– No estoy poniendo en duda que Magnús sea una excelente persona -dijo Þóra-. He venido a hablar contigo con la esperanza de que haya dicho algo extraño o incomprensible -Þóra miró a María con ojos suplicantes-. Y si tú pudieras recordar algo…
María sonrió con sinceridad.
– Algo extraño o incomprensible… -dijo-. Sería más fácil recordar lo que Magnús puede haber dicho que fuera comprensible y coherente desde que se desató la enfermedad -sacudió la cabeza-. Naturalmente, ha empeorado mucho estos últimos años, pero antes ya estaba bastante despistado. Claro que entonces hablaba más y con algo más de sentido, pero sus palabras tenían muy poca relación con lo que sucedía a su alrededor. Yo podía estar hablando del tiempo y él de la pesca o de cualquier otra cosa sin la más mínima relación con el tema.
– ¿Recuerdas que haya dicho alguna vez algo parecido a lo que intentó decirme a mí? -preguntó Þóra-. ¿Sobre Alda o sobre halcones?
– Sí, desde luego -respondió María-. No sé qué relación pueda tener con el caso, pero hablaba mucho de pájaros. Sobre todo de halcones. Se pasaba, bueno, todavía se pasa largos ratos mirando por la ventana. Cuando pasa algún pájaro grande, me pregunta si es un halcón. Siempre respondo afirmativamente, porque creo que es la respuesta que espera -María miró de reojo la ventana del salón en el que estaban sentadas. Como por ensalmo, allí pasó volando una preciosa gaviota. María carraspeó y prosiguió-: Pero no ha hablado apenas de Alda, y cuando lo hace, no es posible comprender a qué se refiere; lo cierto es que hasta hace muy poco yo no sabía quién era. Creía que estaba hablando de parientes o quizá de alguna antigua novia.
– ¿Qué decía de ella? -preguntó Þóra-. Es posible que se pueda entender mejor ahora, a la vista de lo que ha sucedido -decidió no preguntar más sobre halcones, la relación de los pájaros con el caso parecía absurda y mucha mayor importancia tenía lo tocante a Alda-. ¿Alguna vez dijo algo que pudiera explicar eso de «pobre niño»? ¿Por ejemplo, hablando de dificultades en su propia infancia o algo por el estilo?
María negó con la cabeza.
– Ha pasado ya bastante tiempo desde la última vez que mencionó a Alda, de modo que no puedo recordar las palabras que usó. Cuando la mencionaba por su nombre, siempre era en relación con algo triste, o con algún drama del que nunca dio más detalles -María entornó los ojos, pensativa-. Algo de un sacrificio o de unos sacrificios, y que eso era lo justo. Una o dos veces intenté saber algo más, porque aquello sonaba más interesante que sus interminables historias de barcos y de pesca, pero volvía a encerrarse en su caparazón y callaba. En realidad, era como si no se diera cuenta de que había hablado en voz alta hasta que yo le preguntaba algo sobre lo que acababa de decir.
– ¿Nunca mencionó nada que pudiera indicar a qué clase de sacrificio se refería? -preguntó Þóra. No añadió si el sacrificio podía tener relación con la cabeza, porque María seguía empeñada en que Magnús jamás había hablado de ella.
María sacudió la cabeza.
– No, nada. Fuera lo que fuese, llevaba mucho tiempo en su memoria, como tantas otras cosas de su propia vida. Desde luego, una o dos veces habló de alcohol, en relación directa con ese tema. Dudo que Alda tuviera relación alguna con el alcohol, de modo que probablemente no lo relacionaba con el sacrificio ese, si es que se trataba de algún sacrificio.
– ¿Alcohol? -preguntó Þóra. ¿No se había enturbiado la relación entre Guðni y Kjartan, el de la oficina del puerto, por un caso de contrabando de alcohol?-. ¿Qué es lo que decía del alcohol?
– Si no recuerdo mal, algo así como que lo del alcohol estaba saldado con eso, y me preguntaba si estaba de acuerdo. Naturalmente, siempre le decía que sí, que las dos cosas valían exactamente lo mismo. Eso parecía alegrarle -dijo María encogiéndose de hombros-. Pero en lo tocante al sacrificio en cuestión, tengo que decir que cuando me di cuenta de quién era la Alda de la que hablaba, se me pasó por la cabeza que ella habría podido sacrificar su relación amorosa con Markús, pero no he conseguido encontrar nada que pudiera parecerse a un sacrificio.
– ¿Tu suegro mencionó alguna vez a Markús en relación con Alda o con el sacrificio de esta? -preguntó Þóra, con mucha curiosidad. Por todo lo que había oído, hasta aquel momento siempre había entendido que el enamoramiento de Markús no había sido correspondido. Quizá no fuera realmente así. Pero ¿por qué no habría podido seguir Alda con él, si era lo que deseaba?
María negó de nuevo con la cabeza, pensativa.
– No, sinceramente creo que no. Yo le habría preguntado a Markús en su momento de haber visto cualquier relación entre él y ese misterioso sacrificio. ¿Qué sacrificio puede hacer una mujer tan joven? -María se irguió-. ¿Sacrificar su educación por tener un hijo o algo así? Vaya, es que no se me ocurre absolutamente nada. Nada lo suficientemente serio como para que un anciano que ni siquiera es pariente de la mujer lo siga teniendo en mente -miró su reloj y volvió a mover las piernas. Þóra tuvo la sensación de que lo hacía con cierta regularidad para activar la circulación. En ese caso, aquella mujer se llevaría estupendamente con la ex suegra de Þóra-. Claro que también puede ser una tontería -dijo María sin demasiada convicción-. Confunde mucho los nombres, y tengo la sensación de que algunos de los que menciona son sueños o confusiones -se encogió de hombros-. Cuando el cerebro se trastorna, son muchas otras cosas las que se alteran al mismo tiempo, de ahí que sea posible que haya algo que vio en alguna película pero que él cree que forma parte de su propia vida. En ocasiones ha hablado de cuando practicaba paracaidismo, de cuando hundió el barco de unos criminales, de cuando estuvo con Sofía Loren y de otras cosas por el estilo. No puedo imaginarme que nada de todo eso sea real.
Þóra se quedó pensativa, y al poco preguntó:
– ¿Mencionó alguna vez la erupción? -María tenía razón en que no se podía dar crédito a las palabras de un hombre tan enfermo, a menos que se pudieran confirmar por alguna otra vía. Podía ser, perfectamente, que nunca hubiera existido sacrificio alguno o que, de haber existido realmente, no tuviera que ver con Alda y que el asunto no guardara relación alguna con el caso.
– Claro -dijo María con un suspiro-. Todos los que tenían uso de razón cuando se produjo la erupción hablan de ella. Por un tiempo pensé que no lograría integrarme en la sociedad de Heimaey porque yo nunca había respirado una ceniza como dios manda -miró a Þóra con un gesto de tristeza-. Ese miedo no resultó infundado. Nunca he podido integrarme plenamente en esta sociedad, y creo que la erupción tuvo un papel determinante en esa imposibilidad.
Þóra sintió compasión por lo sola que se encontraba.
– ¿Qué dijo de la erupción?
– Recordaba cosas continuamente. A veces me preguntaba si oía truenos, como si estuviera reviviendo aquella noche. Casi puedo recitar todo lo que pasó, de la A a la Z. Él fue uno de los primeros en darse cuenta de la erupción, porque estaba despierto. Creo que sucedió en la noche del lunes al martes…
Þóra la interrumpió:
– No busco información sobre la hora a la que comenzó la erupción ni nada de eso, sino si te dijo algo sobre los trabajos de salvamento que se realizaron mientras se estaba produciendo -por el gesto de la mujer, Þóra se percató de que no comprendía para qué querría recordar esos detalles-. Los cadáveres tenían huellas de haber permanecido en el exterior después del comienzo de la erupción, pero eso fue algo más tarde, pasada la primera noche. He estado pensando si alguna otra persona habría podido llevar los cadáveres al sótano sin que Magnús se enterase. Tal vez alguno de los que le ayudaban a vaciar las casas que supiera cuándo se les podía meter allí sin riesgo.
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