonces por qué fuiste allí?
Myron miró a Win. Win se encogió de hombros.
– No es que necesite explicártelo, FJ, pero sólo para calmar tus paranoicos delirios, estuve allí por Clu Haid.
– ¿Qué pasa con él?
– Fui a preguntar por los análisis de dopaje.
FJ entrecerró los párpados.
– Eso es interesante.
– Me alegra que lo creas, FJ.
– Verás, sólo soy un chico nuevo que intenta aprender este enredado negocio.
– Ajá.
– Soy joven y sin experiencia.
– Ya, a menudo he escuchado esa frase -intervino Win.
Myron sacudió la cabeza.
FJ se inclinó hacia delante, sus facciones escamosas se acercaron. Myron temió que la lengua apareciera para tocarlo.
– Quiero aprender, Myron. Por favor, dímelo: ¿para qué podría servir ahora el análisis de dopaje de Clu?
Myron debatió por un segundo si respondía o no y tomó una decisión. ¿Qué más daba?
– Si puedo demostrar que el análisis fue defectuoso, su contrato continuará activo.
FJ asintió al ver la línea de razonamiento.
– Podrás conseguir que se pague su contrato.
– Correcto.
– ¿Tienes alguna razón para creer que el análisis fuera defectuoso?
– Me temo que eso es confidencial, FJ. La relación agente-cliente, o como quieras llamarlo. Estoy seguro de que lo comprendes.
– Lo comprendo -asintió FJ.
– Bien.
– Pero tú, Myron, no eres su agente.
– Todavía soy responsable de la gestión de su estado financiero. La muerte de Clu no altera mis obligaciones.
– Respuesta incorrecta.
Myron observó a Win.
– De nuevo con la respuesta incorrecta.
– Tú no eres responsable.
FJ bajó una mano y recogió un maletín que estaba en el suelo.
Lo abrió con la mayor alharaca posible. Su dedo buscó en una pila de papeles antes de retirar el que buscaba. Se lo dio a Myron y sonrió. Myron escrutó los ojos de FJ y de nuevo recordó los ojos del ciervo embalsamado.
Myron le echó una ojeada. Leyó la primera línea, sintió un golpe en el pecho y buscó la firma.
– ¿Qué demonios es esto?
La sonrisa de FJ era ahora como una vela que goteaba.
– Es lo que parece. Clu Haid cambió de representante. Despidió a MB SportsReps y contrató a TruPro.
Myron recordó lo que Sophie Mayor le había dicho en su despacho, aquello de que él no tenía representación legal.
– Nunca nos lo dijo.
– ¿Nunca nos lo dijo, Myron, o nunca te lo dijo a ti?
– ¿Qué demonios significa eso?
– Tú no estabas por aquí. Quizás intentó decírtelo. Quizá se lo dijo a tu socia.
– ¿Y entonces te encontró a ti, FJ?
– Cómo recluta a mis clientes no es asunto tuyo. Si mantuvieras contentos a los tuyos, mis esfuerzos de reclutamiento no funcionarían.
Myron comprobó la fecha.
– Es toda una coincidencia, FJ.
– ¿Cuál?
– Murió dos días después de firmar contigo.
– Sí, Myron, estoy de acuerdo. No creo que fuese una coincidencia. Por fortuna para mí, significa que no tenía ningún motivo para matarlo. Desafortunadamente para la preciosa Esperanza, lo opuesto sí es correcto.
Myron observó a Win. Win miraba a Hans y Franz. Ahora ambos estaban despiertos, de cara al suelo, las manos detrás de las cabezas. De vez en cuando aparecía algún cliente. Algunos veían a los dos hombres en el suelo y se marchaban en el acto. Otros se mostraban indiferentes, pasaban a su lado como si Hans y Franz fueran otro par de mendigos de Manhattan.
– Muy conveniente -dijo Myron.
– ¿El qué?
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