Harlan Coben - Motivo de ruptura

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El agente deportivo Myron Bolitar está a punto de llegar a lo más alto. Lo mismo pude decirse de Christian Steele, un quarterback recién llegado a la liga profesional y su cliente más importante. Sin embargo, la llamada de una ex novia de Chistian, una chica a quien todo el mundo cree muerta, incluso la policía, pone en peligro la firma de un contrato. Myron, de pronto, se ve envuelto en una intriga relacionada con sexo y chantajes, y mientras trata de descubrir la verdad sobre una tragedia familiar, una mujer y las mentiras de un hombre se enfrenta al lado oscuro de su profesión.

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– Atención, niños y niñas, ¿sabéis lo que es un cocainómano?

– Puede que tenga la gripe -dijo Win.

– Sí, de la cepa colombiana.

Al ver que se acercaba, Myron y Win se apartaron de su vista. Cuando Horty llegó a la esquina del callejón, Myron se plantó delante de él.

– ¿Júnior Horton?

– ¿Y quién coño lo pregunta? -dijo Horty echándole una mirada furibunda y desdeñosa.

– Uy, qué contestación más brusca -dijo Myron.

– Apártate de mi puto camino o te meto una paliza -contestó Horty y, al ver a Win, añadió-: A los dos.

– Querrás decir «te doy una paliza» -lo corrigió Win-. Las palizas se dan, no se meten.

– ¿Qué cojo…?

– Queremos hablar contigo -le interrumpió Myron.

– Que te den por culo, colega.

– Es un malaleche -dijo Myron volviéndose hacia Win.

– Y tanto -asintió Win-, yo es que me meo de miedo.

Horty dio un paso hacia Win. Era por lo menos quince centímetros más alto y pesaba casi treinta kilos más. Seguramente, Horty pensaba que estaba siendo inteligente al meterse con el más bajito para tratar de intimidarlo. Myron intentó no sonreír cuando Horty dijo:

– Te voy a meter un palizón que te vas a cagar, hijo de puta.

– Si vuelves a decir una palabrota más me veré obligado a hacerte callar -dijo Win poniendo voz de señorita de guardería.

– ¿Tú? -preguntó Horty riéndose a carcajada limpia. Luego inclinó el cuerpo hacia delante y le acercó la cara hasta que estuvo a punto de tocarle la nariz con la suya. Win no se movió ni un milímetro-. ¿Crees que un pijo blanco de mierda como tú me va a hacer callar? ¡Puto ma…!

Win apenas se movió. Su brazo salió disparado a una velocidad vertiginosa y, en menos de una décima de segundo, le propinó un golpe con la base de la mano en el plexo solar y volvió junto a Myron. Horty trastabilló hacia atrás, respirando entrecortadamente, incapaz de llenar los pulmones de oxígeno.

– Te he dicho que no dijeras palabrotas -dijo Win.

Horty tardó casi medio minuto en recuperarse y, cuando finalmente lo hizo, se puso a gritar como un loco:

– Hijo de puta mamón de mierda. -Se levantó-. Te voy a hacer una cara nueva.

Horty se abalanzó contra Win con los brazos abiertos como si fuera a placar a alguien. Win lo esquivó y le dio una rápida patada giratoria de nuevo en el plexo solar. Horty se dobló hacia delante y cayó de bruces contra el suelo. Su rostro era una mezcla de cólera, dolor, sorpresa y, lógicamente, vergüenza. Miró a su alrededor para asegurarse de que no estaba viéndolo nadie. Al fin y al cabo, estaba dándole una paliza un señorito blanco de la clase privilegiada.

– Hay doscientos seis huesos en el cuerpo -dijo Win en tono neutro-. A la próxima te romperé uno.

Sin embargo, Horty no le escuchaba. Los ojos se le salían de las órbitas y la cara se le contorsionaba por la ira, por no hablar de su limitada capacidad para razonar. Se puso en pie a duras penas, fingiendo estar más malherido de lo que en realidad estaba. Quería conservar el elemento sorpresa. Cuando Horty estuvo lo bastante cerca, se lanzó al ataque.

«Debe de estar realmente colocado -pensó Myron-. O es que es rematadamente tonto. Probablemente las dos cosas.»

Win se apartó en el momento justo y le atizó a Horty una patada lateral contra la parte inferior de la pierna. Se oyó un crujido parecido al que haría una ramita seca al ser pisada. Horty pegó un grito y cayó al suelo. Win levantó la pierna para asestarle un puntapié descendente, pero Myron lo contuvo haciendo un gesto negativo con la cabeza.

– Doscientos cinco y bajando -dijo Win descendiendo el pie suavemente.

– ¡Me has roto la pu…! -Horty se detuvo para agarrarse la pierna y revolcarse de un lado a otro por el suelo-. ¡Me has roto la pierna!

– La tibia derecha -puntualizó Win.

– ¿Quién coj…? ¿Quién eres?

– Te vamos a hacer algunas preguntas -dijo Myron-. Y tú nos las vas a responder.

– Mi pierna, colega, necesito un médico.

– Cuando hayamos terminado.

– Mira, yo sólo trabajo para Terrell. Él fue quien me dio este territorio. Si os molesta, hablad con él, ¿de acuerdo?

– No queremos hablar contigo de eso.

– Por favor, colega, te lo suplico. Mi pierna.

– Fuiste a la Universidad de Reston.

– Sí, ¿y qué? -dijo cambiando la mirada de dolor por una de asombro-. ¿Queréis que os dé el currículum?

– Conocías a Kathy Culver.

– ¿Sois polis? -preguntó aterrorizado.

– No.

Silencio.

– Conocías a Kathy Culver.

– ¿Kathy… qué?

– Número dos cero cinco. El fémur izquierdo. El fémur es el hueso más largo de todo el cuerpo…

– De acuerdo, la conocía. ¿Y qué?

– ¿Cómo os conocisteis? -le preguntó Myron.

– En una fiesta. A la semana de entrar en la universidad.

– ¿Saliste con ella alguna vez?

– ¿Salir con ella? -dijo Horty en tono de burla-. No, no era la clase de chica con la que se sale.

– ¿Qué clase de chica era?

– La clase que me chupó la polla la primera noche. Y la de Willie también.

– ¿Quién es Willie?

– Mi compañero de habitación.

– ¿Jugaba al fútbol?

– Sí -dijo-. Pero sólo en equipos especiales -añadió como si eso lo convirtiera en una especie de ser inferior.

– Continúa.

– Oye, ¿por qué quieres que te explique todo eso?

– Continúa.

Horty se encogió de hombros. La pierna se le estaba inflamando de mala manera, pero la cocaína le anestesiaba el dolor lo suficiente para mantenerlo despierto.

– Mira, hicimos una fiesta. En la Casa Moore, donde vivían todos los hermanos. Kathy era la única chica blanca y vino vestida como una zorra. O sea, que eso es lo que era, ¿me entiendes? Empezamos a rapear y eso, y ella empezó a meterse nieve como si fuera una aspiradora. Le gustaba el tema. Después empezamos a bailar lento -dijo Horty medio riendo al recordarlo-. Rozándonos mucho, ¿no? Me puso la mano en toda la espalda negra, ahí, en la pista de baile, me la empezó a frotar y todo eso y entonces me la llevé arriba y se me puso a chuparla. Pero es que no acabó ahí la cosa. La tía sacó una cámara, ¡una puta cámara!, del bolso y me pidió que le sacara fotos. ¡Te lo juro! Me dijo que quería primeros planos, de ella y la espada negra.

A Myron se le comenzó a revolver el estómago. Win seguía con su habitual expresión de desinterés.

– A la noche siguiente -continuó Horty- volvió. Se la puso a chupar a Willie y a mí a la vez. Sacamos más fotos y nos lo pasamos de puta madre. Sólo que esta vez yo también tenía mi cámara.

– Así que sacaste tus propias fotos.

– Pues sí, joder.

– ¿Kathy y tú tuvisteis más… eh… encuentros?

– No. Pero pasó a tirarse a otros pavos. Estaba buenísima para lo guarra que era. Rubita y bien dotada y todo eso.

– ¿Hablaste con ella alguna vez después de aquello?

– Pocas veces -dijo encogiéndose de hombros-. No mucho. Pero cuando empezó a salir con Christian, buah, eso ya fue otra historia totalmente diferente.

– ¿Qué quieres decir?

– Pues que se le subió a la cabeza y se volvió una arrogante, como si su mierda ya no apestara. Esos dos iban del rollo de la parejita feliz y todo eso, como si fueran novios en una serie de televisión. De repente la muy zorra se pensó que ya era la típica nena pureta de mierda. O sea, la tía se me había montado en la espada como si fuera un puto potro salvaje y después ya no me decía ni hola. Eso no estuvo bien, eso no estuvo pero que nada bien.

Dijo el señor Etiqueta.

– Así que decidiste hacerle chantaje -dijo Myron.

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