– No me sirve.
– ¿Qué?
– Greg ya ha desaparecido otras veces.
– ¿Y qué?
– Que nunca sospechó nada desagradable en dichas ocasiones. ¿Por qué ahora sí?
– Ya te lo dije. Se aproxima el voto de los accionistas.
– ¿Es su única preocupación?
– Claro que no -protestó Clip-. También estoy preocupado por Greg.
– Pero nunca antes había contratado a nadie para localizarlo. ¿De qué tiene miedo?
Clip se encogió de hombros.
– De nada. Sólo estoy cubriéndome las espaldas. ¿Por qué? ¿Qué has averiguado?
Myron negó otra vez con la cabeza.
– Usted nunca se cubre las espaldas por completo, Clip. Le gusta el peligro. Siempre le ha gustado. Le he visto cambiar auténticas estrellas del baloncesto por novatos prometedores. Le he visto atacar en lugar de pasar a la defensiva. Nunca ha tenido miedo de arriesgarlo todo.
– El problema de esa estrategia es que también pierdes -dijo Clip con una amplia sonrisa-. A veces, pierdes mucho.
– ¿Qué ha perdido esta vez? -preguntó Myron.
– Nada, todavía, pero si Greg no vuelve, podría costarle a mi equipo el anillo del campeonato.
– No me refería a eso. Aquí está pasando algo más.
– Lo siento -le dijo Clip, al tiempo que abría los brazos-. La verdad es que no sé de qué estás hablando. Te contraté porque era lo más lógico. Greg desapareció. Sí, ya lo había hecho otras veces, pero nunca a las puertas de los play off. No es propio de él.
Myron miró de reojo a Win, que parecía muy aburrido.
– ¿Conoce a una mujer llamada Liz Gorman? -preguntó Myron.
Con el rabillo del ojo, vio que Calvin se enderezaba un poco.
– No -contestó Clip-. ¿Por qué?
– ¿Y a una mujer llamada Carla, o Sally?
– ¿Qué? ¿Quieres decir si he conocido alguna vez a una mujer llamada…?
– Hace poco. O a cualquier otra mujer relacionada con Greg Downing.
Clip meneó la cabeza.
– ¿Y tú? -inquirió mirando a Calvin, que también negó con la cabeza, pero con exagerada vehemencia
– ¿Por qué quieres saberlo? -inquirió Clip.
– Porque es con quien estuvo Greg la noche de su desaparición -contestó Myron.
Tras incorporarse en el sillón, Clip comenzó a escupir preguntas como una ametralladora.
– ¿La has localizado? ¿Dónde está ella ahora? A lo mejor están juntos.
Myron volvió a mirar a Win, que esta vez asintió de manera casi imperceptible. Él también se había dado cuenta.
– Está muerta -dijo Myron.
Clip palideció. Calvin continuó en silencio, pero cruzó las piernas. Un movimiento espectacular para el viejo Témpano.
– ¿Muerta?
– Asesinada, para ser más exacto.
– Oh, Dios mío… -Clip miró a Win y a continuación a Myron, como si buscara alguna respuesta o un poco de consuelo. No encontró ni lo uno ni lo otro.
– ¿Está seguro de que no conoce los nombres Liz Gorman, Carla o Sally? -insistió Myron.
Clip abrió la boca, la cerró. No consiguió articular ningún sonido.
– ¿Asesinada? -probó de nuevo.
– Sí.
– ¿Y estaba con Greg?
– Greg es la última persona conocida que la vio con vida. Encontraron sus huellas en el lugar del crimen.
– ¿El lugar del crimen? -balbuceó Clip, confuso-. Dios mío, la sangre que encontraste en el sótano… ¿El cadáver estaba en casa de Greg?
– No. La asesinaron en el apartamento de ella, en Nueva York.
– Pero yo pensaba que habías encontrado sangre en el sótano de Greg -dijo Clip con expresión de perplejidad-. En el cuarto de juegos de los niños.
– Sí, pero esa sangre ya no está allí.
– ¿Que no está allí? -Clip parecía azorado y furioso al mismo tiempo-. ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que alguien se encargó de limpiarla. -Miró fijamente a Clip-. Quiero decir que alguien entró en casa de Greg durante estos últimos dos días y trató de evitar un escándalo nada agradable ni conveniente.
Clip se sobresaltó. Sus ojos recobraron el brillo de repente.
– ¿Insinúas que fui yo?
– Es la única persona que sabía lo de la sangre. Yo se lo conté. Usted quiso que el descubrimiento se mantuviera en secreto.
– Dejé la decisión en tus manos -replicó Clip-. Dije que me parecía un error, pero que respetaría tu decisión. Claro que quería evitar un escándalo. ¿Y quién no? Pero nunca haría algo semejante. Tú me conoces, Myron.
– Clip, tengo los registros telefónicos de la mujer asesinada. Le llamó a usted cuatro días antes del asesinato.
– Bueno…, puede que llamara aquí -admitió Clip en tono vacilante-, pero eso no significa que hablara conmigo. -Sonaba muy poco convincente-. Tal vez hablase con mi secretaria.
Win carraspeó. Después habló por primera vez desde que había entrado en el despacho.
– Señor Arnstein -dijo.
– ¿Sí?
– Con el debido respeto, señor -continuó Win-, sus mentiras empiezan a molestarme.
Clip dio un respingo. Estaba acostumbrado a que le lamieran el culo, no a que lo llamaran mentiroso.
– ¿Cómo…?
– Myron siente por usted un gran respeto -prosiguió Win-. Me parece admirable. No es fácil ganárselo. Pero usted conoce a la mujer asesinada. Habló con ella por teléfono. Tenemos pruebas.
– ¿Qué clase de pruebas? -preguntó Clip entornando los ojos.
– Los registros telefónicos, para empezar…
– Pero acabo de decirles…
– Y sus propias palabras, para terminar.
– ¿De qué coño está hablando? -Una expresión cautelosa apareció en el rostro de Clip.
– Hace unos minutos -dijo Win-, Myron le preguntó si conocía a Liz Gorman, o a una mujer llamada Carla o Sally. ¿Se acuerda?
– Sí. Le contesté que no.
– Correcto. Y después le dijo, y voy a citar sus propias palabras, porque son muy reveladoras: «Es con quien estuvo Greg la noche de su desaparición». Se trata de una frase un poco rebuscada, lo admito, pero que encierra un propósito. ¿Recuerda las dos preguntas que formuló usted a continuación, señor Arnstein?
Clip parecía desorientado.
– No.
– Fueron, y vuelvo a citar las palabras textuales: «¿La has localizado? ¿Dónde está ella ahora?».
Win calló.
– ¿Y qué? -preguntó Clip.
– Usted dijo «la has localizado». Después dijo «ella». No obstante, Myron le preguntó si conocía a Liz Gorman, a Carla o a Sally. ¿No sería lo más lógico inferir que se refería a dos mujeres diferentes, o incluso a tres? Usted, señor Arnstein, llegó a la inmediata conclusión de que esos tres nombres pertenecían a una sola mujer. ¿No lo encuentra curioso?
– ¿Qué? -La cólera de Clip se había reducido a meras bravatas-. ¿Y llama a eso pruebas?
Win se inclinó hacia delante.
– Myron está siendo bien recompensado por sus esfuerzos. Por ese motivo, yo le aconsejaría en circunstancias normales que siguiera trabajando para usted. Le aconsejaría que fuera a su aire y aceptara su dinero. Si usted desea complicar la investigación que está sufragando, ¿quiénes somos nosotros para entrometernos? Claro que Myron no me haría caso. Es entrometido por naturaleza. Peor aún, tiene la desdichada obsesión de hacer el bien, incluso cuando no se lo piden.
Win calló, respiró hondo, se reclinó en su silla. Todos los ojos estaban fijos en él.
– El problema reside en que una mujer ha sido asesinada -continuó-, y para colmo alguien ha manipulado el lugar de los hechos. Además, otra persona ha desaparecido; podría tratarse tanto del asesino como de una víctima más. En otras palabras, dada la situación, es demasiado peligroso seguir haciendo la vista gorda. El coste potencial supera con mucho los posibles beneficios. Como hombre de negocios, señor Arnstein, ya tendría que haberse dado cuenta.
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