– Ya, ya. Siéntate, Ned.
– Claro que sí -dijo Ned. Myron rezó en silencio para que Ned no le dejara ninguna mancha en la silla-. Ya sólo quedan horas, Myron. Me refiero al gran día. Las semifinales del sábado. Habrá una multitud enorme en directo y una audiencia de televisión inconmensurable. ¿Crees que Duane tiene posibilidades de ganar a Craig? En los periódicos dicen que no.
Thomas Craig, el segundo cabeza de serie y principal representante de la estrategia del servicio y volea del juego, estaba en el mejor momento de su carrera como tenista.
– Sí -contestó Myron-. Creo que Duane tiene posibilidades.
– Guau -dijo Ned con los ojos como platos-. Si llegara a ganar… -Ned se detuvo a media frase y se limitó a negar con la cabeza mientras sonreía.
– Oye, Ned.
– ¿Sí? -contestó Ned mirándole a la cara con los ojos muy abiertos.
– ¿Te llevabas bien con Valerie Simpson?
Ned dudó un momento y su mirada perdió un poco de vigor.
– ¿Yo? -preguntó.
Myron asintió con la cabeza.
– Sí, bastante.
– ¿Sólo bastante?
– Sí -contestó Ned esbozando una sonrisa nerviosa que se esforzó por mantener-. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
– No, nada, sólo que a mí me han contado otra cosa.
– ¿Ah, sí?
– He oído que fuiste tú quien la convenció para firmar con Nike. Que tú te encargaste de su cuenta.
– Bueno, sí, creo que sí -dijo Ned avergonzándose un poco.
– O sea que la debiste de conocer bastante bien.
– Supongo que sí. ¿Pero por qué me lo preguntas, Myron? ¿Por qué tanto interés?
– ¿Confías en mí, Ned?
– Al cien por cien, Myron. Ya lo sabes. Pero es que este tema me resulta un poco doloroso, ¿me entiendes?
– ¿Lo dices por el hecho de que haya muerto y esas cosas?
– No -dijo Ned poniendo cara de estar chupando un limón-. Por lo de que su carrera se viniera abajo. Ella fue la primera persona con quien firmé un contrato para Nike. Pensé que iba a lanzarme a la cumbre, pero en vez de eso me dejó en la estacada cinco años. Me hizo mucho daño.
Otro señor Sensible.
– Y cuando fracasó de aquella manera tan estrepitosa -prosiguió Ned-, ¿a qué no sabes a quién le tocó asumirlo? Venga, va, a ver si lo adivinas.
Myron pensó que se trataba de una pregunta retórica, pero Ned estaba esperando una respuesta con cara de expectación, así que al fin dijo:
– ¿No habrás sido tú, Ned?
– Pues sí, fui precisamente yo. Me arrojaron a lo más bajo. Me tiraron allí. Y tuve que empezar a escalar posiciones otra vez. Y todo por Valerie y su crisis nerviosa. Oye Myron, no me malinterpretes. Ahora estoy muy bien, toco madera -dijo repiqueteando sobre la mesa con los nudillos.
Myron también tocó madera.
– ¿Conocías a Alexander Cross? -preguntó.
– Oye, ¿a qué viene todo esto? -dijo Ned enarcando ambas cejas.
– Confía en mí, Ned.
– Si ya lo hago, Myron, en serio, pero es que…
– Es una pregunta muy sencilla: ¿conocías a Alexander Cross?
– Tal vez hablara alguna vez con él, no me acuerdo muy bien. A través de Valerie, claro. Creo que salían juntos.
– ¿Y Valerie y tú?
– ¿Qué quieres decir con Valerie y yo?
– ¿Salíais juntos?
– Oye, para un momento -dijo Ned alzando la mano en señal de «stop»-. Mira, Myron, me caes muy bien, de verdad. Eres un tipo legal. Una persona sincera como yo…
– No, Ned, tú no eres una persona sincera porque me estás engañando. Tú conocías a Alexander Cross. De hecho, estuviste en el club de tenis Old Oaks la noche en que fue asesinado.
Ned abrió la boca para decir algo, pero no logró articular palabra y al final sólo consiguió decir que no con la cabeza.
– Mira -dijo Myron poniéndose en pie y enseñándole la lista de invitados a la fiesta-. Está subrayado con rotulador amarillo. E. Tunwell. Edward, es decir, Ned.
Ned miró el papel, volvió a mirar a Myron y volvió a mirar el papel.
– Eso fue hace mucho tiempo. ¿A qué viene esto ahora?
– ¿Por qué me has mentido?
– Yo no te he mentido.
– Me estás ocultando algo, Ned.
– No, no es verdad.
Myron se lo quedó mirando, que seguía sentado y sin saber adónde mirar.
– Mira, Myron, no es lo que tú crees.
– Yo no creo nada -repuso Myron. Y luego añadió-: ¿Te acostaste con ella?
– ¡No! -dijo Ned levantándose al fin y mirando fijamente a Myron-. Ese maldito rumor estuvo a punto de costarme la carrera. Es una mentira que aquel mierda de Menansi inventó sobre mí. Es mentira, Myron, te lo juro.
– ¿Pavel Menansi le dijo eso a la gente?
– Es un hijo de la gran perra -dijo Ned asintiendo con la cabeza.
– Lo era.
– ¿Qué?
– Pavel Menansi está muerto. Lo mataron anoche de un disparo en el pecho. Algo muy parecido al asesinato de Valerie -Myron aguardó dos segundos y después lo señaló-. ¿Dónde estuviste anoche?
– No estarás pensando… -empezó Ned con los ojos como dos pelotas de golf.
– Si no tienes nada que ocultar… -dijo Myron encogiéndose de hombros.
– ¡Claro que no!
– Pues entonces dime qué ocurrió.
– No ocurrió nada.
– ¿Qué es lo que no quieres decirme, Ned?
– No pasó nada, Myron. Te juro que…
Myron exhaló un suspiro y dijo:
– Acabas de admitir que Valerie Simpson supuso un grave revés para tu carrera. Acabas de admitir que lo que hizo te sigue doliendo. Además acabas de decirme que Pavel Menansi extendió rumores falsos sobre ti. De hecho, te acabas de referir a la víctima de un asesinato, textualmente, como «un hijo de la gran perra».
– Oye, venga ya, Myron, sólo estábamos hablando -Ned intentó zafarse de la situación mediante sonrisas, pero Myron mantuvo expresión severa-. No quería decir nada con eso.
– Puede que no, o puede que sí. Pero me pregunto cómo van a reaccionar tus superiores de Nike cuando se enteren de esto.
– Oye, no puedes estar hablando en serio -dijo Ned manteniendo la sonrisa pero sólo de labios afuera-. No puedes ir por ahí extendiendo rumores como si tal cosa.
– ¿Por qué no? -preguntó Myron-. ¿Es que piensas matarme a mí también?
– ¡Yo no he matado a nadie! -chilló Ned.
– No sé… -dijo Myron fingiendo tener miedo.
– Mira, aquella noche Valerie me llevó afuera, ¿de acuerdo? Nos besamos un poco, pero la cosa no pasó de ahí, te lo juro.
– Uf, frena, frena -dijo Myron-. Empieza desde el principio. Fuiste a la fiesta, ¿qué más?
Ned se dejó deslizar sobre su asiento hasta quedar sentado al borde de la silla y empezó a hablar muy rápidamente:
– Bueno, pues fui a la fiesta ¿de acuerdo? Y Valerie también. Llegamos los dos juntos. Ella estaba muy emocionada porque Alexander iba a hacer público que estaban prometidos, pero luego se echó atrás y a ella le sentó fatal.
– ¿Y por qué se echó atrás?
– Por su padre. Le dijo a Alexander que se olvidara de todo aquello.
– ¿El senador Cross?
– Sí.
– ¿Por qué? -preguntó Myron.
– ¿Y cómo quieres que lo sepa? Valerie me contó que ese tipo era un gilipollas. Ella lo odiaba. Pero cuando Alexander le hizo caso sin más, Valerie se puso echa una furia. Quería vengarse. Hacérselo pagar.
– ¿Y tú estabas con ella en ese momento?
– Exacto -dijo Ned haciendo chasquear los dedos-. Yo era a quien tenía más cerca en ese momento. Eso es todo. No fue culpa mía, Myron. Sólo estuve en el lugar equivocado en el momento inoportuno. Me entiendes, ¿no?
– Así que los dos salisteis afuera -dijo Myron tratando de que le contara el resto.
– Salimos afuera y encontramos un sitio detrás de un cobertizo. Sólo nos besamos, te lo juro. Nada más. Sólo fueron besos. Después oímos ruidos y nos apartamos.
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