– ¿Podemos suponer que esas cicatrices fueron producidas por unas uñas de mujer? -pregunté.
– Puede usted suponer lo que le plazca, señor Corey. Las señalo como características identificadoras en previsión de que haya modificado su aspecto externo.
– Gracias.
– Y, siguiendo esa pauta, los especialistas de París tatuaron tres puntitos en el cuerpo de Jalil. Uno se halla localizado en la parte interior del lóbulo de la oreja derecha… -Nos obsequió con un primer plano-. Otro, entre los dedos primero y segundo de su pie derecho… -De nuevo una extraña foto-. Y el último está junto al ano. En el lado derecho. En el caso de que tengan un sospechoso o se encuentren un cadáver, esto podría facilitar una rápida identificación, que sería preciso complementar con las huellas dactilares o un cotejo de impresiones dentales si llegara el caso.
Ahora le tocaba hablar a Jim.
– El plan de la operación es realmente sencillo cuando se lo considera con atención. Pasar de un país relativamente abierto a otro no es tan difícil. Yusef Haddad volaba en clase business y eso siempre facilita las cosas, incluyendo la posibilidad de llevar una bolsa de ropa y recibir tratamiento médico de oxígeno. Haddad va bien vestido, probablemente habla suficiente francés para entender lo que dicen en De Gaulle y probablemente habla suficiente inglés como para no suponer un engorro para los ayudantes de vuelo de Trans-Continental.
Levanté la mano.
– ¿Puedo hacer una pregunta?
– Por supuesto.
– ¿Cómo sabía Yusef Haddad en qué vuelo iría Asad Jalil?
– Bueno, señor Corey, ésa es la cuestión, ¿verdad?
– Sí, no me la quito de la cabeza.
– Bien, desgraciadamente la respuesta es sencilla. Siempre utilizamos Trans-Continental, nuestra compañía aérea insignia, con la que tenemos un acuerdo de tarifa reducida para la clase business, pero lo más importante es que tenemos un agente de enlace que trabaja con Trans-Continental. Metemos y sacamos gente de los aviones rápidamente y sin llamar la atención. Al parecer, alguien estaba al tanto de este acuerdo, que, por otra parte, no es alto secreto ni mucho menos.
– ¿Pero cómo sabía Haddad que Jalil iría en ese vuelo?
– Un evidente fallo de seguridad en la actuación de Trans-Continental en De Gaulle. En otras palabras, un empleado de Trans-Continental en París, quizá un empleado árabe, de los muchos que hay en París, le dio el soplo a Yusef Haddad. De hecho, si nos remontamos más atrás, Jalil desertó en París y no en otra ciudad porque hubo allí un fallo en el sistema de seguridad. De hecho, por razones de seguridad, en los aviones norteamericanos está prohibido que uno lleve a bordo su propio oxígeno para uso medicinal. Hay que solicitar una reserva de oxígeno, y por un pequeño estipendio lo entregan antes de embarcar. Evidentemente, alguien pensó hace años en este potencial problema de seguridad. En este caso, sin embargo, uno de los empleados de la compañía cambió una de las botellas de oxígeno por una botella de gas venenoso.
– A mí las dos botellas me parecieron iguales -comenté-. Supongo que una de ellas estaría marcada.
– En efecto, la de oxígeno tenía en la pintura un pequeño arañazo en zigzag. La del gas venenoso, no.
Me imaginé a Yusef Haddad diciéndose a sí mismo: «Vamos a ver… la de oxígeno tiene un arañazo, la de gas venenoso, no… ¿o era al revés…?»
– ¿Algo gracioso, señor Corey? -me preguntó Jim.
Expliqué mi estúpida idea pero sólo Nash se rió.
Jim consultó unas notas y luego prosiguió:
– Por lo que se refiere al gas, tenemos un informe preliminar al respecto. No soy un experto pero me dicen que hay cuatro tipos principales de gas tóxico: el asfixiante, el que provoca ampollas, el que ataca a la sangre y el que afecta a los nervios. El gas utilizado en el vuelo Uno-Siete-Cinco era sin duda un agente que actúa sobre la sangre, probablemente un compuesto de cloruro cianhídrico avanzado o modificado. Este tipo de gas es muy volátil y se disipa rápidamente en el aire. Según nuestros expertos químicos, los pasajeros percibieron tal vez un cierto olor a almendras amargas o huesos de melocotón pero, salvo que estuvieran familiarizados con el cianuro, no se sentirían alarmados.
Jim nos miró y vio que todos le estábamos prestando atención. Yo he tenido la misma experiencia en mis clases en el John Jay. En cuanto los alumnos empiezan a distraerse, recurro a algo relacionado con el homicidio o el sexo. Eso atrae la atención general.
– Esto es lo que creemos que sucedió -continuó-. Asad Jalil pidió usar el lavabo. Naturalmente, fue acompañado por Phil Hundry o Peter Gorman. Quienquiera que lo acompañase revisó primero el lavabo, como hacían cada vez que Jalil pedía utilizarlo. Querían estar seguros de que nadie intentaba ser un Michael Corleone… -Nos miró y dijo, innecesariamente-: Ya saben, cuando alguien introduce una pistola en el lavabo. Así que Phil o Peter revisan la papelera… y quizá también revisaron el arma-rito situado bajo la pila, donde se guardan los utensilios de mantenimiento. Pero lo que había allí parecía completamente inocuo y no suscitó ninguna sospecha a Phil ni a Peter. Lo que había era una pequeña botella de oxígeno con su correspondiente mascarilla, como las que pueden encontrarse en los botiquines de todos los aviones del mundo. Se trata de oxígeno terapéutico para pasajeros con dificultades respiratorias. Pero nunca, se pone debajo de la pila. Ahora bien, si uno no conoce los procedimientos de las líneas aéreas, no se daría cuenta de nada. De modo que aunque Phil o Peter hubieran visto la botella de oxígeno, no habrían dado ninguna importancia al hecho.
Jim hizo una pausa para dar mayor efecto a sus palabras y continuó su relato.
– Alguien, muy probablemente una persona del servicio de limpieza o de mantenimiento del aeropuerto De Gaulle puso antes del despegue esa botella de oxígeno debajo de la pila en el lavabo de la sección alta del avión. Cuando Phil o Peter condujeron a Jalil al lavabo, lo dejaron esposado y le dijeron que no echara el pestillo. Procedimiento habitual. Jalil entró en el lavabo, y eso fue la señal para que Haddad liberase el gas contenido en la segunda botella. En algún momento, la gente empezó a mostrar señales de malestar. Pero para cuando alguien se dio cuenta de que estaban en peligro, ya era demasiado tarde. El piloto automático está siempre conectado durante el vuelo, así que el avión continuó volando.
»Jalil, que estaba respirando el oxígeno de la botella dejada bajo la pila, salió del lavabo una vez que tuvo la seguridad de que todo el mundo estaba inconsciente o muerto. Llegados a ese punto, Jalil y Haddad dispusieron de más de dos horas para arreglar las cosas, incluyendo el quitarle las esposas a Jalil, volver a poner en su asiento al escolta federal, dejar el oxígeno medicinal de Haddad en el armario de la ropa y todo lo demás. Jalil sabía que sólo necesitaba unos pocos minutos en tierra para huir poniéndose un mono de mozo de equipajes de Trans-Continental y mezclándose con la gente que subiría al avión en el área de seguridad. Por eso es por lo que quería que todo ofreciese el aspecto más normal posible al personal del Servicio de Emergencia que subiría al aparato, estacionado al extremo de la pista. Jalil necesitaba estar seguro de que el avión no ofrecía el aspecto de que se hubiera cometido un crimen en él y de que sería remolcado hasta el recinto de seguridad, donde se permitiría subir a bordo a personas ajenas al Servicio de Emergencia.
Jim terminó, luego habló de nuevo Jane, luego Jim, luego Jane, y así sucesivamente. Iban a dar las cuatro, y yo necesitaba un descanso.
Ya estábamos en la fase de preguntas y respuestas.
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