– ¿Qué hay de nuevo? -preguntó Ricky.
Myron le tiró una jarra de vidrio. Ricky la cogió y se quedó mirándolo con cara de no entender nada.
– Haz pis ahí dentro -dijo Myron.
Ricky miró la jarra y luego a Myron.
– No lo pillo.
– Tu nueva talla -dijo Myron-. Estás tomando esferoides.
– Ni hablar, colega. Yo no.
– Pues entonces dame una muestra de orina. Ahora mismo. Haré que la analicen en un laboratorio.
Ricky se quedó mirando la jarra fijamente sin decir nada.
– Venga, Ricky, que no tengo todo el día.
– Eres mi representante, Myron, no mi madre.
– Es verdad. ¿Estás tomando esteroides?
– No es cosa tuya.
– Tomaré eso como un sí.
– Tómatelo como te dé la gana.
– ¿Te los ha vendido Horty? ¿O has encontrado otro traficante desde que dejaste la universidad?
Silencio.
– Estás despedido, Myron -dijo Ricky.
– Mira cómo lloro. Y ahora cuéntame lo de la violación de Kathy Culver.
Otro lapso de silencio. Ricky estaba esforzándose por no parecer afectado por lo que Myron acababa de decir, pero su lenguaje corporal lo delataba.
– Lo sé todo -prosiguió Myron-. Tu amigo Horty me lo ha contado. Es un buen tipo, por cierto. Una bellísima persona.
Ricky dio un paso atrás. Dejó la jarra sobre un cubo brillante que Myron supuso que debía ser una mesa. Se dio media vuelta y se quedó de espaldas a él.
– Yo no le hice nada -dijo con un hilo de voz apenas audible.
– Y una mierda. Tú y otros cinco fuisteis a por ella en los vestuarios. La violasteis por turnos.
– No. No fue así como ocurrió.
Myron aguardó. Ricky se desabrochó la camisa sin dejar de darle la espalda a Myron. Sacó un cede del equipo de música y volvió a colocarlo en la caja.
– Yo estuve allí -empezó a decir Ricky en voz baja-. En el vestuario. Iba colocado. Todos lo estábamos. Colocados del todo. Horty acababa de recibir un suministro nuevo y… -Ricky resumió el resto de la frase encogiéndose de hombros-. Mira, empezó como un pique. Todos sabíamos que nunca íbamos a atrevernos a hacerlo en serio. Suponíamos que nos quedaríamos cerca pero que no lo haríamos. Todos estábamos esperando que alguien dijera que se cancelaba el plan.
– Pero nadie lo hizo -dijo Myron.
Ricky hizo un gesto afirmativo muy despacio con la cabeza.
– Sí que paramos, pero demasiado tarde. Nos detuvimos cuando me iba a tocar a mí y yo dije que pasaba.
– ¿Después de que todos los demás lo hubieran hecho?
– Sí. No hice nada mientras tanto. Me quedé mirando cómo lo hacían, animándolos incluso.
Silencio.
– ¿Y te quedaste con las bragas?
– Sí.
– Y cuando te enteraste de que la policía estaba investigando las tiraste en aquel cubo de basura.
– No -dijo Ricky volviéndose hacia Myron con casi un atisbo de sonrisa-. No habría sido tan tonto como para dejarlas encima de un cubo de basura. Primero las habría quemado.
Myron pensó un momento en ello y vio que, de hecho, tenía su lógica.
– ¿Entonces quién las tiró?
– Kathy, supongo -contestó Ricky encogiéndose de hombros-. Se las di a ella.
– ¿Cuándo?
– Más tarde.
– ¿A qué hora?
– A medianoche, creo. Después de que nos… después de que se marchara de los vestuarios fue como si alguien nos hubiera dado un antídoto. O como si alguien hubiera encendido la luz de repente y nos hubiésemos dado cuenta de lo que acabábamos de hacer. Nos quedamos callados y nos fuimos, excepto Horty. Él se reía como una puta hiena, colocándose más y más. El resto volvimos a nuestras habitaciones. Nadie dijo ni una palabra. Yo me metí en la cama, aunque sólo un rato. Después me vestí y volví a salir. No sabía qué era lo que quería hacer. Sólo quería encontrarla. Quería decirle algo. Sólo quería… mierda, no lo sé.
Estaba jugueteando con el pelo, retorciéndoselo como un niño pequeño. En aquel momento a Myron le pareció más bajo.
– Y al final la encontré.
– ¿Dónde?
– Cruzando el campus.
– ¿Dónde concretamente?
– Por el centro, diría. Sobre el césped.
– ¿En qué dirección iba?
– Hacia el sur -dijo tras pensarlo un momento.
– ¿Como si viniera de las casas del profesorado?
– Sí.
«Después de salir de la casa del decano», pensó Myron.
– Sigue.
– Me acerqué a ella. La llamé por su nombre. Pensaba que saldría corriendo, ¿no?, porque estaba oscuro y eso, pero no lo hizo. Se dio la vuelta y se quedó mirándome. Le dije que lo sentía, pero ella no dijo nada. Le di las bragas y le dije que podía utilizarlas como prueba. Incluso le dije que podría testificar a su favor. No tenía pensado decirle eso, pero me salió de dentro. Kathy cogió las bragas y se fue. No me dijo nada de nada.
– ¿Fue la última vez que la viste?
– Sí.
– ¿Qué llevaba puesto?
– ¿Que qué llevaba?
– La última vez que la viste.
– Algo azul, creo -dijo Ricky mirando al techo para tratar de recordar.
– ¿No era amarillo?
– No. Amarillo seguro que no.
– ¿No se había cambiado después de la violación?
– Creo que no. No, llevaba la misma ropa.
Myron se fue hacia la puerta.
– Te va a hacer falta algo más que un nuevo representante, Ricky. También te va a hacer falta un buen abogado.
Jake estaba sentado en la zona de espera al lado de Esperanza. Al ver entrar a Myron y Win, se levantó.
– ¿Tiene un minuto?
– En mi despacho -asintió Myron.
– A solas -dijo Jake.
Win dio media vuelta y se fue sin decir palabra.
– No es nada personal -explicó Jake-, pero es que ese tipo me pone la carne de gallina.
– Pase -le dijo Myron. Se detuvo en la mesa de Esperanza y le preguntó-: ¿Has podido hablar con Chaz?
– Todavía no.
– Aquí dentro hay una fotografía -dijo Myron dándole un sobre-. Llévasela a Lucy a ver si reconoce al tipo.
Esperanza le contestó con un gesto afirmativo.
Myron siguió a Jake a su despacho. El aire acondicionado estaba puesto al máximo. Se estaba muy bien.
– ¿Qué le trae a la Gran Manzana, señor Courter?
– He estado en John Jay -contestó el hombre-, comprobando unas cosas.
– ¿En el laboratorio de criminología?
– Sí.
– ¿Y ha descubierto algo? -preguntó Myron.
Jake no contestó. Examinó las fotos de los clientes que había en la pared, agachándose y entrecerrando los ojos.
– He oído hablar de esta gente -dijo-, pero no son superestrellas.
– No, no son superestrellas.
– No son como Christian Steele.
Myron se sentó y apoyó los pies sobre la mesa.
– ¿Todavía sigue pensando que fue él quien mató a Nancy?
– Digamos que Christian ya no es nuestro principal sospechoso -dijo Jake tras hacer un movimiento con los hombros, como encogiéndolos.
– ¿Y entonces quién?
Jake se alejó de la pared de los clientes y se sentó en la silla con las piernas cruzadas.
– He estado hurgando en el homicidio de Adam Culver y he descubierto algo interesante. Parece ser que la policía se centró exclusivamente en la escena del crimen y nada más. Estaban convencidos de que había sido víctima de un acto de violencia callejera. Yo, sin embargo, he seguido un camino distinto. He sondeado el barrio de Culver en Ridgewood. Un lugar muy bonito. Muy blanco. No hay ni un solo hermano negro. Usted ya habrá estado por allí, supongo…
Myron asintió.
– He hablado con un tipo que vive a dos casas de los Culver. Me ha dicho que la noche en cuestión estaba paseando a su perro y que no está seguro de a qué hora fue, pero supone que hacia las ocho, más o menos. Según dice, oyó una fuerte discusión procedente del interior de la casa de los Culver. Un follón tremendo. Dice que no había oído nunca nada como aquello.
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